Advertencia: las ideas que aparecen aquí son a título personal. No soy economista. Se trata pues de una mera reflexión individual sin otro objetivo que el de poner en orden mis ideas.
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En efecto, las luchas ideológicas llegaron a ser tan violentas e interminables que la única solución que encontró Europa fue la de declarar las opiniones políticas al mismo nivel que las religiosas. Es decir: relegarlas a la esfera privada. La tolerancia vuelve a tomar en este plano un nuevo significado: el del relativismo: "cada cual piensa lo que quiere". Esta posición, llevado a sus últimas consecuencias,
determina la falta de comunicación. Hay que tener en cuenta que según este tipo de consideraciones el diálogo no se dirige a la búsqueda de la verdad, inexistente puesto que hay tantas verdades como individuos, sino al intento de convencer al otro, lo cual constituye para muchos una intromisión en la vida privada de ese otro ya que cada cual pueda pensar como quiera. Los individuos, a su vez, se constituyen en grupos de ideas similares a las suyas. Los diferentes grupos permanecen a su vez incomunicados. De este modo, la tolerancia hoy en día no puede ser considerada como una forma de comunicación sino como un instrumento de no agresión Actualmente, salvo contadas excepciones, lo
ciudadanos “creen” tan poco en la Ideología como en la Iglesia. Tan poco en el
César como en Dios. La ideología considerada como expresión pública, exhaló su
último aliento en las Revueltas del 68. Todos los movimientos estudiantiles y
protestas sindicales acaecidas desde entonces han resultado cada vez más artificiales.
En Alemania se tiene la idea de que los nunca bien vistos “Estados del sur” han arruinado Europa con su actitud hedonista poco dada al trabajo y a la reflexión. Lo cierto es que para muchos alemanes, España es sinónimo de Mallorca en verano. Lo mismo si se habla de Italia, Grecia e incluso Portugal.
Desde un punto
de vista externo Europa necesita:
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Resulta imposible estudiar el tema de Europa en
profundidad sin conocer en qué consiste su naturaleza. En primer lugar, por
tanto nos ocuparemos de esta cuestión. En segundo lugar, trataremos las
necesidades internas a las que se enfrenta actualmente y por último,
analizaremos las dificultades externas que ha de resolver.
La naturaleza
del carácter de Europa.
Desde mi punto de vista, es imprescindible
comprender la naturaleza dialéctica que caracteriza
a Europa. Si por un lado tal naturaleza le confiere un dinamismo difícil de
igualar, por otro complica enormemente cualquier tarea. Justo cuando se acaba
de llegar a una tesis, aparece una antítesis, el análisis de la cual exige
enormes dosis de trabajo para conseguir una síntesis que nunca es la
definitiva. No es que los europeos no estén contentos con sus métodos y
soluciones. Es que en cuanto tienen una, plantean automáticamente la contraria.
La misma Europa que organizó las cruzadas es también la que ha luchado contra
el Vaticano y ha desarrollado los movimientos laicistas más complejos. La misma
Europa que introdujo el psicoanálisis, es también su más ferviente crítica. La
Europa que impulsó y constituyó el movimiento ilustrado y dio nacimiento a los
movimientos socialistas, que impulsaron las reformas a favor del trabajador es
la misma que introdujo los fascismos más virulentos. En fin… podríamos llenar
hojas enteras de ejemplos y no acabaríamos.
Muchos, sin embargo, prefieren esgrimir diferentes
excusas para justificar las contradicciones internas que conmocionan Europa, en
vez de intentar comprender su carácter intrínsecamente dialéctico. Con ello
pretenden algunos desvincularla de su pasado histórico y hacer creer que el momento en que vivimos es único y
guarda pocos vínculos con el pasado. Otros, en cambio, están convencidos de que
no es más que una repetición de antiguos tiempos y no dudan en identificar
nuestro momento presente con otros ya acaecidos anteriormente.
No es posible seguir construyendo un edificio que se
ha encontrado en pleno proceso de construcción sin saber cuáles son las
dificultades que hasta ese momento han tenido que dirimir los anteriores
arquitectos y obreros. En este sentido el estudio
de la Historia de Nietzsche, al que
dedicaremos nuestro blog de la próxima semana, sirve de referencia para
saber cómo se puede incorporar el pasado al presente. Baste por el momento
señalar que la Historia no es nunca un círculo, por mucho que se intente, pero
al mismo tiempo tampoco es un suceso de hechos distintos e incomunicados entre
sí. Según el modo en que tratemos la Historia podremos analizar mejor o peor el
presente. La función primordial de la Historia es proporcionar los datos que el
presente requiere para su elaboración. A su vez, la función del presente consiste en analizar
dichos datos adecuadamente.
Si alguien espera de la
vieja Europa la uniformidad de criterios que –pese a las apariencias- existe en
Estados Unidos, y la tranquilidad de espíritu de la que –según Voltaire- gozan
los cuerpos ancianos, se equivoca. Dos han sido hasta el momento las grandes
batallas libradas en Europa dentro del terreno de las ideas. La primera, la
separación entre Estado e Iglesia; la segunda, la división entre Estado e
Ideologías. La tercera, la que ha de llevar a cabo en el tiempo actual y que
sin duda alcanzará al tiempo futuro es la separación entre el Estado y los
Poderes Financieros. De
cada una de estas guerras vamos a ocuparnos sucintamente.
La separación entre Estado
e Iglesia se
convirtió en el primer objetivo de los ciudadanos europeos cuando éstos
comprendieron que la “Verdad de los poderes religiosos” amenazaba
constantemente la seguridad privada tanto como la paz social. El laicismo
ilustrado no intentaba acabar con la religiosidad –rasgo inherente al ser humano-
sino con la dominación eclesiástica en el terreno político y en el social.
Las nuevas religiones que se están introduciendo en
Europa, ponen de manifiesto cuán difícil resultó conseguir esa separación. Hay
que recordar que junto al elemento espiritual cualquier religión conlleva en sí
misma la pretensión de dirigir los asuntos políticos y las normas sociales de
conducta. El gran número de países en los que la religión, sociedad y política
están aún hoy tan íntimamente unidas que
resulta enormemente difícil deslindarlas, da cuenta del alcance de este
problema
No cabe duda de que es imprescindible respetar y
admitir las nuevas creencias que se incorporan al continente europeo, pero al mismo
tiempo es importante comprender que el término
“tolerancia”, es un concepto que afecta estrictamente al terreno espiritual y
no –como muchos equivocadamente creen- al político. En la política nunca existe
la tolerancia. Lo que existe, son elecciones cuyo resultado se acepta en
función de un pacto anterior que una determinada forma política- la democracia
- posibilita y que se basa fundamentalmente en la negociación. Esto es, en la
consecución de pactos, en los que la diferencia de fuerzas de cada una de las
partes juega un papel esencial a la hora de obtener los objetivos a los que
cada una aspira. Muchos identifican con tolerancia, el acatamiento de esos pactos y de esas elecciones.
En cuanto a la sociedad, la virtud –como ya
señalaron los ilustrados- ha de ser de carácter práctico. Esto es, ha de servir
a la conservación y desarrollo de la sociedad, no a su estancamiento en
tradiciones obsoletas a las que determinadas creencias mal entendidas obligan.
La separación entre Estado
e Ideología
constituyó otro de los grandes retos a los que Europa hubo de enfrentarse. En
efecto, los movimientos ideológicos convulsionaron el continente Europeo desde
mitad del siglo XIX hasta más allá de la mitad del siglo XX. Durante este
tiempo, la población Europea sufrió las desastrosas consecuencias que las
diferentes ideologías conllevaban. La más terrible, el nacimiento de los
fascismos.
La estrategia que los ciudadanos encontraron para
deshacerse del yugo de las dictaduras ideológicas que se extendían utilizando
la propaganda, de la misma manera que las religiones se expanden a través del
proselitismo, fue –quizás por la similitud que les caracterizaba- la misma que
para la religión: separarla del Estado y convertir la opinión política de cada
uno en privada.
En efecto, las luchas ideológicas llegaron a ser tan violentas e interminables que la única solución que encontró Europa fue la de declarar las opiniones políticas al mismo nivel que las religiosas. Es decir: relegarlas a la esfera privada. La tolerancia vuelve a tomar en este plano un nuevo significado: el del relativismo: "cada cual piensa lo que quiere". Esta posición, llevado a sus últimas consecuencias,
determina la falta de comunicación. Hay que tener en cuenta que según este tipo de consideraciones el diálogo no se dirige a la búsqueda de la verdad, inexistente puesto que hay tantas verdades como individuos, sino al intento de convencer al otro, lo cual constituye para muchos una intromisión en la vida privada de ese otro ya que cada cual pueda pensar como quiera. Los individuos, a su vez, se constituyen en grupos de ideas similares a las suyas. Los diferentes grupos permanecen a su vez incomunicados. De este modo, la tolerancia hoy en día no puede ser considerada como una forma de comunicación sino como un instrumento de no agresión
La separación del Estado y
los Poderes Financieros.
Si el Estado ha sabido separarse de la Iglesia y de las Ideologías, no así de
los Poderes Financieros. En la actualidad, el Estado se encuentra férreamente atado a dichas autocracias. Éstas
lo ahogan con exigencias que - al igual que sucedía antiguamente con los
poderes eclesiásticos e ideológicos- sólo benefician a unos pocos.
A este dominio hay que sumar otro peligro: la
confusión en que está sumida la población y que le lleva –o le llevan- a pensar
que la élite consiste en esos poderes. Esto le impulsa a desear atacar a la
élite, cuando en realidad todo grupo humano necesita de ella. La élite no puede
ser identificada con los grupos de poder ya sean éstos de carácter económico,
político o religioso. Es necesario distinguir entre poder y élite. La
diferencia es que el poder tiende a permanecer en su posición de supremacía
–cueste lo que cueste. La élite trabaja constantemente para que la sociedad
prospere. La mayor parte de los poderes se han empeñado en acabar con las élites,
porque son conscientes de que éstas son las
únicas que pueden pararle.
Es importante que el Estado –y los ciudadanos con
él- no tengan miedo de liberarse del yugo de los Poderes Financieros. Seguramente
esto no resultará fácil. Es muy posible que ni siquiera pueda llevarse a cabo
de forma pacífica. En cualquier caso hay que ser conscientes de que el motivo
de las conmociones europeas no se debe a la actual crisis económica, sino al
esfuerzo desesperado del Estado por desembarazarse de la opresión que sobre él
ejercen los Poderes Financieros y ello únicamente puede conseguirlo - igual que
lo hizo anteriormente para desvincularse de la Iglesia y de las Ideologías –
estableciendo frenos jurídicos eficaces.
Nadie duda de que librarse de tales poderes resulta
difícil. La falta de dinero es uno de los factores que habitualmente obliga a
caer bajo su influencia. Voltaire describe con precisión este problema cuando
explica que a Luis XIV no le quedó más remedio que acudir a una práctica
financiera que él mismo había condenado, a fin de disponer de recursos
monetarios.
A esto hay que añadir otra dificultad, de tipo
“psicológico’. Muchos están convencidos de que la separación entre Estado e
Iglesia implica una sociedad atea; la separación entre Estado e Ideología ha
sido interpretada como la transformación de la sociedad en apolítica y en la
actualidad se cree que la separación entre Estado y Poderes Financiero implicaría
una sociedad antieconómica o sin economía. Esto es, una sociedad que vuelve a
formas monetarias tan obsoletas como insensatas – como son la instauración del
oro como medida de valor, la desaparición del dinero, o una economía que se ve
obligada a importar formas bancarias diferentes a las tradicionales, por
ejemplo, la banca islámica.
La introducción del oro resulta sumamente peligrosa. Tanto Montesquieu como
Voltaire, grandes conocedores del metal oro como medida de valor, advierten
contra sus peligros. Lejos de considerar su posesión como un índice de riqueza,
lo consideran una fuente de riesgo. Es importante tener en cuenta, que el oro
es un metal escaso y que la repartición de la riqueza nunca es equitativa.
Estas razones obligaron a lo largo de la Historia a introducir otros metales,
como la plata, el bronce, el cobre e incluso el latón.
La escasez del oro supondría, sumada a la natural
tendencia de las fortunas a la concentración, la casi total
desaparición de clase media y dividiría a la sociedad en dos grupos económicos
extremos: los ricos y los pobres. No hay que olvidar que históricamente la
clase media se consolida como grupo a medida que el valor oro va perdiendo su
importancia.
La derogación del dinero puede establecerse en el ámbito de pequeñas
comunidades. En tales estructuras el trueque puede resultar suficiente; en
cuanto la comunidad crece se hacen necesarios boletos que puedan canjearse por
horas de trabajo y en una sociedad, el dinero, llamado de una u otra manera
resulta imprescindible. Es el dinero a través del cual se mide el precio de
nuestras actividades y nuestros logros.
En cuanto a la Banca Islámica, su promoción se basa en el principio de que la usura
está prohibida por El Corán lo que no representa una gran novedad puesto que la
usura aparece igualmente prohibida en nuestras leyes. Un ejemplo del
funcionamiento de la Banca Islámica es que si un cliente quiere dinero prestado
para comprar un coche, la Banca Islámica en vez de prestarle el dinero se lo
compra directamente al cliente. El cliente, por su parte, en vez de devolver un
préstamo con intereses paga al banco los plazos del coche. A esto hay que sumar
un determinado porcentaje a la banca por su labor de intermediaria en la transacción
de compra-venta realizada. Lo que no especifican es a cuánto asciende ese
porcentaje. Otro ejemplo, es la compra de una vivienda. La banca no presta el
dinero sino que compra la vivienda que el cliente desea adquirir. El cliente no
devuelve ningún préstamo con intereses sino que adquiere dicha vivienda a
través del pago de un alquiler.
Sin embargo, caso de que el cliente no pueda seguir
abonando los plazos, las consecuencias serán las mismas que lo que cualquier
otro caso requiere: la salida del piso de los “compradores-inquilinos”. Entre
esto y el desahucio que sufren los “compradores-hipotecados” que no pagan sus
plazos no existen grandes diferencias. La prohibición de la especulación por
parte de la Banca Islámica es efectiva sólo hasta cierto punto. Cualquier
negocio bancario –la compra de un coche para un cliente, por ejemplo- es
especulativo porque nunca se está completamente seguro de que el dinero pueda
ser devuelto en las condiciones estipuladas. Mucho más si se trata de préstamos
para fundar empresas. Si el requisito es que no ha de haber incertidumbre, ello
obliga al cliente a disponer de recursos suficientes para devolver. La
prohibición de negociar casinos, prostíbulos y juego no se ve, en cambio,
correspondida con la prohibición del negocio de armas. En cuanto a su deseo de
justicia social, eso es algo que deben promover y garantizar las leyes, no la
Banca, sea cual sea. Es loable que los dirigentes de los bancos islámicos
tengan principios éticos, pero es importante recordar que el principio que
mueve a cualquier banca es el beneficio.
Por otra parte, la Banca Islámica impide la
separación entre Estado, Religión y Poderes Financieros puesto que está
controlada por un órgano central religioso “ El Consejo de vigilancia de la
Sharia” con sede en el Banco Islámico de Dubái. En estas condiciones asusta
escuchar que la banca islámica quiere participar de la mundialización. Con la
supremacía de la Banca Islámica el Estado no ganaría su independencia con
respecto a los Poderes Financieros y volvería a depender de los poderes
religiosos unidos a los Poderes Financieros.
A este
respecto aconsejo ver en Youtube el video “Finance islamique et mondialisation
(2).wmv”
A lo que me refiero es que, independientemente, de
que cada cual elija el modelo bancario que mejor se corresponda con sus
preferencias, la Banca Islámica no supone una solución al problema que nos
atañe actualmente porque la cuestión a resolver no es cómo sustituir unos Poderes Financieros por otros sino cómo conseguir
separar estrictamente Estado y Poderes Financieros.
Los retos a
los que se enfrenta Europa desde un punto de vista interno.
Son varios:
1.
La separación del Estado de los Poderes Financieros.
2.
La participación del ciudadano.
3.
La
potenciación de sus propias fuentes de riqueza, consistente en bienes
intelectuales, bienes agrícolas y bienes industriales.
4.
La
superación del término nación, que a su vez significó la superación del regionalismo
feudal. Ello nos introduce en la discusión acerca de la relación de unos países con otros y de
la uniformidad.
5.
La
crisis de la deuda. El problema alemán. La cuestión de la mal llamada
solidaridad.
1.
Separación del Estado de los Poderes financieros
a la cual
acabamos de referirnos y que, como ya hemos dicho, no significa la aparición de
un estado anti-economía, pero sí la descentralización del poder financiero y separación radical del Estado, a fin de
que éste pueda tomar sus decisiones con auténtica independencia. Aconsejo
ver el video de Youtube « Dette publique, Banque Centrale, Les reserves
Fractionnaires (Francais) » La independencia del Estado de los Poderes
Financieros no significa su independencia del dinero puesto que lo necesita a
fin de promover el desarrollo de la sociedad.
Los Poderes Financieros sólo tendrían sentido si
fuera el Estado el que trazara las directrices y gestionara sus asuntos y no
los Poderes Financieros. Cosa que veo, particularmente, harto difícil de
conseguir. Los gobiernos necesitan siempre dinero y los poderes
financieros quieren siempre dinero.
Cuanto más mejor. Ello conduce a un país o a la inflación o a la bancarrota. El
miedo a la inflación que la Banca Central podría originar a partir de la
creación incontrolada de dinero, fue el motivo que condujo a los Estados a arrojarse
en los brazos de los Poderes Financieros comerciales no estatales que arrastran
inevitablemente a la bancarrota.
Examinemos el problema.
Cualquier Estado precisa de dinero. Eso es una
realidad. Ese dinero puede crearlo él mismo, a través de las Bancas Centrales
del país o permitir que sean otros los que lo proporcionen. En cualquier caso,
necesita dinero.
Como hemos dicho, en un primer momento, eran los
Bancos Centrales de un país los que creaban su propio dinero. Esto introducía
el problema de la aparición de la inflación agravada en tiempos pre-electorales.
Con tal sistema pretendía relanzarse la economía y cubrir los “agujeros”
existentes. Hay que considerar que los rasgos por los que la inflación se
caracteriza son: a) un aumento de la circulación del dinero; b) un aumento de
los precios. c) A consecuencia de lo
anterior, la desvalorización del dinero.
Para resolver este problema, el Estado se escindió
de los Bancos Centrales. La ley Pompidou de 1973, primero y el artículo 123 del
contrato de Lisboa, después fueron las leyes que prohibieron al Banco Nacional
Francés y al Banco Central Europeo, respectivamente, la creación de dinero por
las Bancas controladas a nivel nacional o supranacional por los Estados.
Pero la necesidad de dinero de los Estados, sigue,
sin embargo, siendo real. Si ellos mismos no pueden crear su dinero ¿cómo
obtenerlo? Los impuestos de los ciudadanos no resultan suficientes para
financiar los numerosos gastos que constantemente se le presentan. Se impone la
búsqueda de nuevas fuentes o modos de llegar al dinero.
La solución viene dada desde los Bancos Comerciales
y demás Poderes Financieros. Esta solución lleva aparejada la inevitable
bancarrota del país porque el dinero con el que trabajan nace a partir de la
deuda: “argent-dette”. Aunque suene raro, en nuestra actualidad virtual e informatizada es la deuda la que crea el dinero. Pero la consecuencia más peligrosa no es ésta sino el hecho
de que los Poderes Financieros pueden influir sobre los Estados de modo que
éstos aprueben leyes que les resulten beneficiosas exclusivamente a ellos.
Analicemos primero la inflación: Todos están de
acuerdo en que la inflación es negativa para una economía porque el aumento del
dinero en circulación reduce su valor. Sin embargo, muy pocos sabrían explicar
por qué esto es negativo.
Lo cierto es que hay en efecto una inflación
negativa. Cuando un Estado imprime mucho dinero y ese dinero no encuentra una
salida adecuada produce graves alteraciones en la economía. Si un padre da a un
hijo dinero y éste se lo gasta en juergas nocturnas cada vez más costosas y el
padre le sigue proporcionando las cantidades desorbitadas que el hijo le pide,
lo más posible es que el hijo termine muerto de una sobredosis de diversión. Lo
mismo sucede con una economía estancada. Si está estancada y sigue recibiendo
dinero, lo más probable es que la corrupción empiece a dominar los estamentos y
nadie tenga idea exacta de qué vale qué, porque sencillamente nada vale nada. Ese
tipo de inflación es la que padece el
Rey Midas. Estaba rodeado de oro pero se estaba muriendo de hambre. La
razón es que el oro estaba simplemente allí: parado, inactivo.
Sin embargo, si la cantidad de dinero puesta en
circulación se activa, esto es se invierte, la actividad económica se
incrementa. El bienestar crece, igual que el desarrollo social, cultural y
científico del país. Un ejemplo de ello lo constituye la cantidad de oro que se
introdujo en Europa gracias al descubrimiento de América. Tal inflación –inflación
innegable, dada sus inmensas cantidades- lejos de constituir una crisis económica,
contribuyó a fomentar el Renacimiento, el Barroco y permitió el despertar de
Europa de la Edad Media. Curiosamente, tales riquezas no produjeron tantos
beneficios al país origen de los descubrimientos, como al resto de Europa. La
razón hay que encontrarla justamente en lo dicho anteriormente: no es la cantidad de oro sino la cantidad
de actividad lo que determina el nivel de prosperidad de un país. Por este motivo, un aumento de los precios no siempre reviste un aspecto negativo. Si una silla de buena calidad que antes costaba 10 euros, cuesta de
repente 15 – quizás se debe a que
el trabajador ha aumentado su salario. Si la silla por el contrario en vez de
costar 10 euros cuesta 8, la bajada de precio no es necesariamente positiva:
implica un descenso en la calidad de los materiales y seguramente una reducción
del salario del trabajador.
Solamente si la creación del dinero está en manos
del Estado puede el Estado determinar cuánto dinero se necesita. Para ello es
necesario crear mecanismos eficientes de control, capaces de determinar la
importancia de las necesidades y sus límites. Es cierto que esto puede entrañar
una falta de libertad y en efecto así es. Pero la libertad acaba siempre allí
donde las necesidades empiezan. El Estado está sujeto a la necesidad económica
y ello coarta siempre su libertad: ya se trate de un banco central o de un
banco comercial. Con la diferencia que si se trata de un Banco Central, el
Estado mismo puede crear democráticamente mecanismos que democrática pero
eficientemente le controlen. Es aquí donde entra en juego la necesidad de que
un Estado tenga un Parlamento verdaderamente eficaz y democrático que apruebe
los Presupuestos del Estado de un modo responsable y sensato.
En cambio, no hay forma de controlar a los Poderes
Financieros más que a base de normas cada vez más complejas e ineficientes
porque su estructura siempre cambiante y nunca fija hace imposible un verdadero control. De esta
forma han llegado a convertirse en algo peor que un Estado dentro de un Estado
porque su tamaño ha alcanzado proporciones mundiales. A Europa le resulta tan
difícil controlar dichos Poderes Financieros como a América, China o cualquier
otro país, sencillamente por el hecho de que rebasa sus límites geográficos y
jurídicos. Los individuos de dichos Poderes que han ido a la cárcel no han ido
debido al poder supremo del Estado, sino porque han sido ofrecidos como
víctimas propiciatorias por tales Poderes para contentar a la población e incluso
al Estado.
Como el dinero que los Poderes Financieros crean es
a partir de la deuda, el Estado termina abocado a la bancarrota. La actividad
no puede crecer al ritmo que tal sistema exigiría. Por más que se intente
incentivar el consumo, incluso la economía necesita periodos – no de
estancamiento pero sí de descanso. El decrecimiento de la actividad y las
consecuencias que de ello se deriva, es lo que primero da cuenta del problema
al que se enfrenta el Estado. La historia de los valores buenos y malos, acentúa
pero no provoca la crisis. La crisis viene dada por el modo mismo en que operan
los Poderes Financieros, todos ellos privados y comerciales. Como el Estado
tiene que devolver inmensos créditos, se comporta como cualquier padre de
familia: reduce gastos y anula la paga semanal a los hijos. Estos no pueden, en
efecto, vivir por encima de sus posibilidades pero tampoco pueden iniciar
ninguna actividad que se precie. La consecuencia es la carencia de dinero, el
paro, la inactividad y la apatía. Se pueden reducir los salarios y el precio de
los bienes de consumo pero la deflación tiene también un límite. Cuando los
salarios y el precio de los bienes de consumo se han reducido hasta un
determinado punto, la producción se detiene.
Con la austeridad sucede lo mismo que con la
inflación. Podemos hablar de una austeridad positiva y de una austeridad
negativa.
La austeridad positiva es la tendente a controlar la
inflación negativa. Esto es, la que determina que en tiempos de inactividad,
circule demasiado dinero. En nuestro ejemplo, el padre sabiendo que su hijo va
a malgastar el dinero semanal que recibe, no sólo no le aumenta la paga sino que
se la reduce.
La austeridad negativa es la actual, sufrida también
por la Europa de los años 30. El consumo baja, el paro aumenta y se introduce
la austeridad. Ello provoca todavía más paro, menor consumo y más inactividad,
debido a la falta de créditos. Los Estados no pueden pagar una deuda que supera
en creces su PIB. Aunque los ciudadanos se muestren solidarios con su Estado,
aunque los Estados Europeos se muestren solidarios los unos con los otros, lo
cierto es que Europa no tiene bastante capital para pagar la deuda a la que
tiene que hacer frente. Tampoco puede controlar a los Poderes Financieros
porque su poder es de alcance mundial. De hecho en este momento son ellos los
que hacen las leyes y los que introducen personas de su confianza en los
diferentes gobiernos –cuyas tendencias políticas, a decir verdad, carecen de
importancia para ellos. Los Bancos Centrales, Mundiales e Internacionales bajo
control estatal tienen un mero carácter representativo de cara hacia el
exterior y hacia el público. En realidad carecen de fuerza alguna. No es que
las personas que están al frente de esas instituciones sean derrotistas. Es que
sencillamente no pueden hacer nada.
Cuando aludo una y otra vez a que el Estado ha de
ganar su independencia con respecto a los Poderes Financieros, no me refiero a
que haya de ser independiente con respecto al dinero. Eso es a todas luces imposibles.
Las necesidades a las que constantemente debe hacer frente determinan la
dependencia del Estado del dinero. Lo importante es cómo accede el Estado al
dinero y cómo se controla este acceso a modo de impedir la corrupción. Los
bancos comerciales no son, en absoluto la respuesta. En esta crisis, de lo
único que ha sido culpable el Estado es de haber aprobado normas que bajo
argumentos pseudo racionales lo abocaban en manos de los Poderes Financieros
cuyo único objetivo consiste en conseguir el mayor beneficio, cuanto más rápido
mejor. No entiendo cómo muchos llaman
“ocultos” objetivos a los objetivos a los que
los Poderes Financieros aspiran. De sobras son conocidos. Tampoco
entiendo cómo hay clientes que confían en el consejo financiero de sus bancos.
2.
La participación del ciudadano. Del mismo modo que el laicismo no es sinónimo de ateísmo, la
separación del Estado y de la ideología no ha de suponer la escisión entre el Estado
y los ciudadanos. Es necesario que éstos últimos tomen parte activa en los
asuntos de la polis, primero y del Estado, después.
Tal participación no tiene por qué ser de carácter
ideológico pero en cambio, sí ha de ser necesariamente de carácter social.
Parece como si el ciudadano hubiera colaborado en la marcha del Estado a partir
del nacimiento de las ideologías, cuando esto en ningún modo es cierto. La
contribución o la rebelión de los diversos individuos que tomaron parte en los
asuntos del Estado ayudaron a la constitución de Europa mucho antes del
nacimiento de las ideologías. Es lógico, el hombre privado sólo puede
permanecer en la esfera privada cuando no necesita de nadie. Lo cual,
admitámoslo, raramente es posible.
La división de las virtudes en públicas y privadas,
lejos de producir los efectos positivos esperados, ha originado grandes
confusiones y malentendidos. En primer lugar, los ciudadanos, en vez de
participar activamente en los asuntos públicos, como se esperaba de ellos, han preferido concentrarse en sus propios
asuntos privados. En segundo lugar, en vez de dejar los asuntos privados en la
alcoba, la proliferación de los medios de comunicación así como el ideal
hedonista –y yo me atrevería a asegurar incluso que narcisista - ha permitido
que los asuntos privados se revistan de carácter público, mientras que los
intereses públicos se han transformado en meramente privados, al considerarlos
como parte de las ideas privadas de cada uno.
Esto significa lo que ya expliqué en mi blog sobre “Las Cartas Persas”: se
ha perdido el pudor a mostrar la vida en cada uno de sus momentos y de sus
diferentes aspectos sean éstos los que sean. Hay que admitir que ello no deja
de ser curioso. Por un lado se alardea de independencia y de no conocer la vida
del vecino, con el que tal vez ni siquiera se saluda en el ascensor y por otro
no deja de aumentar el número de los llamados “twitteros” que narran cada
minuto de su día.
La vida privada real se ha convertido sobre todo en
vida virtual. No es que uno se ponga una máscara para salir al exterior. Es que
se la pone incluso cuando está en casa. Esto le permite ser susceptible de
adquirir una dimensión pública en cualquier momento y en cualquier lugar.
Por el contrario, los temas realmente de carácter
público han perdido su interés y se han quedado en una simple consideración a
nivel privado. Se habla de política como se habla de fútbol: cada cual tiene su
equipo favorito. De esta forma, la política se aleja de la filosofía práctica
tanto como la filosofía se aleja de la búsqueda de la Verdad. Cada cual tiene
una opinión y como todos somos iguales, nadie puede tener una opinión más
válida que la otra. Esta subjetividad justifica que las decisiones que se toman
sean fruto del poder que se detenta o del capricho y en cualquier caso de las
posibles ventajas- ya sea a nivel económico o profesional- que tal decisión
conlleva.
El esfuerzo necesario que
exige el deseo de cambiar el mundo –aunque no sea a lo grande, sino desde lo
pequeño- han desaparecido aplastados por la falta de interés hacia lo público
no sólo por parte de los ciudadanos privados sino sobre todo ¡por el desinterés
hacia lo público por parte de los hombres públicos!
Cuando alguien toma una iniciativa o pretende
organizar algún acto público, lo primero que
los observadores se preguntan es cuánto dinero, prestigio o poder va a
reportarle tal actividad al organizador. No es de extrañar. Los escándalos
financieros de las diferentes fundaciones y organizaciones no gubernamentales,
dan mucho que pensar sobre el tema. Porque es cierto que los participantes a
título privado colaboran de buena fe. Ya hemos dicho, que lo privado trasciende
a lo público. El problema es que lo público ha dejado de ser público para
convertirse en privado. Los que deberían
esforzarse por mejorar lo público desde la actuación pública, sólo se interesan por lo público en la medida
en la que ello repercute de forma beneficiosa en sus vidas privadas.
Tal situación comienza ya en las revueltas
estudiantiles. Todos los que han estado alguna vez implicados en un movimiento
estudiantil saben por experiencia que muchos de los que están trabajando por
“la causa universitaria” están concentrados, sobre todo, en su carrera política
e incluso universitaria -porque aparte de tener un más fácil acceso a los
profesores “carcas”, éstos les reciben con toda la amabilidad que haga falta
con tal de que les quiten el adjetivo de “carcas”.
Empieza en los movimientos estudiantiles y sigue en
el terreno profesional. Muchos se inscriben en partidos políticos y sindicatos
para conseguir un mejor puesto de trabajo o para ser el último en ser
despedido. Los políticos achacan las crisis de los partidos políticos y
sindicatos a la falta de interés de los ciudadanos, que prefieren concentrarse
en el terreno de lo privado. Tal aclaración
les deja sumamente satisfechos.
Pero no son capaces de confesar que la realidad es
que los ciudadanos, incluso los más
ingenuos, son cada vez más conscientes: a) de que esos “representantes” están
representando en realidad sus privados intereses y b) que “el pastel” no
alcanza para todos y que a ellos, desde luego, no les va a alcanzar. Así que en
vez de dedicarse a ser los peones de reyezuelos egoístas y desagradecidos,
prefieren buscarse “las habichuelas” por su propia cuenta.
Resulta inquietante observar cómo muchos políticos
se dedican a las actividades de la empresa privada una vez que se retiran. Los
sueldos que cobran a partir de entonces pueden calificarse –sin pecar de
exagerada- de astronómicos y son establecidos en función del número de
contactos que los ex-representantes del pueblo proporcionen a tales empresas.
Pueden imaginarse cuál es la ocupación
en la que concentran sus energías durante el tiempo que duran sus cargos –
duración siempre incierta y, en cualquier caso, limitada.
Parece que el hecho de que exista una democracia
impide la corrupción. Y no es así. Simplemente, el número de corruptibles es
mayor y por tanto, también su control ha
de ser mayor. No hay que olvidar que muchos labran su futuro en los cuatro años
que dura un periodo electoral. Lo dicho: lo público se ha convertido en
privado.
La participación en la vida pública ha de nacer
desde la preocupación por lo público y por los asuntos de Estado, en lugar de
estar dirigida, como sucede ahora, por el deseo de incrementar las fortunas
privadas que como señalaba Montesquieu además de arruinar al Estado ofrecen
–aún peor- un mal ejemplo al resto de los ciudadanos.
Los europeos tienen que
regresar al trabajo nunca fácil, nunca agradecido, del campo político. Para
ello han de comprender que del mismo modo que la limitación del Poder
Eclesiástico en los asuntos del Estado no ha de significa una renuncia a la
religiosidad, la limitación al Poder de las Ideologías en la organización del
Estado no ha de determinar el absentismo político, esto es, la ausencia de
participación ciudadana en las cuestiones del Estado. No se necesitan visionarios ni falsos profetas. Se
necesitan hombres con sentido común que se preocupen por los asuntos públicos
de forma pública; o sea, por la importancia que tales asuntos tienen y no (al
menos no sólo) por las ventajas que dedicarse a ellos les pueden proporcionar
en el presente o en el futuro.
Hay que incidir en que si
por algo se ha distinguido Europa a lo largo de la Historia eso es por su
interés en la construcción del futuro. Esto es: por el número de ideales que no solo han
enarbolado sino que además se han empeñado en llevar a cabo.
La destrucción de la Humanidad a la que hoy algunos
sectores no dejan de referirse – sea por
causa de guerras nucleares y biológicas, ataques satánicos o invasiones
extraterrestres- es un batido hecho a base de miedo y hedonismo que una gran
parte de los europeos pretenden beberse de un trago a pesar de no formar parte
ni de su Historia ni de su Cultura, sino más bien de la puritana América del
Norte, que sigue arrastrando las raíces religiosas que plantaron sus ancestros
en el Nuevo Continente, aunque las oculten bajo un manto de frivolidad,
llámesele Halloween o Hollywood.
Las catedrales europeas, los movimientos
intelectuales, la producción artística, la literatura, movimientos políticos,
religiosos, científicos…Todos ellos nacieron del deseo de vivir, no del miedo a
morir. Si algo necesita Europa para entender su presente es mirar hacia atrás
para comprender el largo y fructífero –aunque difícil y complejo- camino
realizado.
El problema es que cuando Europa mira hacia atrás
sólo tiene conciencia de lo que ha perdido y no de lo que ha ganado. Sabe que
ha tenido que deshacerse del lastre de los Poderes Eclesiásticos y de la
Ideología. Sabe que su confianza en la Razón Universal y en el ansia de Saber
se ha visto, por unos u otros motivos, traicionada – o al menos, no satisfecha
hasta los límites que un día imaginó. Ahora acaba de perder la última columna
en la que creía poder apoyarse: el mundo de las finanzas. Europa está
equivocadamente convencida de que la separación de la Iglesia ha perdido su
religiosidad, la separación de las ideologías la ha convertido en políticamente
indiferente y que una separación de los Poderes Financieros la abocará al caos
económico. Por si fuera poco, cree que la pérdida de los valores absolutos la
conduce irremediablemente al relativismo o al cinismo, en vez de comprender que
a lo único que ello le obliga es a concretizar tales valores en función
del tiempo histórico en el que se vive.
De repente, el europeo se siente solo. Al mirar
hacia delante lo único que cree poder ver es un inmenso y solitario desierto.
Si lo grande hace perder la noción del tamaño, lo gigantesco amenaza con
perderlo a él. Los numerosos medios de comunicación le dan cuenta de su
limitación, no de sus posibilidades.
3.
La potenciación de sus propias fuentes de riqueza. Europa
tiene que potenciar sus potencias en vez de desear las riquezas ajenas, de que
no dispone. Europa ha de re-activar y fomentar los bienes que han
constituido tradicionalmente el germen de su capital.
-
Los
bienes intelectuales
-
Los
bienes agrícolas
-
Los
bienes industriales.
De todos es bien sabido que Europa es pobre. Por esta razón no puede permitirse el lujo
de la existencia de oligarquías ni de poderosas mafias organizadas. La
oligarquía europea más importante de todas ha sido la nobleza, a la cual no
hubo más remedio que hacerla desaparecer porque los grandes costes que
originaban superaban en creces su rentabilidad. La misma función de protección
de la nobleza hacia sus súbditos, que era la que la había llevado a la posición
de poder, fue la causa de su perdición. Las guerras que los nobles promovieron
a lo largo de la historia, unas veces para conquistar nuevos territorios y otras, simplemente, por desavenencias
familiares pero en cualquier caso para justificar su existencia, arruinaron a
los Estados y mermaron el número de la población, hasta el punto de hacer
peligrar la supervivencia de la sociedad misma.
En cuanto a la mafia italiana respecta, lo cierto es
que no le quedó más remedio que emigrar a los Estados Unidos para expandir su
negocio. Los recursos limitados de Europa impiden una corrupción al estilo de
las naciones ricas. Los rusos –incluidos los intelectuales como Turgueniev - se
han reído de la exactitud minuciosa del hombre alemán y del perfeccionismo de
la mujer alemana en los quehaceres del hogar, sin comprender lo que los
franceses como Voltaire ya habían observado. Alemania, al igual que el resto de
Europa, era pobre. Su supervivencia dependía de la racionalidad de sus recursos
y de sus fuerzas. La organización y el orden del que los rusos se burlaban,
eran los únicos métodos para hacer frente a la escasez de tierras de cultivo. A
los alemanes, al igual que a otros tantos europeos, no les ha quedado más
remedio que agudizar su ingenio y su disciplina para producir bienes y teorías
científicas que puedan ser exportadas a
los países cuyas élites han vivido tradicionalmente de las rentas que produce
la tierra ya sea a través de la producción agrícola, minera o debido a sus
yacimientos de gas y petróleo.
Los metales como el oro y
la plata no pueden constituir la base de nuestra fuente de riqueza simplemente
porque carecemos de ellos. El
único recurso hoy, como hace 250 años, lo constituye la producción de bienes
agrícolas, industriales e intelectuales. Por esta razón, el famoso mandamiento
bíblico “no desearás a la mujer del otro”, responde a cuestiones puramente
prácticas y no estaría de más que Europa se decidiera a seguirlo. Por un lado,
evita conflictos sociales y por el otro obliga a concentrarse en lo que ya se
tiene para poder sacarle las máximas ventajas posibles.
La paz y la tolerancia se necesitan, no como ideales
abstractos, sino como condiciones de posibilidad para permitir el comercio. Como
ya dije en mi blog, “Reflexiones sobre
la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad” dichos valores no tienen nada
que ver con valores sacrosantos absolutos, sino con los requisitos
imprescindibles para construir una sociedad. La Fraternidad, por ejemplo, apela
sobre todo al criterio de confianza que posibilita las transacciones
comerciales. Esta confianza del uno en el otro es necesaria tanto para los
negocios, como para los contratos y las funciones de la vida privada. El
comerciante confía en cobrar su mercancía y consiente en entregarla antes de
recibir el dinero, tanto como el cliente confía en que el zapatero va a
arreglar bien sus zapatos y el maestro va a educar bien a su hijo. Esa – y no
otra- es la fraternidad.
-
Fomento
de los bienes intelectuales
Europa – al contrario que
los Estados Unidos y los diferentes países árabes- no se puede permitir
importar cerebros: tiene que crearlos y si me apuran, incluso exportarlos. Con ello no estoy afirmando en absoluto que se prohíba la entrada de estudiantes
extranjeros en Europa, sino que no se la fomente, como se está haciendo en la
actualidad. En vez de animar a los jóvenes europeos a esforzarse, se les ofrece
la impresión de que deben ser sustituidos por los “genios” de otros países. En
vez de darles una imagen positivad de sí mismos, los medios de información se
dedican a presentar a los jóvenes de otros continentes como la salvación del
continente europeo. Este tipo de reportajes son demagógicos y no se ajustan a
la verdad. A no ser que con tal propaganda pretendan motivar a los jóvenes
europeos en función del método psicológico de la “motivación negativa”. En ese
caso – y como incentivo- no me parece mal.
Porque la verdad es que Europa no puede permitirse
lo que los Estados Unidos pueden permitirse. Esto es: tener una masa de jóvenes
alcohólicos y drogadictos. Las poderosas oligarquías sostienen allí las mejores universidades del Planeta a las
que acuden los jóvenes más capacitados del espectro internacional. En lo que a
los países exportadores de petróleo se refiere, ellos tampoco se ven instigados
por la necesidad de crear centros de estudio e investigación: por una parte,
cuentan con medios suficientes para enviar a sus hijos a las mejores
universidades y por otra, no tienen dificultad alguna en importar profesionales
excelentemente formados, poco importa el lugar.
La pedagogía americana de no exigencia al niño y de
indulgencia con el joven, supone un lujo inaccesible a Europa. Ello no
significa ni mucho menos que los padres europeos no amen a sus hijos. Les
adoran y justamente por ello saben que el esfuerzo es lo único que les permite
sobrevivir en las duras condiciones. Los viejos comunistas rompieron muchos
diques, pero el del trabajo no fue uno de ellos. Brecht, por ejemplo, se opone
firmemente a que el triunfo del movimiento obrero signifique la conversión de
las vidas de los trabajadores en vidas inactivas de jubilados. Son el esfuerzo,
la superación y la constancia, las virtudes que han contribuido a desarrollar
la capacidad intelectual de los europeos. No hay que olvidar que en Europa, como ya señaló Montesquieu, la
virtud lejos de encarnar una ideología puritana tiene una naturaleza práctica.
La virtud es el instrumento que asegura la existencia de una sociedad.
Las técnicas pedagógicas del atender las exigencias
del inmaduro joven como si de un experimentado adulto se tratara, no caben en
Europa. Lo más que llega a recomendar uno de los ilustrados, Montesquieu, es
que la amabilidad y la humanidad han de suavizar la dureza que la instrucción
conlleva. (Véase mi blog “Las Cartas Persas”). Del mismo modo, la necesidad de
educar cerebros es lo que ha llevado a potenciar la educación estatal. En los
Estados Unidos, por el contrario, los niños son divididos desde pequeños en
colegios privados y en colegios públicos, todos ellos de diferente nivel de
calidad según su coste mensual y su ubicación geográfica dentro de la ciudad,
de acuerdo con el estamento social al que pertenezcan sus padres.
A Europa, en cambio, le faltan recursos materiales para
ello y por tanto ha de evitar los excesos en el que hasta los estudiantes
universitarios americanos de élite han caído. El europeo no puede abandonarse
al desenfreno, sencillamente porque ello significaría sin duda alguna, la
destrucción de Europa.
En ese desenfreno hay que incluir también el ansia
de ganar dinero al precio que sea a través de los logros intelectuales. Lo que
han hecho los Estados Unidos con los estudiantes intelectualmente geniales es
parecido a lo que han hecho con sus deportistas de élite. Primero han apoyado
el desarrollo de sus facultades, luego han mercantilizado sus triunfos. Cuando
se han dado cuenta de que el éxito es el resultado de un esfuerzo continuado y
paciente y que necesita tiempo para florecer, han intentado diversas técnicas a
fin de acelerar dicho proceso. Una de ellas es el dopaje. En el terreno
intelectual no se trata tanto de tomar sustancias tóxicas como de proporcionar
rápidamente resultados que puedan ser comercializados. Los laboratorios
farmacéuticos, son un ejemplo pero no el único caso de lo que me refiero. El
conocimiento ha caído prisionero del mercantilismo. Ello ha llevado a generar
entre los investigadores una competencia muchas veces desleal entre ellos
mismos. Los científicos han dejado de ser colaboradores para convertirse en
contrincantes, pero no como antiguamente, por intentar resolver el problema que
les ocupaba en primer lugar, sino por ganar dinero y prestigio internacional. En muchos estudios
científicos se falsifican datos, se manipulan expedientes, los investigadores
no eligen su propio campo sino que éste le viene otorgado por el investigador
jefe que decide en función de las ayudas económicas que uno u otro tema
reciben. Constantemente aparecen artículos cuyas afirmaciones no están
suficientemente comprobadas pero que la comunidad científica y sobre todo el
sistema mercantilista, exige. La fiebre por publicar que afecta actualmente a
los especialistas de cualquier materia, no obedece al número de descubrimientos
ni al número de ideas que tienen que ofrecer, ni siquiera al deseo de
transparencia. Se trata simplemente de satisfacer el imperativo que las
Universidades se ven forzadas a cumplir a instancias de los poderes mercantilistas
que han comprado sus instalaciones y sus investigadores bajo la excusa de que
industria y universidad han de trabajar conjuntamente por el bien común. ¿Desde
cuándo se preocupan las empresas del bien público? La única figura
patrocinadora que Europa ha conocido ha sido la del mecenazgo y Mozart prefirió
seguir su camino. Se habla de la pobreza en la que tal decisión le sumió. Sin
embargo, antes que él unos cuantos
científicos habían conocido la muerte y la tortura debido a sus ideas. En el
siglo pasado, Einstein se negó a aceptar al menos en tres ocasiones las teorías
de los profesores de Zúrich y en consecuencia no pudo escribir su doctorado. La
libertad tiene un precio. Ese precio es el que los cerebros europeos deberían
estar dispuestos a pagar. El ideal europeo de “Libertad, Igualdad y
Fraternidad” no ha muerto. Sólo hay que concretizarlo de forma distinta, según
los tiempos.
Europa no necesita una fábrica en la que se expriman
cerebros. La calidad ha de primar sobre la cantidad. Europa necesita un
encuentro de personas inteligentes que ayuden y contribuyan a enriquecer la
cultura porque hacerlo, sencillamente, les divierte, no porque esperen acumular
pingües
beneficios. Lo mismo que el deportista sube a la cumbre de la montaña por el
reto que la montaña misma significa y no por salir en los titulares de la
prensa internacional.
Es necesario que la intelectualidad europea sea
consciente de su responsabilidad no sólo ante Europa y la historia, sino sobre
todo, ante sí mismo. Posiblemente todo tiene un precio, pero el precio es muy bajo
si lo contabilizamos en la adquisición económica. Nadie les pide que mueran por
sus ideas, pero al menos sí que vivan por ellas. Tampoco prohíbe nadie que la
comercialización del arte y de la investigación pertenezcan a un segundo
momento del trabajo pero desde luego no al primero.
-
Fomento
de los bienes agrícolas
La agricultura, al contrario de lo que sucede en Estados Unidos y en Rusia, no puede
consistir en una mono-cultura que ocupe hectáreas y hectáreas de extensión. Ni
siquiera los grandes latifundios andaluces pueden compararse con los inmensos
latifundios de los Estados Unidos. La comida siempre fue objeto de reverencia. Ello
explica los experimentos culinarios y también que, al contrario de lo que ha
pasado en América, la comida nunca fuera un juego. Los “tartazos” de las
películas americanas nunca provocaron la risa de nuestros abuelos, que asistían
indignados a un espectáculo de “gamberros”. La famosa “tomatina” española es
relativamente moderna. Algunos la datan en 1945. Lo cierto es que sólo en los
últimos años ha adquirido fama no exenta de polémica. Dudo que se mantenga
estando padeciendo una crisis de la magnitud de la nuestra.
Europa precisa de una agricultura y ganadería diversificada
en función de la calidad de la tierra y de la cantidad de agua de que dispone.
Europa no puede prescindir de su agricultura porque
es la única fuente de riqueza que la tierra le proporciona. El abandono de las
tareas agrícolas y ganaderas ha sido un error, sobre todo en los países del
Sur, que han arruinado, con ello, la única empresa eficiente de la que
disponían. En vez de cuidarla y dedicarse a ella con esmero, en vez de
introducir nuevas técnicas y convertirla en una fuente de exportación, han
dejado las tierras sin labrar. Han preferido cobrar subvenciones a seguir
trabajándolas, han arrancado olivos y árboles frutales y han pasado de ser
empresarios a ser asalariados de empresas industriales, olvidando con ello que
la verdadera y auténtica industria de los países del Sur era la agrícola y
ganadera. En vez de mejorar el funcionamiento mecánico de sus tractores, han
preferido dejarlos abandonados al pie de la carretera. Se lamentan del paro. Se
ocupan pisos. Se pintan pancartas. Se protesta en las calles. Es hora de animar
a los jóvenes en paro a ocupar pueblos, a poner en marcha tractores e
industrias de conserva. A revolucionar la agricultura con nuevas técnicas
biológicas. Es hora que los jóvenes ingenieros en paro desarrollen en sus
tierras técnicas de irrigación para aprovechar al máximo el agua, siempre
escasa. Es necesario que abandonen sus mal pagadas becas en la Universidad para
ponerse a trabajar en serio. Los arquitectos, que se dediquen a reconstruir los
pueblos. Los economistas, que piensen nuevos modos de convertir la agricultura
en turística. Los pedagogos y educadores que abran escuelas en los nuevos pueblos y que exijan
del gobierno su reconocimiento como escuelas públicas. Los periodistas, que den
cuenta de ello y editen nuevos periódicos locales. La tierra no da dinero pero da
de comer. Los hombres disfrutan del fruto de su trabajo. Hay que liberarse del
tedioso hedonismo y decidirse a constituir asociaciones que lejos de estar
desunidas y aisladas estén unidas las unas a las otras para prestarse ayuda y
consejo. Europa se hace Europa no desde Bruselas, sino desde cada aldea, cada
pueblo, cada ciudad que tiene el sentimiento de que hay un trabajo que está
saliendo adelante.
El hombre europeo nunca ha sido amigo de lujos orientales.
Lo que le ha caracterizado ha sido su naturaleza activa. Esa es la tradición
que hay que recuperar. La tradición del trabajo que aúna a seres. Es por eso,
por lo que el hedonismo individualista no puede dar la felicidad. La cultura
europea nunca ha sido la cultura de la habitación. Ha sido la cultura del salón
–en las ciudades- y la cultura de la plaza del pueblo –en los lugares rurales.
La comunicación –aunque haya sido a sablazos- es la otra característica
europea. Eso de lo que hablan los viejos: eran pobres pero se reían. La
población europea es ahora rica pero la insatisfacción la invade.
El regreso a la tierra, no de uno en uno, sino en
grupos, en asociaciones, ha de ser el estandarte de la esperanza de los países
del Sur, la llamada a un resurgir de la juventud. La escasez del dinero no
puede compararse con la escasez de vida y de alma y de sueños. Habrá que volver
a aprender, pero los jóvenes de los países del Sur de Europa llevan años aprendiendo
sin saber para qué. Lo que ahora aprendan dará sus frutos. Se necesitarán
expertos en marketing, ingenieros, economistas, arquitectos, carpinteros,
obreros, fontaneros…
Jóvenes del Sur de Europa ¿qué hacéis sentados
delante del ordenador? Vuestras facultades informáticas también serán
necesarias ¿No habláis siempre de sueños? En vez de lanzaros a la calle a
protestar contra gobiernos que sólo os pueden proporcionar un trabajo
instaurando dictaduras, en vez de ocupar fincas labradas ¿no sería mejor
lanzarse a la conquista de las tierras y pueblos abandonados con vuestro propio esfuerzo? Hablad con los
poderes públicos. Gestionad contratos de compra. Gestionad vuestra propia
empresa en grupo.
Ha de tratarse de una agricultura ecológica,
tendente a evitar los compuestos químicos por dos razones: la primera, porque
no disponemos de grandes extensiones de tierra cultivable y los abonos terminan
empobreciendo y quemando la tierra y la segunda porque los costes que originan
personas enfermas debido a los efectos de tales productos químicos son
enormemente elevados. Europa necesita de una población fuerte tanto intelectual
como físicamente. No es una cuestión de raza sino de supervivencia. Hablar de
una “raza europea’ resulta tan insensato como hablar de una “raza alemana” o
una “raza francesa”. Tantas y tan frecuentes han sido las inmigraciones. En
cualquier caso, resulta un hecho que la población europea tiene que alimentarse
sano si desea sobrevivir. El sistema alimenticio americano del “fast food”,
entendiendo por tal, alimentos rápidos de consumir con un elevado porcentaje de
grasa, no puede formar parte de la dieta de unos europeos que han de trabajar
de firme para lograr su subsistencia.
-
Fomento
de los bienes de producción.
a) Bienes
de consumo.
b) Servicios.
c) Bienes
Industriales.
a)
Bienes de consumo. Europa no puede concentrarse en los bienes de
consumo rápido.
Los vasos de usar y tirar que los americanos tanto
aprecian no encontrarán nunca un auténtico sitio en la sociedad europea,
tendente a conservar lo que ya tiene y poco proclive a gastar un dinero que no
gana con facilidad.
Por otra parte, el hecho de que el consumo de muchos
productos esté al alcance de todos no significa que las empresas hayan
renunciado a las grandes ganancias. El bajo precio al que lo adquiere el
consumidor indica o que no se trata de un producto de una esmerada terminación,
que los materiales son de mala calidad, que los trabajadores reciben bajos
salarios por su trabajo, o todo ello al mismo tiempo. La alusión a lo costosa
que resulta la mano de obra ha sido uno de los argumentos que con mayor
frecuencia han esgrimido las empresas en los últimos tiempos para abrir nuevas
instalaciones fuera de la zona europea y cerrar las existentes dentro de ella.
La realidad es que los salarios altos que los obreros percibían por su labor
nunca han perjudicado las ventas y en tiempos no muy lejanos se han aconsejado
las subidas de sueldo como un modo de interesar y motivar al trabajador en el
proceso productivo del que forma parte.
La proliferación de tales productos, sin embargo, ha
contribuido a restar importancia al proceso de manufactura y con ello al
producto mismo. La superabundancia de lo material ha contribuido en gran medida
a que los bienes –sea cual sea su naturaleza: artística o industrial- pierdan
el grado de veneración del que gozaban. El cliente busca constantemente
novedades a precios cada vez más asequibles para utilizarlos cada vez menos
tiempo. El deseo de una ganancia rápida a partir de los productos llamados “de
usar y tirar” y de baja calidad ha contagiado a todas las esferas de la
sociedad. Se exige que la producción artística sea rápida, que los
intelectuales publiquen constantemente libros, los científicos hagan un
descubrimiento tras otros. Se impone el ansia nunca satisfecha de novedad.
Esto se opone a la tradición europea. Los europeos
han trabajado con esmero sus obras y sus productos. Los muebles tenían que
durar varias generaciones. La economía no se fundó nunca en una superproducción
a la americana sino en una producción cuidada y de calidad. Es por eso, que los
mejores tapices, relojes, trabajos de carpintería, obras de arte, ediciones de
libros, salieron de Europa y no de ningún otro lugar del mundo. Las técnicas y
artes que los europeos aprendieron de otros pueblos, como por ejemplo la
porcelana, no fueron simplemente copiadas por ellos –como hacen otros- sino que
emplearon largas horas en perfeccionarlas. La producción de bienes baratos no
ayuda a evitar la crisis, como los ejemplos de los Estados Unidos y China
muestran.
b)
Bienes de Servicios. Lo mismo sucede con los servicios. Voltaire (Véase mi blog: “El siglo de Luis XIV”) explica que uno de los
primeros fenómenos que se observaron en la sociedad francesa del siglo XVII fue
la renuncia al lujo y al exceso de servidumbre de los franceses, al mismo
tiempo que se dedicaban esfuerzos a incrementar el confort de las viviendas. No
les llevó el deseo sino la necesidad: “Gente pobre no necesita criados”.
Tal circunstancia provocó el interés del ciudadano
por la técnica ya que introdujo mayores comodidades en la vida cotidiana de los
ciudadanos. Por otro, contribuyó a lograr una sociedad más igualitaria al
conseguir que muchos privilegios dejaran de ser tenidos en cuenta.
c)
Bienes Industriales. Industriales y no sólo de consumo. La producción de
bienes industriales ha sido tradicionalmente más importante en Europa que la de
los bienes de consumo puesto que aunaban ciencia, técnica, trabajo y
productividad.
Por bienes industriales me refiero fundamentalmente
a las máquinas y a sus componentes. El reto al que Europa se enfrenta en la
actualidad es el de la consecución de su independencia energética, que ha de
poner a salvo de las manos de los Poderes Financieros si quiere ganar la
independencia en el terreno político, económico y estratégico. El desarrollo de
energías renovables y su instalación en territorio europeo puede lograr conquistar la independencia de
la que ahora carece Europa. Sin embargo, cualquier logro quedará frustrado si
no consigue deshacerse de los Poderes Financieros a los que deberá ceder
cualquier empresa de éxito. El proyecto Desertec debería ser olvidado por los
europeos. Europa cuenta con suficiente terreno semidesértico, amén de zonas
despobladas y tejados en las ciudades en las que instalar los paneles solares.
El Sahara no es un buen lugar no sólo por la inestabilidad política sino porque
dicha región está en vías de desarrollo y no tardará mucho en precisar ella
misma de los recursos energéticos.
4.
La superación del término nación, que a su vez significó la superación del regionalismo
feudal.
Ello nos introduce en la discusión acerca de la relación de unos países con otros y del
peligro de uniformidad que acecha a la
población europea.
La nación ha de ser superada por el mismo motivo que
el sistema feudal fue superado. Lejos de significar la decadencia de su
sociedad, promovió su desarrollo. El peligro de una Europa unida o incluso de la mundialización no es la aparición de
regímenes totalitarios. Tales regímenes han existido en cualquier tipo de
sociedad, con independencia de su tamaño. Con respecto al riesgo de la
uniformización, ella viene impulsada qué duda cabe por los medios tecnológicos
actuales, pero el fenómeno de masas no es ni mucho menos nuevo. El deseo de las
antiguas damas por estar al corriente de las modas de París o de las etiquetas
de cortesía seguidas en Londres, no son
exclusivas de nuestra época. Simplemente ahora se llega más fácilmente a ellas.
Por otro lado, la uniformidad sólo puede contraponerse desde el punto de vista
individual. El juicio crítico tiene que ser uno de los elementos básicos de
nuestra sociedad y para ello es imprescindible la formación humanística y la
educación a la que todos pretenden llegar sin esforzarse. Es importante
deslindar el concepto “sabiduría” de otros como “información”, “opinión” e
incluso “conocimiento”. La sabiduría exige el desarrollo de una reflexión
crítica y constante y constituye el estadio último al que aspirar. La educación de una sociedad no consiste en
el consumo de información sino en su capacidad individual de reflexión y toma
de decisiones.
5.
La crisis de la deuda. La supremacía alemana. La cuestión de la mal
llamada solidaridad.
Se critica a Alemania y a la señora Merkel su
hegemonía política. Se la insulta calificándola de “nazi” y “fascista”. Dicho
lo cual tales individuos regresan a sus conversaciones habituales sobre los
acontecimientos deportivos o los chismes de sociedad, contentos de haber
cumplido con su deber ciudadano que suele consistir en protestar “a viva voce”.
La mayoría de ellos ignora la carrera política de la señora Merkel y ni
siquiera se preguntan cómo pudo llegar a liderar un partido denominado
“demócrata-cristiano”, mayoritariamente conservador y favorable a que la
familia siga conservando sus esquemas tradicionales así como la división de funciones
en la pareja.
Lo cierto es que fue la crisis de su partido la que
le obligó a tomar las riendas para salvar un grupo político que muchos creyeron
condenado a desaparecer dados los escándalos financieros en los que se había
visto envuelto y que salpicaron a Kohl y a Schäuble. Ahí precisameente terminó
lo que hasta entonces había sido una buena amistad entre los dos hombres. Frau
Merkel pudo llegar a ser la representante máxima de su partido porque fue la
única capaz de coger el timón de un barco que estaba a punto de hundirse y
cuyos marineros estaban paralizados por el terror. Ello no muestra en modo
alguno el carácter tirano de la señora Merkel, sino dos aspectos diferentes. El
positivo es la capacidad de reacción de Merkel ante la crisis. El negativo es que
el peligro incapacita a muchos para actuar y prefieren refugiarse en una apatía
que permite que sean otros los que decidan por ellos. De ahí mi insistencia en
la necesidad de que los ciudadanos muestren más interés en los asuntos
públicos, en vez de dedicarse a protestar para luego volver a casa. Como si con
la protesta y con el grito ya se hubiera solucionado el problema.
Frau Merkel ha podido hacerse con el papel
preponderante que juega en Europa porque sus otros compañeros europeos están
paralizados por el miedo a la toma de decisiones. Unos la siguen y otros la
critican, pero nadie se decide a tomar resoluciones arriesgadas ante el miedo
que los Poderes Financieros, por un lado y los electores, por otro,
representan.
Con esto no estoy diciendo que yo esté de acuerdo o
en desacuerdo con su política. Estoy explicando por qué ha alcanzado la función
relevante que desempeña dentro de Europa.
Otro punto es el papel que Alemania como país juega
en la deuda europea. Alemania – dialéctica como el resto de Europa- desea la
supervivencia europea tanto como el éxito de su país. Este planteamiento es
dialéctico porque no siempre pueden armonizarse. El sueño de una Alemania
solidaria es justamente eso: un sueño. Lo cierto es que los llamados “rescates”
son en realidad préstamos a los países endeudados. Cuanto más endeudados, más
altos son los intereses. Los acreedores no son personas que gusten de perder su
dinero. La “solidaridad” alemana y su “sentimiento europeo”, se acabarán en el
momento en que Alemania no recupere sus préstamos, al mismo tiempo que ve cómo
sus empresas –debido a la crisis- dejan de ser productivas. Y es un hecho
–lamentable pero inevitable- que Alemania va a sufrir un retroceso en su
economía. Está intentando retrasarlo a base de bajar salarios que hagan sus
empresas más competitivas, reducir el gasto –del que nadie sabe nada porque los
alemanes no suelen quejarse de sus problemas- y potenciar la exportación en los
países emergentes, que no dará el resultado esperado por varios motivos: a)
todos los países intentan hacer los mismo: Estados Unidos, Japón, China… b) El
“tamaño” alemán no es el de estos “gigantes”. Es posible que David gane a
Goliat pero el esfuerzo que ha de invertir es enorme y los recursos con que
cuenta,limitados. c) Los países emergentes tienen acuciantes problemas sociales
y políticos a los que hacer frente, lo que podría traducirse en un no muy
lejano futuro en revueltas sociales y las empresas extranjeras serían las
primeras en sufrirlas.
En Alemania se tiene la idea de que los nunca bien vistos “Estados del sur” han arruinado Europa con su actitud hedonista poco dada al trabajo y a la reflexión. Lo cierto es que para muchos alemanes, España es sinónimo de Mallorca en verano. Lo mismo si se habla de Italia, Grecia e incluso Portugal.
1.
La
independencia económica, política, militar e intelectual de Europa con respecto
a los Estados Unidos de América. Europa no es los Estados Unidos de América.
2.
Independencia
de Europa con respecto a Israel
3.
Independencia
de Europa con respecto a los Países Árabes
4.
Independencia
de Europa con respecto a Rusia, China y los países Asiáticos
5.
Independencia
de Europa con respecto a los países emergentes
6.
Interrelación
con todos los países del Planeta, con todas las culturas, con todas las
religiones, con todas las economías y con todas las políticas.
7.
Un
marco político-económico de trabajo conjunto.
8.
La constitución de una armada europea a fin de
garantizar la independencia de Europa, aunque ello no excluya las alianzas
militares con otros bloques.
1.
La independencia económica, política, militar e
intelectual de los Estados Unidos. Europa no es Estados Unidos.
Europa no es Estados Unidos. La comparación de la situación europea con la americana resulta,
en un primer momento, obligada y en un segundo momento, imposible.
Tres son los aspectos que corroboran esta
afirmación. 1. La patria y la bandera. 2. La religión. 3. La política.
1.
La
patria y la bandera.
En los Estados Unidos, la bandera es izada cada día
al son del himno americano. En Europa, las banderas nacionales se agitan única
y exclusivamente en los eventos deportivos y festivos. Si al director de un
colegio cualquiera de un país europeo cualquiera, se le ocurriera de repente
imitar a su colega americano, llenaría sin duda alguna las portadas de los
periódicos. Sería interrogado acerca de sus tendencias políticas y más de un
padre se quejaría formalmente a la inspección. La bandera europea, que no
genera semejantes discusiones, tampoco produce grandes efectos. Muchos lo
considerarían una excentricidad del director y protestarían por la pérdida de
tiempo que tal “espectáculo” conlleva.
En cuanto a la Patria, la situación no es mucho más
diferente. En los Estados Unidos La guerra de secesión americana fue –a decir
de muchos- una guerra de principios, no la falta de amor a los Estados Unidos.
De hecho, incluso hoy en día, la primera declaración de alguien que quiere ser
considerado como un ciudadano respetable es la de ser un “buen patriota”.
Si en Europa alguien se atreviera a proferir
semejante frase para mostrar su honorabilidad provocaría en el mejor de los
casos risas entre los oyentes y en el peor, sería calificado como fascista y
expulsado de la reunión. Salvo, claro está, que se tratara de una reunión de
extrema derecha – que son a las que suelen acudir muchos de los que
abiertamente se llaman a sí mismos “buenos patriotas”.
Ello determina que los ciudadanos reciban con alegre
algarabía la supresión del servicio militar y todo lo que tenga que ver con
“salvar a una Patria” que exige cada vez más impuestos, proporciona menos
servicios y a la que únicamente se le pide que no moleste demasiado.
En Europa, al día de hoy, la única manera de hacer
un llamamiento a la Patria es marcando el número de los nacionalismos. Y aun en
este caso uno nunca está seguro de si ello es debido al amor por la nueva
Patria o más bien al odio a la antigua.
2.
La
religión.
Nadie niega que en Estados Unidos no existan ateos y
que éstos no lleven a cabo actividades diversas a fin de expresar sus
convicciones. Pero desde luego, no juega el papel desestabilizador que ha
jugado en Europa. Una gran parte de los americanos participan en grupos
religiosos. Tales grupos orientan su vida y relaciones sociales. La gran
diversidad de religiones y de sectas que existen sólo determina que la nación
americana se pueda calificar –en su esencia última- de religiosa.
En Europa la religión ha estado unida al poder
político durante siglos. La separación entre religión y Estado ha requerido de
grandes esfuerzos y vidas humanas. La desconfianza hacia los poderes de la
Iglesia, sobre todo la católica, está firmemente apegada en la tradición
europea. La estrecha colaboración que las instituciones eclesiásticas han
mantenido con las poderosas, sólo han contribuido a incrementarla. Las
corrientes masónicas, primero y ateas, después,
e incluso las primeras guerras de religión (y mucho me temo que también
las futuras) han sido fuerzas dedicadas principalmente a contrarrestar la
influencia de las instituciones religiosas en el Estado.
El resultado es que ser creyente practicante en
Europa determina la pertenencia a una determinada concepción política y ser
ateo, la pertenencia a otra. Es por esta razón por la que el tema de
religión/laicismo en los colegios públicos genera tal cantidad de
controversias. Su resolución conlleva aparejada posiciones políticas.
La introducción del islam como religión no plantea
en sí ningún problema especial. El conflicto nace a partir del momento en que
el islamismo une religión con política. Mientras eso sea así, tengo la
impresión de que resultará imposible encontrar una solución. La lucha en Europa
ha sido desde los tiempos de los templarios, la lucha por “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es
Dios”, independientemente de lo que
digan los representantes del uno y del otro. Es decir, los políticos –prestos
siempre a organizar cualquier cosa que se precie- y los eclesiásticos – igualmente dispuestos a hacerlo ellos.
3.
La política
No nos engañemos: En Estados Unidos la economía está
regida por un único principio: el capitalismo, el liberalismo o como se le
prefiera llamar. Las luchas marxistas en su estilo clásico son tan desconocidas
allí como aquí lo son la conquista del lejano Oeste y las guerras de gánsteres.
Los movimientos marxistas, marxistas-leninistas, trotskistas,
anarco-sindicalista quedaron reservados para unos pocos intelectuales. Las
manifestaciones y protestas ciudadanas son frecuentes, pero no tienen gran cosa
que ver con los movimientos políticos europeos, que reivindicaban un cambio
social absoluto en la organización del Estado. Las reclamaciones de los
ciudadanos americanos se dirigen exclusivamente a la consecución de unos
objetivos sumamente concretos pero no ponen en cuestión la posibilidad de una
revolución que cambie el modo de estructura política como sucedió en Rusia. Los
débiles intentos por establecer algún tipo de partido comunista murieron con la
caza de brujas de McCarthy. Las reformas sociales no se hacen en virtud de una
ideología antiliberal sino que se llevan a cabo dentro de los marcos
tradicionales. La caída del muro sólo trajo consigo un reforzamiento de la
ideología liberal. Que en Europa –pese a todo- siguieran existiendo los
partidos comunistas y lo que es aún más importante –afiliados a ellos- debía
resultarles cuando menos extraño.
En el estado actual de cosas, los europeos no tienen
ni Patria, ni Bandera, ni Dios ni Sociedad. La falta de dinero complica pero no
causa la crisis. Los europeos no han tenido dinero nunca. A decir de Voltaire,
tampoco han tenido ideales por los que morir. Han tenido reyes que les han
llevado a morir. La cosa cambia.
2.
Independencia de Israel. Israel es un país propio con sus propios problemas.
Uno de ellos es la definición del término israelí y
la definición del término judío. El primero, tiene sobre todo un sentido
nacionalista y laico. El segundo, religioso. La tolerancia religiosa ha de ser
uno de las columnas en las que Europa se apoye. Pero como ya dije antes, la
política nunca lo es. Israel es un país que tiene la obligación de defender sus
intereses nacionales, al igual que Europa ha de defender los suyos.
3.
Independencia de los Países Árabes. En este sentido, Europa tiene que liberarse de la
hipocresía con la que hasta el momento ha actuado.
Por un lado deja entrar a los emigrantes y tolera –o
cree tolerar- sus costumbres permitiéndoles seguir manteniendo sus creencias y
sus propias normas. Hasta que de vez en cuando le asaltan problemas prácticos
como la natación mixta en los colegios o los asesinatos por el honor –no se
sabe nunca muy bien de quién. Por otro, intenta europeizar y modernizar
las costumbres de los países de los que tales emigrantes han llegado, sobre
todo en lo que a la educación y a la mujer se refiere.
Europa ha de independizarse de los Países Árabes y
coloniales desde dos puntos de vista: desde el punto de vista energético y
desde el “psicológico”, por llamarlo de alguna manera. Desde el punto de vista energético, ya hemos
explicado anteriormente lo importante que para Europa es disponer de sus
propios recursos.
Desde el punto de vista “psicológico”, es necesario
que Europa deje de pensar que el mundo ha de vivir según sus propios principios
europeos. Que Europa haya conquistado la separación entre Estado y Religión no
le da derecho a exigirla en otros países. Cada país, cada pueblo, debe conquistar
por sí mismo los ideales a los que aspira. Lo que Europa desea, a lo mejor no
lo desean otros. Puede ser que el lujo
oriental, la sumisión de la mujer y la dureza de las leyes que rigen en dichos
países nos resulten extraños. Pero ello no nos da derecho a cambiar esquemas
sociales que se han mantenido en pie durante siglos. Son las sociedades mismas
las que han de dirigir su rumbo. A veces es preferible un tirano amado por su
pueblo que un tirano impuesto por una nación extraña a la que sólo le interesan
los recursos energéticos de dicho país.
En cambio, sí es importante que Europa se libere de
todas sus inseguridades y complejos y que advierta a todos los recién llegados que han
de adoptar nuestras costumbres y nuestros modos de vida a fin de evitar
sociedades paralelas que terminan separándose en distintos guetos. Si la
pluralidad es importante, el consenso también lo es. Cómo se constituye esa
pluralidad y cómo ese consenso no es algo que los recién llegados puedan ni deban disponer. Han de ser los propios
europeos los que se atrevan a reflexionar sobre el tema y a exponer claramente
los principios que rigen a Europa, en vez de adentrarse en discusiones sin fin
que confunden a todos.
Sólo así podremos construir una sociedad plural de
Europeos y no una sociedad de individuos que viven en Europa, pero cuya alma
está enraizada hasta tal punto en otro país que quiere que Europa se transforme
en el país de donde procede. Al final los nuevos europeos sufren de una
esquizofrenia social, que impide cualquier buen resultado. Lejos de constituir
los elementos que toda sociedad plural necesita, se constituyen en elementos
antagonistas y opuestos a la sociedad en la que viven. Ni entienden la sociedad
europea, ni la quieren entender. Tampoco tienen necesidad de ello puesto que
tales emigrantes viven en sus “barrios no europeos” dentro de Europa, con sus
propias leyes “no europeas”.
Para evitar esta situación Europa tiene que exigirse
a sí misma claridad, en vez de la inseguridad e hipocresía en la que se hunde
cada vez más.
4.
Independencia de Rusia, China y los países
Asiáticos. Declarar
a China y Rusia países emergentes me parece más una cuestión política que real.
Lo cierto es que representan dos grandes potencias mundiales.
Para independizarse de Rusia y de China es necesario
que Europa desarrolle las tecnologías renovables y encuentre materiales capaces
de sustituir las tierras raras de las que ahora depende para el desarrollo
tecnológico.
El miedo que Europa muestra ante el número de
habitantes chinos despierta siempre mi sonrisa. Puede ser que como alguno dice,
en China existan muchos Einstein. Sin embargo, hasta el día de hoy, por lo que
son conocidos es por la producción de bienes de consumo de escasa calidad y
temidos por sus dotes de “copiones”. Rusia, a pesar de disponer de grandes
riquezas naturales, ha de hacer frente a graves problemas internos. Los
principales: la mafia y el alcoholismo así como el histórico autoritarismo
político que sufre desde hace siglos y que impide a sus habitantes desarrollar
sus facultades adecuadamente.
5.
Independencia de los países emergentes. Si Europa no acepta la intromisión en sus formas de
vida, de las que se siente orgullosa –y con razón- no entiendo por qué ha de inmiscuirse
Europa en otras formas de vida.
Tal actitud sólo ha conseguido abocar a los europeos
en la esquizofrenia de admirar todo lo que no es europeo –como si con esa
admiración quisiera pedir perdón por el imperialismo de tiempos pasados- o de
“compadecerse” de todos los modos de vida que no son europeos, con una
compasión que no se sabe si nace del deseo de lavar culpas pasadas o del
desprecio que siente hacia las “pobres” culturas no europeas. Ello la ha
llevado a políticas poco claras y a veces incluso contradictorias en sus
relaciones con otros países.
Por un lado, Europa no puede convertirse en el
parásito de los países emergentes. No es posible que el interés de Europa por
esos países consista simplemente en la idea de potenciar el nivel de vida para
conseguir nuevos clientes. Tal proyecto me parece, sinceramente, una
aberración. No me gustaría ver a los europeos convertidos en traperos
americanos, que ofrecían a los indios baratijas, alcohol y armas a cambio de
oro.
Pero al mismo tiempo Europa tampoco puede mantener
sus impuestos arancelarios bajos o inexistentes mientras ve cómo los países
emergentes dificultan la importación de los productos europeos a base de
imponer políticas arancelarias proteccionistas. De esta manera, los productos de los países emergentes no
encuentran obstáculos aduaneros para entrar en Europa y pueden ser adquiridos a
más bajo precio que los mismos productos que se fabrican en Europa por la
simple razón de que la mano de obra en los países emergentes es más barata. Eso
explica también por qué tantas empresas han abandonado el continente europeo en
los últimos tiempos: podían hacer entrar sus productos en Europa a bajo precio
y fácilmente. Por el contrario, las empresas europeas encuentran auténticas
barreras fiscales a la hora de introducir sus productos en otros países. La
libre circulación de productos debe ser pactada de forma bilateral y recíproca
en vez de unilateral y asimétrica.
6.
Interrelación con todos los países del Planeta, con
todas las culturas, con todas las religiones, con todas las economías y con
todas las políticas.
Independencia no significa aislamiento. Más bien todo lo contrario:
independencia significa la posibilidad de elegir a nuestros amigos y de evitar
a los enemigos.
Las dos posturas –contrarias además entre sí -que
dominan actualmente la escena política me parecen a cuál más necia. El mundo se
debate entre la desglobalización y el Nuevo Orden Mundial. Todos conocemos los peligros
de la mundialización, pero me gustaría ser informada qué se entiende por desglobalización en un
mundo como el nuestro en el que debido simplemente a las nuevas tecnologías se
ha empequeñecido inevitablemente. ¿Hemos de estar en contra del progreso? Más
bien habremos de controlarlo. Es cierto que hay un aparato legal que está al
tanto de la salvaguarda de una serie de derechos y de obligaciones, pero
tampoco es menos cierto que ya los romanos se preguntaron “Quis custodiet ipsos
custodes?”, ¿quién vigila a los
vigilantes? De eso habremos de preocuparnos nosotros mismos, los ciudadanos,
haciendo uso del derecho de asociación. Si existe un derecho de asociaciones no
entiendo por qué las asociaciones carecen de miembros.
La independencia del Poder eclesiástico, que no de
la religiosidad; la independencia de los Poderes Ideológicos, que no de la
Política; la independencia de los Poderes Financieros, que no de la Economía,
la independencia energética, territorial y emocional, nos convierte en
importantes socios y nos desvincula de las prácticas parasitarias y colonialistas
así como nos ofrece la posibilidad de seguir desarrollando – esto es,
concretizando- los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Europa tiene que superar la esquizofrenia que
actualmente padece. Por un lado, se queja de la cantidad de emigrantes que
tiene que soportar y por otro lado, asegura que la población europea es vieja y
necesita más gente. El apellido “cualificado” que las empresas utilizan no
consiguen más que confundir el de por sí ya bastante confuso panorama. Nadie
sabe exactamente qué significa mano de obra cualificada. Tan pronto son
ingenieros, como carpinteros, como nada de eso sino todo lo contrario. Tan
pronto los jóvenes europeos están muy bien formados como es necesario ir a
reclutar profesionales a otros lugares de la Tierra porque no lo están
bastante. A veces uno tiene la sensación de que las empresas van mal y buscan
excusas para justificarlo. Hace unos años el problema era el salario. Cuando
los trabajadores aceptaron incluso reducciones laborales, el problema fue la
falta de “gente cualificada”. En fin… aún hay algunos que se lo creen. Por un
lado Europa se declara pacifista, por otro no deja de vender armas.
La independencia resuelve tales contradicciones.Ningún
territorio que dependa de otro puede actuar libremente. Del mismo modo, resulta
cínico apelar en ese caso a los valores de igualdad y fraternidad. El ser que
depende de otro, sea hombre o nación- ni es libre ni igual a aquél del que
depende. Por tanto, las relaciones de Fraternidad son sustituidas por las de
sumisión.
7.
Un marco político-económico conjunto.
Es necesario que exista un marco político económico
conjunto que haga posible la discusión
de los fines y propuestas comerciales comunes de modo que las divergencias
internas que caracterizan a Europa no la conviertan en un enemigo fácil para
los competidores del exterior. Las instituciones europeas tienen que dejar de
ser instituciones de opereta cuyo funcionamiento se desconoce, aparte de no
interesar a casi nadie. No pueden ser lo que hasta el día de hoy son:
instituciones que deciden el marco político-económico de los europeos a
espaldas de éstos. Hay que incentivar las instituciones europeas a nivel
intermedio, capaces de conectar al ciudadano con las instancias superiores de
modo que formen parte de él y no como
ahora, que le resultan lejanas, ausentes y silenciosas. Esa es una de las
causas que lleva al ciudadano a buscar un refugio en los nacionalismos, lo cual
está destinado al fracaso.
Lo cierto es que el desarrollo de la tecnología ha
propiciado que se quiera o no vivamos en un mundo global. Ello ofrece grandes
ventajas al mismo tiempo que abre la puerta a peligros hasta ahora
desconocidos. Uno de ellos es que el individuo no se identifique con los
poderes que le gobiernan. Hoy más que nunca resulta imprescindible la
participación activa del ciudadano en la política, que no ha de caracterizarse
por sus criterios ideológicos sino prácticos y que ha de ser antes que global
participación de barrio, a través de las diferentes asociaciones. El deseo de
muchos de regresar a los nacionalismos e incluso a los regionalismos resulta
sumamente peligroso ya que únicamente beneficia
a los competidores: “divide et impera”.
8.
La constitución de una armada europea que garantice
la independencia de Europa, aunque ello no excluya las alianzas militares con
otros bloques.
En cuanto a la defensa de Europa, es hora de
separarla de la influencia americana. Los americanos constituyen una potencia
mundial nacida de un grupo de hombres que se marcharon de Europa para proteger
sus creencias puritanas. La unión del Poder militar con el Poder religioso sólo
puede dar un resultado: la hipocresía.
Europa, por más que quiera, no puede permitirse el
ser hipócrita. Varios elementos lo impiden. Primero, su naturaleza dialéctica,
que le obliga constantemente a cuestionarse cualquier principio. Segundo, su tradición
laica e ilustrada, que le lleva a separarse de los sentimentalismos religiosos
y romanticismos simplones. Tercero, su tradición pendenciera.
La hipocresía, pues, no es algo que haya
caracterizado a los europeos. Lo suyo ha sido “la quema de brujas” y “el hacer rodar cabezas”, todo ello en la
plaza del pueblo ante un gran público. Sin embargo, de un tiempo a esta parte
Europa está aprendiendo a ser hipócrita. Por un lado, juega al pacifismo. Por
otro, vende armas al mejor postor. No tenemos un ejército y sin embargo, las
empresas europeas de mercenarios prosperan. En caso de una invasión –da igual
de dónde vengan - nuestros hijos no sabrán ni siquiera qué es un fúsil porque
no lo habrán visto nunca, ni tan siquiera uno de juguete. Hay que recordar que
en las familias de una determinada clase social los juguetes de tipo bélico son
tabú.
En vez de suprimir el servicio militar, Europa
debería hacer lo mismo que Suiza: cada ciudadano un soldado. La defensa de
Europa debería constituir un fundamento dentro de la educación. He dicho
defensa, tanto como antes he proclamado la independencia y la no-injerencia en
los asuntos de otros países. La defensa es algo en lo que los europeos nunca
piensan. Las invasiones de los hunos y de los turcos han quedado enterradas
bajo el peso del olvido histórico. Para la mayoría de los europeos, la
formación militar significa la preparación para invadir al otro, sin pensar que
es el otro – o incluso los otros- los que pueden invadir Europa.
A veces me asalta, no sé si el miedo o la sospecha,
de que los grandes bloques se van a dar cita en la vieja, cansada y pacifista
Europa, que no tendrá más remedio que dejarles pasar. Ese y no otro, es el
verdadero peligro al que la unión de los Estados con los Poderes Financieros
nos arrastra.
Sinceramente, no creo que el pago de la deuda pueda
llevarse a cabo. Vuelvo a repetir. Europa nunca fue rica. El pago que exigen
los Poderes Financieros no puede ser rembolsado. Como cualquier mafioso que se
precie, los Poderes Financieros han elegido unas cuentas víctimas
propiciatorias para mostrar lo que le puede pasar a Europa si no paga. Pero lo
cierto, es que Europa no puede pagar. Importar sistemas financieros con aspiraciones
religioso-mundialistas o cambiar el papel moneda por oro sólo agravarán el
problema. No lo solucionarán. Y ello porque la introducción de distintos
sistemas financieros ha de atender a la necesidad de pluralidad de la sociedad,
no a su desesperación.
No cabe duda que las diversas “bandas de mafiosos”
que presionan y chantajean a Europa quieren hacerse con el botín que el viejo
continente representa. No me queda casi ninguna duda que la lucha entre tales
bandas tendrá lugar en territorio
europeo, a fin de resguardar el suyo propio. Las discusiones y conflictos
internos europeos sobre quién tiene la culpa de qué, facilitarán sin duda la
entrada. Dependiendo de cómo Europa libre su guerra contra los Poderes
Financieros podrá independizarse energéticamente y acto seguido política y
económicamente. Alemania está trabajando en dos niveles . Por un lado intenta
contentar a los Poderes Financieros, por otro busca minuciosamente soluciones
que puedan salvar a Europa.
No creo que los Poderes Financieros se lo permitan.
Mientras parece que están dando tiempo a Alemania y a Europa, lo cierto es que
tales Poderes están activando el descontento y la desconfianza mutua de los
europeos. Europa no puede ceder al chantaje del que está siendo víctima ni
puede convertirse en el botín de ninguna Poder. Cuando un deudor no dispone de suficientes fondos para pagar al
acreedor, éste se ve obligado a renunciar a su dinero. Grecia no puede ser
embargada porque Grecia no dispone de bienes. Los bienes de Grecia pertenecen a
los griegos, cuando no a la Humanidad. Dejemos condonar las deudas y que el
estafador estafado regrese a casa. Los Poderes Financieros no pueden dominar el
mundo porque su dominio conduce a la ruina.
Francamente, creo que la valentía para acabar con un
sistema que si permanece en pie acabará con nosotros, así como la constitución
de una Fuerza Armada Europea sería lo más importante en este momento. Mucho más
que la formación de un cuerpo Diplomático Europeo, que poco puede hacer en las
luchas de gigantes que se están manteniendo y preparando en las sombras.
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Así pues ésta es la
situación a la que han de hacer frente los nuevos europeos. Hemos hablado largo y tendido sobre Europa. Pero nada
de esto tiene sentido si no hablamos de los europeos. Son ellos los que en
última instancia construyen o destruyen eso que Voltaire llamó República
cristiana y que hoy debería denominarse simplemente República. Lo importante es amar a Europa y no simplemente vivir en
ella como si de una cárcel de oro se tratara. Cada uno de nosotros –independientemente de
su raza,
religión, nacionalidad, lengua, tiene que ser consciente de que cada uno es un
ser único y que por tanto puede (y debe) contribuir al trabajo común de la
construcción de un edificio que nosotros ya encontramos haciéndose. Ello no
significa ni mucho menos que nos sintamos “dioses”, como algunos temen, pero sí
desde luego ‘Hijos de Dios” y por tanto con el derecho y el deber de sentirnos
orgullosos de nuestra naturaleza de seres humanos y de intentar sacarle el
máximo partido. Si mis lectores no creen en Dios, podrán al menos admitir el
hecho de que la Humanidad –pese a todas sus bestialidades, ha realizado también
grandes proezas. Nuestros hijos heredarán no sólo nuestros éxitos sino también
la obligación de seguir dicha tarea. Cada generación aporta nuevos elementos y
quita otros que ya no le sirven. Aportar y quitar requiere sabiduría, reflexión
y comunicación porque se trata del edificio común que alberga nuestra
existencia.
Europa sólo puede sobrevivir con el trabajo de cada
europeo. El “Sapere Aude” de Kant –en el terreno moral- y los consejos de
Montesquieu y Voltaire –en el plano socio-político- constituyen parte
importante de la herencia que las antiguas generaciones nos han dejado para que
las estudiemos y utilicemos en nuestro beneficio. Los jóvenes europeos actuales
no están solos. Otras muchas generaciones les contemplan y les animan a seguir
adelante. Sólo tienen que saber escuchar las voces del pasado. Nietzsche en su
libro: “Sobre la utilidad y perjuicio de la Historia para la vida” (“Von Nutzen
und Nachteil der Historie”), mostró –o al menos lo intentó- la forma de
adentrarse en el ayer. El derrotismo nunca fue deporte de gusto en Europa..
Hasta la semana que viene.
Isabel Viñado-Gascón.
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