domingo, 12 de febrero de 2017

El concepto de lo político. (1927) Carl Schmitt. Texto de 1932. Resumen.

El ejemplar que he manejado es “El concepto de lo político. Texto de 1932 con un prólogo y tres corolarios” publicado por Alianza Editorial, Madrid 1991, en versión española de Rafael Agapito. ISBN:84-206-2688-0

Con respecto a la exposición que sigue, es importante hacer tres precisiones: la primera es que he preferido dejar a un lado la introducción hecha por Rafael Agapito y sumergirme directamente en el desarrollo del texto. La segunda es que como puede observarse el contenido de la exposición está construido a base de citas. Ello obedece a dos razones: a la de intentar presentar las teorías de Schmitt del modo más objetivo y neutral posible así como al hecho que la claridad con la que Schmitt escribe obligaría a repetir de forma distinta lo que él ya dice. No obstante las ideas principales aparecen expuestas en la cabecera de cada capítulo en negrita. La tercera, es que contrariamente a lo que suele ser mi costumbre, la publicación del resumen es posterior al de mi comentario. Mi decisión se debe a que el carácter controvertido de la biografia y el pensamiento de Carl Schmitt me obligaban moral e intelectualmente a ofrecer un comentario al respecto antes que a exponer sus ideas.  

Si lo que buscan es un comentario a esta obra lo encontrarán en este mismo blog. Ha aparecido con fecha 10 de Febrero de 2017. El título es "El concepto de lo político. (1927) Carl Schmitt. Comentario."

CONTENIDO

Prólogo

Ideas básicas

En el prólogo de la reimpresión de Marzo de 1963  de 1932, Schmitt incide sobre el carácter estrictamente didáctico del trabajo y afirma que “de lo que se trata fundamentalmente es de la relación y correlación de los conceptos de lo estatal y de lo político por una parte, y de los de guerra y enemigo por la otra (...)” (Pg. 39). Schmitt es consciente de que el concepto de lo político es “un problema inabarcable” y es por eso por lo que su único objetivo es “encuadrarlo” teóricamente.(pg.39)

La desaparición del Estado clásico que distinguía claramente entre guerra y paz, amigo y enemigo, dentro y fuera, ha provocado según Schmitt una ruptura en sus límites lo cual únicamente produce espejismos y confusión. Confusión porque al no poder ser claramente delimitadas introducen una relativización en todos los campos, incluido el de la guerra. Esto entraña varios peligros: jurídicamente porque impide que pueda ser regulada con normas, lo cual es un modo de suavizar la hostilidad; psicológicamente porque el concepto mismo de enemigo se desdibuja y por tanto no resulta fácil determinar quién o contra qué es necesario luchar; en la conciencia científica se introduce la ingenua creencia de que la guerra puede desaparecer. La existencia de la figura del partisano, que al contrario de lo que sucedía antiguamente se ha convertido “en pieza clave de la manera de hacer la guerra en nombre de revoluciones de ámbito mundial” (pg.47) y el de la guerra fria,  son dos buenos ejemplos a la hora de demostrar el error en el que se hayan.

En cualquier caso desconocer los hechos no libra de sus consecuencias. En este sentido Schmitt denuncia que revolucionarios profesionales como Mao y Lenin son conscientes de las desastrosas consecuencias que conlleva la desaparición del Estado en su concepto clásico y la subsiguiente confusión de los claros límites entre las diferentes categorías; en cambio, asegura Schmitt, sí lo ignoran  muchos juristas que “ni siquiera se dan cuenta del modo como se utilizan los conceptos tradicionales clásicos de la guerra regulada como armas para la guerra revolucionaria, armas de las que se hace un uso puramente instrumental, con plena libertad y sin obligación alguna de reciprocidad” (pg.42).

Encontrar una respuesta al problema de la desaparición del Estado clásico y a la confusión de conceptos no es fácil. El tiempo de los sistemas ha llegado a su fin y es imposible seguir edificando con ellos; queda la posibilidad del aforismo (lo que hoy tanto se utiliza: la frase-slogan) pero Schmitt se niega a esta solución porque su condición de jurista se lo impide. Schmitt afirma que en el dilema entre sistema y aforismo sólo conoce una salida: “mantener presente el fenómeno y someter las cuestiones que brotan incesantemente de situaciones siempre nuevas y tumultuosas a la verificación de sus criterios. Así un conocimiento enlaza con el anterior y empieza a formarse una cadena de corolarios” (pg.46/47). Con ello, Schmitt adopta una posición realista y concreta, al tiempo que en constante movimiento (dialéctico negativo, como ya hemos visto)

Capítulo I .

Equiparación entre Estado y lo político: posibilidad y conflicto. Contradicción entre democracia y Estado constitucional liberal. Estado total.

El concepto del Estado supone el de lo político. (...) el Estado representa un determinado modo de estar de un pueblo, esto es, el modo que contiene en el caso decisivo la pausa concluyente, y por esa razón, frente a los diversos status individuales y colectivos teóricamente posibles, él es el status por antonomasia. (Pg.49)

Es raro encontrar una definición clara de lo político (...) Casi siempre “político” suele equipararse de un modo u otro con lo “estatal”, o al menos se lo suele referir al Estado (50).

Según Schmit la equiparación entre Estado y político además de que conlleva caer en un círculo vicioso que no contenta a nadie (pg.51) presenta dos posibilidades: que funcione o, por el contrario, que se trate de una ecuación incorrecta.

En el caso de que dicha equiparación funcione, hay que tener en cuenta que esto sólo sucede mientras “siga siendo posible considerar al Estado y sus instituciones como algo firme, lógico y natural” y en tanto en cuanto que el Estado “mantenga el monopolio de lo político” y se encuentre por encima de la “sociedad” como poder estable y distinto (Pg.53)

 La ecuación estatal = político, en cambio, “se vuelve incorrecta e induce a error en la precisa medida en la que Estado y sociedad se interpenetran recíprocamente; en la medida en que todas las instancias que antes eran estatales se vuelven sociales y, a la inversa, todas las instancias que antes eran “meramente” sociales se vuelven estatales, cosa que se produce con carácter de necesidad en una comunidad organizada democráticamente. (...) surge un Estado total basado en la identidad entre Estado y sociedad, que no se desinteresa de ningún dominio de lo real y está dispuesto en potencia a abarcarlos todos. De acuerdo con esto, en esta modalidad de Estado todo es al menos potencialmente político, y la referencia al Estado ya no está en condiciones de fundamentar ninguna caracterización específica y distintiva de lo “político”. (pg.53). A pesar de las apariencias, el propósito de Schmitt no se dirige a atacar a la democracia como sistema político sino a la posibilidad de que un Estado liberal pueda ser democrático. Schmitt está convencido que las contradicciones que existen entre el Estado constitucional liberal y la democracia impiden la realización de esta última y para demostrarlo no duda en recurrir a un pasaje de las “Weltgeschichtliche Betrachtungen” escrito por Burckhardt que describe la situación real: “(El Estado) tiene que ser ciertamente omnipotente, ¡pero sólo ad hoc! Tiene que poder todo lo imaginable, pero nada le debe estar permitido; en particular no le debe estar permitido defender su propia forma vigente contra crisis alguna..., pero eso sí, todo el mundo quisiera tomar parte en el ejercicio del poder. Y así, mientras la forma del Estado se vuelve cada vez más discutible, el ámbito de su poder es cada vez más extenso. (Ed. de Kröner, pp.133, 135,197)

La consecuencia según Schmitt es que es a ese Estado total,  que ya no conoce nada que no pueda considerarse como absolutamente apolítico, al que corresponde eliminar la despolitización del s.XIX, poniendo así fin al axioma de una economía libre (apolítica) y de un Estado libre respecto de la economía.” (pg.56)

Capítulo 2.

Schmitt expone las categorías específicamente políticas: Amigo/Enemigo.

“Supongamos que en el dominio de lo moral la distinción última es la del bien y el mal; que en lo estético lo es la de lo bello y lo feo; en lo económico la de lo beneficioso o lo perjudicial, o tal vez la de lo rentable y lo no rentable. El problema es si existe alguna distinción específica, comparable a esas otras aunque, claro está, no de la misma o parecida naturaleza, independiente ellas, autónoma y que se imponga por sí misma como criterio simple de lo político; y si existe, ¿cuál es?

Pues bien, la distinción política específica, aquella a la que pueden reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo.” (Pg.56)

El enemigo político no necesita ser moralmente malo, ni estéticamente feo; no hace falta que se erija en competidor económico, e incluso puede tener sus ventajas hacer negocios con él. Simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo.” (pg. 57)

Capítulo 3. 

Definición correcta de enemigo: Enemigo es hostis en su consideración de grupo “o en términos más precisos, a un pueblo entero” y no puede confundirse con inimicus, que tiene connotaciones privadas. El enemigo tampoco puede identificarse con un adversario verbal o con un competidor económico, que es lo que según Schmitt intenta el liberalismo a fin de disolver el concepto de enemigo. Es cierto que el lenguaje es antagónico por polémico. Lo constitutivo del enemigo es que se de la eventualidad de una lucha. Definición de “guerra”. El problema del pacifismo.

Los conceptos de amigo y enemigo deben tomarse aquí en su sentido concreto y existencial (Pg. 58). Según Schmitt “el liberalismo intenta disolver el concepto de enemigo, por el lado de lo económico, en el de un competidor, y por el lado del espíritu, en el de un oponente en la discusión.”(Pg.58)  En su opinión esto es una idea equivocada: “Enemigo no es pues cualquier competidor o adversario. Tampoco es el adversario privado al que se detesta por cuestión de sentimientos o antipatía. Enemigo es sólo un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, esto es, de acuerdo con una posibilidad real, se opone combativamente a otro conjunto análogo. Sólo es enemigo el enemigo público.(...) Enemigo es en suma hostis, no inimicus en sentido amplio.” (pg.58/59)

“La convicción de que la esencia de las relaciones políticas se caracteriza por la presencia de un antagonismo concreto sigue vigente en la forma usual de emplear el lenguaje en este terreno, incluso en aquellos casos en los que falta toda conciencia de hablar “en serio.” (pg. 60)

Hay dos fenómenos que muestran esto.

En primer lugar: el sentido polémico que tienen todos los conceptos y palabras y que es utilizado con vistas a un antagonismo concreto (...) cuya consecuencia última es una agrupación según amigos y enemigos (que se manifiesta en guerra o en revolución), pero que en cuanto pierde vigencia esa situación se convierte en abstracciones vacías (...)” (pg. 60) Un ejemplo que pone Schmitt es el término apolítico que puede emplearse descalificativamente en el sentido de estar fuera del mundo, pero en contraposición a “político” mostrarse puramente objetivo.

En segundo lugar, la ecuación política = política de partido aparece cuando empieza a perder fuerza la idea de una unidad política (del “Estado”). (pg.62)  La rivalidad entre los partidos adquiere entonces una intensidad de tal embergadura que la oposición amigo/enemigo deja de pensarse con respecto a la política exterior y empieza a ser interna, con lo que se puede llegar al estallido de la guerra civil.
Por otra parte, “es constitutivo del concepto de enemigo el que en el dominio de lo real se dé la eventualidad de una lucha” (...) Guerra es una lucha armada entre unidades políticas organizadas, y guerra civil es una lucha armada en el seno de una unidad organizada (que sin embargo se vuelve justamente por ello problemática.” (Pg.62). Sin embargo Schmitt pone gran enfásis en remarcar que no se trata de que la vida política sea únicamente guerra sangrienta, sino de constatar que la guerra es un fenómeno a tener en cuenta justamente por la dicotomía que constituye lo político: amigo/enemigo. En su opinión, un mundo en el que se hubiese eliminado la guerra porque tal dicotomía amigo/enemigo hubiera desaparecido sería un mundo carente de política. En este sentido su argumentación entra dentro de lo que se podría llamar “realismo político”  “La definición que damos aquí no es belicista o militarista, ni imperialista ni pacifista. Tampoco pretende establecer como “ideal social” la guerra victoriosa ni el éxito de una revolución, pues la guerra y la revolución no son nada “social” ni “ideal”.(Pg.63). Schmitt denuncia que la oposición a la guerra, o sea el pacifismo, puede llegar a ser tan fuerte que derive en una guerra contra la guerra. Esto sería considerado como una necesidad última y justa para acabar de una vez por todas con la  guerra. “En la actualidad ésta se ha convertido en una de las más prometedoras maneras de justificar la guerra. Cada guerra adopta así la forma de “la guerra última de la humanidad”. Y esta clase de guerras son necesariamente de intensidad e inhumanidad insólitas, ya que van más allá de lo político y degradan al enemigo al mismo tiempo por medio de categorías morales y de otros tipos, convirtiéndolo así en el horror inhumano que no sólo hay que rechazar sino que hay que aniquilar definitivamente;” (pg.66)

Capítulo 4

Lo político no estriba en la lucha misma. Crítica a la teoría pluralista del Estado.. Schmitt niega la existencia de “sociedad” o “asociación” política y defiende la idea de “comunidad política”. El Estado es una unidad política con carácter decisivo y por eso en tanto que tiene la posibilidad real de agruparse como amigos y enemigos va más allá de lo social-asociativo. ¿Contradicción de Schmitt?: Aceptación del pluralismo sin destruir la unidad. En qué caso: en el caso del número de Estados. Es imprescindible que existan una pluralidad de Estados para que pueda existir lo político. Referencia al capítulo 6.

“Lo político no estriba en la lucha misma (...) pero está, como decíamos, en una conducta determinada por esta posibilidad real (...) así como en el cometido de distinguir correctamente entre amigos y enemigos.” (Pg. 67)

Siempre que existe una unidad política, es la agrupación humana la que posee competencia soberana “para decidir en el caso decisivo, aunque se trate de un caso excepcional” (Pg. 68). Aquí sin embargo, Schmitt se ve obligado a caer en una contradicción. Si bien critica el asociacionismo que caracteriza al Estado liberal y que termina por corroer la unidad estatal, ahora ha de defender la pluralidad. “El término “soberanía” tiene aquí su sentido correcto, igual que el de “unidad”. Ninguna de las dos cosas quiee decir que cada detalle de la existencia de toda persona que pertenece a una unidad política tenga que estar determinado por lo político o sometido a sus órdenes, ni que un sistema centralista haya de aniquilar cualquier otra organización o corporación.” (pg.68 )  El hecho de que el Estado sea una unidad, y que sea justamente la que marca la pauta, reposa sobre su carácter político. Una teoría pluralista es, o la teoría de un Estado que alcanza su unidad en virtud de un federalismo de asociaciones sociales, o bien simplemente una teoría de la disolución o refutación del Estado (...) y deja en penumbra qué es entonces lo que todavía puede considerarse la unidad política.” (pg. 73)

“En realidad no existe ninguna “sociedad” o “asociación” política; lo que hay es sólo una unidad política, una “comunidad” política. La posibilidad real de agruparse como amigos y enemigos basta para crear una unidad que marca la pauta, más allá de lo meramente social-asociativo, una unidad que es específicamente diferente y que frente a las demás asociaciones tiene un carácter decisivo.” (Pg.74)

“Es cierto que del concepto de lo político como mostraremos más adelante (en 6), derivan consecuencias pluralistas, pero no en el sentido de que dentro de una misma unidad política, y en lugar de la distinción decisiva entre amigos y enemigos, pueda darse un pluralismo que, al acabar con la unidd, destruiría también lo político.” En ese capítulo veremos que Schmitt en efecto necesita de un determinado pluralismo: el de Estados, de modo que sea posible establecer la dicotomía amigo/enemigo y que no desaparezca “lo político” que sí desaparecería en el caso de que sólo existiera un único Estado monolítico en el cual no pudiera darse ni siquiera la pluralidad interna porque todo marchara sobre sí mismo.

Capítulo 5

La guerra. El Estado como unidad política está capacitado para determinar al enemigo interior. Imposibilidad de un Estado de renunciar a la guerra. Influencia de Maquiavelo sobre Schmitt cuando establece las consecuencias que se derivan para el pueblo que desista.  

“Al Estado, en su condición de unidad esencialmente política, le es atribución inherente el ius belli, esto es, la posibilidad real de, llegado el caso, determinar por propia decisión quién es el enemigo y combatirlo”. (Pg.74) “Sin embargo la aportación de un Estado normal consiste sobre todo en producir dentro del Estado y su territorio una pacificación completa, esto es, en procurar “paz, seguridad y orden” y crear así la situación normal que constituye el presupuesto necesario para que las normas jurídicas puedan tener vigencia en general, ya que toda norma presupone una situación normal y ninguna norma puede tener vigencia en una situación anómala por referencia a ella. Esta necesidad de pacificación dentro del Estado tiene como consecuencia, en caso de situación crítica, que el Estado como unidad política, mientras exista como tal, está capacitado para determinar por sí mismo también al “enemigo interior”.  (Pg.75)

En cuanto a la guerra, es imposible que un pueblo pueda renunciar a ella. Si aún así lo hace ya no sería una comunidad política. En cualquier caso Schmitt prevé varias posibilidades. La primera que un pueblo se declare pacifista y en virtud de ese pacifismo se decida a hacer una “última” guerra contra la guerra, con lo cual no sólo se ha resuelto el problema sino que en virtud del calificativo de “última” es muy posible que sus efectos sean aniquiladores. En segundo lugar que un pueblo haga una declaración formal en contra de la guerra. Tal reserva, sin embargo, no habrá terminado, dice Schmitt, con la eventualidad de que esta guerra se produzca. En tercer lugar que un pueblo no se atreva a enfrentarse al enemigo y solicite ayuda externa; asumiendo esta protección contra los enemigos será el protector el que determne quién es el enemigo “sobre la base del nexo eterno de  protección y obediencia. En cuarto lugar que el pueblo no organice una defensa bajo la creencia que eso va a conmover al enemigo. “Lo único que desaparecerá en ese caso es un pueblo débil.” (Pg.82)
Si es una parte del pueblo la que afirma que no conoce enemigos, lo único que estará haciendo, afirma Schmitt, es “ponerse de parte de los enemigos y ayudarles, pero desde luego con ello no se cancela la distinción entre amigos y enemigos” (pg.81)

Capítulo 6

Defensa del pluralismo de Estados, puesto que la unidad política presupone la posibilidad real del enemigo. Contra la idea de Humanidad porque la Humanidad no puede declarar la guerra contra el enemigo, ya que éste es siempre humano. Por tanto lo político que descansa en las categorías amigo/enemigo exige una pluralidad de Estados. Si un Estado declara la guerra a otro Estado en nombre de la Humanidad, eso no es más que una utilización propagandística de un concepto universar al estar apropiándose de él para enfrentarse al adversario.Contra la idea de un Estado Mundial.

“Del rasgo conceptual de lo político deriva el pluralismo en el mundo de los Estados. La unidad política presupone la posibilidad real del enemigo y con ella la existencia simultánea de otras unidades políticas.” (Pg.82)

“Si un “Estado mundial” llegara a abarcar  toda la tierra y a todos los hombres, no sería ya una unidad política, y llamarlo “Estado” no sería más que una figura retórica vacía.” (Pg.86) Y si yendo más lejos, pretendiese llegar a formar también una unidad cultural, ideológica o “más elevada” en algún sentidopero sin dejar de ser estrictamente apolítica, lo que sería en tal caso es una corporación de consumo y producción a la busca del punto de indiferencia entre las polaridades ética y económica. (....) Lo que hay que preguntarse es a qué hombres correspondería el tremendo poder vinculado a una civilización económica y técnica que comprendiese el conjunto de la tierra. La pregunta no se puede desvirtuar con la esperanza de que para entonces (...) todos los hombres serían absolutamente “libres”. La pregunta es justamente “libres para qué.” (Pg.87)

“La humanidad como tal no puede hacer una guerra, pues carece de enemigo, al menos sobre este planeta. El concepto de la humanidad excluye el del enemigo, pues ni siquiera el enemigo deja de ser hombres (...) Cuando un Estado combate a su enemigo político en nombre de la humanidad, no se trata de una guerra de la humanidad sino de una guerra en la que un determinado Estado pretende apropiarse un concepto universal frente a su adversario, con el fin de identificarse con él (a costa del adversario), del mismo modo que se puede hacer un mal uso de la paz, el progreso, la civilización con el fin de reivindicarlos para uno mismo negándoselos al enemigo. “La humanidad” resulta ser un instrumento de lo más útil para las expansiones imperialistas, y en su forma ético-humanitaria constituye un vehículo específico del imperialismo económico.“ (Pg.83)

Capítulo 7

Clasificación de las teorías antropológicas subyacentes al Estado y clasificarlas según que partan de un hombre “bueno por naturaleza” o “malo por naturaleza”. En el pensamiento anarquista la idea de bondad natural del hombre y la negación del Estado derivan la una de la otra y se apoyan recíprocamente. En el pensamiento liberal la idea de bondad natural es simplemente un argumento (una utilización) para subordinar el Estado a la sociedad. Por tanto las teorías liberales no son ni una verdadera teoría del Estado ni una idea política. En consecuencia todas las teorías políticas propiamente dichas presuponen que el hombre es “malo”. Defensa de los teóricos políticos llamados realistas, a los que en época de paz nadie quiere escuchar. Crítica de la utilización propagandística de conceptos como “derecho” y “paz. Schmitt acepta las premisas de Hobbes, entre ellas la que afirma que la soberanía del derecho está determinada por la soberanía de los hombres que imponen las normas jurídicas. Siempre serán grupos de hombres concretos los que combatirán a otros grupos de hombres concretos en nombre de conceptos universales, como el “derecho”, “humanidad”, “paz”, etc.

Clasificación de las teorías antropológicas subyacentes al Estado y clasificarlas según que partan de un hombre “bueno por naturaleza” o “malo por naturaleza” (pg.87)

“Ya se ha señalado en más de una ocasión que justamente la oposición entre las llamadas teorías autoritarias y anarquistas puede retrotraerse a estas fórmulas. Parte de las teorías y construcciones que presuponen que el hombre es “bueno” en la forma ya enunciada son liberales y se orientan polémicamente contra la injerencia del Estado, sin por eso ser propiamente anarquistas. En el caso del anarquismo puro resulta evidente hasta qué punto la fe en la “bondad natural” está en conexión con la negación radical del Estado, que la una deriva de la otra y ambas se apoyan recíprocamente. Para los liberales en cambio la bondad del hombre no es otra cosa que un argumento con cuya ayuda se pone el Estado al servicio de la “sociedad”, y no quiere decir sino que la sociedad posee un propio orden en sí misma y que el Estado le está subordinado; ella lo controla con más desconfianza que otra cosa, y lo sujeta a límites estrictos. La formulación clásica de esta idea se encuentra en Thomas Paine” (Pg.89) (...) “Lo que ocurre es que en realidad no son una verdadera teoría del Estado ni una idea política. Pues si bien es cierto que el liberalismo no ha negado radicalmente el Estado, no lo es menos que tampoco ha hallado una teoría positiva ni una reforma propia del Estado, sino que tan sólo ha procurado vincular lo político a una ética y someterlo a lo económico; ha creado una doctrina de la división y equilibrio de los “poderes”, esto es, un sistema de trabas y controles del Estado que no es posible calificar de teorías del Estado o de principio de construcción política. En consecuencia (...) todas las teorías políticas propiamente dichas presuponen que el hombre es “malo”, y lo consideran como un ser no sólo problemático sino “peligroso” y dinámico.” (pg.90) “La cuestión no se resuelve con calificaciones psicológicas como “optimismo” y “pesimismo” (pg. 91)

“Mientras la teología no se diluya en una mera moral normativa o en pedagogía, y mientras la dogmática no se quede en pura disciplina, el dogma teológico fundamental del carácter pecaminoso del mundo y del hombre obliga, igual que la distinción entre amigo y enemigo, a clasificar a los hombres, a “tomar distancia”, y hace imposible el optimismo indiscriminado de un concepto del hombre igual para todos. (...) Teóricos de la política como Maquiavelo, Hobbes, frecuentemente también Fichte, lo único que hacen con su “pesimismo” es presuponer la realidad o posibilidad real de la distinción entre amigo y enemigo. En este sentido hay que entender en Hobbes (...) en primer lugar, la concepción “pesimista” del hombe; en segundo lugar, su correcta comprensión de que lo que desencadena las más terribles hostilidades es justamente el que cada una de las partes está convencida de poseer la verdad, la bondad y la justicia; y finalmente, en tercer lugar, que el bellum de todos contra todos no es un engendro de una fantasía obcecada y cruel, ni tampoco una mera filosofía de una sociedad burguesa que se está construyendo sobre la base de la libre “competencia” (Tönnies), sino que se trata de presupuestos elementales de un sistema de ideas específicamente político.” (Pg.93/94)

“(...) se puede afirmar sin duda que los hombres en general, al menos mientras la vida les resulta soportable o mientras les va bien, aman la ilusión de una quietud no amenazada y no soportan a los “pájaros de mal agüero” (Pg.94)

Hobbes ha afirmado que la soberanía del derecho significa únicamente la soberanía de los hombres que imponen las normas jurídicas y se sirven de ellas, que el imperio de un “ordenamiento superior” no es más que una frase vacía si no posee el sentido político de que determinados hombres pretendan gobernar, sobre la base de este ordenamiento superior, sobre personas de un “ordenamiento inferior.” Aquí el pensamiento político resulta irrefutable dentro de su esfera autónoma y cerrada, pues siempre serán grupos concretos de personas los que combatirán contra otros grupos igualmente concretos de ellas en nombre del “derecho” o de la “humanidad” o del “orden” (...)” (Pg.95)

Capítulo 8

Crítica al liberalismo

“El liberalismo del último siglo ha arrastrado consigo una singular y sistemática transformación y desnaturalización de todas las ideas y representaciones de lo político.” (Pg.97)

“La cuestión es, sin embargo, si del concepto puro y consecuente del liberalismo individualista puede llegar a obtenerse una idea específicamente política. La respuesta tiene que ser negativa. (...) lo que no hay es una política de carácter general, sino siempre únicamene una crítica liberal a la política.(...) Se trata de convertir al Estado en un “compromiso”, y sus instituciones en “válvulas”, y en particular de contraponer monarquía a democracia, y viceversa, con el fin de “establecer un contrapeso”.” (Pg.98)

La desconfianza del liberalismo frente al Estado, su deseo de ignorar y eludir lo político, determinan que obligar a un individuo privado a combatir al enemigo en contra de su voluntad supondría privarlo de libertad y por eso “se va edificando todo un sistema de conceptos desmilitarizados y despolitizados” (Pg.99)

“Conviene no olvidar que estos conceptos liberales se mueven siempre típicamente entre la ética (“espiritualidad”) y la economía (los negocios), e intentan, desde estos dos polos, aniquilar lo político como esfera de la “violencia invasora” (...) Así el concepto político de la lucha se transforma en el pensamiento liberal, por el lado económico, en competencia, y por otro, el lado “espiritual”, en discusión.En lugar de la distinción clara entre los dos estados opuestos de “guerra” y “paz” aparece aquí la dinámica de la competencia eterna y de la eterna discusión. El Estado se torna sociedad; del lado ético-espiritual, como representación ideológico-humanitaria de la humanidad; del lado contrario como unidad técnico-económica de un sistema unitario de producción y tráfico. La voluntad lógica y natural de rechazar al enemigo, dada dentro de la situación de lucha, se convierte en la construcción racional de un ideal o programa social, en una tendencia o un cálculo económico. El pueblo como unidad política se convierte, por un lado, en público interesado culturalmente, por el otro en personal laboral o empresarial y en masa de consumidores. Dominio y poder  se convierten en propaganda y manipulación de masas, por lo que se refiere al aspecto espiritual, y en control por lo que se refiere al aspecto económico.” (pg.99/100)

A las tríadas hegelianas y comtianas “les falta el incisivo vigor polémico de la antítesis bipolar. Tal es la razón por la que, pasaods los tiempos de calma (...) volvió a imponerse de inmediato la simple contraposición dual.” (pg.102)

“Lo decisivo es aquí la vinculación de la fe en el progreso, bajo la forma que adoptó en el XVIII, esto es, fundamentalmente humanitaria, moralizante e intelectual, “espiritual”, con el desarrollo económico, industrial y técnico del XIX.” (Pg.102)

Pero “esa  coalición tan compleja de economía, libertad, técnica, ética y parlamentarismo (...) ha acabado hace ya tiempo (...) La economía ya no es eo ipso libertad; la técnica no está tan sólo al servicio del confort, sino que sirve también para producir armas e instrumentos peligrosos; su progreso no comporta tampoco por sí mismo un perfeccionamiento humanitario y moral, como el siglo XVIII gustaba de representarse y una racionalización técnica puede llegar a convertirse en lo opuesto a una racionalización económica. A pesar de todo, la atmósfera espiritual de Europa sigue estando condicionada hasta ahora mismo por esta interpretación que el siglo XIX hacía de la historia (...)” (Pg.104)

“Por eso era también equivocado pensar que una posición política obtenida con ayuda de la superioridad económica tendría que ser “esencialmente no belicosa” (como afirmaba J.Schumpeter en su Sociología del Imperialismo de 1919) Lo único esencialmente no belicoso es aquí la terminología, y ello por la esencia misma de la ideología liberal. (...) El adversaio ya no se llama enemigo, pero en su condición de estorbo y ruptura de la paz se lo declara hors-la-loi hors y l´humanité. (...) también este sistema, presuntamente apolítico y en apariencia incluso antipolítico está al servicio de agrupaciones de amigos y enemigos (...) y no podrá tampoco escapar a la consecuencia interna de lo político.” (Pg.106)

La era de las neutralizaciones y de las despolitizaciones

Admiración de Schmitt hacia los rusos porque en su opinión el coraje de los rusos “para el racionalismo y su contrario, su vigor para la ortodoxia en lo bueno y en lo malo, son imponentes.” (pg.107)

En los últimos cuatro siglos de la historia europea la vida espiritual europea ha tenido cuatro centros de gravedad distintos que van de lo teológico a lo metafísico, de allí al moralismo humanitario, y de éste a la economía. “Los conceptos que elaboran las diversas generaciones sólo resultan comprensibles a partir de estos desplazamientos del núcleo central. (...) Sería también un malentendido interpretar la secuencia de etapas como si en cada uno de esos siglos no hubiese habido nada más que ese centro de gravedad. Lo que existe siempre es más bien una cierta coexistencia pluralista de etapas que ya han sido recorridas.” (Pg.109)

“Todos los conceptos de la esfera del espíritu, incluido el concepto mismo de espíritu, son en sí mismos pluralistas, y se entienden únicamente a partir de la existencia política concreta. Del mismo modo que cada nación posee su propio concepto de nación, (...) también cada cultura y cada época cultural poseen su propio concepto de cultura. Todas las ideas esenciales en la esfera espiritual del hombre son algo existencial, no normativo. Si a lo largo de los últimos cuatro siglos ha estado desplazándose sin cesar el centro de gravedad de la vida espiritual, con él han tenido que ir modificándose también incesantemente la totalidd de los conceptos y de las palabras, y es necesario tomar conciencia de la polivalencia de cada palabra y de cada concepto. La mayoría de los malentendidos (...) se explican como traslación incorrecta de un concepto cuya raíz está en un cierto campo (sólo en la metafísica, o sólo en la moral, o sólo en la economía) a los demás dominios de la vida espiritual.” (pg.112)

“No deja de ser un fenómeno curioso que el Estado liberal europeo del siglo XIX pudiera plantearse a sí mismo como stato neutrale ed agnostico y contemplara la justificación de su existencia precisamente en esa neutralidad. (...) Lo que aquí nos interesa es su condición de síntoma de una neutralidad cultural general; pues la doctrina del Estado neutral del siglo XIX se da en el marco de una tendencia general a un nuetralismo espiritual que es característico de la historia europea de los últimos siglos.” (Pg.115)

2. Las etapas de la neutralización y despolitización

“En Europa la humanidad está siempre saliendo de un campo de batalla para entrar en un terreno neutral, y una y otra vez el recién alcanzado terreno neutral se vuelve nuevamente campo de batalla y hace necesario buscar nuevas esferas de neutralidad. (...) Las guerras de religión se convirtieron enlas guerras nacionales del siglo XIX, todavía en parte culturales, pero ya también determinadas en parte por la economía. Al final fueron puras y simples guerras económicas.” (Pg.117) (...) “La esfera de la técnica parecía ser una esfera de paz, entendimiento y reconciliación. (...) Sin embargo la neutralidad de la técnica no se parece a la neutralidad de ninguno de los ámbitos anteriores. La técnica es siempre sólo instrumento y arma, y porque sirve a cualquiera no es neutral.” (Pg.118) (...) “Hoy en día los inventos técnicos son medios para una inaudita dominación de las masas” (pg.119) (...) “Con la técnica la neutralidad espiritual había accedido a la nada espiritual.Tras haber abstraído primero de la religión y de la teología, luego de la metafísica y del Estado, ahora parecía que se había abstraído de todo lo cultural en general y que se había alcanzado la neutralidad de la muerte cultural. Mientras una religión de masas vulgar esperaba de la neutralidad aparente de la técnica un paraíso humano, aquellos grandes sociólogos sentían que la tendencia que había gobernado toda la secuencia de etapas del más moderno espíritu europeo estaba amenazando ahora a la cultura misma. Se añadía a esto el miedo a las nuevas clases y masas surgidas de la tabula rasa de una tecnificación sin lagunas. Del abismo de una nada cultural y social surgían una y otra vez nuevas masas ajenas y hasta hostiles a la cultura y al gusto tradicionales. (...) El miedo a la nada cultural y social fue en parte más bien producto de un terror pánico ante las amenazas al status quo que de un conocimiento ecuánime sobre la peculiaridad de los procesos espirituales y de su dinámica. Todos los nuevos y grandes impulsos, toda revolución y toda reforma, toda nueva élite nace de la ascésis y de una carencia deliberada o involuntaria; y aquí carencia significa sobre todo renuncia a la seguridad del status quo. (...) Crece calladamente en las tinieblas, y en sus primeros comienzos un historiador o un sociólogo no reconocería más que una nada. El momento de su representación resplandeciente es ya el momento en el que esa conexión con los comienzos secretos e inaparentes comienza a estar amenazada. (pg.120/121)

“El proceso de neutralización progresiva de los diversos ámbitos de la vida cultural ha llegado a su fin porque ha llegado a la técnica. La técnica no es ya un terreno neutral en el sentido de aquel proceso de neutralización, y toda política fuerte habrá de servirse de ella. Por eso concebir nuestro siglo en sentido espiritual como la era técnica no puede tener más que un sentido provisional. El sentido definitivo se hará patente cuando quede claro qué clase de política adquiere suficiente fuerza como para apoderarse de la nueva técnica, y cuáles son las verdaderas agrupaciones de amigo y enemigo que prenden sobre este nuevo suelo. (...) Sin embargo la técnica no puede hacer otra cosa que incrementar la paz o la guerra (...) Conocemos incluso la ley secreta de ese vocabulario, y sabemos que hoy día la guerra más aterradora sólo se realiza en nombre de la paz, la opresión más terrible sólo en nombre de la libertad, y la inhumanidad más atroz sólo en nombre de la humanidad.” (Pg.121)

“Es de la fuerza de un saber íntegro de donde nace el orden de las cosas humanas. Ab integro nascitur ordo.

Corolario I. Resumen de los diversos significados y funciones del concepto de la neutralidad política interna del Estado (1931)

Corolario II. Sobre la relación entre los conceptos de guerra y enemigo (1938)

Corolario III. Sobre las posibilidades y elementos no estatales del Derecho Internacional.

Isabel Viñado Gascón



1 comentario:

  1. Muy bueno. Muy bien explicado, me sirvió para entender un poco mas a Schmitt

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