jueves, 30 de agosto de 2012

“Reflexiones sobre la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad” (2012) Isabel Viñado Gascón


Francia ha sido siempre un país muy heterogéneo. Después de “disfrutar” del artístico y bélico reinado de Luis XIV, el país galo se sumió en una profunda crisis económica. Hay que reconocer que Europa no ha nadado jamás en la abundancia. Sus recursos pueden alimentar a los habitantes que la pueblan únicamente si están bien administrados. Las posibilidades materiales reales de Europa no  han permitido jamás grandes dosis ni de corrupción ni de prodigalidad. Luis XIV sacrificó el bienestar de muchos ciudadanos franceses para construir Versalles. En venganza, los ciudadanos franceses sacrificaron a la monarquía francesa cantando “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Es difícil determinar si este lema fue una broma o una provocación en toda regla de los ciudadanos. Yo nunca he comprendido cómo se puede hablar de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” cuando se hace una revolución, aunque hablemos de la Revolución Francesa. Me gustaría conocer la opinión a este respecto de Luis XVI y sus amigos.

En mi opinión, los padres de la Revolución Francesa suscitaron un terrible malentendido al proclamar que los axiomas de la Declaración de los Derechos Humanos eran “Libertad, Igualdad, Fraternidad”. No estaría de más llevar a cabo un análisis de dichos conceptos a fin de comprenderlos mejor. Es innegable que son muy extraños.

En primer lugar, la “Libertad”.

Constituye una paradoja que los políticos, que son quienes por lo común más la reclaman para sus electores, sean ellos mismos los que menos la pueden utilizar debido a la “disciplina de partido”. Por otra parte, la posmodernidad ha mostrado que la Libertad pura lanza al Hombre al abismo. El hombre tiene necesidad de puntos de anclaje que constituyen al mismo tiempo sus cadenas. La libertad de un individuo se contrapone con frecuencia a sus obligaciones y deberes. Eso, sin nombrar que muchas veces ni él mismo sabe cómo o para qué utilizarla.

Por lo que respecta a la “Igualdad”:

Los hombres no son jamás iguales ni por su constitución física ni por su inteligencia ni por  su fuerza moral. Sin embargo, se aspira a la igualdad económica y social.

En lo que se refiere a la “Fraternidad”:

Es el valor más sorprendente de todos. Quisiera saber cómo un movimiento revolucionario ha podido llegar a declararlo valor universal cuando basta abrir La Biblia para darse cuenta de que es todo lo contrario. En efecto, desde Caín hasta Esaú pasando por José, al que sus hermanos abandonaron, sin olvidar las disputas entre Marta y María acerca de cuál sea la vida mejor, la Fraternidad aparece en el Libro Sagrado como la gran ausente. No me extraña que Dios quisiera evitar tantos problemas a su hijo y le educara como unigénito.

En el mundo griego, por su parte, la Fraternidad es practicada solamente por los héroes. Su ejercicio, sin embargo, no les aporta más que consecuencias desastrosas. Pensemos, por ejemplo, en Héctor, Agamenón e incluso en Orestes.

No obstante lo dicho, hay una multitud de gentes que no entienden cómo se puede mantener una República sin estos valores absolutos y, por tanto, abstractos e indeterminados.

Se ha pretendido modernizarlos cambiándoles el nombre. Hace unos años tuve ocasión de asistir a una conferencia en la que un profesor alemán explicaba que la “Libertad” se había transformado en “Tolerancia”, la “Igualdad” en Solidaridad y la “Fraternidad” en Pluralidad, o algo por el estilo.

Yo admiro a esos profesores que lanzan nuevas teorías que solamente aportan más confusión. Berthold Brecht hubiera sido el primero en protestar.

En efecto, el autor alemán y comunista no hubiera jamás admitido que la “Solidaridad” fuera ni un valor ni universal. A su juicio, la “Solidaridad” es solamente un instrumento que sirve para que aquéllos que están inmersos en la misma situación complicada, puedan salir de ella. Por consiguiente, jamás hubiera admitido la validez  del concepto de “Solidaridad” que en la actualidad ha llegado a ser sinónimo de caridad. La beneficencia nunca fue plato de su agrado. Según él arrastraba inexorablemente a la esclavitud.

Por lo que a la “Pluralidad” y a la “Tolerancia” se refiere, estos conceptos entrañan tantos problemas cómo la “Libertad” y la “Fraternidad” sin poseer su ‘flair”.

Se añaden, entonces, apellidos a estos axiomas. Así, se afirma que una sociedad republicana precisa de “Condiciones de Igualdad”, al menos en materias de “Educación”, “Sanidad” y “Justicia”. Es necesario disponer de ‘Libertad de Expresión” y de “Libertad de Conciencia”. En cuanto a la “Fraternidad” su importancia radica en el hecho de que hace falta trabajar Todos juntos para que una Sociedad prospere.

Los problemas, sin embargo, subsisten. Las personas son tan diferentes como sus circunstancias personales. En el colegio, se hace necesario introducir una educación diferenciada tanto para los alumnos más inteligentes como para los que sufren problemas de aprendizaje. En la sanidad, hay que promover una sanidad privada que sostenga la sanidad pública porque el Estado no puede pagar tantas instalaciones. En tiempos en los que cada vez más gente decide vivir sola –sin que en ello influya necesariamente la crisis económica- la “Fraternidad” se ha convertido en el axioma que exige aguantar con paciencia al imbécil que vive y trabaja a nuestro lado sin matarlo.

Parece, pues, que los valores de la ‘Libertad, Igualdad y Fraternidad” sólo pueden existir como Utopías, jamás en el mundo real.

Lejos de significar una desilusión, esto constituye un alivio. De existir, la “Igualdad” nos transformaría en clones; la “Libertad” en irresponsables; la “Fraternidad” nos impediría determinar nuestros intereses y proceder a su defensa. Todo ello nos terminaría arrastrando irremediablemente a la muerte.

No pretendo en absoluto caer en el discurso cínico. Lo que deseo es reflexionar sobre la crisis de valores de la sociedad actual, investigar dónde se encuentran sus raíces e intentar contestar a la pregunta por una solución. Porque estoy completamente convencida de que nos enfrentamos a una crisis de valores más profunda y terrible que la crisis económica misma.

En mi opinión, la crisis de valores es la consecuencia de una falsa utilización de ciertas palabras como “Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad”. Es cierto que éstos nunca fueron conceptos fáciles de comprender. Mi tesis es que actualmente no ofrecen ninguna solución a los problemas de nuestra sociedad. No por obsoletos, ni siquiera por caducados, sino porque les es imposible a su propia esencia.

Se les quiere transformar, se les quiere hacer resucitar. La última tentativa de la política fue en los años 68. La Iglesia por su parte, lo intentó a través del Concilio Vaticano II. En lugar de pensar que esos conceptos no pueden existir en la realidad sin ser destruidos, se prefiere creer que están “en crisis”.

Se han buscado soluciones para conseguir lo imposible. La comprensión de esta imposibilidad ha hecho que los hombres de Occidente reaccionen del mismo modo que cuando decidieron que Dios estaba muerto. Entonces afirmaron: “Si Dios está muerto, todo está permitido”. Ahora sostienen: “Si la “Libertad”, la “Igualdad” y la “Fraternidad” no existen, todo está permitido”.

¡Fantástico!

Pero…

No.

Permítanme, si no les importa, que haga algunas consideraciones que ayuden a explicar mejor mi punto de vista.

Es cierto que nosotros no podemos saber si Dios existe o no. Pero eso no significa ni mucho menos que se pueda defender la idea de que todo está permitido. Las relaciones humanas son parecidas al sistema financiero (¡cuidado!). Ellas son un sistema inter comunicado que se pasa en la confianza mutua (¡más cuidado aún!).

 

Hay, pues, que establecer una estrategia dirigida a mantener el equilibrio interno en la sociedad. Esto implica la necesidad de encontrar un concepto que no dependa de las circunstancias materiales y que, sin embargo, haga posible el progreso, aunque tal concepto ya no se llame “Dios”. Hace falta encontrarlo porque, precisamente aquéllos que afirman que todo está permitido son los mismos que nos han llevado a la terrible situación en la que nos encontramos.

Ese concepto es el “Humanismo”. Todos somos hombres e incluso aunque Dios no existiera por el mero hecho de pertenecer a la raza humana estaríamos obligados a respetarnos mutuamente. Se le puede definir como Razón Universal, como el concepto que abarca a los seres humanos, o simplemente como el concepto que permite superar, sin anularlas, las diferencias de raza, religión y nacionalidad.

Sin embargo, el concepto “Humanismo” no existe en el mundo real. Es necesario que cada sociedad lo concretice de acuerdo con las circunstancias y los tiempos históricos en los que se desarrolla. “El Humanismo” es, no hay duda, un valor eterno. Pero este valor no puede ser transferido como tal a la Humanidad, porque no existe una “Humanidad”. Hay solamente hombres distintos que habitan en diferentes grupos en momentos diversos.

Por la misma razón, es también evidente que la pura “Libertad” “Igualdad” y “Fraternidad” no pueden existir en la sociedad. Tampoco se puede hablar de “Libertad de Expresión” o de “Igualdad de Condiciones” o de “Solidaridad Fraternal”, en el sentido de eterno e invariable.

Al ser valores absolutos su existencia en la realidad es imposible, porque la realidad sigue las reglas de la eventualidad. Sin embargo, esto no quiere decir que esos conceptos sean ni mucho menos imaginarios o irreales.

Lo que significa es que son tan plenos de contenido que no pueden ser determinados en la realidad sin perder su contenido absoluto. Apelando a la “Libertad” o a “La libertad de Expresión” para conseguir objetivos concretos en el mundo real, se banaliza a estos conceptos. Ellos significan todo y por esta razón no significan nada.

Tal vez un análisis de la religión cristiana, sin adentrarnos en consideraciones teológicas pueda ayudar a esclarecer mis afirmaciones.

En la religión cristiana, Dios es el Axioma Primero. Todo parte de Él. Todo llega a Él. Pero Dios no ha venido Él mismo a la Tierra. En su lugar ha enviado a su Hijo. Jesús es Dios hecho hombre. En este sentido, Jesús es la concretización de Dios. En esta concretización, Jesús se ha hecho diferente de Dios. Se ha transformado. Ha adquirido un nuevo aspecto: Jesús se ha hecho histórico. Al venir a la Tierra, Jesús deja de ser absoluto. Por eso siendo Dios, es distinto de Dios. Jesús se ha hecho hombre y como tal, transitorio y condenado a la muerte. Su resurrección significa que el hombre Jesús ha recuperado su naturaleza divina y por esta razón ha de partir al Reino Absoluto de Dios. Se puede hablar de Él. Se pueden llevar a cabo investigaciones acerca de lo que ha hecho y dicho. Lo cierto es que Jesús únicamente posee su carácter Absoluto en su Absolutidad antes y después de su venida a la Tierra.

Desde un punto de vista estrictamente teológico, la vida histórica de Jesús no modifica en absoluto su constitución divina. Para los creyentes, Jesús es el Hijo de Dios, es decir, Dios hecho hombre. Para los ateos, Jesús es solamente un personaje histórico.

Para ambos grupos, la verdadera importancia de Jesús reside en su carácter histórico. Para los creyentes es esencial porque justamente ha renunciado a su poder divino para salvar a los hombres. Para los ateos y creyentes de otras religiones, la personalidad extraordinaria de Jesús sirve de guía moral a otros seres.

Así pues, como puede observarse es la existencia histórica de Jesús, la que ha transformado al mundo. Por otra parte es importante constatar que su figura no se ha mantenido invariable a lo largo del tiempo. Tanto el grupo de los cristianos como el de los no cristianos realizan constantemente interpretaciones de lo que Jesús dijo e hizo. Es este motivo, precisamente, el que justifica la existencia de diferentes órdenes y corrientes de pensamiento en el seno de la Iglesia. Esta es también la razón por la que la conversión en uno u otro sentido es posible.

De ello se deriva que los axiomas no existen nunca en estado puro en la realidad. La concretización es necesaria. Pero en la concretización el valor absoluto no llega nunca como valor absoluto. Ello no es posible. Hay que recordar que la venida de Dios a la Tierra supondrá el fin del mundo o, lo que es lo mismo, el fin de la historia.

Tanto para aquéllos que afirman la existencia de valores absolutos, como para los que la niegan, la situación es parecida. Lo que es verdaderamente decisivo es la concretización histórica de tales valores según las circunstancias de cada momento de la historia y de cada lugar del mundo.

Es en la concretización del valor donde éste se hace humano y temporal. Concretización no es sinónimo de relativismo. Todo lo contrario. El relativismo es la afirmación de que cualquier concretización es imposible.

Los revolucionarios de la Revolución Francesa exigieron “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, pero no esperaban alcanzar la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Los conceptos abstractos pertenecían a la esfera de los filósofos y la mayor parte de los revolucionarios eran gentes simples. El grito de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” era un grito para llamar a la acción armada a los ciudadanos. Invocando los nombres de valores abstractos e indeterminados, los revolucionarios exigían derechos concretos que estaban prohibidos por la legislación. Los ciudadanos franceses no lucharon por la “Libertad de Expresión”, tan ideal como abstracta sino por una libertad de expresión de acuerdo con la situación histórica en que vivían. La libertad de expresión que querían era una libertad muy concreta: la de decir y escribir lo que  quisieran, sin por ello aterrizar en La Bastilla.

Ellos exigieron la igualdad. No la Igualdad, abstracta e indeterminada que cada momento puede cambiar a nuestro capricho. Por el contrario, la igualdad revolucionaria era una reivindicación contra el nepotismo y los derechos adquiridos que impedían la participación política de la mayoría de los ciudadanos.

En lo que concierne a la “Fraternidad”, nadie en su sano juicio puede creer que los revolucionarios buscaban la “Fraternidad”. En primer lugar, porque la “Fraternidad” encierra un sentido religioso y la mayoría de los revolucionarios consideraban a los obispos como sus enemigos naturales. En segundo lugar, porque la “Fraternidad” obliga a compartir una jarra de vino lo cual, nadie, por muy revolucionario que sea, está dispuesto a hacer.

En un país tan heterogéneo como la Francia, la fraternidad significaba, de una parte, la llamada solidaria a luchar juntos contra la tiranía. En ese contexto, Brecht podría sin duda aceptar que la fraternidad de la Revolución Francesa tenía un carácter solidario puesto que todos soportaban la misma situación de injusticia y de desigualdad. De otra, los revolucionarios perseguían con este término el logro de la cohesión social. Es decir, era una llamada a olvidar las diferencias regionales y lingüísticas con el fin de hacer juntos la revolución y triunfar.

Todas estas reivindicaciones, como vemos, estaban sujetas a circunstancias concretas e históricas. La llamada a la universalidad de sus derechos se ceñía al deseo de que los derechos concretos que ellos exigían, llegaran a ser universales. No al contrario.

Por este motivo, estamos obligados a revisarlos constantemente. Porque la libertad de expresión reclamada por los revolucionarios no es la misma libertad de expresión de la que nosotros necesitamos hoy en día.

Los gobiernos democráticos han comprendido que deben proteger y garantizar la posibilidad de existencia de la libertad, la igualdad y la fraternidad, que cada sociedad requiere.

La mayor parte de los ciudadanos parecen no saber todavía que son ellos mismos los que deben determinar primero qué libertad, qué igualdad y qué clase de fraternidad quieren para poder llevarla a la práctica después. En vez de eso, exigen del Estado lo posible y lo imposible, sin pensar que el Estado es simplemente garante y protector. No actor. Critican a la tiranía y ellos, sin darse cuenta, la instauran con su inactividad o protestan por temas que en realidad no les interesan, pero por los que hay que protestar porque “todos” lo hacen.

En este sentido, resulta apasionante la lectura de la obra de Alexis de Tocqueville: “La democracia en América”.

Hoy en día,  una multitud de gentes exigen la “Libertad, Igualdad y Fraternidad” para ayudar a países que no han visitado nunca, para ir a manifestaciones donde se protestan por causas que desconocen en su profundidad. Aunque exijan acciones concretas, no conocen en absoluto la situación real. Repiten lo que se considera “políticamente correcto”. Utilizan las palabras “Libertad y Solidaridad” para soltar cualquier parrafada biensonante delante de los periodistas y están muy satisfechos de ellos mismos por haber hablado como habla un verdadero revolucionario, sin darse cuenta de que están banalizando la cuestión. La “Política’ se convierte, de este modo, en un nuevo tipo de “moda”. La necesidad de establecer una concretización de los valores absolutos de la sociedad en la que viven les pasa, en cambio, desapercibida.

 

Nadie duda, por ejemplo, que la libertad de expresión sea importante. En los países democráticos, sin embargo, es más esencial todavía otro tipo de libertad: “la libertad de independencia”. En efecto, la mayor parte de los periodistas políticos no pueden ser independientes. La independencia de criterio a la hora de publicar se ha convertido en un lujo. Cuando escriben, lo hacen en periódicos que defienden unas determinadas ideas. Si quieren conservar su puesto de trabajo tienen que hacer lo mismo.

Se pide igualdad, pero no es la misma igualdad que reivindicaban los revolucionarios. Curiosamente, en una sociedad que se define a sí misma como “plural”, la uniformidad ha llegado a ser un peligro de tal magnitud, que tal vez habría que empezar a pensar en luchar a favor del derecho a la desigualdad. Es necesario insistir una y otra vez del riesgo que representa la monopolización de los medios de comunicación. La mayoría de los periódicos pertenecen a dos o tres propietarios que son quienes además controlan la totalidad de las cadenas de radio y televisión.

En otro contexto, todos los alumnos esperan obtener los mismos resultados sin esforzarse con la misma intensidad. Olvidando, con ello, el mérito del esfuerzo. El esfuerzo está mal visto; no es “cool”.

Así pues, el derecho a la igualdad es hoy en día tan indispensable como el derecho a la diferencia.

La fraternidad, a su vez, ya no se refiere a la cohesión social. Como acabamos de ver, los medios de comunicación la han conseguido en una dimensión de proporciones mundiales. La fraternidad actual tampoco pide ya la solidaridad para hacer rodar cabezas. Lo que la fraternidad reclama con urgencia en nuestro tiempo es la asociación libre de los ciudadanos a fin de realizar tareas comunes, aunque el trabajo en común incluya la discusión. La fraternidad ha de ser reivindicada para trabajar juntos, no para luchar juntos. Por eso, no puede ser utilizada como excusa para ayudar solamente a los países lejanos. Este género de “fraternidad solidaria” es siempre complicado porque no puede resolver los grandes problemas del planeta que sobrepasan nuestra capacidad, como por ejemplo la erradicación de la pobreza o el calentamiento del planeta. Hace falta que la fraternidad actual supere el modelo de fraternidad que los medios – de una u otra tendencia- proponen. Es por ello por lo que se hace imprescindible que la fraternidad sea ante todo local, de modo que se puedan obtener pequeños pero efectivos éxitos.

¿Por qué he escrito lo que aparentemente todos ya saben?

Porque estoy sumamente preocupada. Cada día escucho frases del tipo “El Gobierno tiene que hacer algo”, sin especificar en qué consiste ese “algo” ni que les gustaría que fuera ese “algo”; o los padres reclaman el aprobado para sus hijos, da igual cómo; o los jóvenes gritan indignados que “el Gobierno” les cree un puesto de trabajo, en vez de asociarse en cooperativas a partir de las cuales sus proyectos puedan ser desarrollados o exigir que los créditos se concedan a muy bajo interés para los que deseen crear una empresa. No pretendo caer ni en la demagogia ni en la arrogancia.

Sólo intento señalar que esta actitud encierra dos peligros sumamente graves.

El primero, creer que  el gobierno es “El Gobierno”. Es decir: Dios o el valor absoluto, como se prefiera. En cualquier caso, separado de la sociedad. El Gobierno es Todo. Únicamente lo concreto, no.

El segundo peligro, aún más arriesgado, es el de facilitar la instauración de gobiernos autoritarios puesto que ofrecen a los ciudadanos trabajos en actividades previamente establecidas por el gobierno mismo. Por este motivo hay que ser consciente que cuando se exhorta al Gobierno a que facilite un puesto de trabajo, -y no las líneas para que pueda generarse la actividad empresarial- se está solicitando, en realidad, la instauración de un Estado totalitario.

Difícilmente puede una persona alcanzar una meta estando aislada. Solamente trabajando juntos es ello posible. Esa es el gran reto actual de la fraternidad. ¿Pueden los ciudadanos educados en una sociedad individualista llegar a conseguirlo? Pueden porque los ciudadanos no habitan en la Sociedad sino en una sociedad. La asociación de ciudadanos es eso que hoy en día constituye la solución indispensable para salir de la crisis. Jamás, sin embargo, el gobierno (que es, por el contrario, el que normalmente suele meternos en ellas).

El gobierno debe garantizar la igualdad ante la ley, la gratuidad de la educación, de la sanidad y de la justicia; debe posibilitar la acción y la existencia de las asociaciones de ciudadanos; debe garantizar la libertad para hacer, para decir, para ir y, sobre todo, para ser independiente. Pero el gobierno no puede ni debe remplazar la acción de los ciudadanos porque esto no sólo es el derecho de los ciudadanos. Constituye también su obligación.

¡Dios mío: Se habla de la Libertad y al mismo tiempo se reivindica la esclavitud sin ni siquiera ser consciente de ello! Y todo porque, a pesar de sentarnos a protestar al lado del imbécil que vive a nuestro lado, no somos capaces de trabajar con él.

Hasta la semana que viene.

Isabel Viñado Gascón.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 23 de agosto de 2012

Una reflexión sobre las teorías de las conspiraciones .EL MUNDO Y YO. (2012) Carlota Gautier


Hace dos semanas recibí una carta de mi amiga Carlota. Me pareció tan interesante que le pedí permiso para publicarla en el blog. Como puede deducirse, su respuesta fue afirmativa.  Tampoco las personas a las que Carlota menciona han puesto objeción alguna a que aparezcan escritos sus nombres y sus ideas. He suprimido, eso sí, los pasajes que tenían un carácter meramente privado. Por lo que al título se refiere: “El mundo y yo”, hace alusión a una película titulada “El rey y yo”. En ella, una institutriz inglesa llega a la corte de Siam y debe enfrentarse a un mundo completamente distinto al suyo.
Aunque al principio ello le ocasiona algunos disgustos con el rey de ese país, el acercamiento de sus respectivas posiciones les permite iniciar una historia de amor. Quizás ese sea también el destino que le espera a Carlota en su relación con el hasta ahora para ella “incomprensible” mundo.

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Querida Isabel:

Algunas personas nacen sabiendo qué es y en qué consiste la vida. He conocido a niños que con siete años ya “estaban-en-el-mundo”. Es decir, dominaban perfectamente el lugar donde vivían. Nada ni nadie les resultaba desconocido. Lo único que les impedía coger las riendas de su vida e independizarse de sus padres era la edad. Tales personas no se han interesado nunca por temas como el sentido de la historia, del derecho o de la moral. Conocen las reglas del juego de la vida y se dedican a jugar. Ni más ni menos. Eso sí: hay que reconocer que su ayuda a la hora de resolver los problemas cotidianos de la existencia resulta inestimable.

Otros, como muy bien sabes, ya se habían dado cuenta con catorce años de que el mundo no es exactamente tal y cómo nos los presentan. El desarrollo de su inteligencia fomentaba, no digo que sin razón, su desconfianza hacia los esquemas establecidos. Sin embargo, muy pocos de ellos fueron activistas políticos. La desconfianza hacia el sistema se extendía a todas las formas políticas y por tanto no creían en la posibilidad de un cambio o tan siquiera de una reforma estructural. La mayoría de ellos prefirió sumirse en el estudio y en la lectura. Para mi asombro, en vez de dirigir sus pasos hacia la Filosofía o la Politología, prefirieron licenciarse como psicólogos, médicos y abogados.

Por mi parte he de confesar que siempre he envidiado a los unos tanto como a los otros. Al día de hoy sigo sin saber en qué consiste la vida. Los libros que he leído me han arrojado aun más si cabe en la perplejidad. No así, sin embargo, en la desconfianza hacia el mundo en que vivo.  Carlos Saldaña, dice que mi falta de recelo no se debe tanto a mi credulidad como a mi absoluta incredulidad hacia todo lo que me rodea. “Ni siquiera cuando preguntas la hora te fías de la respuesta que te dan y vuelves a preguntarla dos veces más.” He de afirmar en mi defensa que Carlos exagera. Tienes que reconocer que siempre fue un tanto misógino.

Te escribo todas estas consideraciones porque desde hace aproximadamente dos meses he estado viendo en You Tube todos los videos habidos y por haber de las diferentes “Teorías de la Conspiración”.

Cuando comenté en público el contenido de tales videos, los amigos del primer grupo hicieron oídos sordos, me pidieron una limonada y siguieron comentando los últimos sucesos acaecidos en la ciudad. No es que no quisieran hablar del tema. Es que no tenían ni idea de qué diantres estaba hablando yo.

Las sonrisas de conmiseración del segundo grupo al expresarles mi sorpresa por la existencia secreta de un “Underground” de magnitud mundial, me resultaron sumamente hirientes. Ajenos a mis sentimientos, se dedicaron a disertar acerca de las nuevas técnicas de manipulación del cerebro.

Seguramente todos ellos tienen razón. Para el primer grupo, lo únicamente real es lo tangible. Lo existente es lo cognoscible. Para los otros, la debilidad de nuestra constitución nos convierte en presas fáciles para los depredadores de nuestra propia especie. Como vencer a dichos depredadores resulta imposible, lo más inteligente es tomar las medidas pertinentes para mantenerse a salvo. Para conseguirlo, lo más efectivo es hacerles creer que tenemos en nuestras manos la solución a sus problemas mentales, sanitarios y judiciales. “Información es poder”, sentenciaron.

En fin, Isabel, lo cierto es que he estado reflexionando al respecto. He reproducido mentalmente todas nuestras conversaciones sobre la necesidad del individualismo y del asociacionismo a pequeña escala, de la importancia del juicio crítico y me pregunto si todo ello sirve o puede servir como muro de contención a lo que parece ser que se nos avecina. Suponiendo que ello sea cierto. La verdad es que tales videos me dejaron una semana literalmente “sin palabras”.  Mi consejo es que si los miras, si decides enfrentarte a ellos, lo hagas desde el distanciamiento intelectual con el que se introduce un antropólogo en la tribu que acaba de venir de descubrir.

Los he visto en francés, español, alemán e inglés. Todos afirman más o menos lo mismo. Muchos son traducciones de videos americanos. Mi impresión, después de semejante maratón visual, auditivo y sobre todo mental, es que podrían dividirse en dos bloques:

La conspiración sobrenatural. Incluye un apartado científico (pseudo-cientifico): o bien los extraterrestres nos invaden o bien el mundo desaparece víctima de las catástrofes naturales. A ello habría que añadir un apartado religioso (pseudo-religioso) tanto en su vertiente positiva: Dios viene a la Tierra debido al Juicio Final; como negativa: el demonio, en forma de Anticristo, conquista la Humanidad.

 

La conspiración política, me resultó más complicada de entender porque engloba las conspiraciones tecnológica y económica, sumamente complejas a su vez.

Su tesis es la existencia de un plan secreto según el cual las élites más poderosas del planeta tratarían de establecer un Nuevo Orden Mundial. Ello significaría la constitución de un poder político central y dictatorial que ejercería el control absoluto. Tal objetivo, afirman, no es actual. De hecho lleva persiguiéndose desde hace siglos. Lo novedoso es que en la actualidad se ha alcanzado lo que parece ser la fase final que exige, por tanto, mecanismos últimos.

Uno de ellos consistiría en la manipulación de los ciudadanos. La puesta en marcha de diferentes tipos de ‘choc” permitirían a los adeptos del “Nuevo Orden Mundial” adoptar medidas que serían consideradas como “lamentablemente imprescindibles” y que la población aceptaría en virtud de la gravedad de la situación a la que habría que hacer frente.

Así el “choc” de una crisis económica mundial ha determinado, afirman, que se haya aceptado la flexibilidad del mercado y del horario laboral: “Trabajar más para ganar menos”.
Como ya ha demostrado la Historia durante la época de los inicios industriales ello conlleva un aumento en las enfermedades de los asalariados, que no disponen del tiempo necesario para cuidarse –puesto que su puesto de trabajo peligra-  así como  un descenso en el número de reivindicaciones, debido al cansancio.

El “choc” del terrorismo por su parte, ha posibilitado el control de la población, que obsesionada como está  por la seguridad no ofrece ninguna resistencia a ser ella misma vigilada. De este modo, la tecnología estaría al servicio de los principios de ese Nuevo Orden Mundial.

Al control del individuo desde el exterior habría que sumar el control de la mente a través de técnicas de manipulación que conseguirían dirigir y controlar el comportamiento del individuo sin que éste se diera cuenta.
Lo que al principio es un “choc” termina convirtiéndose en un estado de hechos que es aceptado como algo natural en la sociedad. Para comprobar la maleabilidad de los ciudadanos se están llevando a cabo, según estos videos, diversas pruebas. La más espectacular de todas ellas: la guerra contra el tabaco, que en realidad sólo pretende medir cuánto tiempo y cuántas energías se gastan en conseguir que la población esté en contra de los cigarrillos y de los fumadores hasta el punto de demandarlos si los sorprenden fumando en un vagón del metro. En realidad, mientras los gobiernos fingen preocuparse por la salud de sus ciudadanos estos están siendo intencionadamente envenenados con sustancias varias para que su capacidad de concentración y su sistema inmunológico se debilite,

Así pues,- dicen estos videos-  los ciudadanos controlados por medio de las técnicas más sofisticadas de lucha contra el terrorismo; debilitados por las horas de trabajo y la escasez de salario que reciben, y manejados gracias a refinados métodos de manipulación mental no van a tardar a convertirse en “carne de esclavitud”.
De todo esto se infiere que la consecuencia de la globalización del planeta supone en realidad, no la apertura del libre mercado y el ejercicio de la libre información sino la esclavitud de la raza humana. A la pregunta de quiénes son los “amos del mundo” las respuestas son diversas. Para unos, la clave está en dos palabras: “Wall Street”; para otros, los hilos que dirigen la trama hay que buscarlos en “los grupos de élite secretos”. Según algunos se trata del grupo Bilderberg; según otros, de los “judeo-masones-nazis-ultra cristianos”.

A la pregunta de cómo pueden colaborar los judíos con los nazis y los masones con los cristianos más ortodoxos, responden convencidos: “unidos por el deseo de alcanzar el poder, sobre todo el poder económico”.

Así pues - concluyen las teorias de la conspiracion- a pesar de desconocerse la identidad exacta de cada uno de los componentes de este complot de lesa majestad contra la Humanidad, puede asegurarse que es la élite económica de Europa y América del Norte la que llevada por una avaricia sin límites, desea el control absoluto sobre el Planeta no deteniéndose para lograr sus fines ni ante fronteras ni religiones ni razas ni culturas.

Del contenido de tales teorías podría inferirse que incluso el término “Humanidad” es sospechoso de estar involucrado en este complot en tanto en cuanto uniformiza a los hombres y les despoja de sus características particulares. Estoy segura de que ninguno de ellos me llevaría la contraria. Ya te he dicho antes, que en su opinión, los que pretenden alcanzar el Nuevo Orden Mundial llevan dedicándose a tal empresa desde hace generaciones.

 ¿Hay alguien que pueda detener semejante plan?

No muchos. Occidente, - dicen - corrompido por el laicismo y destruido por el consumo y la perversión moral, permanece ajeno a la amenaza que sobre él se cierne. La mentira del calentamiento de la tierra lo mantiene ocupado en otros asuntos.

Aseguran que la ideología de izquierdas y algunos países del Oriente son conscientes de este peligro. Ellas representan, a su modo de ver, las únicas fuerzas capaces de detener a estos monstruos.

El Nuevo Orden Mundial lo sabe. Por eso -constatan-  se dedica a difundir mentiras y calumnias: se destruye a sí misma las dos torres gemelas,  construye ficciones como Al Qaeda, que en realidad nunca ha existido y se ve legitimado para iniciar una guerra de dimensiones desconocidas.

La guerra – o mejor dicho, las guerras – sirven a varios fines.

Uno de ellos,- según estos videos-, sería el exterminio de la raza humana en un noventa por ciento. La guerra constituye uno de los mecanismos para mermar la población. Otro dispositivo son las diversas enfermedades propagadas a través de vacunas y otras vías de contagio. La causa de este deseo se debería al hecho de que en la actualidad no se dispone de bastante tierra cultivable y agua para abastecer a toda la Humanidad.

Las guerras implican además enormes ganancias que es, ante todo, lo que persiguen los defensores de la globalización. No es sólo la compra-venta de armamento la que está en juego. El control sobre  el petróleo, el gas y los metales lleva a los Estados Unidos a iniciar las mal llamadas guerras de liberación. Porque lo cierto es que no es la sociedad la que se encuentra sometida, sino la CIA las que pretenden someterla para apropiarse de sus recursos.

Finalmente, las guerras permiten la imposición de nuevas formas de gobierno, diseñadas a la medida que el Nuevo Orden Mundial exige.

 Para obtener la victoria, - aseveran las teorias de la conspiracion- , el Nuevo Orden Mundial ha creado (y está creando) medios de destrucción cada vez más eficaces. A las armas bacteriológicas hay que sumar las climáticas como el HAARP, que originan maremotos, terremotos, huracanes y demás catástrofes de carácter climático. Como todavía no está bien desarrollada, lo que  hemos visto hasta ahora han sido mayormente ensayos de aprendiz de mago.

De lo que no cabe duda - proclaman -, es que el mundo – en su lucha contra el mal- ha de hacer frente a la amenaza de una tercera guerra mundial. Para algunos se trataría incluso de la cuarta ya que consideran la “Guerra Fría” como la tercera.

 Hasta aquí, querida amiga una recopilación de todos los complots. He de decir que no ha sido tarea fácil. Los conflictos siempre me han provocado un terrible dolor de cabeza. Además, ninguno de los videos ofrece una información completa. Cada uno se dedica a un tema en concreto: el HAARP, la crisis económica, la guerra… Sólo después de haber visto cuarenta videos he comprendido que estaban conectados por una misma idea. No puedes imaginarte el esfuerzo que hay que hacer para  sintetizar las diferentes “teorías de la conspiración”.

La idea común es el anuncio del fin de la Humanidad. Curiosamente ninguna de estas teorías insta a que colaboremos en pequeña escala a acabar con la corrupción y la estupidez que hay o puede haber en cada barrio, en cada pueblo, en cada ciudad. Ninguno de esos videos dice “apaguen los televisores, apaguen los ordenadores y pónganse a estudiar matemáticas y física para construir aparatos contra esos elementos o pónganse a leer para saber que pasó en otras épocas”. En definitiva, ninguno de ellos ofrece una alternativa o al menos una esperanza.

Subliminarmente llaman a la revolución. Pero a la revolución ¿contra quién?, me pregunto yo en mi ignorancia. ¿Contra los fantasmas? ¿Contra el sistema? Afirmar que los Bancos son unos ladrones, no es decir nada nuevo. Que los políticos son los mismos perros con distintos collares, lo decía hasta el marido de Doña Rosario. Sin embargo, sólo actuó en consecuencia cuando se enteró que unos cuantos estaban yendo a “expropiarle” sus gallinas. Matar, sólo mató a las gallinas. Las sumergió en una tinaja de aceite, las enrunó en sitio seguro y aún tuvo tiempo para ponerse a salvo. No creo que en esos momentos pensara que estaba luchando contra una esclavitud a nivel mundial sino contra una ley injusta que aprobaba que unos cuantos se hicieran con los frutos de su trabajo.
Las teorías de la conspiración afirman que estamos al final de la Historia, como si el final fuera el final de una película que a las dos horas poco  más o menos tiene inexorablemente que acabar. Todas hablan de que la Humanidad va a ser esclavizada o peor aún, mermada, pero ninguno habla de la esclavitud que se vive en mi pueblo en la recogida de la fresa,  que los sueldos que pagan son de miseria. Todos hablan de un fin y de unos poderosos invencibles de los que sólo se conocen algunos nombres. En cambio, ninguno de ellos apela al: “déjense de juegos de ordenador y de películas y libros vulgares y desarrollen la capacidad de divertirse ustedes mismos consigo mismos. Déjense de creerse genios y atrévanse a aprender”.

Ignoro si sus teorías son ciertas o no. Honestamente, por la cuenta que me trae, espero que no. Pero lo que digo es que desenmascarar al culpable no significa triunfar sobre él. En mi pueblo todos conocemos a los mafiosos y eso no ayuda gran cosa. Si acaso a cerrar la boca cuando entran en el bar. He de reconocer que en mi pueblo siempre hemos sido muy tranquilos: Vivir y dejar vivir es la consigna. Cada cual se conoce y sabe con quién quiere cuentas y con quién no.
He de confesarte que he estado una semana sin dormir. Las historias de extraterrestres y de ángeles y demonios, que me parecen sacadas de películas de ciencia ficción,  no han sido las causantes de mi desvelo. Ni siquiera puedo culpabilizar al  Nuevo Orden Mundial o al estallido de una guerra mundial.

Lo que me ha provocado un terrible dolor de estómago y me ha empujado a llamar a todos mis amigos y conocidos ha sido comprobar ¡el enorme número de gente que parece estar empeñada - da igual el modo y la causa- en que llegue el fin del mundo!

Espero no haberte molestado con mis problemas. Me gustaría conocer tu opinión al respecto. Yo la verdad, estoy hecha un lío. No te puedes ni imaginar los análisis tan certeros que hacen sobre la crisis económica y sobre el panorama político mundial, en general. Incluso la “teoría de la conspiración” del 11 de Septiembre que afirma que las dos torres gemelas fueron derribadas por explosivos colocados en el sótano, me parecen dignas de atención.

Las preguntas que normalmente me han atormentado: ¿Dónde estoy?, ¿Quién soy?, ¿Adónde voy?, han dejado paso al ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos?

Francamente, me considero incapaz de contestar a tantas y tan complejas preguntas. Bastante tengo ya conmigo misma.

Recibe un fuerte abrazo de tu amiga Carlota.

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He leído la carta de Carlota varias veces. También he visto algunos videos sobre el tema. Como mi amiga muy bien dice, algunos de sus análisis son tan certeros y tan profundos que más que como “Teorías de la conspiración”, habría que calificarlos de “periodismo de investigación”. Lo que les separa es en muchas ocasiones una débil y difusa línea.

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He salido al balcón a dejarme envolver en la noche estrellada. No parece que un cometa vaya a destrozar el planeta. Pero como diría Hume, el hecho de que todavía ningún cometa lo haya destrozado no significa que no pueda destrozarlo mañana. Un sentimiento de inquietud me ha invadido. De repente, casi sin pretenderlo, la escena final del “Cándido” de Voltaire ha brillado con majestuosa fuerza en medio de la noche.

En Constantinopla  ha habido revueltas en las que han muerto alguno visires. Cándido le pregunta a un turco qué es lo que ha sucedido y éste le contesta que no sabe nada del tema ni lo quiere saber. “Sospecho” –les dice- “ que las personas que se ocupan de temas públicos mueren en general de muerte violenta. Lo cual tienen bien merecido. Pero lo que suceda en Constantinopla me resulta indiferente.” El viejo turco les explica que él se dedica a trabajar la tierra con sus hijos. El trabajo les mantiene alejados de tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad. Cándido considera que esta postura es más inteligente que la de los reyes que por perseguir la grandeza han muerto de manera violenta. De repente se acuerdan de que tienen que trabajar en su huerto. Martin sugiere trabajar y no pensar para que de este modo la vida les resulte más soportable.
La pequeña sociedad aplaude esta propuesta y el huerto, aunque pequeño, da sus frutos. Al mismo tiempo cada uno de ellos aprende un oficio con el que poder ser útil al grupo. Cuando Pangloss empieza a filosofar,  Cándido le detiene. “Muy bien,” - replica Cándido- “pero lo primero es cultivar nuestro huerto.”

El trabajo, en efecto, nos libra de los males del aburrimiento y nos aleja de los asuntos públicos de proporciones desmesuradas.

Lo que no tiene sentido es lo que ha sucedido en la "Piel de Toro" durante las últimas décadas: la alegría inicial de los asalariados por cobrar la jubilación anticipada y el gozo de los agricultores por percibir subvenciones si no trabajaban sus tierras.  ¿Debo sospechar de alguna conspiración política?

Resulta inconcebible que gentes cuyas familias poseían desde generaciones atrás tierras de cultivo las hayan vendido para comprarse un piso en la ciudad y hayan preferido convertirse en asalariados mejor que ser propietarios, en un tiempo en que la mecanización del campo hacía más fáciles las tareas agrícolas. Lo que no entiendo es que en época de paro ninguno de los jóvenes vislumbre en la tierra la tabla de salvación. No deja de hablarse de la necesidad de creación de empresas, que no es lo mismo que la apertura de tiendas, pero cuando les nombras la tierra te califican de “troglodita”. Con ello olvidan que si bien es cierto que no sólo de pan vive el hombre,  resulta igualmente innegable que el hombre es lo que come y que sólo si come puede ser.
Voltaire defiende por un parte el trabajo; por otra alude a un segundo elemento: la pequeña comunidad.
No se trata, como pretenden algunos, crear sociedades aisladas. Como tampoco “individualismo” es sinónimo de “aislacionismo”. La idea que conlleva es que el hombre no es un ser infinito  sino limitado y por tanto no puede desarrollarse en espacios absolutamente ilimitados.

Como dice mi amigo Jorge Iranzo: “Lo grande te hace perder la noción del tamaño y lo gigantesco te pierde a ti.” La sociedad humana sólo tiene sentido si se estructura trabajando en pequeñas comunidades. Únicamente  así  es posible que cada uno de los individuos que la componen pueda prestar atención  a la libertad y a la seguridad al mismo tiempo.

Si una pequeña comunidad no es capaz de defender sus propios derechos dentro de sí misma ¿cómo va a poder defenderlos frente a otras sociedades? Ese es precisamente uno de los temas centrales de uno de los mejores libros que he leído desde hace meses: “El informe Brodeck”, de Philippe Claudel. La ocupación alemana es simplemente la excusa de la que se sirve el autor para demostrar que la maldad y la violencia sólo pueden introducirse en una comunidad con el apoyo de ésta. El deseo de olvidar, de seguir adelante “como si” nada hubiera sucedido puede llegar a engendrar aún más violencia pero no puede anular los hechos. Es lo que Carlos Saldaña resumiría afirmando lacónicamente: “Negar la realidad no significa cambiarla.”
Troya es la que abre las puertas de sus murallas a los enemigos.

A mí me parece muy bien que algunos se dediquen a sospechar a niveles planetarios, pero sería mejor que los habitantes del pueblo de Carlota se preocuparan de averiguar por qué el alcalde ha concedido una ayuda a la empresa que dirige su hijo, que hasta el momento no ha generado más que deudas. No estaría de más que se adoptaran las medidas pertinentes. El problema es que a veces resulta más fácil luchar contra un desconocido que contra el tirano de enfrente.  La explicación para tal pasividad es, según Carlota, que en época de paro el que más y el que menos espera que le den un trabajo en  la empresa del hijo del alcalde. Así que todos callan. Todos callan y el día en que griten, gritaran todos. Lo dice también Philippe Claudel en uno de los pasajes más impresionantes de su libro. Brodeck, su personaje principal, confiesa que él huye de las masas porque casi todo lo malo nace de ellas. Puede echarse la culpa al que las exhorta a actuar, al que las maneja. Pero la verdad, dice Brodeck, es que la masa es en sí misma un monstruo que está hecha de miles de rostros. No hay ninguna masa alegre. Detrás de las risas hay siempre sangre que se agita.

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He escrito a Carlota para contestar a su carta. Le he aconsejado que si tanto le interesa la marcha del mundo empiece por tomar medidas contra los cuatro mafiosos de su pueblo. Sin embargo, nada como el cultivo de un huerto en sus ratos libres. El trabajo hace la vida mas soportable. Si ademas reporta unas cuantas patatas y unas cuantas lechugas, mucho mejor.
No sabía si advertirle de la existencia de la enfermedad del “activismo’: una neurosis, de las muchas que existen, que consiste en mantenerse ocupado todo el día hasta llegar al agotamiento. “Burn out”, le llaman. Igual daría que le llamaran ‘el síndrome de los burros.”

No le he dicho nada. No creo que mi amiga corra el peligro de padecerla.

¡Hasta la semana que viene!

Isabel Viñado Gascón.

 

 

 

 

sábado, 18 de agosto de 2012

El Vizconde de Bragelonne, (Tomo I) (1847) Alexander Dumas, padre.


Esta es la tercera novela de la trilogía que componen las aventuras de D’Artagnan y sus amigos. La primera fue la archiconocida “Los tres mosqueteros”, la segunda, “Veinte años después” y finalmente apareció “El Vizconde de Bragelonne”, que narra los acontecimientos que transcurren once años más tarde desde los últimos sucesos conocidos. Hasta ahora solo he leído el tomo I de los tres que componen la narración. Sin embargo, su contenido me ha parecido tan interesante que no he podido resistir la tentación de comentarlo.

Al igual que sucedía en los anteriores volúmenes, la historia sirve de marco al desarrollo de la acción, por lo que muy bien podrían ser consideradas como “novelas históricas”. Sin embargo, el genio de Dumas trasciende este calificativo. No es simplemente que Dumas posea un dominio absoluto de la pluma y de los momentos históricos en que sitúa las aventuras. Es que además conoce el alma humana y sabe que en la vida no todo es violencia, sexo y amor y que la sociedad no se divide en los “muy buenos” y los “muy malos”, que son los recursos que en la actualidad utilizan las denominadas “novelas históricas” y que solo sirven para vender más ejemplares. Lo cierto es que la calificación de “best seller” no determina automáticamente la calidad literaria de una obra y para ser sinceros,  hay que admitir que la mayor parte de las novelas históricas de hoy en día están escritas a partir de esquemas que se repiten hasta el punto de que el lector tiene la impresión de que sólo lee variaciones sobre el mismo tema. Lo único que las diferencia es el marco histórico en que se desarrolla la acción. Los ingredientes son siempre los mismos: una serie interminable de acontecimientos que en vez de permitir la reflexión únicamente ofrecen diálogos basados en la sensiblería y el sentimentalismo del más vulgar estilo.

Por el contrario, los personajes de las novelas de Dumas hacen gala en sus conversaciones de la fina y aguda inteligencia que necesitan a fin de poder sobrevivir no sólo en el campo de batalla sino también en el terreno siempre movedizo de palacio. Al mismo tiempo, la pluma de Dumas se niega a caer en el historicismo romántico decidido a presentar cualquier tiempo pasado como la culminación de la humanidad, ya sea por su esplendor o por su barbarie. La intención del autor francés es bien distinta. Su objetivo es mostrar al lector que en todas las épocas los hombres están dominados por las mismas pasiones y los mismos intereses.

¿Cuál de ellos se superpone a todos los otros y sobrevive al tiempo?  Sin duda el económico. Este tema, en efecto, es el hilo conductor a lo largo de la obra.

El libro de Dumas pone de manifiesto que la falta de dinero no es una cuestión que únicamente preocupe al pueblo sino también a los más poderosos. Luis XIV, que desearía ayudar al destronado Carlos II, no tiene dinero para ayudarle y le falta poder para exigir a Mazarin que lo haga. Por su parte, Mazarin, en su lecho de muerte, está más preocupado por el destino de los cuarenta millones que quiere dejar en herencia a su familia, en vez de al rey, que por los últimos sacramentos. Ana de Austria ha de abandonar la habitación del moribundo -su mejor amigo durante décadas- para no estallar allí mismo de cólera al saber que su hijo ha sido víctima de su inexperiencia juvenil y al rechazar llevado del sentimiento del honor, la fortuna que Mazarin se había visto obligado a ofrecerle ha actuado exactamente cómo había previsto Colbert, consejero al servicio del cardenal. D’Artagnan deja su puesto al servicio del rey porque está harto de que treinta años de trabajo fiel no le hayan aportado ni fortuna ni honor y se embarca en la aventura de ayudar a Carlos II a recuperar su trono, no tanto movido por la simpatía personal como por el deseo de hacer de una vez por todas fortuna.

Hasta las últimas advertencias de Mazarin al joven rey tienen que ver con la economía. A juicio del moribundo, estos consejos son más valiosos que la fortuna en litigio. El primero es  que prescinda de la figura del Primer Ministro y el segundo, que tome a Colbert como ministro de finanzas.  Luis XIV no duda en seguir las recomendaciones del cardenal. En cuanto se hace con las riendas del gobierno, lo primero que hace es ocuparse de sus arcas vacías, al mismo tiempo que intenta deshacerse del todopoderoso superintendente Fouquet, que es el que se ha hecho con el erario público y que está construyendo una fortaleza capaz de resistir cualquier embate.

¿Es que el libro de Dumas defiende el mercantilismo? No, no lo defiende pero sí pone de relieve la importancia que el dinero tiene en los asuntos humanos y consiguientemente históricos. Sin embargo, Dumas también deja entrever que las riquezas sin inteligencia no sirven de gran cosa. Los jugadores pendencieros y descerebrados como Malicorne terminan con lo puesto.

Tres son los requisitos que una fortuna exige: hacerla, mantenerla y acrecentarla. A través de los acontecimientos, el escritor francés remarca una y otra vez los esfuerzos que ello conlleva. Sobre todo en lo que a su conservación se refiere. D’Artagnan no ignora este hecho y en cuanto obtiene la recompensa del rey Carlos II por haberle ayudado a recuperar el trono, su primera preocupación consiste en evitar que alguien se la robe.  Fouquet, por su parte, no duda en utilizar todos los recursos a su alcance para mantener su fortuna y su posición, amenazada por el rey. El deseo casi desesperado del superintendente Fouquet por salvar a sus amigos es porque no ignora la importancia de dichos amigos – enriquecidos a su vez con su ayuda- para proteger sus intereses.

Los pobres roban el dinero, los ricos lo exigen. El primer tomo de "El Vizconde de Bragelonne" expone el relato de un juego donde no hay una sino muchas pelotas en movimiento. Cada una de ellas está llena de riquezas y es el jugador el que tiene que decidir detrás de cual de ellas corre mientras trata de impedir que otros se la quiten.
 
Pero si bien es cierto que el campo de juego está repleto de pelotas de dinero que todos persiguen, no es menos cierto que cada una de esas pelotas ha sido lanzada por principios e intereses distintos. Por tanto, antes de empezar a correr como un loco detrás de alguna de ellas, es necesario detenerse a pensar quién la ha disparado y por qué, a fin de poder determinar qué pelotas pueden constituir nuestro objetivo y cuáles hemos de ignorar aunque pase delante de nuestras mismísimas narices. Así por ejemplo, cuando D’Artagnan le dice a uno de sus “mercenarios”: que sea un buen hombre durante un año y que luego vaya a verle porque le ayudará, lo que le está diciendo en realidad es que se aparte de los intereses mafiosos que proporcionan grandes beneficios pero que terminan conduciendo inexorablemente a la ruina y al deshonor.

Gana el que al final del juego más pelotas tiene en su haber. Lamentablemente, el final del partido para un jugador llega con la muerte. Es el fin de la vida de cada uno de los participantes lo que pone fin a su propio juego; no al de los otros jugadores..
El juego como tal no termina nunca.

¿Es que todos los seres humanos son así? ¿No hay al menos alguno cuyo comportamiento esté determinado por ideales más nobles como la amistad o el honor? Por supuesto que sí. Athos es uno de los representantes de este tipo de individuo. Es uno de los pocos que en sus acciones no está movido por el interés económico sino sobre todo por el honor. Pero Dumas no deja lugar para el enternecimiento. Athos reúne dos elementos para que pueda darse tal comportamiento desinteresado: Por un lado, dispone de un título nobiliario y bienes económicos que le permiten vivir holgadamente. Por otro, su fortuna no está amenazada.  El segundo representante es Planchet, el antiguo escudero de D’Artagnan. La amistad que siente por el que otrora fuera su señor es tal que acepta con resignación la noticia de que éste ha perdido todo su dinero e incluso se ofrece para ayudarle en su desgracia. D’Artagnan, que le había gastado una broma, no sale de su asombro. La reacción de Planchet le deja atónito y no es capaz de comprender la generosidad de su amigo.
La amistad, como revela el ejemplo de Planchet, sí existe, pero no es lo habitual. En general, en la amistad lo que prima –como se observa en el encuentro entre Aramis y D’Artagnan- son los intereses de cada uno de ellos.
En cuanto al amor puro y romántico, Dumas lo deja reservado a los jóvenes ingenuos y sin experiencia en la vida. El consejo de Athos al joven Raúl es que en vez de concentrarse en su amada, dedique sus energías al trabajo, esto es, a la vida militar.

A decir del autor del "Vizconde de Bragelonne", todos estamos, de un modo u otro, guiados por los intereses económicos. En la medida en que esos intereses representan diferentes corrientes de pensamiento, diferentes ideas y diferentes concepciones políticas, se hace necesario el juicio crítico a la hora de determinar cuál de ellas vamos a seguir. La honestidad al menos con nosotros mismos resulta imprescindible para desenmascarar sensiblerías baratas que únicamente aspiran a la consecución de la fortuna, del poder o de ambos.

Como se observa, la grandeza de Dumas no descansa simplemente en saber narrar aventuras que divierten al lector. Esto constituye sin duda uno de sus grandes logros pero la principal herencia que ha dejado a sus lectores es su consejo acerca de la desconfianza que hay que mantener constantemente hacia el romanticismo en sus diversas expresiones. El amor es algo en lo que los jóvenes creen y han de creer hasta una cierta edad. Pasado ese tiempo tal creencia los arrastra a la muerte o los lleva a adoptar comportamientos hipócritas y mezquinos ocultos bajo una sensiblería que cada vez convence menos.

Digo esto porque nunca el amor, la amistad y la solidaridad ocuparon tantas páginas. De hecho, son los temas centrales que conforman los argumentos de las actuales novelas históricas, las películas, y los documentales de la televisión. Los malos siempre quieren dinero, los buenos siempre luchan desinteresadamente llevados únicamente por altos y nobles principios.

Sin embargo, si  por un lado se predica la solidaridad universal, por otro el individualismo alcanza cotas alarmantes incluso en el trabajo. Se exhorta a la amistad y a la fraternidad entre todos los hombres y la sociedad aparece tan dividida o más que antes. El matrimonio por amor, relaciones prematrimoniales incluidas, aparece como una de las grandes conquistas de la modernidad mientras sigue aumentando el número de divorcios. Los padres no-divorciados dejan a sus hijos al cuidado de niñeras mientras se ven "obligados" a hacer vida social recordando durante toda la velada su profundo “amor a los hijos” esgrimiendo la tan trillada frase de que “la calidad es mejor que la cantidad”.
Con ello olvidan que no se puede hablar de “cantidad o calidad” como si de elementos excluyentes se tratara. Seria preferible que discutieran el término “educación”, siempre problemático en vez de introducir vocablos que hacen alusión al consumo. Porque el consumo, ya lo sabemos, es uno de los factores a los que más fácilmenten puede manipular las emociones.
De este modo, se hace descansar al amor paterno en una cuestión emocional: “cantidad/calidad” convirtiéndose en un "consumo de amor”, que se extiende al resto del mundo infantil.
En efecto, resulta desolador ver en las películas americanas al clásico niño rico llorando porque a pesar de la bicicleta último modelo que con motivo de su cumpleaños le ha regalado su padre, éste debido a su trabajo no ha estado en su maravillosa y costosa fiesta, para a continuación ver otras películas donde aparece otro niño acompañado esta vez de su padre, pero sumido igualmente en la depresión infantil porque el trabajo de su padre no le permite adquirir la flamante bicicleta que se expone en el escaparate.
 
La obra de Dumas en tanto que previene contra los dudosos fines que las sensiblerias ocultan y aconseja saber distinguir entre las apariencias y los verdaderos intereses, sigue estando de actualidad; sobre todo en un mundo como el nuestro tan plural como cambiante donde el individuo apenas dispone de plataformas donde encontrar apoyo. 

Una vez más se hace necesario hacer una llamada -si no al retorno- sí al estudio de los valores que preconizó el Siglo de las Luces. Sus esfuerzos y logros, al contrario de lo que algunos se empeñen en hacernos creer, no fracasaron por culpa de la identificación de la Razón con la Razón Práctica. El siglo de las Luces y con él toda una concepción de la vida se desmoronó víctima de un romanticismo lunático que se apropió de los éxitos de la Razón y los utilizó para su propio provecho. Las grandes Guerras Mundiales y los horrores que generaron no muestran la ineficacia de la Razón sino la energía destructora del romanticismo. Los grandes pensadores y literatos de la época, como Nietzsche, Marx y Brecht lejos de dirigir sus reproches a la Ilustración lanzan sus más duras críticas al Romanticismo, en cualquiera de sus acepciones.

Sin embargo, a la mayoría le resulta más fácil atacar los estragos que una Razón Práctica (instrumental) mal utilizada ha provocado antes que preguntarse quién y por qué la ha utilizado de forma tan perniciosa. Recoger algunos nombres en los libros de Historia y aludir a un par de causas políticas no contesta en absoluto a la cuestión.

Porque lo cierto es que fue el Romanticismo el que se apropió de los valores ilustrados y abusó de ellos. Fue el Romanticismo el que creó los regímenes políticos que asolaron el continente europeo. Es el romanticismo el que ha transformado el ideal ilustrado de la igualdad de oportunidades a la hora de participar en una sociedad basada en el hedonismo y el ocio. ¡Si Brecht levantara la cabeza!

Lo que Dumas y en general los grandes literatos franceses muestran es que no son las grandes palabras ni los sentimentalismos los que mueven el mundo. Todos ellos tratan de prevenir a lector de que al mundo lo mueven diferentes intereses que a fin de conseguir sus objetivos no dudan en  crear y manipular las emociones: la mas importante la ambicion desmesurada, que no tiene ningun reparo en emplear cualquir tipo de demagogia que sea necesaria para triunfar: ya sea utilizando el miedo o la compasion.

Tal embestida de emociones,  no sólo precipitan a la ruina a los individuos sino incluso a los reinos. En cuanto toma posesión de su cargo, Colbert se apresura a hacerle ver a Luis XIV que las sensiblerías a la hora de gobernar sirven de bien poco. En realidad, el consejo del economista resultaba innecesario: Luis XIV acababa de rechazar al amor de su juventud en aras de su deseo de regir Francia. No creo que Dumas hubiera calificado tal aspiración  de ambición  desmesurada. Mas bien habría estado de acuerdo en que dicha tarea formaba parte de sus derechos tanto como de sus obligaciones.
Es hora, pues, de salir de la minoría de edad y de enfrentarnos a la tarea de gobernar (-nos). Tanto los sentimentalismos como las actitudes cínicas carecen de sentido. Todas ellas se apoyan no en la razón reflexiva sino en la frustración, el resentimiento y sobre todo en la pérdida de fe en la Humanidad, que no es ni más ni menos que la pérdida de gusto por el juego de la vida. Tales actitudes abocan en la pasividad mental.

Como muestra el escritor galo, solo hay dos elementos que pueden hacer frente a esta situacion: el desarrollo de la inteligencia y el desarrollo de la estrategia basada en el raciocinio. Dumas, no tiene nada en contra de que la Razon controle las emociones. Lo que le molesta es que suceda al contrario.

¡Hasta la semana que viene!

Isabel Viñado Gascón








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