Esta novela es una de las mejores novelas que han
aparecido en los últimos tiempos. Me ha impresionado sobre todo su serenidad, la profundidad
del análisis de los acontecimientos humanos que se tratan y que sin hundirse en
el odio tampoco pretenden elevarse a la santidad. Las citas corresponden al
ejemplar : “Le rapport de Brodeck” Philippe Claude. Prix Goncourt des Lycéens.
Le livre de Poche. Editions Stock. 2007.”
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La Segunda Guerra Mundial (aunque Claudel no especifica el tiempo) es la excusa que utiliza
el autor para analizar temas siempre presentes en una sociedad como son la necesidad
del recuerdo y del olvido, del perdón y del auto-perdón en la convivencia, la importancia del amor, la
diferencia entre “Fremd” que más que como “extraño” debería traducirse como "el que no pertenece al grupo" “el
que nos es ajeno”, y el “Andere”: “el distinto”, “el otro”;
el peligro que significa la masa, el riesgo del retorno y el recurso a la
emigración, que nunca se sabe a ciencia cierta si se trata de
un acto voluntario - ya sea de un individuo o de un grupo de individuos- o consecuencia del destierro a la que la
sociedad condena.***********
El informe de Brodeck es el relato del regreso del
protagonista - Brodeck - al mismo pueblo que le entregó a los nazis, (aunque Claudel no escriba el vocablo "nazi") para “salvar”
al resto de los ciudadanos.
Claudel deja escapar la pregunta, - que más que una pregunta es un suspiro que llega al lector como llega una suave brisa: sin apenas ser notada, sólo intuida- si de verdad resulta imprescindible para salvar a una colectividad sacrificar una víctima propiciatoria, en este caso Brodeck, que calme a los dioses sanguinarios o más bien con ello simplemente se alimenta a un monstruo, convirtiéndose el grupo, de esta manera, no sólo en su colaborador sino aún peor: en su sustentador.
Claudel deja escapar la pregunta, - que más que una pregunta es un suspiro que llega al lector como llega una suave brisa: sin apenas ser notada, sólo intuida- si de verdad resulta imprescindible para salvar a una colectividad sacrificar una víctima propiciatoria, en este caso Brodeck, que calme a los dioses sanguinarios o más bien con ello simplemente se alimenta a un monstruo, convirtiéndose el grupo, de esta manera, no sólo en su colaborador sino aún peor: en su sustentador.
En el campo de concentración al que llevan a
Brodeck, éste sufrirá vejaciones de tal magnitud,
que no todos conseguirán soportarlas. En Brodeck, el amor que siente por su mujer mantiene encendido su deseo de vivir y le da
fuerzas para aceptar los malos tratos corporales y psicológicos que sufren los cautivos. Una
vez libre, Brodeck vuelve al pueblo que le traicionó. A Brodeck sólo le importa
una cosa: vivir tranquilo con los seres a los que ama. El resto del pueblo le
muestra su simpatía. El futuro aparece pleno de esperanzas. Sin embargo, la
llegada al pueblo de un desconocido: “Der Andere”, cambiará el rumbo de los
acontecimientos y obligará a Brodeck a partir a otro lugar: a un lugar sin
memoria.
El informe de Brodeck no es simplemente la historia
de un hombre y de un pueblo. Es sobre todo el análisis del poder del recuerdo y
lo difícil que resulta olvidar el pasado. Mucho más el pasado que uno se empeña
en querer olvidar porque ese pasado es siempre el pasado de nuestras miserias.
El olvido tiene dos aspectos: el olvido de los sufrimientos que padecemos y el olvido de las injusticias que infligimos a los otros.
El olvido tiene dos aspectos: el olvido de los sufrimientos que padecemos y el olvido de las injusticias que infligimos a los otros.
El que ha llevado la cruz sobre sus hombros está
feliz de haberse desembarazado de su peso y lo único que desea es comenzar a
disfrutar de la existencia con los seres que ama, sentir el aire en su cara,
soñar los sueños que el rostro de su mujer le inspira. Los recuerdos forman
parte de sí mismo pero lejos de impedirle vivir, le transmiten la fuerza de la
vida, le proporcionan una mayor conciencia de la importancia de las pequeñas
alegrías del momento y de la belleza de lo que le rodea. El recuerdo le ofrece
la razón última que le llevó a desear seguir vivo tanto como las imágenes llenas de belleza,
bondad y fuerza que le animaban a soportar las vejaciones y las torturas a las
que fue sometido. El amor es, en efecto, el sostén que mantiene al hombre en su
agonía y le estimula a continuar hacia delante. El amor es la primera y última
razón de ser. ¿Qué otra cosa si no puede dar sentido a la existencia?
Brodeck recuerda que en el vagón en el que habían sido
apiñados, se encontraba también la esposa embarazada de un amigo. El amigo
tenía tanta sed que terminó por beberse la poca agua que quedaba. Su esposa muere sedienta.
Esa “traición” al amor de su vida representa al mismo tiempo una traición a sí
mismo, a su ser, a su esencia y es la que le despoja a su amigo del deseo de
vivir. Es la conciencia de haber traicionado ese amor lo que conduce al amigo de Brodeck a
suicidarse.
Brodeck no
lucha. Simplemente se deja arrastrar hacia delante. Lo único que le anima es el
anhelo de volver a ver el rostro de su amada, de volver a tenerla entre sus
brazos, de que sus almas puedan estar unidas nuevamente. Como dice Brodeck: uno se acostumbra a todo. Hay cosas peor que
la mierda. Cosas que no se notan pero que corroen el sentido, el corazón y el
alma seguramente más que todos los excrementos juntos. Pg.117) “On s’habitue à tout.
Il y a pire que l’odeur de la merde. Il y a quantité de choses qui ne sentent
rien, mais qui carient les sens, le cœur et l’âme plus sûrement que tous les
excréments. »
El retorno concede a Brodeck su objetivo. La
felicidad es tan profunda que el pasado queda diluido por la luminosidad de la
alegría del presente.
Sin embargo, no falta quien le previene de la
quimera del regreso, del volver. Siguiendo la filosofía de Heráclito que
aseguraba que es imposible bañarse dos veces en el mismo río, un anciano advierte
a Brodeck que a veces es preferible no regresar al sitio de donde partimos. Se
sabe lo que se ha dejado pero se ignora lo que se va a encontrar, sobre todo si
los hombres han sido atrapados por la locura. Pg.96) « Ne le prenez pas
mal, reprit le vieil homme, mais parfois, mieux vaut ne pas revenir de là où on
est parti. On se souvient de ce qu’on a laissé, mais on ne sait jamais ce qu’on
va retrouver, surtout lorsque les hommes ont été pris de folie durablement. Vous
êtes jeune encore… Pensez à cela »
En efecto, el intento de olvido para aquellos que
han permitido el sufrimiento ajeno es mucho más duro y termina por convertirse
en una locura. Es el castigo de querer olvidar sin poder olvidar. Hay que
señalar que el autor en ningún momento pretende describir psicópatas, sino
hombres de carne y hueso que han sido arrollados por hechos históricos y
morales que sobrepasan su entendimiento y sus posibilidades de acción porque el
fenómeno al que han de hacer frente es un fenómeno completamente nuevo. No ha sido el amor,
sino el deseo de vivir, el mero y desnudo deseo de vivir, lo que les ha llevado a “vender” a su vecino. A ese
“Fremde” que para ellos era Brodeck aunque lo conocieran desde siempre. A ese que era ajeno a ellos aunque siempre hubiera vivido entre ellos. A
ese “ajeno” que se había convertido de repente en un intruso porque los más
fuertes, los que acababan de ocupar el pueblo, lo consideraban ajeno a ellos. No es la
voluntad de poder nietzscheana sino otra aún más terrible: la pura y simple
voluntad de vivir (del grupo) la que impulsa (al grupo) a convertirse en
un “Judas” colectivo.
¿Qué es un “Judas colectivo”?
¿Es la suma de las culpas individuales o es una culpa colectiva en la que el individuo desaparece? Claudel deja constancia de su aversión al fenómeno de las masas y a la locura colectiva que engendran.
Dudo que exista una definición más precisa y certera que la suya. Los individuos -escribe Claudel- creen que se pueden disolver en una masa que les engloba y les sobrepasa, una masa –como él dice- hecha de miles de rostros tallados a su imagen. Algunos pretenden exculpar a los individuos que constituyen las masas utilizando el argumento de que tales individuos son inconscientes de sus actos. Eso -afirma el autor- es falso. La verdad es que la masa es ella misma un monstruo que se compone de millares de otros cuerpos conscientes. Claudel –porque es Claudel mismo el que habla por boca de Brodeck- es igualmente consciente de que no hay masas alegres ni apacibles. Detrás de las risas y la música hay sangre que se calienta, que se agita y se vuelve loca al removerse en su propio remolino.
¿Qué es un “Judas colectivo”?
¿Es la suma de las culpas individuales o es una culpa colectiva en la que el individuo desaparece? Claudel deja constancia de su aversión al fenómeno de las masas y a la locura colectiva que engendran.
Dudo que exista una definición más precisa y certera que la suya. Los individuos -escribe Claudel- creen que se pueden disolver en una masa que les engloba y les sobrepasa, una masa –como él dice- hecha de miles de rostros tallados a su imagen. Algunos pretenden exculpar a los individuos que constituyen las masas utilizando el argumento de que tales individuos son inconscientes de sus actos. Eso -afirma el autor- es falso. La verdad es que la masa es ella misma un monstruo que se compone de millares de otros cuerpos conscientes. Claudel –porque es Claudel mismo el que habla por boca de Brodeck- es igualmente consciente de que no hay masas alegres ni apacibles. Detrás de las risas y la música hay sangre que se calienta, que se agita y se vuelve loca al removerse en su propio remolino.
206-207) « Depuis
longtemps, je fuis les foules. Je les évite. je sais que tout ou presque est
venu d’elles. Je veux dire le mauvais, la guerre et tous les Kazerskwirs que
celle-ci a ouverts dans les cerveaux de beaucoup d’homme. Moi, je les ai vus
les hommes à l’œuvre, lorsqu’ils savent qu’ils savent qu’ils peuvent se noyer,
se dissoudre dans une masse qui les englobe et les dépasse, une masse faite de
milliers de visage taillés à leur image. On peut toujours se dire que la faute
incombe à celui qui les entraîne, les exhorte, les fait danser comme un orvet
autour d’un bâton, el que les foules sont inconscients, de leurs gestes, de
leur avenir, et de leur trajet. Cela est faux. La vérité, c’est que la foule
est elle-même un monstre. Elle s’enfante, corps énorme composé de milliers d’autres
corps conscients. Et je sais aussi qu’il n’y a pas de foules heureuses. Il n’y
a pas de foules paisibles. Et même derrière les rires, les sourires, les
musiques, les refrains, il y a du sang qui s’échauffe, du sang qui s’agite, qui tourne sur lui-même et
se rend fou d’être ainsi bousculé et brassé dans son propre tourbillon. »
El regreso de la víctima conduce al remordimiento.
El remordimiento, el sentido de culpabilidad, ¿es siempre positivo? ¿No
significa más bien sumergirse una y otra vez en el daño causado sin que ello
origine consecuencia alguna? ¿Qué se consigue con el remordimiento? ¿La
búsqueda de una justificación? ¿La vergüenza ante la propia miseria? Posiblemente todo eso.
En cualquier caso, el remordimiento por sí mismo no conduce a ningún cambio de
actitud. Para eso haría falta lo que Nietzsche proponía: el olvido. Pero es tan
difícil que el olvido sea al mismo tiempo positivo… El olvido puede conducir a
la re-generación pero también al cinismo. ¿O es que acaso no es un cínico el
que finge haber olvidado?
Quizás sea esto último lo que el
recién llegado al pueblo, el “Andere”, el distinto, desvela
con su presencia. El “Andere” rompe el cinismo en el que todos ellos habían
intentado refugiarse al fingir el olvido. Las miserias del pasado han curado
rápido y mal. La mera presencia del desconocido pone la verdad al descubierto.
El “Andere” se convierte así en juez mudo e impasible de cada uno de ellos. Cuando les muestra el retrato
colectivo que ha hecho de los habitantes del pueblo y en el que aparecen – sin
él mismo ser consciente de ello ¿o tal vez sí? - los verdugos y la víctima,
ellos –los culpables- destruyen el cuadro. Tal acción irracional muestra lo
mucho que siguen odiándose en su fuero interno. El odio se expande hacia afuera
y se dirige hacia aquél recién llegado que sin pronunciar palabra les recuerda
qué son y qué han hecho. Lo que su presencia evidencia es el olvido imposible
de los culpables que no puede ser ni alcanzado ni sublimado. Es esta
inaccesibilidad del olvido lo que les mantiene aislados en sí mismos; es ella también, la que les
entorpece en su actividad cotidiana y la que les impide abrirse, tanto como
permitir la entrada al mundo exterior.
Finalmente Brodeck, el "Fremde", decide emigrar con su familia.
Brodeck está liberado. Hace tiempo que se liberó, suponiendo que alguna vez estuviera atado. Su cuerpo, sí. Su alma, jamás.
Brodeck está liberado. Hace tiempo que se liberó, suponiendo que alguna vez estuviera atado. Su cuerpo, sí. Su alma, jamás.
En cambio, el resto, los que sólo desean vivir por
el simple vivir, se quedan solos. Están condenados a vivir la existencia no
viva del culpable que no encuentra el modo de regenerarse porque le falta –siempre le falta-
el espíritu. Y el espíritu se llama Amor.
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Claudel –hijo de Nancy, la bella capital de la
Lorraine, extremadamente activa en cultura y música - presenta la realidad como la presenta el
pintor que hizo el retrato de todos los personajes del pueblo. No la juzga:
deja que el lector -cada lector- saque sus propias conclusiones.
En definitiva: un libro que, cosa rara en nuestros
días, impulsa –más que invita- a la reflexión individual.
Un saludo a Nancy y a su Universidad.
Hasta la semana que viene.
Isabel Viñado-Gascón