Lo que aquí aparece es un
resumen del Segundo Libro de los Discursi de Maquiavelo. He preferido recoger
las ideas más sobresalientes, dejando a un lado los ejemplos históricos, a fin
de que el lector impaciente o que no disponga de mucho tiempo pueda, sin
embargo, apreciar la profundidad del pensamiento del autor italiano. El entrecomillado recoge citas literales de la traducción que he utilizado.
Como es mi costumbre, recomiendo encarecidamente la lectura de este libro.
A pesar de no ser muy conocido por el gran público puede ser considerada como
una de las grandes obras de la literatura política.
Para la redacción de este trabajo he utilizado una edición española (en pdf) ”Discurso sobre la primera década de Tito
Livio” http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=1569
y una edición alemana (en eBook) “Die
Discorsi: Das Wesen einer starken Republik” (Copy right e-artnow, 2014. ISBN 978-80-268-2659-0)
Prólogo
Maquiavelo no comparte la opinión generalizada que sostiene que cualquier
tiempo pasado fue mejor. A su juicio “el
mundo siempre ha sido igual, con los mismos males y con idénticos bienes aunque
variando los bienes y los males de pueblo en pueblo.” Y las noticias que se
tienen de los antiguos reinos muestran, según Maquiavelo, los cambios que éstos
sufrieron debido a la variación de costumbres. El autor florentino afirma que
las virtudes pasaron de Asiria a la Media, de ahí a Persia y continuaron hasta
llegar a Italia y Roma y a partir de allí se repartieron entre pueblos
florecientes como el de Egipto, Turquía, Francia, Alemania, y antes que eso en
el de los sarracenos.
Maquiavelo considera además que a la hora de analizar el pasado los hombres
han de hacer frente a a los riesgos que su propia naturaleza entraña. En
efecto, sus deseos son insaciables “porque
su propia naturaleza le impulsa a quererlo todo mientras sus medios de acción
le permiten conseguir pocas cosas” y de ahí que se dediquen a “maldecir los tiempos presentes, elogiar los
tiempos pasados, y desear los futuros, aunque para ello no tengan motivo
razonable alguno.”
Y aunque el propio Maquiavelo teme incurrir en el error anterior al alabar
tanto las virtudes del antiguo imperio romano, comprende que los pueblos que
han nacido en las ruinas del imperio romano prefieran los antiguos tiempos
porque en los actuales “ni se practica la
religión, ni se cumplen las leyes, ni se observa la ordenanza militar;
manchando todas las conciencias los vicios más repugnantes, vicios tanto más detestables
cuanto que sobresalen en los que forman los tribunales, o ejercen autoridad, o
pretenden ser adorados.”
Y de ahí, por tanto, debido a que las virtudes antiguas son tan evidentes
como los vicios actuales, termine
considerando apropiada y en absoluto exagerada su admiración por los antiguos
romanos y su deseo de mostrarla a las nuevas generaciones, con el propósito de
enseñarles el bien.
Capítulo I
De si fue el valor o la
fortuna lo que más contribuyó a agrandar el imperio de los romanos.
Maquiavelo se muestra contundente: “Al
valor de sus ejércitos debió su imperio y a sus propias y peculiares leyes,
dadas por su primer legislador, el conservarlo.”
Y responde a aquéllos que afirman que su grandeza no se debe tanto a su
valor como a su fortuna, porque Roma nunca llevó al mismo tiempo dos guerras
peligrosas. Pero si se analiza la conducta de los romanos, dice Maquiavelo, se
verá que a la fortuna se unió un gran valor y no una menor prudencia.Por un
lado, porque los pueblos vecinos, atemorizados por su valor, no se atreven a
atacar y por otro, porque los pueblos alejados, no se interesan por lugares y
temas que no les conciernen; de modo, que cuando el peligro se acerque no
contarán con más fuerzas que las suyas propias porque no habrán tenido tiempo
de establecer alianzas ni una idónea estrategia defensiva. Otros pueblos,
encandilados por la prosperidad romana, se aliaron con ellos y establecieron
alianzas conjuntas hasta que cuando comprendieron su error ya era tarde y
habían empezado a combatirlos, como les pasó a los cartagineses, pero no sólo a
ellos. Y es que los romanos procuraban tener en las comarcas que invadían
amigos que les permitieran “entrar o
salir o permanecer”. Así, por ejemplo,los romanos entraron en España
gracias a los saguntinos y en Samnio por medio de los capuanos.
Capítulo II
Con qué pueblos tuvieron
los romanos que combatir y cuán tenazmente defendieron aquéllos su
independencia.
Cinco son los puntos que trata en este tema: las ventajas de la libertad,
la defensa del Bien Común, las desventajas de la servidumbre, cuál es el peor
tipo de servidumbre y los problemas que la religión cristiana ha introducido en
la educación de los ciudadanos y por consiguiente en la conservación de la
república.
Los ejércitos romanos
necesitaban gran valor porque conquistar no era fácil, debido al amor que los
pueblos tienen a su independencia. Es fácil comprender este sentimiento tanto como el de odio a los tiranos
porque “sólo cuando hay libertad aumentan el poder y riqueza de
los ciudadanos.” Más adelante volverá a nombrar las ventajas que la
libertad conlleva, entre otras la multiplicación de las riquezas que la
industria y la agricultura reportan porque cada cual se dedica a aumentar las
suyas, pudiendo gozar de ellas y sin temor a que le sean arrebatadas y
conformen se incrementan las fortunas de los particulares aumentan también las
del Estado. Todo ello determina un crecimiento en el número de matrimonios y
nacimientos.
Se equivoca, sin embargo, el que crea que con ello Maquiavelo se muestra
partidario de admitir un liberalismo darwiniano que sólo sea disfrutado por un
pequeño grupo de individuos.. El Bien
Común vuelve a aparecer como el axioma a partir del cual ha de regirse
cualquier república.: “(...)no es el bien
particular sino el bien común el que engrandece a los pueblos y al bien común
únicamente atienden las repúblicas. En ellas sólo se ejecuta lo encaminado
al público aunque perjudique a algunos
particulares; pues son tantos los beneficiados que imponen las resoluciones a
pesar de la oposición de los pocos a quienes dañan.” Por el contrario,
afirma Maquiavelo, en un régimen monárquico los intereses del príncipe no
coinciden con los del estado y las conquistas serán provechosas sólo para el
príncipe.
Maquiavelo repite una y otra vez repite los daños que la servidumbre causa en los pueblos; el
más nocivo: la carencia de bienes que es mayor cuanto mayor es la falta de
libertad.El peor tipo de servidumbre a
un extranjero es, a su juicio, la
impuesta por una república. En primer lugar porque tienden a perpetuarse en el
tiempo y en segundo, porque tienden a debilitar a los otros estados para llegar
ella a ser más fuerte. Por el contrario, el poder de un príncipe,que Maquiavelo
considera nocivo para su propio estado porque antempone sus intereses a los de
su república, en el caso de que ejerza el poder sobre un pueblo extranjero,
resulta menos perjudicial. Primero, porque su poder suele ser temporal y segundo porque - salvo en el caso del príncipe
oriental al que considera “bárbaro, destructor
de países y de instituciones de gobierno” – suele amar por igual a todos
sus pueblos, “dejándoles prosperar y que se rijan por sus antiguas leyes.”
Lo arregle como lo arregle, lo cierto es que de nuevo nos encontramos ante
otra de las contradicciones de las que adolece de vez en cuando Maquiavelo.
Que los hombres antiguos fueran más amantes de la libertad que los actuales
y tuvieran también mayor fuerza se explica, según Maquiavelo, por las diferencias que existen en la
educación basada en la diferencia de
religión. Aquí aprovecha para hacer una crítica incisiva a la religión
cristiana.
“Enseñando la nuestra, la verdad y el verdadero camino, hace que se tengan
en poco las honras de este mundo; pero los gentiles estimándolas y
considerándolas el verdadero bien, aspiraban a ellas con mayor vigor y energía.
(...) Además la religión pagana sólo deificaba a hombres llenos de gloria
mundana y la nuestra ha santificado más a los hombres humildes y contemplativos
que a los de enérgica actividad. Además coloca el supremo bien en la humildad,
en la abnegación, en el desprecio de las cosas humanas, mientras la pagana lo
ponía en la grandeza del ánimo, en la robustez del cuerpo y en cuanto podía
contribuir a hacer los hombres fortísimos. La fortaleza de alma que nuestra
religión exige es para sufrir pacientemente los infortunios, no para acometer
grandes acciones.” Así pues, los hombres, deseosos de alcanzar el paraíso se
muestran más dispuestos a aceptar las injurias que a vengarlas. Y todo,
concluye Maquiavelo, porque los hombres han interpretado a la virtud cristiana
conforme a la pereza y no conforme a la virtud, porque si hubieran atendido a
ésta, habrán comprendido que pertenece a la virtud la defensa y la gloria de la
patria.
Maquiavelo incurre en un gravísimo
error - el mismo que más tarde cometerá Nietzsche, aunque por razones distintas
y en el que, en cambio, no caerán ni Heine ni Brecht - y es el de considerar a
la religión cristiana como una “fábrica” de hombres débiles y de almas
esclavas. Heine y Brecht supieron comprender el problema en su justa medida.
Maquiavelo lanza su crítica a la “interpretación” que se hace de la religión
cristiana y dicha intepretación, justo es señalarlo, viene dada por la Iglesia,
una institución altamente jerárquica. La debilidad, el olvido a las injurias,
el perdón sin más, la obediencia ciega al superior –incluido el progenitor-
sólo porque es superior, indiferentemente de su comportamiento, de su sabiduría
y de su virtud, es referida siempre a los inferiores. Se trata de “Sé bueno que
Dios te recompensará”. “Tú, sé bueno. Yo, como superior tuyo ya lo soy y por
tanto puedo permitirme hacer lo que me venga en gana. Ya pediré perdón y
punto.” La religión cristiana no hace a los hombres más débiles; al contrario,
los hace más fuertes porque les insta a ser capaces de llevar su cruz, sea lo
pesada que esta sea y admite la cólera justa de un Jesús que cuando llega al
templo expulsa a cajas destempladas a los comerciantes. Más aún: las cruzadas
cristianas pueden analizarse de muchas maneras pero desde luego no como
campañas de recogimiento y contemplación. No. No es la naturaleza de la
religión cristiana lo que hace a los cristianos débiles. Es la jerarquía a la
que deben someterse y de la que Lutero, bendito sea, luchó con todas sus
fuerzas para liberarse.
Capítulo III
Roma se engrandece
arruinando a las ciudades vecinas y concediendo fácilmente a los extranjeros la
cualidad de ciudadanos romanos.
“Los que deseen que una
ciudad llegue a tener grandes dominios deben procurar por todos los medios
hacerla populosa, porque, sin grande abundancia de hombres jamás aumentará su
poder. Esto se consigue de dos modos: por atracción cariñosa o por la fuerza.
Por atracción, ofreciendo camino franco y seguro a los extranjeros que deseen
venir a habitar en ella, de suerte que les agrade vivir allí; por fuerza, destruyendo las ciudades inmediatas y
obligando a sus vecinos a vivir en la vencedora.” Sólo las grandes repúblicas pueden engrandecerse
y crecer. Las que mantienen su número de población constante, pierden, tarde o
temprano, todos los territorios conquistados, como fue el caso de Esparta.
Capítulo IV
Las repúblicas han
practicado tres procedimientos para engrandecerse.
1.
Formar
una liga de varias repúblicas en las que ninguna de ellas domine. Dos son las
desventajas que este modelo presenta: Una, las dificultades que se presentan a
la hora de deliberar y resolver; dos, la imposibilidad de aumentar el
territorio. Pero las ventajas que conlleva es también doble: no se ven
obligadas a sostener guerras y además les permite conservar lo que ya tienen.
Ejemplo de este procedimiento lo ofrecen Suiza y Suabia.
2.
Aliarse
con otros estados, cuidando de conservar la autoridad del mando y la iniciativa
de las empresas. Éste es, según Maquiavelo, el mejor método y es el que fue
practicado por Roma.
3.
Convertir
en súbditos, y no en aliados, a los vencidos. Este procedimiento resulta inútil
porque a pesar de haber sido vencida, no lo acepta ninguna república
acostumbrada a la libertad y requiere del despliegue de un número considerable
de tropas y alianzas.
Capítulo V
Los cambios de religión y
de lengua, unidos a los desastres de inundaciones y epidemias, extinguen la
memoria de las cosas.
Respecto a lo primero se debe al ensañamiento con que se persiguen las creencias
antiguas que, en el caso de Roma no se han perdido por la necesidad de
conservar la lengua italiana pero que se hubieran, sin duda, olvidado si la
lengua también hubiera desaparecido.
Respecto a lo segundo, Maquiavelo considera que son los métodos de los que
se vale la naturaleza para limpiarse
cuando una comarca está demasiado poblada y sus habitantes no pueden salir de
ella por estar igualmente pobladísimas todas las demás. Una vez ocurridas las
plagas, los lugares quedan más vacíos y las personas que han sobrevido pueden
vivir en mejores condiciones.
Capítulo VI
De cómo hacían la guerra
los romanos.
Si se trata de conquistar por elección o por ambición ha de hacerse de
manera que la conquista y la conservación de los territorios suponga el menos costo
posible en bien de la utilidad general.
Roma utilizó principalmente
dos métodos:
- - La
creación de colonias fronterizas en los territorios vencidos, de manera que si
atacaba el enemigo, acudían los romanos con fuerzas numerosas e imponían
durísimas condiciones.
- - El
otro mecanismo fue el de emplear el botín en nuevas empresas militares.
Pero hubo otros: campañas militares frecuentes para no dar posibilidad al
enemigo de reorganizarse, batallas rápidas, acuerdos ventajosos para Roma,
destrucción de los ejércitos enemigos...
Capítulo VII
Cantidad de terreno que
daban los romanos a cada colono.
No se trataba tanto de la extensión de tierra como del buen cultivo y del
lugar dónde esta estuviera localizada. Tito Livio habla de tres jugadas y siete
onzas de tierra, pero todo esto es difícil de precisar.
Capítulo VIII
Por qué motivos se
expatrian los pueblos trasladándose a países extranjeros
Dos son los tipos de guerra: Unas, por ambición de ensanchar sus dominios;
las otras, por invasión de un pueblo
entero que impulsado por el hambre o las guerras va en busca de nuevas tierras
no para dominarlas sino para distribuírselas y poseerlas, y para conseguirlo
mata o expulsa a los antiguos habitantes. “Esta
guerra es cruelísima y espantosa.” Y explica el motivo: ”A un príncipe o a una república que invade un territorio le basta
acabar con los que en él mandan; pero las invasiones de pueblos enteros
necesitan ahuyentar o matar a todos los habitantes, para poder vivir con lo que
éstos vivían.”
“Salen estos pueblos de sus
comarcas, según ya hemos dicho, impulsados por la necesidad y ésta nace, o del
hambre, o de guerras y opresiones en su propio país, hasta el extremo de verse
obligados a buscar nuevas tierras. Cuando son en gran número, invaden
violentamente el país ajeno, matan a sus habitantes, se apoderan de sus bienes,
forman un nuevo reino y cambian el nombre de la comarca.(...) Son, pues,
peligrosísimos los pueblos que abandonan sus tierras por extrema necesidad y
sólo se les puede contener con formidable ejército. Pero cuando los emigrantes
no son en gran número, el peligro es menor, pues no pudiendo emplear la fuerza,
apelan a la astucia para ocupar algún terreno y, ocupado, mantenerse en él como
amigos y aliados”.
Capítulo IX
Cuáles son ordinariamente
los motivos de guerra entre los poderosos.
Unas veces se debe al azar y otras, al deseo de alguno de ellos.
Capítulo X
El dinero no es el nervio
de la guerra, como generalmente se cree.
Las guerras pueden iniciarse a capricho pero no acabarlas cuando se desee. Y desde luego no basta lanzarse a una acción
armada teniendo en consideración únicamente el dinero y el terreno. Esto ayuda
pero no es lo principal. Lo principal es
disponer de un ejército fiel y de buenos soldados. Si falta éste, todo
dinero y todo apoyo ciudadano resulta inútil. El dinero debe, pues, considerarse,
como un elemento secundario. Según Maquiavelo Tito Livio enumera como elementos
imprescindibles para tener éxito en una guerra: buenos soldados, generales
prudentes y buena fortuna (en donde fortuna, significa suerte) y no nombra para
nada al dinero.
Capítulo XI
No es determinación
prudente contraer alianza con un príncipe que tenga más fama que fuerza
Esto atañe tanto al que busca la alianza para ser defendido, como para el
que acuerda defender. Maquiavelo pone como ejemplo el caso de los capuanos y
sidicinos, que establecieron una alianza para defender a éstos de los samnitas.
“Equivocáronse, pues, los capuanos, al
creerse más fuerte de lo que eran, como se equivocan a veces los seres de
escasa prudencia que, no sabiendo ni pudiendo defenderse, pretenden defender a
otros.“
Capítulo XII
Si cuando se teme ser
atacado vale más llevar la guerra enemiga que esperarla en la propia.
Hay que considerar que el que ataca procede con más valor que el que
espera, pero por otra parte el que espera puede organizarse y proveerse mejor y
además tiene un conocimiento más profundo del terreno e incluso en caso de ser
derrotados, les resulta más fácil el reorganizarse.
A juicio de Maquiavelo resulta sumamente importante:
a)Considerar si el país
está armado o desarmado.
Si están armados es importante saber de cuántas fuerzas disponen. Cuando
están armados pero disponen de pocos hombres, cuanto más cerca se les ataca,
más difícil resulta vencerlos porque pueden reunir más fuerzas para resistir
que para invadir otros territorios. En cambio, resulta fácil vencerlos si se
les saca fuera de su país.
b) Si un príncipe tiene al
pueblo organizado para la guerra, o no.
Si el pueblo está preparado, puede esperar al enemigo. Pero si no es así,
el príncipe tiene que alejar al enemigo de sus dominios todo lo que pueda.
Capítulo XIII
De cómo se pasa de
pequeña a gran fortuna, más bien por la astucia que por la fuerza.
“Creo, pues, que jamás
persona alguna de humilde estado ha logrado gran poder sólo por medio de la
fuerza, empleándola franca e ingenuamente; pero sí sólo con la astucia. (...)
Lo que necesitan hacer los príncipes al comenzar su engrandecimiento también
necesitan hacerlo las repúblicas, hasta que llegan a ser tan poderosas que les
baste la fuerza. (...) Se ve pues que los romanos al principio de su
engrandecimiento no dejaron de emplear la astucia, recurso (...) menos
vituperable cuanto más disimuladamente se emplea.”
Capítulo XIV
Engáñase muchas veces los
hombres creyendo que la humildad vence la soberbia.
La humildad muchas veces perjudica, “sobre
todo si se emplea con hombres insolentes que por envidia o cualquier otra causa
os odian.”
“Así pues ningún príncipe
debe descender de su rango, ni entregar voluntariamente cosa alguna, sino
cuando la pueda o se crea que la puede conservar. Si se llega a término de
tener que conservar algo, vale más que lo tomen por la fuerza que cederlo por
temor, porque si lo das por miedo y deseo de evitar guerra, las más de las
veces no la evitas; que aquél a quien apruebas con la cesión de tu cobardía no
se dará por satisfecho y querrá apoderarse de otras cosas, atreviéndose a más
cuanto menos te estime. Por otra parte encontrarás frialdad en tus defensores
al creerte débil o cobarde.”
En cambio, dice Maquiavelo, si le ven a uno resoluto en la defensa quizás
se una a ayudarle incluso alguno con el que no se contaba.
Esto si uno se enfrenta a un enemigo. Si uno se enfrenta a varios, lo más
inteligente es el famoso “Divide et impera”.
Capítulo XV
Los estados débiles son
siempre indecisos y la lentitud en las resoluciones es siempre perjudicial
Conviene tratar
inmediatamente el hecho que preocupa y no permanecer en la incertidumbre. La
ambigüedad impide hablar con claridad; en cambio, la resolución encuentra
fácilmente justificaciones que expliquen la decisión tomada. A pie de nota,
Maquiavelo aclara que lo importante son
los hechos y luego acomodar las palabras a éstos. “No es menos nociva la lentitud y tardanza en las resoluciones, sobre
todo si se refieren a auxiliar a un aliado, porque le privan del auxilio y
dañan al mismo que en ellas incurre. La lentitud en las determinaciones procede
o, de flaqueza de ánimo, o de falta de fuerzas o de perfidia en los encargados
de tomarlas, quienes, por deseo de arruinar la patria o de lograr cualquier
aspiración personal, en vez de facilitar las determinaciones, las estorban y
entretienen de mil modos. Los buenos ciudadanos, aunque vean que en un
arrebato popular se toma decisión perniciosa, jamás la impiden, sobre todo
tratándose de cosas que no admiten espera.”
Vuelve a aparecer aquí el
tono populista que impera en algunas partes de su escrito. En mi humilde
opinión eso se debe a dos razones.. Una, ya la hemos dicho, es que Maquiavelo –
republicano en su juventud- escribe sus
Discursos desde la honestidad de sus convicciones; la segunda razón es que el
“estratega” florentino se aseguraba con ello la vida, al menos eso, caso de que
los Medici volvieran a caer y los republicanos regresaran al poder –como de
hecho sucedió, aunque demasiado tarde como para que nadie pudiera aceptar al
leal servidor del príncipe como un auténtico republicano. La verdad, la
mentira, las convicciones, la astucia estratégica, se confunden en sus escritos
y resulta sumamente difícil distinguir cuáles eran sus auténticos criterios,
acaso porque en el fondo no tuviera más que dos: mantener la vida y el puesto.
Y para ser justos, lo cierto es que Maquiavelo no ocultó nunca ninguno de estos
dos propósitos.
Capítulo XVI
Diferencia entre los
ejércitos modernos y los antiguos
Los generales actuales “han
abandonado las reglas de organización, sin observar nada de la antigua
disciplina.” Maquiavelo critica también que las diferencias en el
posicionamiento de los soldados impiden que el enemigo pueda ser rechazado tres
veces, como antiguamente, y únicamente lo permiten dos veces, lo que supone una
gran desventaja que no puede achacarse al uso de artillería.
Capítulo XVII
De cómo debe apreciarse
la artillería en los ejércitos de estos tiempos, y de si la opinión que
generalmente se tiene de ella es cierta.
Maquiavelo se enfrenta a tres creencias generalmente aceptadas.
- - La de
que si en los tiempos de los romanos hubiera existido artillería, no les
hubiera sido posible conquistar tantos territorios.
- - Que
debido a la artillería los hombres no pueden demostrar su valor tanto como
antiguamente.
- - La
organización de fuerzas en el campo de batalla se ha hecho cada vez más
complicada y no se puede emplear el
antiguo sistema de concentración.
- La respuesta de Maquiavelo
es que la artillería en las plazas pronto rompe la defensa de éstas y por tanto
no tarda en volverse a la lucha a mano armada. La artillería tampoco sirve para
la defensa porque no da tiempo a
encontrar lugares en los que parapetarse y si el ejército atacante es numeroso,
unos batallones empujan a otros y enseguida se hacen con la mecha. El monseñor
de Foix pasó entre los cañones con sus tropas y se apoderó de todo. En las
plazas grandes tampoco es útil, la artilería ha de subirse a lugares altos para
desde allí establecer la defensa y en cambio los sitiadores pueden emplear
artillería pesada. Por tanto, las
ciudades, hoy como ayer, hay que defenderlas con los brazos. E incluso en campo
abierto depende la victoria las más de la veces del posicionamiento más que de
la artillería.
La conclusión de Maquiavelo es que la artillería no es adecuada para la
defensa y que por tanto, los pueblos atacados en tiempos de los romanos no
hubieran podido librarse de la embestida de éstos aunque hubieran tenido
artillería.
- Por lo que respecta al segundo argumento, Maquiavelo está convencido de que
con o sin artillería siempre hay situaciones en las que un soldado ha de
demostrar su valor. Por ejemplo, escalando un muro entre el fuego enemigo. El
valor no es una cuestión que dependa de la artillería sino de la falta de
disciplina y de la debilidad de los ejércitos que, “careciendo de valor en conjunto, no lo pueden mostrar
individualmente.”
- Finalmente, la tercera objeción, consistente en que ya no se puede luchar
cuerpo a cuerpo, es ttambién rechazada por Maquiavelo. Está convencido de que es necesario
entrenar a los soldados para acostumbrarlos a acercarse lo más posible al
enemigo, llegar al combate cuerpo a cuerpo y a la utilización del arma blanca. “Cuando la base de un ejército es la
infantería organizada la artillería llega a ser inútil.” La razón es que la
infantería es mucho más flexible. Y concluye que si los turcos vencieron a los
egipcios y persas con la artillería no fue tanto a causa de ésta, como debido
al hecho de que el estruendo que causaba espantó a la caballería enemiga.
Así pues, la artillería es útil en un ejército valeroso pero inútil en un
ejército debilitado a causa de la indisciplina y la cobardía.
Capítulo XVIII
De cómo por la autoridad
de los romanos y por los ejemplos de la milicia antigua se debe estimar más la
infantería que la caballería.
La principal razón es la flexibilidad de la que disponen las tropas a pie,
que pueden acceder a lugares inaccesibles para la caballería y cuya
reordenación resulta más fácil. La ignorancia de los jefes de estado y la
perversión de los generales les llevaron a no observar la importancia de la
infantería, hasta el punto de que ejércitos muy poderosos apenas disponían de
ella. Esta fue la causa, según Maquiavelo, de que Italia cayera en manos de
príncipes extranjeros.
La conclusión de Maquiavelo es que no observar la organización de los
antiguos, “con todo su valor y
disciplina”, ha determinado que las conquistas se hayan convertido en una
pesada carga para el estado que las realiza.
Capítulo XIX
Las conquistas hechas por
repúblicas mal organizadas, que no toman por modelo a la romana, arruinan, en
vez de engrandecer, al conquistador.
Si un príncipe o una república desea conquistar ha de tomar en cuenta, por
verdaderas y útiles, las instituciones antiguas. De este modo “comprenderían que aumentando el número de
ciudadanos, procurándose aliados y no súbditos, estableciendo colonias que
mantengan en la obediencia a los países conquistados, reforzando con las presas
del tesoro público, domando al enemigo con invasiones y batallas, y no con
asedios de plazas, teniendo al estado rico y al ciudadano pobre y conservando
cuidadosamente la disciplina militar, es como se hacen grandes las repúblicas y
extienden su poder.”
Motivos en los que se ha de renunciar a la conquista:
-
Cuando
se trata de un lugar pequeño que quiere vivir en paz. En ese caso es mejor
concentrarse en la defensa y arreglar el estado con buenas leyes y buenas
costumbres, como han hecho las repúblicas de Alemania, que han vivido libres
largo tiempo.
Es cierto, reconoce Maquiavelo, que ya había advertido anteriormente que
ninguna república por pequeña que sea puede vivir en paz y libre porque las
repúblicas vecinas intentarán atacarla. Sin embargo, el caso de las repúblicas
alemanas es un caso especial. Algunas repúblicas aprovechando la debilidad del
imperio Galo y español, empezaron a liberarse a cambio de la entrega de un
pequeño censo anual. Otras como la suiza, en cambio, alcanzaron tal fuerza que
ni siquiera el emperador austriaco osó enfrentárseles. Así que Alemania “aparece dividida entre emperador,
príncipes, repúblicas (llamadas ciudades libres) y los suizos.” Si no
existe la guerra entre ellas eso se debe a la figura del emperador que, aunque
casi no tiene autoridad, inspira respeto. Si el emperador quisiera apoyo de las
repúblicas estas no lo ofrecerían en demasía debido a su pobreza y a su deseo
de vivir en libertad. Las condiciones para mantener esta situación son dos: la
protección del emperador es una; la otra, es la paz interior. En efecto, si en
el interior se produjeran disturbios, éstos serían aprovechados por las
ciudades vecinas para atacarlos.
Otras motivos para que la conquista resulte perjudicial:
- - Cuando
las conquistas empobrecen o cuestan más de lo que producen.
- -Cuando
se adquieren repúblicas y provincias de costumbres voluptuosas que, con el
trato, se extienden a los conquistadores. “Tales
ciudades y comarcas se vengan del vencedor sin lucha y sin sangre, porque
contagiándole sus malas costumbres, le exponen a ser vencido por el primero que
le ataca.”
Capítulo XX
Peligros a que se exponen
los príncipes o repúblicas que se valen de tropas auxiliares o mercenarias
Alude aquí Maquiavelo a un vicio del que ya había hecho mención en el Libro
I: el ocio, el ocio corrompe las costumbres y convierte a una república en
fácil presa para los enemigos porque impide una buena disciplina y
organización. Si para defenderse se ven obligadas a contratar tropas auxiliares
tienen que pagar pagar por los servicios prestados y además temer que en caso
de victoria roben tanto al auxiliado que al vencido. Y en caso de que se
utilicen fuerzas mercenarias para lanzarse a una conquista, todavía peor
porque lo que se conquista con falta de
Poder es claro que no se puede mantener.
Esta idea es una constante
en el pensamiento del escritor y la desarrollorá extensamente en su tratado
sobre la guerra.
Capítulo XXI
El primer pretor que
enviaron los romanos fuera de su ciudad, cuatrocientos años después de haber
comenzado a guerrear con otros pueblos, fue a Capua.
Los capuanos lo pidieron y los romanos lo concedieron con razón, porque tal
medida conlleva dos ventajas importantes:
-Conserva la paz conquistada “porque
las ciudades acostumbradas a vivir libres y a ser gobernadas por sus habitantes
están contentas y tranquilas con una dominación que no ven a diario” y que
constantemente les recuerda su servidumbre.
-La otra ventaja es que puesto que los magistrados que dictan sentencia no
dependen de los ministros del príncipe, no se puede crear contra él ningún
sentimiento de odio.
Capítulo XXII
Cuán erróneas son a veces
las opiniones de los hombres al juzgar las cosas grandes.
“Los que asisten a asambleas
deliberantes han visto y ven cuán falsas son muchas veces las opiniones de los
hombres, pues con frecuencia los acuerdos, si no los inspiran y dirigen
personas notables son disparatados; y como los hombres eminentes en las
repúblicas corrompidas, sobre todo en épocas tranquilas, por motivo de envidia
o de ambición son odiados, se prefiere lo que el error común juzga bueno o lo
que proponen hombres más deseosos del favor del público que del bien de la
patria. La equivocación resulta evidente en las adversidades y entonces se
acude a los que en tiempos de paz son olvidados.”
“Hay acontecimientos respecto de los cuales con facilidad se engañan los
hombres que no tienen consumada experiencia, porque se presentan bajo aspectos
capaces de hacer creer lo que no son.”
Uno de los ejemplos que pone Maquiavelo es el de atacar al vencedor
creyendo que este ha perdido muchos hombres. El vencedor, dice Maquiavelo,
nunca pierde más hombres que el vencido y además la confianza de la victoria y
el temor de los vencidos les dota de valor renovado.
Dos puntos importantes en
este apartado: el anti-populismo que adopta Maquiavelo al considerar que no
todos los hombres, sino sólo los más notables, están capacitados para llegar a
acuerdos razonables. Aunque las repúblicas corrompidas los aparten, hay que ir
a busarlos en tiempos de necesidad y turbulencias. El segundo punto se refiere
a la necesidad de experiencia en las cosas públicas para evitar que los
príncipes y las repúblicas se engañen. Es muy posible, que a la hora de
escribir este capítulo Maquiavelo estuviera pensando en él mismo.
Capítulo XXIII
De cómo los romanos
cuando tenían que tomar alguna determinación con respecto a sus súbditos,
evitaban tomar los partidos medios.
“De todas las situaciones
desgraciadas, la más infeliz es la de una república o un príncipe reducidos a
términos de no poder estar en paz ni en guerra. En este caso se encuentran las
que para la paz sufren condiciones demasiado gravosas, y para la guerra se
exponen a ser presa de sus aliados o sus enemigos. A tal extremo se llega o por
los malos consejos, o por las malas determinaciones o por no calcular bien las
propias fuerzas.”
Lo mismo sucede en el interior de una república: “Lo honroso es conocer y castigar a los culpables, no contenerlos a base de mil peligros” y “el príncipe que no castiga al que delinque
de manera que no pueda volver a delinquir, es tenido por ignorante o por
cobarde.”
Y cuando se conquista a una ciudad o república acostumbrada a vivir bajo
libertad lo más sensato es, o favorecerla o destruirla por completo. Cualquier
otra consideración, incluida la del término medio, resulta inútil.
Capítulo XXIV
Las fortalezas son en
general más perjudiciales que útiles.
Hay que deliberar si las fortalezas se erigen para defenderse del enemigo o
para sujetar a los súbditos. En el primer caso, dice Maquiavelo, resultan
inútiles y, en el segundo, perjudiciales porque en este caso el problema es que
el príncipe se ha hecho odioso a su propio pueblo, bien por su mal
comportamiento o por su falta de fuerza y de prudencia. Hay dos causas por las
que el pueblo toma las armas: o por furor o por miseria. Escribo miseria, aunque en la traducción aparece el término “pobreza”
porque en otros muchos apartados Maquiavelo ha defendido la necesidad de mantener
a los ciudadanos pobres y al estado rico, y esto porque la pobreza, en su
pensamiento, es una forma de controlar la ambición desmedida, de mantener
activa a la población evitando que caiga en el ocio, y de conseguir que las
buenas costumbres se mantengan. Así pues deduzco que Maquiavelo no se refiere a
un ajustado presupuesto sino a una total carencia de éste, que yo he denominado
con el vocablo “miseria”, fuente de tanta corrupción como la desmedida riqueza.
Si es para defenderse del enemigo, tampoco sirven de nada porque se
pierden, o por traición de quein las guarda, o por fuerza de quien las ataca o
por hambre.
Lo más importante, pues, es disponer de un buen ejército.
Capítulo XXV
Que es mala determinación
aprovechar las discordias entre los habitantes de una ciudad para asaltarla y
ocuparla.
La razón es que lo más posible es que en ese caso los habitantes olviden
sus disputas y se unan para salvar la ciudad. La causa de desunión procede la
mayor parte de las veces del ocio que sigue a la paz “y el motivo de unión, del miedo a la guerra.”
Capítulo XXVI
Las injurias e
improperios engendran odio contra quien las emplea y no les producen utilidad
alguna.
Maquiavelo cita a los romanos, que las consideraban altamente perjudiciales
e indignas tanto si eran dichas en serio como en broma.
Capítulo XXVII
Los príncipes y las
repúblicas deben contentarse con vencer, porque muchas veces, por querer más,
se pierde todo.
Uno de los mayores errores que puede cometer un príncipe que es atacado por
fuerzas muy superiores a las suyas es el de no aceptar el acuerdo que le
ofrecen porque lo más probable es que las condiciones que le ofrezcan no sean
tan duras que no le benefien a él de algún modo.
Lo peor, sin embargo, es no limitar sus ambiciones porque ello deriva en su
ruina.
Capítulo XXVIII
De lo peligroso que es
para una república o un príncipe no castigar las ofensas hechas a los pueblos o
a los particulares.
El sentimiento de ira les lleva a desear vengarse aunque sea a costa de la
ruina de su patria y del príncipe e incluso poniendo en juego su propia vida.
Capítulo XXIX
La fortuna ciega el ánimo
de los hombres cuando no quiere que éstos se opongan a sus designios.
Maquiavelo está convencido de que hay circunstancias y acontecimientos que
escapan al designio y a la voluntad de los hombres. Por muy discretos y
prudentes que éstos sean perecerán si los dioses han dispuesto otra cosa. Así
pues, la libertad y la deliberación del hombre termina allí donde empieza la
del destino. A los hombres “la mayoría de
las veces se les verá caer en la desgracia o ascender a la mayor fortuna
impulsados por una fuerza superior a ellos, que procede del cielo y que les da
o quita la ocasión de mostrar su virtud. Cuando la fortuna quiere que se
realicen grandes cosas, elige un hombre de tanta inteligencia y tanto valor,
que comprenda y aproveche la ocasión que se le presenta. De igual manera,
cuando quiere producir grandes ruinas presenta en primer término hombres que
ayuden a realizarlas, y si hubiera alguno capaz de impedirlas, o lo mata o lo
priva de los medios de ejecutar bien alguno.”
Capítulo XXX
Las repúblicas y los
príncipes verdaderamente poderosos no adquieren aliados por dinero, sino con el
valor y la reputación de su fuerza.
A las repúblicas poderosas, los estados vecinos les pagan tributos a cambio
de protección. En cambio, los estados débiles se ven obligados a pagar a otros
para ser protegidos. Ejemplo de ello, dice Maquiavelo, es el rey de Francia,
quien a pesar de tener un reino tan extenso se ve obligado a tributar a los
suizos y al rey de Inglaterra La causa de ello, señala, es la de mantener
desarmado al pueblo para evitar rebeliones internas, “hacer cosas encaminadas a la seguridad y felicidad perpetua del
estado. Esta política débil produce la paz durante algunos años; pero ocasiona,
andando el tiempo, necesidades, daños y ruina irremediables.”
Ésta fue, también, la causa del imperio romano que, cuando empezó a decaer
a causa de la maldad de los emperadores, buscó la protección unas veces en los
germanos, otras veces en los pueblos límitrofes.
Así pues, Maquiavelo es absolutamente partidario de la necesidad de que
cada estado disponga de ciudadanos ejercitados en el arte militar que puedan,
en caso de ataque, defender al estado. Mantener al pueblo desarmado exige buscar
ayuda en el exterior y esto provoca que el pueblo se debilite y si el enemigo
consigue traspasar las fronteras, no encuentre resistencia en el interior. Aquí
Maquiavelo compara al estado con un organismo vivo. Un estado bien organizado
defiende y protege el interior al que identifica con el corazón, en vez de
conceder tanta importancia a las zonas exteriores, o articulaciones. En cambio
un estado mal organizado, en vez de proteger el interior, o sea, el corazón, vital
para la supervivencia, arma las articulaciones exteriores.
Su conclusión es contundente: la suerte
resulta esencial allí donde la insensatez y la corrupción reina. Sin
embargo, su peso disminuye en aquellos estados que se distinguen por su
prudencia y su valor, como es el caso de los antiguos. “(...) donde los hombres tienen escaso valor y poca prudencia, muestra
la fortuna su poder; y, como ésta es variable, cambian frecuentemente los
estados y las repúblicas sometidas a su influencia, y continuarán variando
mientras no aparezca alguno tan amante de los preceptos de la antigüedad que
domine a la fortuna, quitándole los medios de mostrar su extrema
inconsistencia.”
Capítulo XXXI
De lo peligroso que es
dar crédito a los desterrados
Capítulo XXXII
Diferentes sistemas de
los romanos para tomar las plazas fuertes.
Procuraban no sitiar las
plazas fortificadas por los gastos y molestias que ello generaba superaban los
beneficios que conquistarlas producía. En cualquier caso, para tomar las
fortificaciones utilizaban el asalto y la capitulación.
Para lograrlo, usaban la fuerza militar o la fuerza militar y la astucia.
Si se decidían por la fuerza militar, sólo intentaban el asalto una vez y por
sorpresa. Hacerlo varias veces, conllevaba situar en desventaja a su propio
ejército. Otras veces, en cambio, lo intentaban procurando la ayuda de algunos
de los sitiados. Esto era peligroso y, la mayor parte de las veces, infructuoso
pues bastaba con un pequeña imprevisto, para que todo se viniera abajo.
En lo que a la rendición se refiere, hay que distinguir entre las hechas
voluntariamentes y a la fuerza. Por lo general, estas últimas se producen
después de un largo asedio que fue, en realidad, el método más utilizado por
los romanos.
Capítulo XXXIII
Los romanos daban a los
generales de sus ejércitos completa libertad para dividir las operaciones
militares.
Y esta libertad la considera Maquiavelo con respecto al poder político de
los cónsules, por considerar que no entienden en profundidad los problemas a
los que han de enfrentarse los generales en la batalla. Maquiavelo establece en
este punto una separación entre el poder político y el militar, en el sentido
de que el poder político no puede, por falta de conocimiento, indicar al
general cómo ha de llevar adelante una campaña militar. Si lo hace, no
conseguirá más que abocar a la república a la ruina.
Fin del resumen del Segundo Libro
Nota final:
A pesar del interés que muestra por el arte de la guerra, Maquiavelo no es un hombre violento y está convencido de que no todas las conquistas son prudentes. Sus escritos van más dirigidos a organizar la defensa que a dedicarse al ataque. Incluso cuando se ocupa de él, al lector le invade la sensación que su propósito no es otro que el de asegurar una mejor y más eficaz protección a la república, puesto que si su tamaño es reducido no tardará, salvo excepciones como la suiza, en ser conquistada. La organización de la defensa requiere, además de ciudadanos valerosos y honestos dispuestos a morir, si es necesario, por su patria.
Para poder organizar adecuadamente el
poder político-militar de un estado resultan imprescindibles la existencia de
la libertad y la defensa del Bien Común.
A pesar del interés que muestra por el arte de la guerra, Maquiavelo no es un hombre violento y está convencido de que no todas las conquistas son prudentes. Sus escritos van más dirigidos a organizar la defensa que a dedicarse al ataque. Incluso cuando se ocupa de él, al lector le invade la sensación que su propósito no es otro que el de asegurar una mejor y más eficaz protección a la república, puesto que si su tamaño es reducido no tardará, salvo excepciones como la suiza, en ser conquistada. La organización de la defensa requiere, además de ciudadanos valerosos y honestos dispuestos a morir, si es necesario, por su patria.
Por todo esto no es
posible considerar válida cualquier conquista. No lo son, por ejemplo, aquéllas
que generan más gastos que beneficios; aquéllas que introducen elemenos de
corrupción en el estado, por ejemplo, cuando una república vence a otra
habitada por ciudadanos muy corruptos porque la relación con éstos relajará las
buenas costumbres de los vencedores. (Cap. XIX. Libro II)
Ambos elementos
contribuyen a incrementar la riqueza de los ciudadanos y, consiguientemente, de
los nacimientos. La población crece y prospera. La servidumbre, por el
contrario, introduce la escasez de bienes y la corrupción de las costumbres.
(Cap. II, Libro II)
En lo que se refiere al tema de la política exterior, ello incluye tanto las relaciones políticas como las
militares de unos estados con otros.
Con respecto a los acuerdos políticos, es
importante que las fuerzas entre unos y otros estén equilibradas a fin de que
ninguno ose imponerse sobre el resto. Sin embargo, esto es harto difícil puesto
que mantiene la misma opinión que expresaba en el Libro I: que una gran
variedad de opiniones entorpece la toma de decisiones. Lo normal es que uno
termine dominando sobre otros y este, en definitiva, fue el método empleado por
Roma en sus relaciones con los otros estados.
Con respecto a las relaciones militares,
Maquiavelo desarrolla las diferentes estrategias para defender y atacar al
enemigo. En su opinión la estrategia militar antigua era más sensata porque los
ejércitos disponían de mejores y más valerosos soldados y se muestra contrario
a aceptar el dinero y la artillería como los elementos esenciales de la guerra.Lo
esencial es contar con un ejército fiel y buenos soldados. (Cap.X, Libro II).
Ello implica:
a) Una buena infantería es más importante
que mucha caballería (Cap.XVIII, Libro II)
b) Aunque Maquiavelo contempla la
posibilidad de que unos
estados se comprometan a la defensa de otros a cambio de un pago, no es
idea que acepte de buen grado. (Cap.XX, Cap. XXI, Cap. XXX, Libro II)
En primer lugar, porque el estado
protegido nunca puede estar seguro de que la protección sea real y no meramente
formal por disponer el estado protecto de más fama que fuerza.
En segundo
lugar, porque hay que considerar la posibilidad de que el estado que se encarga
de la defensa se convierta en atacante e invasor.
Y en tercer lugar, dejar el
cuidado del estado en manos extranjeras implica la debilidad e indefensión
armada de los súbditos de un estado con lo cual, en caso de ataque, no pueden
proteger a su patria.
Si Maquiavelo ve
inadecuada, por insegura, la decisión de que que un estado encomiende su
protección de unos estados a otros, mucho más perjudicial considera que
los ejércitos nacionales estén compuestos por mercenarios o tropas auxiliares que prestan
sus servicios a cambio de dinero.
Una constante en el
pensamiento de Maquiavelo, que ya aparecía también en el Primer Libro, y a la que
dedicará mayor extensión en su tratado Sobre la Guerra, es la necesidad de que los estados tengan
sus propios ejércitos y
formen a sus ciudadanos como soldados para, de una parte, garantizar la defensa
en caso de ataque y para otro, mantener, en tiempos de paz y de bonanza,
ocupados a los habitantes de manera que no caigan en el ocio y en las malas
costumbres.
Pero Maquiavelo no
sería Maquiavelo si creyera ingenuamente que un pueblo únicamente puede ser
conquistado por las tropas militares de otro.
Es por eso
por lo que el florentino se ocupa extensamente del grave problema que
representan las grandes migraciones, por las cuales unos pueblos, ya sea a
causa del hambre o de la guerra, invaden territorios ya ocupados por otros
habitantes.
Las invasiones
nacidas de la necesidad son sumamente peligrosas porque los pueblos que llegan
acuciados por la necesidad no tienen nada que perder y mucho que ganar y por
tanto su crueldad no conoce límites y matan a todos los habitantes del
territorio que desean ocupar. Si no son suficientes, penetran en los límites
del nuevo lugar y se hacen acoger por ellos, procurándose a base de tiempo y
astucia, un lugar para sí. (Cap.IX, Libro II)
Por el
contrario, en lo que a las epidemias e inundaciones se refiere, Maquiavelo
adopta un tono sereno y comprensivo tomándolas como un mal necesario en cuanto que se encargan de “limpiar” a la
naturaleza de territorios o demasiado poblados o demasiado corruptos. De manera
que una vez que este proceso ha tenido lugar, los supervivientes pueden vivir
mejor que antes.
Sorprendentemente,
Maquiavelo rompe en el capítulo XIII la estructura y pasa a ocuparse de temas
que pueden considerarse únicamente relativos a las relaciones externas entre
estados sino más propios de las relaciones entre los ciudadanos. Él dice que lo
que necesita un príncipe para engrandecerse, también lo necesita una república,
pero en cualquier caso, es inevitable que la consideraciones que hace en
los capítulos XIII y XIV, lleven al lector a pensar que Maquiavelo se refiere a
individuos más que a repúblicas o, al menos, que establece una identificación
entre ambos términos.En el capítulo XIII,
Maquiavelo asegura que una pequeña fortuna sólo se engrandece a base de
astucia. Por eso, hoy como ayer, sigue siendo tan importante que el poderoso
conteste a la famosa pregunta de cómo consiguió su “primer millón”. y en el capítulo XIV,
Maquiavelo advierte contra la envidia. Los hombres no dejarán de sentir envidia
por el éxito que alcance el individuo esforzado y de mérito por más que este
demuestre humildad y lleve a cabo buenas obras. El consejo que Maquiavelo les
da es que se deshagan de ellos bien matándolos, bien alejándose, cuando esto sea posible. Lo repetirá en el Libro III y ha aludido al tema en el Libro I. Así pues, la envidia es el máximo peligro al que debe enfrentarse un hombre de mérito. Los otros riesgos son la ambición desmedida y la falta de disciplina originadas muchas veces por una gran riqueza. De ahí que Maquiavelo vea en la pobreza una fuente de virtud (pobreza, considerada como limitación de los recursos, no como carencia absoluta de los mismos, que sería miseria) . A su juicio, la pobreza de este tipo, fortalece el espíritu.
A la vista de todo lo
dicho:
¿Quién cree que las
enseñanzas de Maquiavelo pertenecen a tiempos pasados y superados y que no
necesiten ser tenidas en cuenta en las circunstancias actuales?
¿Hay alguien que
todavía considere a Maquiavelo un pensador “amoral”?
Isabel Viñado Gascón
Continuará...