viernes, 29 de noviembre de 2013

LOS ENREDOS DE SCAPIN (1671) MOLIERE


La trama de esta comedia desarrollada en tres actos es sencilla. Dos padres han elegido novia para cada uno de sus respectivos hijos sin ni siquiera haberles dado ocasión de conocerlas previamente. Éstos, sin embargo, desobedecen la voluntad paterna y se casan con aquéllas a las que aman. La astucia del pícaro Scapin, el sirviente, contribuye a que los dos padres acepten los matrimonios de los dos jóvenes.

Al final, se descubre que el Destino ha querido que las mujeres elegidas por amor por los hijos sean las mismas que las que los padres habían determinado pensando en el interés económico que dicha unión reportaba.

La obra de Moliere es una pieza de teatro divertida y agradable que muestra la ingeniosidad de los sirvientes, la severidad de los padres, el idealismo y el romanticismo de los hijos y la importancia del Destino en nuestras vidas. Pero si el teatro de Moliere es superficial en apariencia, ¿por qué se dice, entonces, que Moliere es eterno? ¿Por qué las gentes de toda clase y condición siguen leyéndole y asistiendo a las representaciones de sus obras?

Porque los temas que trata preocupan siempre a la sociedad. Así, la comedia “Los enredos de Scapin” plantea la cuestión del matrimonio concertado y del matrimonio por amor que pese a lo que muchos creen y aseguran, sigue siendo un tema de interés y no sólo en países como la India.

En Europa y en los Estados Unidos, los padres envían a sus hijos a determinados colegios, clubs y fiestas para que se relacionen con gentes de su mismo entorno social. Las agencias matrimoniales son cada vez más numerosas y las preguntas que formulan a sus clientes son muy similares a las que  los padres por lo común plantean: la ocupación profesional, sus ingresos, religión, actividades sociales…

¿Es el matrimonio de interés tal vez una invención de la economía capitalista?

En absoluto.

Brecht, el escritor comunista alemán, advierte en su obra “El señor Puntila y su criado Matti” contra el matrimonio fundado única y exclusivamente en el amor romántico.

Según Brecht, si los que se van a casar quieren ser felices resulta imprescindible que los dos pertenezcan al mismo grupo socioeconómico. A su juicio, el matrimonio es una sociedad de trabajo. Por tanto, a fin de que en ella impere la armonía es necesario que sus miembros hayan tenido la misma educación y dispongan de similares recursos económicos a fin de conseguir la armonía.

En “Los enredos de Scapin”, el ingenioso Moliere, ofrece su propia respuesta al eterno dilema de si es preferible un matrimonio concertado o un matrimonio por amor: ¡Matrimonio por amor, sin duda! –Responde - Pero…  - ¡qué estupendo si coincide con el matrimonio de interés que los padres desean!

Sin embargo, como Moliere escribe, esta coincidencia no depende ni de la voluntad ni de la razón. Ella es únicamente fruto del Azar. “El Destino ha llevado a cabo lo que la prudencia de los padres había deliberado”, escribe Moliere en su obra.
¿Quién ha dicho que los dioses no existen?

¡Hasta la semana que viene!
¡Sean felices!

Isabel Viñado Gascón

 


 


 

 



 

 

 

domingo, 17 de noviembre de 2013

EL BURGUÉS GENTILHOMBRE (1670) MOLIÈRE


La genialidad de la pluma de Moliere reside en su capacidad para tratar los temas más serios de la forma más divertida posible.

“El burgués gentilhombre” se ocupa del tema de una nueva clase social: la burguesía, rica aunque inculta y sin maneras, que se dedica al comercio y que sueña con pertenecer al grupo de nobles.

Al mismo tiempo muestra la situación de una nobleza que ha de hacer frente al progresivo e inevitable empobrecimiento en el que su inactividad la sume. En efecto, los nobles consideran que trabajar es indigno de su condición social pero como sus ingresos no son muy numerosos y encima derrochan más de lo que ganan, no les queda más remedio que endeudarse para mantener su status social. De este modo los nobles aparecen descritos como seres ociosos y pretenciosos. Es cierto que están versados en las buenas maneras y el saber estar pero no tienen un duro en el bolsillo.

Los desesperados esfuerzos del burgués Monsieur Jourdain por pertenecer a tal grupo no se verán recompensados. La obra termina con dos matrimonios; el del conde Dorante con la marquesa Dorimena y el del burgués Cleonte con la burguesa Lucila, hija de Monsieur Jourdain. Podría decirse sin miedo que la obra termina afirmando  aquello de: “Cada oveja con su pareja.”  Y esto, ¡cosas de la vida!,  debido  al destino. En la obra de Moliere, las clases sociales permanecen separadas no porque se las separe sino porque los amantes encuentran a los amados dentro de su propio grupo social.  En definitiva: un final feliz y socialmente adecuado al tiempo en que la obra se escribe. Moliere quiere divertir, no provocar revueltas.

En cualquier caso, pese a las divergencias que existen entre los dos estamentos que aparecen en “El burgués gentilhombre”: el de la nobleza y el de la burguesía, lo cierto es que ambos comparten una misma característica: la sensatez y el sentido común de las mujeres que conforman ambos grupos sociales. Ellas son las que se preocupan de que su respectivo patrimonio no sea dilapidado a consecuencia de las pretensiones absurdas de los hombres.
Así, los sueños de grandeza del burgués son criticados por su esposa, la cual le aconseja no derrochar sus ingresos en la adquisición de conocimientos inútiles a su edad. En su opinión, su marido debería aceptar que es quién es y no esforzarse en ser otro. Madame Jourdain es también la persona que ayuda a su hija Lucila a casarse con el hombre que ella ama en vez del que su padre ha dispuesto para ella a fin de poder pertenecer a la clase social que él tanto admira. Resistir a los designios femeninos se torna imposible. Monsieur Jourdain debe capitular.

La noble Dorimena por su parte, esposa rápidamente al noble Dorante para evitar que éste derroche la poca fortuna que le queda.

A través de esta obra, Moliere muestra que no importa que el hombre sea el que aporte los recursos económicos al matrimonio porque es la mujer la encargada de administrarlos y la que, a fin de cuentas, construye un patrimonio.

La importancia de la mujer es una constante en la producción literaria del autor francés. A su juicio, una mujer inteligente no hará nunca una mala elección porque la mayor parte de las acciones femeninas se deben a la necesaria y estratégica puesta en escena que requiere la consecución de sus objetivos, más que a una explosión del sentimentalismo. La mujer siempre sabe lo que quiere y utiliza todas sus argucias para conseguirlo.

Moliere está convencido de que las mujeres son más racionales, sabias y ahorradoras que los hombres, cegados normalmente por caprichos y sueños vanos; por eso reivindica la obligación de respetar a la mujer y a su capacidad. Es cierto que las ideas de las féminas no son siempre adecuadas y a veces resultan incluso falsas; pero en cualquier caso son dignas de ser escuchadas y tenidas en cuenta al mismo nivel que las ideas de los hombres.

No me cabe la menor duda de que el autor francés supo comprender que si los grandes hombres levantan imperios, las grandes mujeres construyen y sostienen a las sociedades.

¡Hasta la semana que viene!

Isabel Viñado Gascón.

 

 

 

 

 

domingo, 10 de noviembre de 2013

“EXILIO” (“EXIL”) (1940) Leon Feuchtwanger


“Exil” (“Exilio”) es la última novela de las que, junto con “Erfolg”(1930) (“Éxito”) y “Die Geschwister Oppermann (1933), componen la trilogía denominada “Wartesaal” y  cuyo tema común es la crítica al Tercer Reich. He escrito los títulos españoles entre paréntesis porque no estoy segura de que estas novelas estén traducidas al español.

“Exil” (“Exilio”), al igual que la novela de Klaus Mann, narra de manera magistral la emigración alemana durante el nazismo. El relato de Feuchtwanger se centra en el análisis de la situación familiar y profesional de los exilados en una única ciudad: París, sin que ello repercuta en la profundidad  y variedad de los caracteres y de las circunstancias de los personajes descritos.

Tres historias juegan un papel relevante: la de un periodista judío secuestrado por los nazis y la madurez que este contratiempo provoca en el comportamiento de su mujer, hasta entonces frívola y casquivana;  la del periodista vanidoso y simpatizante de los nazis que tiene un hijo de una mujer judía; y la del compositor que ha abandonado su existencia confortable en Múnich porque no podía soportar por más tiempo la asfixiante atmósfera política que allí se respiraba. Su mujer observa impotente cómo el exilio va transformando sus personalidades – la de su marido, la de su hijo único y la de ella misma- hasta el punto de convertirse en extraños los unos a los otros. La falta de comunicación inunda lenta pero inexorablemente la atmósfera. Cada uno vive en sí y para sí. Ya no comparten sus sueños ni sus experiencias cotidianas. Su deseo de salvar la crisis por la que atraviesa la familia  le lleva a desechar un trabajo en Inglaterra. Sin embargo, el egoísmo de los dos hombres acabará por consumir sus últimas energías. Su hijo parte camino de Rusia llevado por sus ideas comunistas. Su marido tiene una relación amorosa con otra mujer. Sus fuerzas la abandonan. Se suicida. Ella está muerta. La vida continúa para los vivos.

 
“Exilio” muestra la importancia de un pasaporte; el asombro de muchas gentes que nunca habían creído que el antisemitismo podía llegar tan lejos, así como el hecho muchas veces ignorado de que los emigrantes llegados a Francia no constituían un grupo homogéneo. La diversidad e incluso antagonismo de sus convicciones y aspiraciones políticas  lo impedían.


Tres ideas sobresalen con especial fuerza.

La primera, que los emigrantes pensaban que su condición de emigrantes iba a ser transitoria. Sin embargo, se convirtió en su vida cotidiana.

La segunda es que el dolor hace más fuertes a los fuertes y más débiles a los débiles.

La tercera, la convicción de Feuchtwanger, de que en Alemania el problema más terrible no era la falta de libertad sino la carencia de razón. En su opinión, la situación no había devenido insoportable porque hubiera una dictadura sino porque regía la “dictadura de la necedad”. La estructura nazi era en sí misma superficial y decadente. Su deseo de distracción era su objetivo principal y revestía más importancia aún que la ideología.

Las historias de los personajes que aparecen en sus novelas sirven a los dos autores alemanes – Klaus Mann y Feuchtwanger- para mostrar las intrigas y las traiciones que existen en todos los grupos: los de los nazis y los de los emigrantes. La vida no es jamás la vida de los buenos y de los malos, sino la vida de los hombres. En el frente bélico, los hombres se dividen en vencedores y vencidos. En la vida cotidiana, sin embargo, todos nosotros somos al mismo tiempo vencedores y vencidos. Cada uno lucha contra sus enemigos y a veces incluso contra sus amigos y contra él mismo. En realidad, el individuo está solo y la comunicación está llena de silencios y malentendidos.

Hasta la semana que viene.
Isabel Viñado-Gascón.

 

 

 

sábado, 2 de noviembre de 2013

EL VOLCÁN (1939) KLAUS MANN


“ El volcán”, de Klaus Mann y “Exilio”, de Lion Feuchtwanger son dos libros que me han impresionado profundamente. Recomiendo encarecidamente su lectura a aquéllos que quieran tener una idea exacta de la emigración alemana durante el nazismo. La exposición que ambos hacen del tema es tan brillante, tan completa, que dudo que pueda ser superada por los libros de historia y de ensayo. Lejos de utilizar sentimentalismos fáciles, estas obras describen en todo su realismo un escenario en el que los individuos se encuentran constantemente obligados a actuar al límite de sus fuerzas tanto psíquicas como físicas. La supervivencia no es un deseo racionalizado, ni siquiera un automatismo. Es un boleto premiado en una lotería cuyas reglas del juego no están escritas en ningún sitio. Ortega y Gasset escribió una vez: “Yo soy yo y mis circunstancias”. Mann y Feuchtwanger demuestran que hay momentos en las que las circunstancias destrozan al ser humano. En tales situaciones, al contrario de lo que predicaba el filósofo español, el individuo no es él y sus circunstancias. El individuo es él contra sus circunstancias.

Mann y Feuchtwanger me han mostrado una realidad que yo ignoraba. La historia de los emigrantes, de los judíos, sí, pero también la de otros alemanes que no podían soportar la atmósfera nazi: los comunistas, los homosexuales y los libre-pensadores.

Después de haber leído sus libros no sé, francamente, si queda algo que decir al respecto. Hacer una sinopsis de la trama resulta difícil. Un resumen únicamente narra el argumento, la historia, pero es incapaz de transmitir el miedo, la enajenación, el sudor de los personajes, el afán de superación, el deseo de salir de un sueño convertido en pesadilla. Hombres y mujeres que se han visto arrancados, extirpados, de una existencia que ellos mismos habían construido con sus fuerzas y que les era, por tanto, propia, para, de repente, verse arrojados a un campo de juego que les resulta tan desconocido como peligroso.

Esta semana me dedicaré a “ El volcán”, de Klaus Mann y la próxima semana abordaré el libro de Lion Feuchtwanger.

Thomas Mann afirma que la obra de su hijo le había gustado mucho a pesar de que en su opinión la había escrito demasiado rápido. Personalmente creo que Klaus Mann escribe con el ritmo apropiado e incluso con la confusión necesaria para describir de manera precisa el tiempo que trata. Justamente en ello radica la grandeza del libro.

“El volcán” cuenta la vida de una pluralidad de exilados en tiempos y lugares diferentes. La acción se desarrolla en Ginebra, Paris, Holanda y América, sin por eso desatender la diversidad de  actitudes y de circunstancias que rodean a los personajes: la soledad de ciertas mujeres de la buena sociedad porque de un lado no son aceptadas por sus iguales en el exilio y por otra, tampoco quieren relacionarse con personas que pertenecen a un nivel social inferior a ellas; el deseo de aventura que anima a otros a alistarse en Las Brigadas Internacionales; la ingenuidad de algunos que creen en la lealtad y en el amor eterno y que han de reconocer su error al verse traicionado por sus amantes; la locura; la autodestrucción a través del consumo de drogas; el éxito que algunos alcanzan de forma inesperada: restaurantes en China, publicación de artículos en el periódico, conferencias…

Mann no trata de mostrar la situación de un determinado grupo social o religioso. Su intención es exponer de manera radicalmente sincera la emigración alemana desde sus más variadas perspectivas y en los contextos más diversos. Pero en una Europa teñida por los cambios los alemanes no están solos en su obligado deambular. Los exiliados rusos viven ya en París cuando los alemanes (nazis y emigrantes) llegan. Aunque sus condiciones de vida son más confortables que las de los recién llegados, su existencia no es fácil. Sus hijos han nacido y crecido en París. Sin embargo, se sienten rusos y escuchan la llamada del comunismo. El mismo comunismo que ha llevado a sus padres al exilio. ¿Conflicto generacional? ¿Idealismo político? Tal vez un poco de todo y un mucho de nada.

En su deseo de exponer la totalidad del mundo de la emigración, Klaus Mann describe lo que significan los Estados Unidos de América para los perseguidos de la Europa que llegan sin recursos económicos. Algunos la consideran como el futuro; otros, en cambio, continúan la búsqueda del sentido de la propia existencia. No faltan aquéllos que deben enfrentarse a la desilusión al tomar conciencia de que son o demasiado viejos o demasiado europeos para adaptarse a una sociedad que no comprenden y en la que tampoco sienten deseos de integrarse.

El fin del libro es el único fin creíble en tal cúmulo de circunstancias siempre imprevisibles y casi siempre ingobernables por los propios individuos: la experiencia mística.

La experiencia mística en Mann tiene la fuerza y la dimensión adecuada. Como ya dijimos en el blog <VI “Contrapunto” (1928) Aldous Huxley. Huxley y las fuerzas oscuras del romanticismo. La era de los nacionalismos y de la mística.>, aparecido en Octubre del 2013, la mística nunca puede ser alcanzada en grupo. Se trata de una experiencia única, irrepetible, intransferible. Eso es, también, lo que afirma Mann. Y sin embargo, cada uno de esos hombres buenos, realmente buenos, es capaz de hacer brotar en los campos más áridos y yermos la cosecha más bella imaginable: la de la esperanza.

Tal vez muchos de los lectores consideren que dicho final es inadecuado por extravagante y teatral.

Sin embargo, en tales circunstancias, cuando los monstruos de la guerra, del odio, de la locura, invaden y destruyen todo cuanto encuentran a su paso, ¿queda algún otro camino que no sea el camino de la Fe en un Dios redentor, la Fe en un Dios que eleve las almas, colmándolas con Su Luz, la Luz espiritual?

Hasta la semana que viene.

Isabel Viñado-Gascón.

 

 

 

 

 

 
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