miércoles, 29 de marzo de 2023

El esfuerzo de seguir andando. Parte IV

  Y he aquí, finalmente, aquello de lo que yo quería hablarles desde el principio, aquello que lleva escandalizando mi alma desde hace tiempo y no me atrevo a expresarlo por el temor real de que me lluevan palos por todos lados. A estas alturas de la vida mi piel debería tener la consistencia de la de un elefante, pero hete aquí que con la edad la piel se hace cada vez más fina, casi translúcida y una, que soy yo, piensa que no tiene ganas de follones. Total ¿para qué?, se pregunta si, al fin y al cabo, el mundo va a seguir igual.

El problema es que, para una alma mosquetera como la mía, el derrotismo no es plato de gusto. Y cuando una ha lidiado con tantas injusticias lo mínimo que puede hacer antes de morir no es gritar las injusticias que ha sufrido, que esas ya no tienen remedio y pertenecen a una dinámica difícilmente cambiable, sino explicar las grandes contradicciones que vislumbra.

Pero hete aquí que mientras yo me encontraba sumida en esa terrible disyuntiva de tener que elegir entre la protección de mi piel, cada vez más sensible y mi espíritu mosquetero, aunque ello determinara interminables discusiones, apareció un nuevo libro de un sesudo filósofo llamado Byung-Chul- Han titulado “No cosas” y en el que al parecer viene más o menos a afirmar que la digitalización desmaterializa el mundo.

Lean el libro y si no disponen de tiempo o de ganas aquí tienen un link en el que echar un vistazo.

Byung-Chul Han y el advenimiento de las “no cosas” - Nueva Revista

No. Yo no lo he leído. Tampoco creo que lo lea. Comprendo a lo que Byung-Chul Han se refiere, entiende lo que quiere decir, pero, francamente, creo que se equivoca. 

Total, y absolutamente.

¿Seré capaz de hacerme entender yo?

Lo ignoro. 

Es cierto que, como afirma Byung-Chul Han, la digitalización desmaterializa el mundo, pero al contrario de lo que él dice, en mi opinión esto sólo sucede en apariencia. 

Y créanme este “pero sólo en apariencia” cambia toda la situación.

Porque este “pero sólo en apariencia” es la clave que consigue abrir la puerta de la realidad real y no sólo de la realidad virtual, por denominarla de algún modo.

Empiezo y pido a todos mis lectores su buena voluntad, su paciencia y su comprensión a mis palabras.

Es claro que cada cual puede y debe llevar la vida que más adecuada le parece.

Es claro que cada cual puede defender las creencias y las posturas que mejor se adecúen a su ser.

Por eso considero que si alguien pretende ver en mis palabras un discurso ideológico o una postura moral se equivoca de medio a medio. 

Mi intención es explicar por qué yo, al contrario de lo que al parecer afirma Byung-Chul Han, no considero en absoluto que la materia se haya descorporeizado.

Justo lo contrario es lo que a mí se me presenta: que el espíritu se materializa, que el espíritu pierde altura y alas y se convierte en cuerpo, conservando de su otrora espíritu sólo los términos lingüísticos, pero no el contenido.

No. El mundo no se desmaterializa. El mundo se convierte en una piedra sin alma.

La pregunta es cómo se puede llegar a la conclusión de que el mundo se convierte en una piedra sin alma, sobre todo después de haber afirmado que el problema es que el espíritu se materializa.

En "The Cambridge Handbook of Western", Michael Gomes, el encargado de escribir el tema acerca de Helena Blavatsky sostiene en la página 254 que:

"Central to Blavatsky´s position is the belief that

 Esoteric philosophers held that everything in nature is but a materialization of spirit."

Gomes recoge esta afirmación de la obra de Blavatsky: Isis Unveiled I:428

Es aquí justamente donde reside el problema que acucia a nuestras días.

 Si consideramos, como los antiguos filósofos,que todo está lleno de espíritu, incluso las piedras, es innecesario que el espíritu se materialice, puesto que el espíritu está ya dentro de la propia materia. 

Si el espíritu permanece aparte de la materia, aparece el problema de considerar 

a)si se trata de un don (Espíritu Santo) concedido por un ser superior, de modo que la materia cobra vida, se espiritualiza. La materia "ve".

b) o una caída del espíritu. Así considerado, que el espíritu se materialice no significa una espiritualización de la materia, sino justo lo contrario: una materialización del espíritu; esto es: una caída del espíritu en la materia.

Se puede llamar caída, se puede llamar olvido, se puede llamar pecado. El término no es lo más importante. Lo fundamental es que el espíritu ha abandonado el lugar que en principio le correspondía. 

Para que la materia pueda espiritualizarse ha de sufrir una transformación: Lo que los alquimistas llaman "transmutación". Es decir, que no es el espíritu el que ha de materialzarse, sino la materia la que debe espiritualizarse. Esto en el proceso alquímico es posible por lo que hemos afirmado al princio: porque todo en la naturaleza está compuesto de materia y de espíritu. Incluso las piedras. Eso significa ni más ni menos, que en esa transmutación, lejos de suceder lo que Blavatsky sostiene: que el espíritu se materializa, sucede que la parte espiritual que ya existía previamente toma conciencia de sí misma y se intensifica. Hasta un punto en el que, ciertamente, el carbón puede llegar a ser oro.

En cualquiera de los dos casos el espíritu siente el deseo de ascender al lugar del que partió. El cristianismo según los evangelios representa el primer caso. El espíritu no cae por ningún pecado. El espíritu despierta y recuerda al espíritu de la materia que el hombre es cuerpo y alma, que hay que proteger y respetar a ambos. La resurrección es una resurrección del cuerpo y del alma. Pero el viaje es cíclico y ascendente. Se retorna al lugar del que se partió, una vez después de haber construido siguiendo el modelo del Gran arquitecto, del Ser Absoluto.

PERO si es el espíritu el que se materializa, que es lo que sostiene Blavatsky, el espíritu cae, pierde altura, esto es, consciencia de sí mismo, se olvida de lo que es y de lo que fue. En una palabra: el espíritu duerme y termina perdiendo la esencia de su ser. 

El oro se funde con el carbón, primero y transmuta en carbón, después.

Y así es como la piedra filosofal se convierte sólo piedra, que ni cuida ni protege porque no hay nada que cuidar y nada que proteger. 

Eso y no otra cosa es lo que sucede en nuestros días. 

En los tiempos actuales no es que el espíritu esté en todas las cosas, ni siquiera en las piedras frías. Tampoco es que el espíritu sea un don que despierte, o que el espíritu haya caído en la materia por haber perdido su grandeza inicial. Nada de eso tiene que ver con la tragedia acuciante de nuestros días. Lo que hoy sucede es algo nuevo y terrible:  No es que lo material sea espíritual.

De repente el espíritu ES material! 

Los términos que se utilizan son espirituales y bien espirituales, pero el contenido que dichos términos conllevan se refieren una y otra y otra vez al cuerpo. Una letanía, un mantra, que poco -por no decir nada- tiene que ver con la elevación material y mucho con la materialización del espíritu. Las ideas se convierten en metas. Las líneas se convierten en puntos. Los puntos en slogans. Los principios se convierten en estrategias. Los discursos lógicos del razonamiento en argumentaciones tácticas plagadas de fisuras lógicas, hasta un punto en que sólo acertamos a divisar uno de esos nudos gorgianos. 

Y es ahí: cuando la espiritualización de la materia ha llegado a su estadio final, el momento en el que el espíritu ha de despertar o corre el peligro de quedar para siempre petrificado, habiendo perdido la conciencia de sí mismo!

Pero es ahí también justamente donde se libran las batallas más cruentas, dramáticas y yo me atrevería a decir que incluso trágicas, de la historia. Y ello porque el espíritu dormido siente terror de su situación y quiere regresar al lugar que le corresponde lo más rápidamente posible.

Es ahí tambíen donde el espíritu reclama a la materia no sólo la devolución del tiempo perdido sino también su compensación, y exige a la materia, lo que es un imposible para la materia: que la materia pierda su condición y se espiritualice. El amor no es amor al prójimo, el amor no es carnal, el amor es sólo platónico; es decir, sólo es real en el mundo de las Ideas. 

Es entonces cuando los movimientos idealistas, religiosos, esotéricos, espiritualistas, místicos y similares surgen y avivan con una fuerza inusitada que a muchos asusta y que para otros, sin embargo, supone la posibilidad de encumbrarse al poder aprovechándose de ella bien sea para usos comerciales o políticos, o ambos.

Pueden suceder tres cosas:

1. La materia gana la partida. El materialismo se impone incluso en los movimientos religiosos, que sirven únicamente como legitimación y asentamiento del poder civil-económico. Ello conduce a la barbarie materialista.

2. El espíritu gana la partida. Los movimientos idealistas y religiosos se imponen incluso en el gobierno. Ello conduce a la barbarie espiritualista.

3. Existe un equilibrio entre la materia y el espíritu. Ambos se apoyan, se sostienen y se aman. Es el tiempo de la piedra filosofal. Que esta tercera posibilidad es difícil de lograr no lo duda nadie, pero que sea difícil, incluso imposible, no impide que nos esforcemos por llegar hasta ella. La perfección no es cosa de hombres, pero el deseo de perfección sí lo es.

Que ese deseo de perfección se refiera sólo al cuerpo y a las facultades del cuerpo, o que ese deseo de perfección se refiera únicamente al alma y a las facultades del alma, supone siempre un sinsentido. Y ello porque:

El hombre es cuerpo y alma.

Esta relación mantiene un equilibrio tanto en las consideraciones alquímicas como en algunas corrientes místicas cristianas.

En otras, el espíritu pasa a ser el elemento fundamental y el cuerpo es únicamente la representación del mal, de la caída y de la insuficiencia. De modo que hay que atormentar el cuerpo para elevar el espíritu. Esta es la postura de gran parte de la Iglesia ortodoxa y, en general, de la mayor parte de las religiones orientales que afirman que el mundo material es sinónimo de Nada porque lo único que tiene existencia es el espíritu.

Finalmente,las consideraciones materialistas niegan la existencia del espíritu y afirman que lo único existente es la materia. Puede ser que la materia, como los átomos, no sea visible, pero desde luego sus efectos y consecuencias son visibles y bien visibles. La Nada es lo que se abre ante al individuo como contraposición a la Materia. La Nada y no el Espíritu.

La diferencia entre el nihilismo oriental y el occidental salta a la vista. Mientras que para el pensamiento oriental el nihilismo es la realidad auténtica, para el pensamiento occidental el nihilismo supone la muerte de Dios. Esto es: una tragedia y por tragedia irremediable y ajena a la capacidad del individuo de encontrar una solución o un remedio. Pero el nihilismo occidental no representa simplemente una consecuencia a la muerte del Absoluto, del Primer Axioma, de la realidad Real o como se le desee llamar. El nihilismo occidental es doblemente trágico: Dios ha muerto, pero como Lovecraft muy bien afirma: el mundo de los monstruos, el mundo Cthulhu sobrevive.

Así pues, mientras que para el oriental el nihilismo supone una realidad oculta por la materia, para el occidental el nihilismo es un destino trágico que lo arroja de la posibilidad de ascender, que le impide salir del Padre para como hijo realizar un camino ascendente que le permita regresar al Padre: al lugar de donde salió.

Sea como fuere, éstas son a grosso modo las diferentes posibilidades de combinar materia y espíritu: o existe un equilibrio entre ambos elementos, o se da una importancia crucial a uno de ellos a modo de anular o minimizar al otro.

Las diferentes técnicas de fortalecer el espíritu han sido tradicionalmente: el ayuno, la oración y el ascetismo. Se trataba en definitiva de restringir lo corpóreo para concentrarse en lo que se consideraba la parte más elevada del ser humano. La alquimia implica la posibilidad de la regeneración del individuo a pesar de su caída y desde su caída. En este sentido implica una constatación del mito del Ave Fénix. El individuo cuyo espíritu ha muerto puede resurgir de sus cenizas. La muerte no es nunca total ni absoluta. Ello determina que la renovación-resurrección sea posible.

Por otra parte, la conexión entre lo espiritual y lo corpóreo permite que la perfección espiritual se transmita al cuerpo en tanto que el Bien, virtud propia del alma, confiere al individuo Belleza, cualidad propia del cuerpo.  

Que esta simetría no siempre era real fue ampliamente tratada por Oscar Wilde en su obra “El Retrato de Dorian Grey” y algo parecido escribió Tolstoi en su “Sonata a Kreutzer”. Lo que une a ambos autores a pesar de sus diferencias, es que ambos viven en un tiempo en el que el materialismo empezaba a atisbar como lo que muchos denominan: “la religión viva”. Al final de sus días y en un mundo cada vez más nihilista materialista ambos fueron arrojados al abismo por sus visiones. Oscar Wilde se negó a abandonar Londres para ir a refugiarse en París, convencido como estaba de que nunca terminaría en la cárcel y Leo Tolstoi desheredó a sus hijos con el convencimiento de que sus tierras mejorarían la situación existencial de los campesinos que la trabajan. Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y los campesinos de Tolstoi vendieron las propiedades heredadas en cuanto se convirtieron en sus propietarios.

El mundo estaba cambiando y no era precisamente en ascendente.

A la muerte de Dios e intentando salvar el mundo de lo Real le siguió el mundo de las Ideologías: Primero el comunismo y después el fascismo, entendido por muchos como el movimiento contra-comunista- sumieron a Europa en cruentas guerras.

Instaurada la paz, la cuestión del nihilismo siguió abierta.

Es verdad que algunos intentaron seguir las corrientes filosóficas orientales introducidas por grupos eclécticos como la teosofía de Helena BlavatskyGurdjief y algunos otros. Pero primero: el eclecticismo no siempre es posible, ni siquiera haciendo malabarismos y, segundo, cuando el materialismo invade una cultura (y no simplemente una sociedad, como suele afirmarse) ningún movimiento – y mucho menos los colectivos – pueden quedarse al margen de su influencia. La mayoría de estos grupos lo único que tenían de espiritual era el nombre. Detrás estaban las guerras por el dinero, por el control de las cuentas bancarias y la manipulación psicológica que se intentaba solucionar con terapias tan peligrosas o más que la manipulación misma.

Es cierto que la manipulación psicológica puede parecer muy espiritual.

No lo es. La manipulación psicológica es una deformación de la conducta a través de palabras, tonos, músicas y ayunos. Es verdad, el camino (Logos) es el mismo; la dirección, no. Privando al individuo de su voluntad, las diferentes sectas espirituales se enriquecían de forma aún tan indignante si no más que las Iglesias denominadas convencionales.

Y aquí seguimos. Sin Dios, sin ideologías políticas y sin salvación, ni siquiera exótica.

En un mundo así: ¿qué es lo único que parece tener sentido?

El bienestar económico. El status social. El prestigio.

El individuo vuelve a depender de lo que los demás cuenten de él, de lo que los otros muestren de él. El individuo vuelve a valer tanto como posee: “Tanto tienes, tanto vales.” El mayor capo del globo terráqueo es más admirado que el más grande santo, al cual, por cierto, se le pone en tela de juicio para descubrir que por muy santo que sea, va al cuarto de baño como todo el mundo. Eso, suponiendo que antes no se le descubra “su verdadero rostro”, tendente a mostrar que entre un capo que dona parte del dinero a obras de caridad, porque así además desgrava impuestos, y un gran santo que echa a gritos a los mercaderes del templo, impidiéndoles de este modo hacer su trabajo y alimentar a sus respectivas familias, no existen grandes diferencias y si existen son a favor del capo y no del gran santo.

Y aquí seguimos: sin Dios, sin ideologías, sin salvación, ni siquiera exótica y mostrando simpatía por los monstruos.

Y en estas estamos cuando aparece la comunicación, la información, la digitalización y todo aquello que Byung-Chul Han denomina el mundo de las “no-cosas”.

Y casi al mismo tiempo aparecen los movimientos vegetarianos, veganos, las diferentes orientaciones sexuales, las manifestaciones por la defensa del medio ambiente, el ayuno, la unidad del Bien y la Belleza… y uno, que para variar no soy yo, piensa que el mundo espiritual está de vuelta.

No.

No está de vuelta. No sólo no está de vuelta, sino que lo material se ha apropiado no sólo del lenguaje espiritual sino también de las formas y de las técnicas que otrora utilizaban las corrientes espirituales para fortalecer el alma del individuo.

Un ejemplo claro lo constituye el vegetarianismo.

Antaño la importancia del vegetarianismo era doble. Por un lado, las filosofías que creían en la reencarnación, temían devorar a hombres reencarnados en animales. Por otro, se consideraba que la carne, por provenir de un animal muerto (asesinado) impedía al alma elevarse sobre sí misma. De tal manera que su consumo exigía una ceremonia previa. Los animales se ofrecían en honor de los dioses y se sacrificaban de una determinada manera y no de otra.

Así pues, el vegetarianismo servía a la elevación del alma sobre sí misma.

En nuestros días el vegetarianismo es el repudio de la carne, no para fortalecer el alma sino para proteger la materia denominada bajo el término genérico de “medio ambiente”. La negación de consumir materia (carne) está generada por el deseo de proteger a la materia (medio ambiente). Y lo mismo puede afirmarse del veganismo. En cuanto al ayuno, en ocasiones casi inhumano que algunos y sobre todo algunas, llevan a cabo, se ha convertido en sinónimo de "dieta", a fin de perder peso o, en cualquier caso, de no ganarlo.

La orientación sexual se mueve también en este contexto. Es comprensible que determinadas personas que tienen una determinada orientación sexual no se encuentren a gusto en su cuerpo y deseen cambiarlo. Pero la sensación de no estar a gusto en su propio cuerpo no es cuestión que únicamente afecte a aquellos que tienen una determinada orientación sexual. Muchas mujeres obesas se sienten delgadas, y muchas mujeres delgadas se ven así mismo obesas. En todos ellos, el resultado de no sentirse cómodo en sus cuerpos implica en muchos casos pasar por el quirófano para conseguir que idealización y materia coincidan. Esto que podría ser considerado como sumamente espiritual, en tanto que es la materia la que se acomoda al espíritu, no lo es tanto si se considera que la pretensión última no es la de elevar el espíritu sino la de proporcionarle al espíritu el cuerpo adecuado a la orientación sexual o a las modas estéticas del momento.

No creo que un individuo preocupado por desarrollar y perfeccionar su espíritu tenga grandes problemas con el hecho de que su cuerpo sea de una manera u otra.

Repito, por si alguien anteriormente no ha leído mi comentario: con esto, no estoy oponiéndome en absoluto ni a las diferentes orientaciones sexuales, ni a que las personas acudan a la cirugía estética si con ello se sienten más felices y más plenas. Lo que estoy diciendo es que esa felicidad depende de una cuestión material y la materia no se eleva por encima de sí misma. Lo que estoy diciendo es que estamos sumidos en un mundo material en el que cualquier expresión espiritual es más un deseo que una realidad. No estoy criticando a ningún sector de la población. Lo que estoy intentando mostrar es que incluso aquellas posiciones que podrían considerarse “espirituales” son, en realidad,  materialistas y bien materialistas, en tanto que su primera y última pretensión está basada en la materia y no en la elevación del espíritu. 

Lo mismo sucede con el tan trillado y repetido concepto del Amor, del verdadero Amor, que según se nos repite hasta el aburrimiento, acaba de ser descubierto hace una semana porque lo que antes existía no era amor auténtico, porque eso que antes se denominaba "Amor" era amor convencional, amor interesado, amor mantenido por la costumbre y por el patrimonio, pero no amor puro y verdadero, como el que ahora existe y por eso ha de ser defendido y proclamado por todos y cada uno de sus esforzados y valientes adalides. 

Resulta importante, sin embargo, constatar dos aspectos:

a) ese Amor que con tanto ruido se proclama a sí mismo "auténtico" es, en realidad, tan materialista como el fundado sobre un patrimonio. El uno se crea por intereses económicos y el otro por descargas "químicas" y "hormonales" a las que se les llama "feeling". Acariciar y ser acariciado es importante porque genera oxitocina, lo que promueve conductas de generosidad en las personas, fortalece los vínculos sociales y todo eso ayuda a la paz mundial... 

b) ese Amor que con tanto ahinco pide, casi exige, ser defendido a capa y espada por auténtico y verdadero, hace referencia únicamente al amor de pareja, que no tiene por qué ser únicamente el amor entre hombre y mujer, está claro.

El problema de este profundo, auténtico y verdadero amor es que muchos hijos e hijas quedan en el camino y son convertidas en obligaciones jurídicas y patrimoniales, a las que hay que pagar una pensión y eso a partir de una determinada edad siempre y cuando cumplan con las obligaciones filiales hacia los padres, sin considerar que esos padres las han abandonado y traicionado en edades en las que una traición es un abandono en el bosque a lo Hänschen y Gretel. Pero eso no se tiene en cuenta. El padre o la madre de turno los ha abandonado y relegado a un segundo lugar porque ese padre y esa madre han luchado por el amor verdadero y auténtico, con el que quieren estar el resto de sus vidas. Pero se exige a esos hijos no sólo que acepten a ese amor verdadero y auténtico, tantas veces como ese amor verdadero y auténtico pueda variar, sino que cumplan con sus obligaciones. Obligaciones. El padre y la madre cumplen con la obligación de pasar la pensión si los hijos cumplen con la obligación del visitarlos y estudiar. Obligación es la palabra entre padres e hijos. La familia, un cúmulo de obligaciones. El compromiso familiar no es una promesa en dirección eternidad. El compromiso familiar es un malabarismo entre el" amor profundo y auténtico de pareja" (oxitocina) y las "obligaciones familiares." (estimulo/respuesta: pavlov)

Hmm.

Respecto a la defensa del Medio Ambiente se refiere. Todos los movimientos que pretenden protegerlo son sumamente loables y merecen todos mis respetos, pero en ningún modo se basan en filosofías religiosas panteístas. El Medio Ambiente ha de ser cuidado porque es el lugar que nos alimenta y que permite la vida. La materia por la materia misma.

Y no muy distinto es el panorama en lo que se refiere al cuidado del cuerpo, con el que ya no se persigue aquello de “mens sana in corpore sano”, sino sencillamente el cuidado del cuerpo por el cuerpo mismo, por la belleza estética de un lado y por el alargamiento de la vida, por otro. A la pregunta de para qué la vida se contesta con un “la vida para vivirla”, sin que ello signifique mucho más que “a vivir que son dos días.”

Incluso a los abuelitos se les invita, se les recomienda, se les insta incluso a que cuiden de sus nietecitos no por el afecto natural que el parentesco conlleva, o debiera conllevar, sino porque “estudios científicos han demostrado” (siempre son estudios científicos los que demuestran las sesudas consideraciones que siguen a esta frase convertida ya en letanía, por no decir mantra) que previenen el Alzheimer. Así que el cuidado a los tiernos infantitos cuyos padres trabajan termina convirtiéndose en la persecución del cuidado de la propia mente, que conserva la materia cuando carece de chispa divina, de impulso sostenido y elevado por el amor.

Es verdad, la mente, lo mental no puede verse, pero al final lo mental se convierte también en materia.

En resumen, que yo, al contrario del filósofo Byung- Chul Han no creo que el cuerpo se desmaterialice sino más bien todo lo contrario: que lo más inmaterial que existe, el espíritu, se corporeiza, se hace materia y todo porque el Logos, el camino, que es siempre uno y el mismo, se está utilizando para ir en la dirección descendente y no en la ascendente. Y creemos que da igual porque el camino es uno y el mismo poco importa el adónde y no, no da igual.

De eso justo de eso quiso prevenirnos y advertirnos Heráclito.

Muchos lo leyeron. Pocos han entendido la inmensidad, la seriedad, el alcance de su advertencia.

 ¿Cuál es la conclusión de todo ello?

Aunque me moleste, he de reconocer que lo ignoro.

 No sé a dónde conduce un materialismo nihilista, en el que todos hablan del Amor como si del Amor eterno y espiritual se tratara cuando en realidad es un amor basado en cuestiones químicas y económicas y que dura hasta que las mariposas han dejado de moverse por aquello de que el amor se va “por tanto usarlo”.

No sé adónde pueden llevar narrativas que incesante repiten “somos una familia, somos una familia” y “nos queremos mucho y siempre nos querremos mucho”, justo a partir del mismo instante en que se han convertido en “familias desestructuradas” porque sus fundadores “mamá y papá” han decidido separarse. Las razones son variadas y numerosas, pero en general es porque mamá o papá ha encontrado otro “grande y eterno y único amor de la vida”.

No sé adónde conducen narrativas que gritan solidaridad y no tienen ni idea de lo que significa “amor al prójimo.”

No sé las consecuencias que generan las críticas incesantes al narcisimo, obviando lo que significa el amor propio y la autosatisfacción. Porque todas esas críticas incesantes al narcisismo llevan a los esforzados a sentirse culpables no sólo de proclamar al viento que se sienten orgullosos de sí mismos, sino de incluso de pensarlo y no es extraño, por tanto, que de repente tantos psicólogos hayan de enfrentarse a la cruda realidad de que los mejores, los más capaces, los más esforzados sienten el “síndrome del impostor” porque no se consideran dignos de nada, mientras que los que no han movido un dedo, se consideran con derecho a todo.

Y no digo que no existan narcisistas, psicópatas y sociópatas. Existen y en algunos sectores de la sociedad probablemente más que en otros, pero lo que hay que admitir igualmente es, en primer lugar, que en una sociedad el número de enfermos suele ser, por lo general, menor que el número de individuos sanos  y por otro, que esa teoría del narcisismo sostiene a la peligrosa teoría del igualitarismo, donde lamentablemente la igualdad no se refiere ni a la igualdad de oportunidades, ni a la igualdad democrática en ascenso sino a la igualdad a la baja. Y esta igualdad a la baja es peligrosísima porque impidiendo ascender al esforzado y obligándole a descender a los infiernos se deja verdaderamente el camino libre a los auténticos narcisistas, psicópatas y sociópatas para que lleguen a convertirse en los verdaderos tiranos de este mundo.

¿Cuál es la conclusión de un materialismo-nihilista?

En general todas las corrientes de pensamiento extremas -ya sean idealistas o materialistas- terminan conduciendo a situaciones extremas y a movimientos de péndulo.

Una posibilidad sería una guerra que condujera a una resurrección del sentir espiritual.

Otra posibilidad sería una guerra que condujera a la mayor barbarie jamás conocida por el ser humano.

Otra posibilidad sería un cansancio de tal magnitud que la pasividad se instale en una sociedad dejando paso a dictaduras digitalizadas que se pueden alargar en el tiempo indefinidamente.

Me gustaría, créanme, conocer la respuesta.

La verdad es que, siendo hija de mi tiempo, la desconozco.

El espíritu sigue dormido y lo último que yo desearía sería que fuera despertado por la teoría del Poder.

Al paso que vamos es lo único que lo va a conseguir.

No está mal si ese Poder no es el Poder por el Poder sino el Poder por algo y para algo. Por ejemplo, la protección de la tierra que nos vio nacer y de la familia en la que crecimos.

En tiempos globales, la tierra que vio nacer a muchos no es la tierra en la que crecieron y la familia en la que crecieron no es la familia de la que partieron.

Si escribo algo del estilo: No necesitamos machos y no necesitamos feministas, sino que necesitamos patriarcas y matriarcas, ¿seré correctamente entendida? Patriarcas que cuiden con su vida a su familia sin imponer el Poder por el Poder sino el Poder que otorga la sabiduría y la experiencia; es decir, la unión de razón y emocion, la unión alquímica de sulfuro y mercurio. Matriarcas que cuiden con su vida a su familia sin imponer el Poder por el Poder sino el Poder que confiere la sabiduría y la experiencia, el derivado de la unión de razón y emoción. Esto es: la unión alquímica de azufre y mercurio.

No. No necesitamos machos ni feministas que hacen del sexo su modus vivendi y su modus operandi, que abandonan hijos y vidas a medio hacer para correr allí adonde el pene o la vagina o las hormonas les llevan. No necesitamos grandes y eternos amores que duran lo que dura el vuelo de una mariposa y que cuando se acaban dejan tras sí "polvo, sudor y hierro", (Manuel Machado "Castilla") y no sólo eso sino un desierto infectado de monstruos, lágrimas y cadáveres. No necesitamos machos ni feministas para los cuales la descendencia supone jugar a las casitas primero, y pagar una pensión, después.

¿Me entenderá alguien adecuadamente?

Tengo mis dudas razonables al respecto.

¿Me importa?

Creo que no demasiado.

Si escribo algo del estilo: "Hay que fomentar la sabiduría e impedir que el necio brille, hay que leer buenos libros y utilizar los malos únicamente para pasar el rato" ¿seré correctamente entendida?

Lo dudo.

Así que lo único que me queda es esperar que los materialistas cuidando la piedra como la cuidan en estos momentos, terminen por descubrir el espíritu que en ella se oculta.

Firmado: una hija de su tiempo que, como todos los buenos hijos, es crítica con su padre sin dejar de amarlo. No odio a mi tiempo. Ha sido un largo camino el que este tiempo ha recorrido y ha logrado arrancar mucha maleza y mala hierba sacando a la luz que la religión oculta en nuestros días tanto materialismo como cualquier otro aspecto de la sociedad, ha sufrido mucho aceptando que ni todo es ideología ni todo es social. Veremos lo que hacemos sus hijos cuando descubramos que no todo es economía y lo que hacen sus nietos cuando comprendan que no todo es Poder.

Y porque no deseo ser malinterpretada, porque no tengo ningún deseo de que alguna vez alguien me pueda confundir con Icarus, porque es a Dedalus al que yo reivindico: al constructor de un laberinto del que él mismo logro salir elevándose por encima de la fría piedra, caverna, con alas de cera (materia) pero con la fuerza del pensar. Cuando el espíritu se eleva, se ha de elevar, porque la piedra de la materia ya no le protege sino que le encarcela. No yo no soy Icarus, no quiero serlo, no pretendo serlo. No es mi meta abandonar la materia que me protege de ser consumida por el fuego de un espíritu absoluto.

No todo es espíritu. El hombre es materia y espíritu y ha de atender forzosamente a las dos. El hombre ES lo que come, aunque no sólo de pan vive el hombre. El hombre que no cuida su cuerpo, no puede cuidar su espíritu. Por muchas bellas palabras que salgan de su boca o de su pluma un hombre que desprecia su cuerpo y lo material es un ser deforme y enfermo.

Pero exactamente puede decirse del espíritu. 

Es curioso porque hay dictaduras que se asientan en la sacralización del espíritu, obsesionadas como están con el desprecio al cuerpo, al que consideran maligno y pernicioso. Así que se dedican a la exaltación de un espíritu, que no es el espíritu sino "su" espíritu. Esto es: el espíritu del "orden" eterno y universal; esto es: de "su" orden eterno y universal. Son las dictaduras teocráticas o refrendadas por el poder eclesiástico, en las que el dictador asume la identidad de Dios.

En dichas dictaduras la culpa civil aparece reforzada junto a la idea de pecado. En dichas dictaduras todo lo que tenga relación con el cuerpo es pecado. Comer es pecado, hacer el amor es pecado, reir es pecado, y llega un momento en que el espíritu termina contaminado y asesinado por la idea. Y junto con el cuerpo muere también el espíritu porque hasta la vida termina siendo un pecado y uno tiene que sentirse culpable de estar vivo porque ello ha inferido grandes dolores a su madre, a la hora del parto. En dichas dictaduras el conocimiento que se puede aprehender es limitado. La ciencia queda paralizada, así como el arte y cualquier libro es sospechoso de perversión. Las humanidades son muy queridas, siempre y cuando escriban "la verdad". O sea, la verdad de esa dictadura.

 Si en tales organizaciones el conocimiento queda paralizado, imaginénse ustedes el pensamiento. No hay pensamiento. No lo hay. La apariencia de bondad y la repetición de letanías y el cumplimiento de los ritos ocupa gran parte de los deberes sociales. El resto, claro, consiste en cumplir los deberes ciudadanos impuestos por las leyes. Pero el tribunal espiritual dirige al tribunal estatal. Y cuando hablo de dictaduras teocráticas me refiero a cualquier tipo de doctrina que determine qué debe sentir el espíritu, qué debe creer el espíritu y adónde debe ir el espíritu. Una dictadura basada en el control psicológico (propagandístico) de la población sería igualmente una dictadura teocrática en tanto que determinaría desde el exterior la uniformización del espíritu colectivo. El que no se comporta como el resto de los ciudadanos es un ser "culpable". Esto es "enfermo". Es por ello por lo que personas de naturaleza artística, homosexuales, personas con una sensibilidad exquisita o visionarios han terminado (o han corrido el peligro) encerrados en manicomios. (Eufemismo: casas de reposo). 

En definitiva se trata del intento de traer el "más allá", el "paraíso" al aquí y ahora a base de la destrucción del cuerpo.

 Otras dictadura están basadas en el materialismo duro y puro. El espíritu es un constructo, un invento.  El bienestar material consigue la felicidad de los ciudadanos, así que basta con asegurarles las necesidades básicas, por un lado y por otro mostrarles que es posible e incluso fácil seguir acumulando más riquezas. El pecado no existe. Lo único que hace falta es respetar las leyes dadas por el Estado que, por otra parte, se encarga de todo. Estas dictaduras suelen ser técnicas-cientificistas. El conocimiento goza de un gran prestigio, sobre todo en la rama tecnológica, que es la que más éxitos proporciona. Las humanidades son rechazadas por improductivas y subjetivas; y por tanto, susceptibles de ser interpretadas como cualquiera tenga a bien. La parte espiritual es sustituida por un exceso de emociones tendentes a embellecer lo bello hasta convertirlo en cursi. Esto es lo que una y otra vez denuncia Herman Broch en sus escritos acerca de lo kitschig. La falta de espíritu se transmite al arte que termina convirtiéndose en sencillamente marketing. 

La educación psicológica juega un papel importante a la hora de formar y uniformizar la mente. No se trata tanto de formar el espíritu en una dirección, puesto que no hay espíritu, y tampoco se trata de aceptar un "orden eterno y universal". Tampoco implica al individuo en grupos colectivos si él no lo desea. No hay ritos; no hay letanías. Pero hay algo que el individuo debe grabar en su cerebro: el Estado lo es Todo. Más allá del Estado no hay nada. 

En una dictadura materialista, el Estado laico ha absorbido cualquier tipo de religión. El Estado, él mismo, es también la religión.

En definitiva: se trata de traer el "más allá", el "paraíso", al aquí y ahora, a través de la destrucción del espíritu y del éxito de la materia.

Lo que une a ambos tipos de dictaduras es que son ellas, desde el exterior y a través de las reglas las que consiguen que el hombre se comporte correctamente, porque la naturaleza del hombre es para ambos tipos de dictadura, mala y nefasta e incapaz de desarrollarse adecuadamente si se le deja solo. Cada ciudadano es sospechoso, no se sabe todavía de qué, pero sospechoso y por tanto tiene que estar en situación constante de poder ofrecer un alibí.

En ambas dictaduras lo único que importa es la educación y las virtudes son las dictadas por el Estado. La paz viene asegurada por el cumplimiento de las normas. 

Y en ambos tipos de dictadura: con posibilidad de aprehender conocimientos científicos o no, queda terminantemente prohibido la característica propia del espírtu: EL PENSAR.

El PENSAR es lo más sagrado que tiene el espíritu y es por lo que constantemente se le intenta perseguir, atrofiar, prohibir, destruir. 

El pensamiento hermético sabe dónde se encuentra el espíritu. El verdadero Espíritu. 

La piedra filosofal.

Piedra filosofal que comunica dos contrarios en un beso de amor. La piedra dura y el espíritu etéreo se aman. La materia ama al espíritu. El espíritu ama a la materia. Pero todavía hay algo más: la materia cuida y protege al espíritu, por un lado; y por el otro evita que el espíritu, siempre etéreo, huya a los espacios siderales. La piedra hace posible el ideal de los místicos alemanes: que el espíritu sea un aquí y ahora en MOVIMIENTO hacia el más allá.  (Crf. Alma v. Stockhausen. Der Geist im Widerspruch)

Al esfuerzo de seguir caminando, se une el esfuerzo de seguir construyendo, el esfuerzo de seguir pensando.

Fue Brecht el que escribió "malos tiempos para la lírica", contradiciéndose a sí mismo porque aquéllo donde escribió esta frase era un poema.

No. No son malos tiempos para la lírica. 

Son malos tiempos para el espíritu, para el pensar que es un pensar sentido. 

Verstand+Gefühle= Vernunft.

Entendimiento+Sentimientos=Razonamiento 

Y sólo a traves de esa Vernunft es posible llegar a pensar.

Sí es cierto: el camino es uno y el mismo arriba y abajo. El Logos es el mismo para un pensar ascendente como un pensar descendente. Por eso es importante contemplar la Pistis Sofía, la eterna Beatriz, la sagrada María, que es también una Trinidad: la Virgen María, (la alma mater), madre de Jesús; María Magdalena (el corazón) y María, (el intelecto) la hermana de Lázaro que, mientras su hermana Marta se dedicaba a las tareas del hogar, se dedicaba a conversar sobre temas teóricos con Jesús. Ella es justamente, la que deja el camino abierto a la mujer al mundo del estudio. Como de costumbre, la Iglesia determinó que ese conversar se refería a la vida contemplativa. Tal conclusión es una falacia, en el sentido de que desde un punto de vista lógico carece absolutamente de sentido. La vida contemplativa es una vida en silencio y meditación. La posición de María en los Evagelios es clara: María toma una posición activa, la conversación nunca es un monólogo ni una meditación: es un diálogo entre maestro y alumno. Ergo... 

Las falacias de carácter lógico me alteran siempre porque no sólo impiden el pensar, es que deforman la realidad para que aunque ese pensar sea posible, lleve desde el principio una dirección y un sentido equivocado.

Este también es el motivo de mi animadversión hacia la realidad virtual. La realidad virtual significa y determina una distorsión de la realidad, lo cual impide un pensar auténtico. Ni siquiera diáfano. 

Interpretaciones con fisuras lógicas, realidad virtual... todo ello son métodos pacíficos que, sin embargo, impiden el pensar desde su primer momento. 

Es el pensar, el pensar sentido, el que nos convierte en seres humanos. Ese pensar que incluye las ideas claras y distintas, que es la intuición llamada por muchos imaginación. 

La libertad no es un fin. 

La libertad es un instrumento.

La libertad para pensar.

El pensar para ser.

Por eso muchos prohiben y atrofian a la libertad. No por la libertad en sí sino por el pensar en sí. 

Prohibiendo la libertad prohiben el pensar.

Prohibiendo el pensar, prohiben el ser.

Estos textos, como todos y cada uno de mis textos,  significan una la apelación a la unión alquímica. Materia y Espíritu. La unión más sagrada que existe: 

Cuando dos cuerpos que se aman, unen su espíritu; 

Cuando dos espíritus que se aman, unen sus cuerpos. 

Cuando dos se hacen uno y cuando ese uno se hace plural. 

Plural unido por el amor, no por las lágrimas ni por las obligaciones juridicas. 

Amor que no es únicamente oxitocina, sino esfuerzo, constancia y camino aquí y ahora hacia la eternidad transcendente.

Amor pensado y sentido, no sólo practicado.

SAPERE Aude

Piedra filosofal.

Cogito ergo sum

Isabel Viñado 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 









El esfuerzo de seguir andando. Parte III

  

En la parte primera de esta serie de blogs hablé, hube de hablar, por fuerza hube de hablar, de la Nada. 

Ahora acabo de leer un libro de Ernst Benz acerca de los sueños, las alucinaciones y las visiones. Interesante y sensato libro, que intenta desde el tono conciliador y sensato de la razón introducir un poco de cordura en la psiquiatría materialista.

¿Qué aprendí de mi visión de la Nada?

Que el hombre no es dueño de su existencia y que sin necesidad de tener que recurrir a teorías de la conspiración o similares existen fuerzas ocultas e inmateriales que dominan el universo, a las cuales debe enfrentarse si quiere mantenerse con vida, entendiendo por vida más allá de lo que la  mera existencia significa.

¿Qué aprendí de mi confrontación con la Nada?

Que el nihilismo oriental no es el nihilismo occidental y, por tanto, es imposible lograr la unidad espiritual mundial que lleva pretendiéndose desde, al menos, y, en cualquier caso, sobre todo, desde el teosofismo de Helena Blavatsky.

El nihilismo oriental es el espíritu que anhela superar la matrix de la materia para fundirse con su verdadero destino: el sueño eterno del Nirvana: el Lago del olvido perpetuo.

El nihilismo occidental en cambio significa la máxima expresión de la desesperación humana porque el individuo que cae en él descubre aterrorizado que carece de cualquier ancla a la que asirse.  “No hay libertad sin cadenas”, cantaba Jarcha, aquel magnífico grupo español que nació al mismo tiempo que la democracia del 75. Y en efecto, no la hay. La libertad sin cadenas, esto es: sin sostén, es una pesadilla nihilista que mantiene al sujeto en un estado de vigilia caracterizado porque a la incapacidad de creación, de reflexión y de acción, se une la imposibilidad de alcanzar el estado de reposo.

El hombre oriental que duerme es el hombre que se sumerge felizmente dentro el sueño eterno del Nirvana, para fundirse con él en la plenitud del hombre purificado y por purificado, liberado.

El hombre occidental que duerme es el hombre que se siente libre, no por purificado sino por la disposición de crear, para ser creador, sin más atadura que la del Absoluto, que no sólo le observa, sino que dialoga con él. El hombre occidental que duerme es el hombre que está realmente despierto y que lejos de haber finalizado su proceso, está a punto de iniciarlo. Es justamente por eso, por lo que cuando el Absoluto se le manifiesta, lejos de sumirse en la plenitud de la paz, lo que ese durmiente experimenta es el vértigo ante la eternidad y ante la inconmensurabilidad del Infinito que tan diáfanamente se le muestran y que indican el pistoletazo de salida al inicio de su destino.

Génesis 28:10-19 (RVR1995): “Jacob, pues, salió de Beerseba y fue a Harán. Llegó a un cierto lugar y durmió allí, porque ya el sol se había puesto. De las piedras de aquel paraje tomó una para su cabecera y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Vio una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y descendían por ella. Jehová estaba en lo alto de ella y dijo: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente, pues yo estoy contigo, te guardaré dondequiera que vayas y volveré a traerte a esta tierra, porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.

Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.” Entonces tuvo miedo y exclamó: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo.”

El hombre occidental que duerme se sumerge en un sueño activo. En ese estado onírico suceden cosas extraordinarias ante las cuales hay que, paradójicamente, mantenerse “despierto” a fin de captar en toda su extensión y profundidad el mensaje que se le envía. La contemplación del Absoluto, para el hombre occidental, no es la contemplación del Nirvana, sino la visión de un Dios activo cuyos ángeles suben y bajan por la escalera del cielo. El hombre occidental que duerme no se funde en la Nada durmiente y acogedora, sino que es el momento en que se confronta, e incluso se enfrenta, con el Primer Axioma que, siendo distinto del individuo mismo, no lo deja solo: unas veces para bendecirle; otras, para exigirle; otras, para advertirle y algunas, incluso para castigarle y fulminarle.

El hombre oriental que duerme es el hombre que ya ha llegado adonde tenía que llegar; que ya ha superado la rueda del dolor, la etapa de las reencarnaciones. El hombre oriental que sueña es el hombre que ha cumplido su proceso de sanación, de limpieza. El hombre oriental que sueña es el hombre que, finalmente, puede descansar el descanso eterno.

En eso precisamente consiste el nihilismo oriental: En el reposo que únicamente después de haberse purificado puede alcanzarse. Es el hombre que finalmente puede dormir. Dormir sin soñar. 

En cambio, el nihilismo, para el hombre occidental afirma una libertad que incapacita para crear tanto como para dormir y sobre todo, que incapacita para soñar dormido. El nihilismo, considerado desde el punto de vista occidental, sólo permite soñar despierto. Pero el hombre occidental sabe que los sueños del despierto nunca son profeticos; tampoco son visiones. La divinidad y lo divino nunca se revelan en los sueños del despierto; de ahí que el mejor de los casos éstos sólo contengan quimeras y elucubraciones, y en el peor: maquinaciones.

Por eso la Nada en su caso no puede ser sinónimo de dormir sin más, de dormir simplemente, de dormir sin soñar: La Nada para el hombre occidental no es la libertad liberadora que, en cambio, sí es para el hombre oriental, porque la Nada para el hombre occidental es un pozo sin fondo que impide cualquier actividad creadora, cualquier visión, cualquier posibilidad de ser, de devenir. La Nada, para el hombre occidental, representa una perfección claustrofóbica en la que se niega a caer. Lejos de ser liberación, la Nada, para el hombre occidental es el lugar más terrible que uno pueda imaginarse porque para el hombre occidental la perfección que la Nada promete es una condena. La perfección, que es la ausencia de movimiento, de tiempo y de espacio, se le antoja al hombre occidental como sinónimo de muerte, nunca de descanso. De ahí que incluso cuando duerme desee soñar sueños de vida, de acción, de movimiento: el sueño de ser otro de quien se es, el sueño de llegar a ser otro distinto del que se fue. Pero si encima la perfección consiste en ser perfección nihilista, o sea: Nada, en vez de ser Vida, si la Nada consiste en un Todo Absoluto que duerme sin sonar, en vez de ser un Todo Absoluto que cuando duerme sueña el sueño de la vida, la pesadilla del nihilismo se convierte en una de esas pesadillas en las que aunque Dios ha muerto, muerto por dormir el sueño de la Nada, los monstruos campan a sus anchas.

El hombre occidental que duerme no es el hombre oriental que duerme. El hombre occidental que duerme es el hombre que sueña; es el loco, el visionario, el que deja de ser lo que fue para convertirse en otro; el que se descubre con total nitidez y da comienzo a su tarea, a su acción creadora. Es el sueño de Jacob que, en vez de dormir como duermen sus mujeres, sus siervas y sus once hijos, usa la noche – ese tiempo de reposo y tranquilidad, que los comunes mortales aprovechan para restablecer sus energías – para luchar con el ángel en Peniel, confesarle su nombre, e incluso exigirle su bendición. Jacob deja de ser Jacob para convertirse en Israel. Ese es el sueño del hombre occidental: la redención del que deja de ser lo que fue para convertirse en otro. Si hay un lugar para la reencarnación en el hombre occidental, ésta sólo es posible en el sueño desde el sueño. 


Genesis 32: 22-30 (RVR 1995): “Se levantó aquella noche, tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y pasó el vado de Jaboc. Los tomó, pues, y les hizo pasar el arroyo a ellos y a todo lo que tenía. Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Cuando el hombre vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con el luchaba. Y dijo: - Déjame, porque raya el alba. Jacob le respondió: - No te dejaré, si no me bendices. - ¿Cuál es tu nombre? – Le preguntó el hombre. – Jacob – respondió él.  Entonces el hombre dijo: - Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. – Declárame ahora tu nombre – le preguntó Jacob. - ¿Por qué me preguntas por mi nombre? – respondió el hombre. Y lo bendijo allí mismo. Jacob llamó Peniel a aquel lugar, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”

Esta última frase exige hacer un pequeño inciso: El nombre de Jacobo es traducido por algunos como “el cogido por el pie”, lo que le convertiría es una especie de Aquiles o de Sigfrido hebreo, y por otros como “el suplantador”. Al cambiarle Dios el nombre, lo que está haciendo en realidad, es perdonarle el engaño a su hermano Esaú al tiempo que le concede una nueva identidad, surgida de su locura: la locura de luchar con Dios y con lo hombres. En realidad, este pasaje simboliza mucho más que eso: Dios bendice al loco, al visionario, a aquél que ni en sueños descansa.

No. La Nada oriental no es la Nada occidental. Por eso la visión de la Nada fue tan terrorífica para mí: porque lejos de representar el descanso eterno, me abrió el vacío eterno: ése donde no existe una escalera que sirva de apoyo a los ángeles, ése donde no hay ni siquiera un varón con el que poder pelear. ¡Qué digo “pelear”! ¡Ni tan siquiera discutir! Porque lo que aquella visión me reveló fue esa Nada inquietantemente pasiva: el monstruo silencioso e inmóvil, que inmoviliza sin moverse y sin ser inmovilizado. Para que ustedes me entiendan, si una "rosa" es "una flor", la Nada del nihilismo occidental es un eterno “Es” que “No Es”. Así que impide la vida, en tanto que ese "ES" anula a cualquier “ser” y a cualquier posibilidad de "ser".

A decir verdad, esta es la definición más exacta que se me ocurre: en el nihilismo occidental la Nada es aquello que anula sin ser él mismo anulado.

Por este mismo motivo yo no puedo estar de acuerdo con Fromm, cuando sostiene que el sueño es el lenguaje universal porque los símbolos que utiliza son los mismos. 

Fromm se equivoca cuando afirma una y otra vez que el lenguaje onírico es un lenguaje universal. 

Lo que Fromm ignora es que su análisis del sueño es, en realidad, el análisis del sueño del hombre occidental que alcanza durante el sueno es auténtico estado de vigilia, y es en ese estado auténtico, sin filtros, e inspirado por Dios, que por definición es auténtica libertad en tanto que Dios es el auténtico Absoluto, donde el individuo se convierte él mismo en creador. En creador, no en productor.

Es decir, que el sueño del hombre occidental es activo e inspirado por Dios. Fromm analiza el sueño desde el sueño del hombre occidental, a ése al que en el sueño se le manifiesta Dios: La libertad creadora; que no hay que confundir con la libertad del hombre oriental, ése que se funde en el sueño eterno, que no despierta y que no puede despertar ni crear porque, sencillamente, ya ha cumplido y alcanzado su total plenitud.

La libertad del hombre occidental no puede ser nihilista porque es una libertad absoluta, Dios, que le anima, que le exhorta, que le obliga a la creación, a la acción de empezar a ser.

La libertad del hombre oriental es nihilista porque es la libertad del hombre que ya ha cumplido su objetivo.

El nihilismo oriental es sinónimo de liberación.

El nihilismo occidental es una pesadilla sin rostro.

Así pues, el análisis que del sueño realizan Fromm y tantos psiconalistas como Fromm no debe considerarse una teoría universal, como ellos pretenden,La insistencia en un alcance universal de sus investigaciones determina su invalidez científica. Por eso, en lo concerniente a este asunto, sus estudios únicamente pueden ser tenidos en cuenta y aceptados si se limitan al hombre occidental y ni siquiera a cualquier hombre occidental, sino sólo al hombre occidental creyente. 

En efecto: las observaciones  sobre el hombre que sueña que Fromm y muchos de sus colegas llevan a cabo no tienen nada que ver con el hombre materialista occidental, únicamente con el hombre occidental creyente, porque el hombre materialista occidental está inevitablemente abocado a la Nada infernal de la que he hablado antes.

No. El lenguaje onírico no es un lenguaje universal. Fromm se equivoca igual que se equivocan todos aquellos que pretenden unir dos metafísicas tan distintas como la oriental y la occidental.

Es la Nada, el concepto de Nada, el que marca la diferencia entre Occidente y Oriente.

En la segunda parte de este bloque de cuatro artículos me refería a las éticas adecuadas para los momentos de crisis, pero no para la cotidianeidad: el estoicismo y el epicureísmo. Para aquellos para los cuales la vida es una constante crisis son, en efecto, las más adecuadas incluso para el día a día de su existencia.

¿Qué aprendí del estoicismo?

Que cuando uno está solo y amurallado en su celda lo importante, lo verdaderamente esencial, no es tanto lo que pasa fuera como lo que sucede dentro. El estoicismo alzó murallas. No digo que no se colaran algunas ratas, pero llegar a la noche vivo es en algunos momentos una gran proeza. La filosofía hermética me acompañó durante esos duros momentos; la alquimia fue mi maestra.

Después de pasar por una transmutación semejante, una, que soy yo, cree que ha terminado ya el proceso de aprendizaje. 

Una, que soy yo, se equivoca.

 Nada es sinónimo de Vacío pero, como dijimos, no es el Infierno.

¿Qué es el infierno?

Cuando Dios ha muerto, el mundo se convierte en el infierno en el que los monstruos campean a sus anchas. O lo que es lo mismo: el mundo es el mundo Cthulhu, ése que Lovecraft describe con tanta maestría. Por eso Nietzsche dio a elegir entre Dios y la Nada, en vez de entre Dios y el Infierno. Porque pese a la muerte de Dios, el infierno mantiene su existencia inalterable. La muerte de Dios abre el abismo de la Nada. Con o sin Dios, el Infierno subsiste. 

Mientras Dios sigue vivo, el infierno es un constructo tan interesante como inteligente porque no sólo posee sino que además detenta el mismo Logos de Dios. Lamentablemente le falta el elemento positivo o ascendente. Con la muerte de Dios, el Logos ascendente desaparece. Permanece en cambio, el Logos descendente.

Pero empecemos por el principio y el principio en nuestro caso es la Filosofía especulativa.

El término Filosofía especulativa encuentra su origen en el vocablo latín “speculum”, que significa espejo.

El hecho de que la filosofía especulativa sea una filosofía “espejo” implica la pregunta por el  espejo de qué.

La respuesta es de una importancia crucial: espejo del Primer Axioma y de los primeros Principios.

La filosofía especulativa no sólo abre la puerta a la reflexión intelectual, no sólo al sentimiento religioso, sino también a la contemplación mística.

Así pues, en la filosofía especulativa están reunidas y concentradas las tres partes características del ser humano: la intelectual, la emocional y la espiritual.

Hay algo más:

La filosofía especulativa no sólo concentra las tres columnas de la esencia del ser humano: alma, corazón y mente, sino que en tanto que es el espejo del Primer Axioma, Dios, implica que el Hombre es reflejo de Dios, tanto como que Dios es reflejo del hombre. Esto que Eckart afirmó diciendo que yo no existiría si Dios no existiese, pero Dios no existiría sin mí, fue entendido por muchos como una herejía. No lo es.

Dios se contempla en lo que crea y Dios es lo que crea. Dios concede su valor a cada ser por Él creado, pero a su vez, cada ser por Él creado es parte de Dios, le pertenece. Sin la creación, Dios no sólo no podría contemplarse: tampoco podría conocerse. La creación divina; que es una manifestación de su poder, conlleva la manifestación de su posibilidad. El hombre se mira en Dios y Dios se mira en el hombre, como obra suya que es. De ahí la importancia de que el hombre intente sacar de sí lo mejor que lleva dentro. Cualquier buena acción que realice el hombre es, en efecto, para gloria de Dios. Arriba como abajo, abajo como arriba. La ley de las correspondencias es la que establece una comunicación entre la esfera superior del cosmos y la inferior. La degradación del hombre degrada la obra de Dios y, en definitiva, a Dios mismo.

La mística alemana muestra que el hombre, que nace de Dios Padre inicia su andadura en el mundo, un camino aquí y ahora, pero que no se estanca en el aquí y en el ahora. Ese aquí y ahora es un aquí y ahora que mira hacia la trascendencia y la trascendencia es la unión en el futuro con Dios, una vez realizado el viaje. En este sentido, la unión mística del hombre sólo puede tener lugar una vez que el viaje ha terminado. La existencia humana, al igual que el viaje de Odiseo, es un recorrido cíclico: el del hombre que sale del hogar y sólo tras haber superado innumerables escollos y desafíos, consigue regresar a casa.

Así pues, el lenguaje propio de la filosofía hermética, de la gnosis y del lenguaje religioso en general, es un lenguaje que encamina al individuo hacia su encuentro con Dios, el Axioma Primero.

Sin embargo, algo que suele ignorarse o malinterpretarse con frecuencia son las palabras del iniciado Heráclito: “El camino hacia arriba y el camino hacia abajo es uno y el mismo.”

Muchos suelen interpretarlo como un paralelismo con la ley de las correspondencias y no le dan mayor importancia. Otros consideran que se refiere a la unidad intrínseca incluso en el movimiento.

En mi opinión la cuestión a la que se refiere Heráclito es una a la que pocas veces se presta atención: al tema de la dirección.

En efecto, el camino hacia arriba y hacia abajo es uno y el mismo;

Pero no sólo el camino arriba y abajo es uno el mismo. También lo es el lenguaje hermético, gnóstico, religioso que se utiliza durante ese camino, ya sea para ir hacia arriba como para ir hacia abajo.

Esto que los estudiosos de filosofía, de teología y de psicología deberían saber desde el inicio de su formación lo he sabido hace poco, muy poco. Desde entonces comprendo la importancia de medir las palabras, de elegir los conceptos, de reflexionar acerca de las consecuencias de cada uno de mis términos. No para manipular, no para crear mundos con la mente, sino para algo tan humilde como para no poder ser malinterpretada, para impedir – hasta la medida de lo posible – ser deformada por aquellos que yendo en dirección hacia abajo se apropian y utilizan el mismo Logos de aquellos que caminan hacia arriba.

Y es que verdaderamente, el Logos que utilizan aquellos que van hacia arriba es exactamente el mismo Logos que aquellos que caminan hacia abajo. 

El LOGOS y he aquí la grandeza de Heráclito, ES EL CAMINO, pero el camino no lleva una dirección sino dos.

Y esto: la dirección es lo que el iniciado Heráclito considera fundamental. No el camino, no el Logos que es el mismo hacia arriba como hacia abajo, sino la dirección, que es distinta y que es lo que en realidad determina el sentido de ese Logos.

Pero hete aquí que todos, al comienzo de nuestra preparación filosófica, estamos tan obsesionados con el deseo griego de encontrar la unidad en la pluralidad, que obviamos lo más importante: la diferencia en la unidad, que "a" no siempre es "a", porque el camino es el mismo, pero arriba no es lo mismo que abajo porque la dirección, la dirección y no el camino, es lo que le importa a Heráclito.

Y a partir de ahí, una vez que hemos hallado el verdadero mensaje del filósofo griego, el mundo suena diferente. De repente descubre a los monstruos humanos utilizando el mismo lenguaje de los santos humanos y uno no sabe cómo desenmascarar al falso profeta, porque falso o verdadero los dos utilizan el mismo camino; o sea, el mismo lenguaje, o sea el mismo LOGOS y es casi imposible determinar en qué dirección se encaminan cuando el viaje acaba de empezar y cuando cada uno de ellos grita que es el otro el impostor.

A partir de ahí, el horror de la inversión. La inversión que precede a la muerte de Dios y se ancla en el mundo tras su fallecimiento. El drama de la inversión porque ningún ser humano puede por sí solo hacerle frente. Todo puede ser invertido. Lo ascendente puede ser transformado en descendente sin grandes miramientos. Lo descendente a su vez aparece convertido de repente en el camino hacia la perfección. La locura de un mundo que no sabe dónde está arriba y dónde abajo porque los Polos espirituales, igual que los magnéticos, han sufrido una inversión en toda regla. El hombre que no se toma en serio a sí mismo, el hombre que ironiza sobre sí mismo, el hombre cínico. Eso grita el profeta Nietzsche, igual que habla de la inversión porque él, antes que nadie, ha comprendido que no se trata de la puesta en escena de los valores morales, que no se trata de conversaciones de hipócritas, sino de una auténtica inversión donde la direcciones arriba/abajo están disolviéndose.

La ley de la correspondencia "arriba como abajo" pierde su sentido inicial, porque la ley de la correspondencia sólo cobra vigencia en tanto en cuanto el hombre es reflejo de Dios, y sólo en tanto que la filosofía es ella misma especulativa, esto es: espejo del Primer Axioma superior.

Pero en la imagen del camino al que hace referencia Heráclito lo fundamental no es el reflejo sino la dirección. 

Por más que el camino arriba y abajo sea uno y el mismo, la relación que existe entre arriba y abajo viene marcada por la dirección y no por la situación. La relación arriba/abajo no es la de un espejo, sino la que se presenta en el negativo de una fotografía. 

La ley de la correspondencia de la POSICIÓN arriba/abajo es la de un espejo.

La ley de la correspondencia de la DIRECCIÓN arriba/abajo es la de un negativo de fotografía.

Como siempre repito: "a" no es "a".

Un último elemento que me gustaría apuntar:

El Todo en el Uno y el Uno en el Todo significa la disolución de arriba y abajo tanto en su acepción de posición como en su sentido de dirección. 

Arriba y abajo dejan de existir, la dirección deja de tener sentido y con ello, el bien y el mal dejan de ser conceptos a tener en cuenta, salvo en su acepción utilitarista. Los conceptos absolutos Bien y Mal están tradicionalmente unidos a una dirección, ascendente el caso del Bien y descendente, en el caso del Mal. Pero con la desaparición de la dirección, cualquier propósito de mejoramiento moral pierde su razón de ser. La existencia entera en realidad la pierde y uno sólo ansía unirse a la sopa del Nirvana que le libre de las penurias de la supervivencia.

Sólo un Heráclito podía comprender algo así.

En tiempos de la inversión a nivel espiritual, emocional y corporal ¿A quién creer?

En tiempos de la inversión metafísica ¿por dónde caminar hacia arriba?

Mi consejo: Sigan a Kant. Sigan su “Sapere Aude” y su imperativo categórico, aquél que culmina apelando en última instancia a “la buena voluntad.”

Es cierto que, como Jorge dice, la buena voluntad no siempre sirve, pero en cualquier caso constituye una magnífica brújula.

Y olvídense, por favor, de “Los de aquí”, de “Los de allá”, de “Los del más allá” y de “Los del Orden Eterno e Inmutable”. En cualquiera de esos grupos la inversión domina tanto como en cualquier otro lugar de este mundo. Homo sum, ¿recuerdan?

No. Tampoco es esto de lo que yo deseaba hablarles.

Isabel Viñado 

 

 

 

 

 

El esfuerzo de seguir andando. Parte II

  

El esfuerzo de seguir andando. Parte II

Créanme, yo no tenía ninguna intención de escribir. Absolutamente ninguna. Yo había decidido atrincherarme en el mundo de la sabiduría hermética, del conocimiento de la alquimia y de todo aquello que pudiera llevarme al tranquilo pero apasionante, apasionante por vivo y por ascendente, paraíso de la filosofía perenne.

Digo “paraíso” y no “campo” o “lares” porque he de recordar la expulsión de mis ancestros de aquel lugar en el que el tiempo no transcurre porque sencillamente no existe y el espacio es un espacio etéreo y universal.

Pues bien, en ese paraíso y no en otro, en ése justamente: el de la filosofía perenne, había determinado yo acabar mis días; en la calma sosegada pero siempre dinámica que arrulla y reconforta a todo aquél que se adentra en los círculos pensantes y sintientes del pasado, allí donde habita el siempre buscado, pero siempre esquivo y huidizo “saber íntegro”.

¿Por qué uno toma tales resoluciones?

¿Se puede hacer otra cosa después de haber visto la Nada, la auténtica Nada, bajo nuestros pies? Uno busca refugios, qué digo refugios, uno busca fuertes amurallados en los que guarecerse y allí, acurrucado, pretende quedarse hasta el día de Juicio Final.

Esa también era mi sincera intención.

Pero ustedes saben…

Ese endiablado carácter mosquetero que me define.

Así que primero una, que soy yo, invoca a toda la ayuda del Altísimo, cae, desespera, vuelve a llamar a las fuerzas del Bien y luego sin pensarlo más y “que sea lo que Dios quiera”, se lanza a la Nada, que se convierte primero en desolado océano gris, luego, poco a poco, en charco y finalmente arriba a una playa desierta que, aunque les parezca increíble, representa la plataforma desde la que regresar al mundo que llamamos mundo.

Y todo ¿para qué?

Para terminar, admitiendo, nuevamente, al igual que Terencio en su comedia Heauton Timorumenus aquello de “Homo sum, Humanum nihil a me alienum puto”, que algunos traducen como: “Hombre soy, nada de lo humano me es ajeno” y otros, como “Nada de lo humano me es extraño”.

La traducción créanme, no es baladí.  

Aquellos que toman la primera variante se convierten en prestos adalides y salvaguardas de la Humanidad y del hombre, al estilo “responsable del otro hasta la muerte, mi muerte,” de Levinás.

Por su parte, los que optan por la segunda posibilidad se adhieren a la filosofía estoica del “curado de espanto”. Nada puede causarme asombro porque soy hombre y al igual que el resto de los hombres estoy dentro de la Naturaleza. Esto implica que lo que acontece en la Naturaleza es natural, pero también, y lo que es más importante, que cualquier suceso que en ella tiene lugar afecta y pertenece a mi propio ser. La Naturaleza es totalidad. Totalidad y más allá de la totalidad -perdonen mi sentido del humor rememorando frases de viejas películas animadas – porque la Naturaleza además de ser total, es también principio rector y Razón.

El emperador Marco Aurelio fue el encargado de tender un puente entre ambas interpretaciones. Así que si por un lado afirmó lo mismo que los otros estoicos antes que él ya había afirmado: que los hombres son hermanos por la gracia de la Naturaleza y que por eso tienen que vivir según el orden o ley natural de la Naturaleza, que es la virtud, por otro introdujo un nuevo elemento: el de que los hombres, justamente por ser hermanos, tienen deberes los unos para con los otros, el yo para el tú, que tanto ocupó y preocupó a Levinás.

La cuestión es quién y qué es ese yo. Para Marco Aurelio el yo es el emperador y el tú, todos los demás ciudadanos (de Roma para empezar y del mundo para continuar). A los que quieran profundizar sobre los graves peligros que la relación virtuosa y responsable del “yo-tu” conlleva, les remito a la entrada sobre Levinás que aparece en mi blog “El libro de la semana”.

Pero es que además el estoicismo unido a la exigencia que Marco Aurelio propugna de deber hacia el otro, conlleva una radical fisión de carácter lógico y es el siguiente: ¿cómo puede atreverse una filosofía total y absolutamente determinista, incapaz de conceder ni un solo atisbo de posibilidad al azar porque cualquier pequeño acontecimiento se incluye en la ley natural, que es la que ordena el Cosmos en su totalidad, a exigir a una persona que se preocupe del otro? Si un padre no ha de llorar a un hijo, porque dentro de la Naturaleza está la muerte y la muerte es natural, ¿por qué ha de ayudar a un semejante si el peligro pertenece igualmente a la Naturaleza? Si la Naturaleza es totalidad ¿puede haber algo fuera de ella? Es decir, ¿puede existir algo “anti-totalidad”? ¿Puede existir en la totalidad algo que sea anti-natural, como el vicio y el pecado?

 Y no, no es mi deseo adentrarme en el plano político. Compréndanme: No es lo mismo totalidad que totalitario. Lo totalitario tiene ínfulas de totalidad. No lo es.

Unos alumnos a los que las contradicciones del estoicismo se les manifestaron en toda su gloria y esplendor, especialmente las contenidas en el pensamiento de Marco Aurelio, fueron los propios hijos del emperador romano, sobre los cuales se intenta correr siempre que se puede un tupido velo a fin de no mancillar el honorable nombre paterno.

En cualquier caso resulta dificil, por no decir imposible, negarse a admitir que el panteísmo y el determinismo, también llamado por algunos predestinación - elogiados ambos por muchos filósofos y místicos,- tienen también su lado oscuro.

Lo cierto es que al día de hoy el estoicismo representa un problema aún mayor que el epicureísmo y su agradable “carpe diem” en el privado y recogido jardín de las delicias.

El estoicismo es una magnífica ética tanto para los momentos de crisis como para aquellos que pretendan lanzarse a conquistar el mundo, ya sea con la espada o con las finanzas, pero no lo es para el virtuoso y pacífico transcurrir del mundo humano, - en el que los milagros y el azar tienen tanta importancia como la ley de la gravedad, y la virtud es cosa de la voluntad libre y del libre albedrío más que del ámbito de la necesidad. Como ya en su día visionó Swedenborg, no todos quieren salvarse y algunos incluso deciden ir al infierno. No he leído su obra, pero estoy deseando hacerlo para descubrir cuáles son las razones de su elección.

Huelga decir que el estoicismo proporciona grandes quebraderos de cabeza, de corazón y de espíritu. Del estoicismo habría que decir lo que en su día dijo Aristóteles de la soledad: hay que ser un bruto o un Dios para elegirla.

Eso sí: como ética de crisis y de esfuerzo, de lucha incluso, resulta insustituible.

El estoicismo es un moral de crisis para la crisis. Es una moral individualista que ordena al sujeto a “cerrar la muralla” a todo lo que venga del exterior y le obliga a mantener los muros de contención firmes y compactos para impedir que nada ni nadie pueda irrumpir por sorpresa. El estoicismo es una moral para solitarios y, sin ánimo de herir sensibilidades, ni siquiera susceptibilidades, una moral apta solo para autistas.

El epicureísmo por su parte es igualmente una moral de crisis, pero no apta para solitarios. Es más bien la que pretenden y persiguen todos aquellos que afirman eso de que: “los amigos son la familia que uno elige y la familia biológica es la que a uno le toca”.  ¡Hombre, qué otra cosa se puede decir! Cuando no hay familia biológica, porque la familia biológica no sólo está desmembrada sino desestructurada y descompuesta, a mal tiempo buena cara y no hay mal que por bien no venga y a falta de pan buenas son tortas. Así que uno busca su grupito afín, se integra, se acomoda, se adapta, tolerancia va y tolerancia viene, corrección política que sustituye a las formas descoloridas, desgastadas y la mayor parte de las veces inexistentes porque cuando uno es políticamente correcto ya no hacen falta las formas, se dice,  porque las formas, se dice, son expresiones de etiqueta pero no verdadera corrección, se dice, y entra alegre y despreocupado en el jardín, cierra la verja y se dedica a disfrutar de los amigos, del sol y de una bebida refrescante, mientras afuera los demás – da igual quienes sean “los demás” -se matan.

En el fondo estoicismo y epicureísmo es lo mismo, lo que las diferencia es el modo.

Unos resisten las crisis, encerrados en amuralladas celdas solitarias y frías, mientras que los otros las olvidan parapetados en sus clubs de diversión privados.

Admitámoslo: el deber hacia el otro es un sinsentido en una filosofía como la estoica, en el que la libertad no existe, el azar no existe, todo es producto de la necesidad y todo está integrado en una Naturaleza que es fuente de razón. Hemos hablado del estoico que para soportar la crisis se enclaustra en una mazmorra. Ese es el estoicismo ataráxico que algunos tanto gustan de predicar… para los otros, se entiende.

Pero en las líneas precedentes hemos afirmado también que el estoicismo es una ética de esfuerzo, de batalla.

Es cierto. El estoicismo no es una ética que conduzca necesariamente a la ataraxia. Puede igualmente servir para fundamentar la lucha desalmada, para llegar a la meta que uno se ha propuesto, cueste lo que cueste y se trate de la meta de la que se trate. Como todo es necesidad, cada uno de nuestros logros recibe la bendición de la Naturaleza, mientras que nuestros fracasos son fácilmente aminorados y excusados por el determinismo. Así que los hombres de naturaleza batalladora, incluso salvaje, se pone inexorablemente en pie y la lucha continúa, porque el esfuerzo por el logro de nuestros objetivos nos pertenece y nosotros pertenecemos a la Naturaleza.

 Lo único en lo que no se puede transformar el estoicismo se mire por donde se mire y se coja por donde se coja es en un código ético para la cotidianeidad. El estoicismo para tiempos de crisis y de lucha, incluso de lucha desalmada, es perfecto, no cabe duda; pero díganme: en tiempos de crisis ¿qué ética se necesita realmente? La ética de la excepción. Eso y no otra cosa es el estoicismo. Una ética para momentos excepcionales, para no perecer en el océano gris y vacío de la Nada, para poder flotar, por lo menos eso, o perecer en las llamas del infierno. Pero nunca en la Nada, porque la Nada es la oposición absoluta y total a la Naturaleza.

Y por lo que al Jardín de las Delicias epicúreo respecta, lo cierto es que en cuanto el club privado se convierte en público y se abre al mundanal ruido, cuando la familia “nuclear” que uno “libremente elige” se amplía a eso que se conoce como “gran familia”, el jardín-club de las Delicias se convierte en el jardín-club de las Malicias. O sea, en un caos desordenado y en una juerga sin gracia, porque uno encuentra vomitinas, zombis y cadáveres, estéticamente hediondos -eso sí-, por todas partes.

Hete aquí que con el transcurso del tiempo esa Naturaleza estoica formada por unipersonales castillos amurallados termina convertida en mónadas leibnizianas, impregnadas a su vez del espíritu epicúreo del carpe diem o, lo que es lo mismo, de la armonía preestablecida o, dicho en español llano, “Dios con todos, pero cada uno en su casa” y “juntos, pero no revueltos”.

Personalmente he de confesar que mis éticas favoritas siguen siendo la aristotélica y la kantiana. No he encontrado ninguna que adaptándose al alma humana, logre ascender más su naturaleza.

Y pese a todo:

No era esto tampoco de lo que yo quería hablarles.

Isabel Viñado 






window.setTimeout(function() { document.body.className = document.body.className.replace('loading', ''); }, 10);