sábado, 4 de julio de 2015

Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, de Maquiavelo. Primer Libro. Comenzado en 1513, terminado en 1519 y publicado en 1531

Muchos han oído hablar de los Discursos, pocos lo han leído. Las reseñas que sobre este libro existen son escasas e insuficientes y ello incluye incluso a la enciclopedia por antonomasia que en nuestros días ha llegado a ser Wikipedia. Por el contrario, otra de las publicaciones de Maquiavelo: “El Príncipe”, escrito en los mismos años que los Discursos, ocupa la atención de cientos de estudiosos a pesar de que, en mi opinión, su calidad intelectual es notablemente inferior, entre otras cosas, seguramente, porque mientras "El Príncipe" iba dirigida a ganar los favores de una familia: la de los Medici, que era precisamente la que a su llegada al poder había destituido a Maquiavelo de todas sus prerrogativas y funciones, "Los Discursos" estaban escritos desde la libertad de pensamiento, al menos, desde la libertad de pensamiento que era posible en aquellos momentos. Tal hipótesis se ve confirmada en varios momentos.

-          El primero, en las palabras que Maquiavelo dirige  Zanobi Buondelmonti y Cosme Hucellai.

Maquiavelo les dedica los Discursos y afirma que con ello pretende apartarse de la costumbre generalizada de los escritores de su época que, llevados de la ambición, preferían dedicar sus escritos a los príncipes sus escritos para alabar en ellos sus virtudes en vez de censurar sus vicios. Por el contrario, sostiene Maquiavelo, él ha elegido no a los príncipes, no a aquéllos que podrían proporcionarle empleo y riquezas,  sino a los que por sus infinitas buenas cualidades merecen serlo e insta a los hombres a ser sensatos y a estimar a aquellos que son generosos, no a aquellos que pueden serlo, a aquéllos que pueden gobernar un reino no a esos que sin saber hacerlo, pueden gobernarlo.

-          El segundo, lo encontramos en el prólogo al primer Libro. Allí el autor florentino afirma que su deseo ha sido siempre realizar, sin ninguna otra consideración, lo que él juzga como beneficio común.

Con tal afirmación Maquiavelo establece que la cuestión principal no es a qué dirigente sino a qué principios y en su caso, el principio director es el Bien Común. Con ello deja de ser el escritor amoral, en opinión de unos, realista en opinión de otros, para convertirse en un fiel servidor de la Cosa Pública, en un idealista, en suma, que ha de aceptar determinadas condiciones para conseguir sus objetivos, y es tal vez aquí, en tanto que ese principio director es lo más importante, donde algunos encontrarían la base para demostrar la frase que nunca dijo pero con la que su pensamiento político queda resumido: “El fin justifica los medios.” 

Para comprender esta aparente contradicción entre las dos obras principales de Maquiavelo, escritas además de forma casi paralela, resulta imprescindible explicar algunos rasgos de la caótica situación política de los tiempos que le tocó vivir. Las notas que aparecen a continuación están tomadas del Prólogo escrito por Friedrich von Oppeln-Bronikowski que escribió para la edición alemana que he manejado.

En 1492 muere Lorenzo de Medici. Ese mismo año entra Maquiavelo a trabajar en una oficina pública al servicio del Marcello de Virginio Adriani. Un par de años antes, Florencia se constituye bajo la influencia de Girolamo Savonarola en una Ciudad Libre. En 1494 los Medici pierden su poder. En 1497 es excomulgado Savonarola por hereje y un año más tarde condenado a morir en la hoguera. Su sucesor es Ludwig XII que establece un acuerdo con el Papa César Borgia, Duque de Valentinois. Maquiavelo se convierte en Secretario de la segunda Cancillería en Florencia. En 1496 Florencia había iniciado una guerra contra Pisa que se convertirá en 1499 en una guerra de Florencia y Milán contra Pisa y Venecia. Los franceses conquistan Milán y en 1500 los milaneses inician su guerra de independencia. César Borgia va conquistando nuevos territorios. En 1502 Maquiavelo trabajará como enviado de Borgia y le ayuda a abortar una conspiración. En 1503 Julios II es declarado Papa. Maquiavelo negocia con él y visita en prisión al caído en desgracia César Borgia.Los españoles derrotan a los franceses en su lucha por Nápoles. La paz de Lyon entre ambos países libra a Florencia del peligro. En 1505 Maquiavelo trabaja como enviado por Giovanni Pagolo Baglioni y Pandolfo Petrucci. En 1506 ha perdido Maquiavelo su confianza en las tropas de mercenarios. En su lugar defiende en Suiza la formación de un ejército constituido por tropas ciudadanas a imitación del antiguo modelo romano. En 1507 Ludwig XII conquista Génova. Maquiavelo es nombrado Canciller de la “Nove della Milizia” en Florencia. En 1509 y tras algunas peripecias políticas goza Maquiavelo de un gran prestigio. En 1510 el conflicto enre Julio II y Francia lleva a Florencia a una difícil situación. Maquiavelo viaja como enviado a Francia en donde un enfadado rey amenaza con derrocar al Papa. Se inicia una nueva confrontación. Mientras tanto en la ciudad italiana el partido de los Medici se robustece. En 1513, la victoria de los franceses así como la muerte de Julio II determinará la definitiva vuelta al poder de los Medici en Florencia. El cardinal de Medicini ocupa el trono Pontificio bajo el nombre de Leo X. Maquiavelo será culpado injustamente de participar en una conspiración llevada a cabo contra los Medici. Encarcelado y torturado, será curiosamente la intervención de un Medici la que le procurará la libertad. Maquiavelo se retira a la villa de Santa Andrea en Percussina, en las cercanías de Florencia. Allí escribe sumido en la más absoluta pobreza y casi a la par sus dos grandes obras: los Discursos y el Príncipe. Sin embargo, sólo cinco años después, en 1519, Maquiavelo vuelve a ocupar un cargo público, trabajando a instancias del cardenal Medici en la elaboración de una Monarquía constitucional. Sus súplicas para ser nuevamente retomado han sido finalmente escuchadas.En 1522 se produce una nueva conspiración contra los Medici. Aunque Maquiavelo no interviene se le considera inspirador de la misma debida a sus Discursos. 1523 el Cardenal de Medici es nombrado Papa con el nombre de Clemente VII. Los Medicis vuelven a perder el Poder en favor de los Republicanos. El destino de Maquiavelo sufre un brusco giro. Los nuevos dirigentes se negarán a acoger al servidor de un príncipe del mismo modo que los Medici lo habían rechazado cuando a su llegada al Gobierno encontraron a un Maquiavelo republicano. Maquiavelo muere odiado y amargado en la más profunda miseria en 1528, a la edad de cincuenta y ocho años. No obstante, en mi humilde opinión, en tiempos tan conflictivos y mudables como los suyos, ocupando distintos cargos públicos y sirviendo además a tan distintos señores, puede llamarse afortunado por no haber terminado sus días en prisión o en la hoguera.

Para la redacción de este trabajo he utilizado una edición española (en pdf) http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=1569 y una edición alemana (en eBook) (Copy right e-artnow, 2014. ISBN 978-80-268-2659-0)

En la edición alemana, Los Discursos toman el título de “Los Discursos: La esencia de una fuerte República. (Consideraciones Políticas sobre la antigua e italiana Historia)”. La razón que alega Friedrich von Oppel-Bronikowski, su traductor, es que Maquiavelo no se limita únicamente a los diez libros de la “Historia de Roma” de Livio, sino que hace referencia a otros muchos autores latinos: Virgilio, Ovidio, Horacio, Tibulio, Cicerón, Séneca, César, Tacito, Salustio, entre otros, y a escritores griegos como Aristóteles, Plutarco, como Isócrates, Herodoto y Tucídides, por poner un ejemplo. Von Oppel-Bronikowski añade además que la investigación llevada a cabo por Dr. G. Ellinger en su publicación “Die antiken Quellen der Staatslehre Machiavellis” Tübingen 188 (En la revista “Zeitschrift für die gesamte Staatswissenschaft” X, 1-58) acerca de las fuentes utilizadas en "Los Discursos", muestran que el objetivo de Maquiavelo no es el de practicar la erudición sino el de influir en la práctica a través del desarrollo de Principios Políticos derivados a partir de acontecimientos individuales, por medio de ejemplos unas veces alentadores y otras desmoralizadores. Otra de las consideraciones que hace Von Oppel-Bronikowski es que aunque el historiador Mommsen ha demostrado que muchas de las consideraciones acerca de los orígenes de Roma, que Maquiavelo toma como ciertos, son en realidad meras fábulas, esto no resta en absoluto vigencia a la obra porque el valor de los Discursos no descansa en sus presupuestos sino en las consecuencias que de ellos se derivan. Otra importante anotación de Von Oppel es la de que Maquiavelo a menudo utiliza indistintamente Estado (Staat), Ciudad (Stadt) y República (Freistaat). En su segundo Libro, que trata  sobre Política Exterior” Maquiavelo utiliza incluso los términos “Príncipe” y “República” como sinónimos ya que en lo que a las relaciones exteriores respecta, tiene siempre en mente al dirigente del Estado, ya sea éste monárquico o republicano. Del mismo modo, la palabra “Virtud” no tiene nada que ver con el sentido inherente a la virtud cristiana ni a la virtud de la ética kantiana.

Sin embargo, el tema que según Maquiavelo más le ha preocupado  a la hora de escribir "Los Discursos" ha sido el del desconocimiento de la Historia, que impide a sus contemporáneos aprender adecuadamente de las enseñanzas que de su estudio se desprenden. En este sentido Maquiavelo sostiene que los hombres prefieren honrar las grandes hazañas pasadas antes que imitarlas, por considerarlo misión harto difícil cuando no imposible. 

Así pues, el propósito principal de Maquiavelo es enseñar a los hombres a sacar provecho de los acontecimientos históricos y  a buscar la utilidad en el estudio de la Historia

A este respecto cabría abe hacer una última consideración: aunque Von Oppel-Bronikowski cita a Nietzsche como un gran admirador de Maquiavelo, no llega a mencionar la gran influencia que Maquiavelo ejerció en el autor alemán, especialmente en una obra que ya hemos analizado en otro de los apartados de este Blog: “De la Utilidad y Perjuicio de la Historia para la vida”. En efecto, la similitud existente entre algunas consideraciones acerca del estudio de la historia de los Discursos y las que aparecen en “De la Utilidad y Perjuicio de la Historia para la vida” es, sencillamente, sorprendente. La diferencia entre ambos queda establecida por Von Oppel-Bronikowski, al calificar a su compatriota como “inmoral”, mientras que a Maquiavelo sólo lo considera “amoral”.
A mi juicio, y como trataré de demostrar en mi próxima publicación,  ni lo uno ni lo otro, resulta admisible.

La obra está estructurada en tres Libros.

El primero  está dedicado a la Política Interna. Se estructura en 60 Capítulos.

El segundo está dedicado a la Política Exterior y a la dirección de la guerra. Contiene 33 Capítulos.

El tercero se dedica a los dirigentes. Está dividido en 49 Capítulos

Debido a la amplitud de la obra y el ingente número de los temas que trata, he decidido dividir mi trabajo en varios apartados. Hoy he introducido el resumen del primer libro. He sobreseído los ejemplos históricos de los que el autor se sirve para apoyar sus tesis; en lugar de eso, he concentrado mi atención en las tesis mismas.

Mañana, en una nueva entrada, adjuntaré el análisis socio-político que, desde mi punto de vista, puede establecerse a partir de las afirmaciones de Maquiavelo en este primer libro y que muestra que al escritor florentino se le pueden reprochar muchas cosas, pero desde luego no el de ser un  inmoral; ni tan siquiera amoral.
A lo largo de las próximas semanas iré incorporando los resúmenes del segundo y el tercer libro, así como algunas consideraciones al respecto.

Las citas aparecen entrecomilladas y en cursiva.

Mis anotaciones personales aparecen en negrita.

Ruego disculpen las erratas que puedan encontrar.

Les animo a leer el libro. Merece la pena. La actualidad de algunos de los problemas que trata resulta cuando menos sorprendente.

PRIMER LIBRO.
DE LA POLÍTICA INTERIOR
Prólogo

En el prólogo, el autor florentino asegura que para las naturalezas envidiosas, el encuentro de nuevas formas de gobierno resulta tan peligroso como el descubrimiento de mares y tierras desconocidas, puesto que los humanos tienden más a la crítica que a la alabanza de los hechos ajenos.

Es sintomático que Maquiavelo comience su obra haciendo referencia a la envidia: uno de los problemas a los que Maquiavelo quizás más atención presta a lo largo de la obra. 
En su opinión tal rasgo de carácter es intrínseco a la naturaleza humana y sus efectos son devastadores. No sólo impide el progreso sino que lo destruye. Más adelante sostendrá que la envidia es un enemigo al que constantemente han de combatir los grandes hombres y las grandes sociedades. Maquiavelo advierte que pretender derrotar dicho sentimiento con nobles acciones y conductas honestas conduce inevitablemente a la ruina porque lejos de aminorarlo, lo acrecientan. 
Más adelante, afirmará que la única manera de encarar este problema es o vencerlo o alejarse de los envidiosos.

Capítulo I
Cómo empiezan en general las ciudades y cómo empezó Roma.

Maquiavelo afirma que “todas las ciudades son, o por hombres nacidos en las comarcas donde se construyen, o por extranjeros.” 

En el primer caso, el motivo es potenciar la defensa. Tal es el caso del origen, por ejemplo de Atenas y Venecia.

En el caso de las ciudades edificadas por extranjeros, éstos pueden ser libres o dependientes de otros.
La construcción de ciudades construidas por hombres dependientes de otros obedece a varios motivos: algunas veces son “colonias enviadas por las repúblicas o los príncipes, para aliviar su exceso de población”; otras se debe a la pretensión de conservar comarcas recién conquistadas sin grandes gastos.

En ocasiones el príncipe las edifica “no para habitarlas sino en recuerdo de su honor como Alejandría por Alejandro”. El problema de que adolecen tales enclaves es que “estando estas ciudades desde su fundación privadas de libertad, rara vez ocurre que hagan grandes progresos o lleguen a contar entre las principales del reino. Este, dice Maquiavelo, es el origen de Florencia y en sus comienzos “no tuvo otro engrandecimiento que el concedido por la voluntad del emperador.”

Son libres los fundadores cuando guiados por un jefe u obligados por una enfermedad, hambre o guerra, se ven obligados a asentarse en otro lugar. O viven en las ciudades ya edificadas, como Moisés, o las edifican de nuevo, como Eneas. 

Los hombres trabajan por necesidad o por elección. La virtud prima más en los lugares en los que forzosamente se ha de trabajar que en aquellos que se trabaja voluntariamente. Y si los hombres se contentaran con lo que tienen y no buscaran dominar en otros lugares, a la hora de fundar una ciudad lo más preferible sería elegir tierras estériles. Pero puesto que la ambición humana es insaciable es más aconsejable fundar las ciudades en lugares fertilísimos para favorecer el aumento de población y la posibilidad de defensa.

El mayor peligro que se le presenta a una ciudad asentada en tierras fértiles es la del ocio; peligro que ha de ser combatido por los dirigentes a base de leyes que incentiven por ejemplo los entrenamientos militares. Con ello no sólo se resuelven los daños que el ocio provoca sino también se contribuye a organizar la defensa de la ciudad.

Capítulo II
De cuántas clases son las repúblicas y a cual de ellas corresponde la romana.

Éste es, sin duda, uno de los pasajes más conocidos de la obra de Maquiavelo porque es aquí donde hace referencia a la existencia y corrupción de los distintos modos de gobierno.

En este capítulo Maquiavelo centra su atención en las ciudades creadas por hombres libres.

A juicio de Maquiavelo puede llamarse afortunada la ciudad que ha recibido leyes tan sabias que puede mantenerlas en vigor muchos años, como es el caso de Esparta, que mantuvo las suyas a lo largo de 800 años. Por el contrario será inestable aquella ciudad cuyas leyes hayan de ser constantemente revisadas e incluso será sumamente infeliz si no dispone de una buena constitución porque el establecimiento de nuevas leyes sólo se acepta cuando hay necesidad y siempre que hay necesidad, hay  peligro.

Según Maquiavelo existen tres formas positivas de gobierno: la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia. Pero cada una de estos modelos se corresponde, a su vez, con un modelo negativo que supone su corrupción y la aparición del siguiente modo positivo, como si de un círculo cerrado se tratara.

Monarquía---------------------Tiranía-------------------- Aristocracia

Aristocracia-------------------Oligarquía------------------ Democracia

Democracia --------------- Caos, Anarquía ---------------- Monarquía.

El motivo que ofrece Maquiavelo para explicar la degeneración de tales regímenes es la debilitación que sufren a través del tiempo y de las nuevas generaciones de élite que, habiendo olvidado, sus deberes se complacen en exigir sus derechos. Así, por ejemplo, la monarquía se corrompe cuando pasa de electiva a hereditaria y en el caso de la aristocracia, cuando los descendientes de los primeros se centran en la ambición y el despilfarro y en el caso de la democracia cuando se olvida a los instauradores del régimen y  se pierde el respeto lo mismo entre autoridades que entre ciudadanos. 

A Juicio de Maquiavelo, el origen de la moral es puramente social. Nace cuando los hombres se agrupan y para organizar una defensa más eficaz, eligen un jefe, el más robusto y valeroso y se comprometen a obedecerlo. Es entonces, afirma Maquiavelo, cuando los hombres aprenden “qué es bueno y honrado y qué es malo y vicioso”. La justicia nace cuando se escribe en leyes lo que es bueno y malo a se establecen castigos para quienes las infrinjan. Esto determina que el grupo ya no elija al más fuerte sino al más sensato. 

Si un Estado sufre muchos cambios lo más seguro es que termine siendo conquistado por otro Estado. En cualquier caso, afirma Maquiavelo, cualquiera de estos seis modos de gobierno son perjudiciales. Los tres primeros por su escasa duración y los tres últimos por su malignidad.

La solución que Maquiavelo propone es el establecimiento de un régimen mixto: “Un legislador prudente que conozca huirá de ellas, estableciendo un régimen mixto que de todas participe, el cual será más firme y estable, porque en una constitución donde coexistan la monarquía, la aristocracia y la democracia, cada uno de estos poderes vigila y contrarresta los abusos de los otros.” 

Capítulo III
Acontecimientos que ocasionaro en roma la creación de los tribunos de la plebe, perfeccionando con ella la constitución de la República.

Con el ejemplo de los tarquinios, traicionados por la nobleza, quiere demostrar Maquiavelo la certeza de aquellos escritores que consideran que el hombre es malo por naturaleza y tal ha de ser la consideración del legislador a la hora de dictar las leyes. Maquiavelo está convencido de que el hombre hace el Bien por necesidad pero en cuanto esta necesidad ha desaparecido, hace lo que él quiere. Y vuelve a manifestar una opinión que reiterará una y otra vez: la de que el hambre y la pobreza hacen a los hombres trabajadores y las leyes los hacen buenos. Como sostedrá Montesquie siglos más tarde, Maquiavelo afirma que allí donde rigen las buenas costumbres no son necesarias las leyes, pero lo son en el mismo instante en que cesa su ejercicio. Montesquieu, por su parte, afirmará que las leyes se hacen necesarias porque son más cómodas y fáciles de seguir las normas que impone un príncipe desde fuera que las virtudes que un hombre se impone a sí mismo.

Capitulo IV
La desunión del Senado y el pueblo hizo poderosa y libre la república romana.

O lo que es lo mismo: la lucha de contrarios es siempre positiva porque según Maquiavelo en todas las Repúblicas hay dos partidos: el de los nobles y el pueblo, y las leyes que se hacen en favor de la libertad surgen de los desacuerdos entre ellos. De este modo,  el conflicto entre los nobles y el pueblo fue la causa primera de la libertad de Roma. La fe de Maquiavelo en la sensatez del pueblo sorprende al lector. Aquí se apoya en las palabras de Cicerón para afirmar que el pueblo aunque ignorante es capaz de comprender la verdad si se la señala un hombre de bien y por tanto puede recapacitar acerca de sus exigencias cuando se le muestra que su libertad no corre peligro.
Donde hay disciplina hay orden y raramente falta la buena fortuna.

Capítulo V
Dónde estará más segura la guardia de la libertad, en manos de los nobles o en las del pueblo, y quiénes serán los que den más motivos de desórdenes, los que quieren adquirir o los que desean conservar.

En este capítulo, Maquiavelo propone dos cuestiones.

La primera: a quién le corresponde en una República ocuparse de la defensa de la libertad: si a los nobles o a la plebe.

En Venecia se puso en manos de los nobles. En Roma, en manos de la plebe. A primera vista parece que hay que confiársela a los nobles puesto que la libertad tuvo una mayor duración en Venecia que en Roma. Sin embargo, afirma Maquiavelo, antes de aceptar esta respuesta hay que atender a otra consideración: la de si la la República es dominadora o simplemente desea mantenerse independiente. En el primer caso, hay que hacer lo que hizo Roma y darle la guarda de la libertad a la plebe. En el segundo caso, hay que seguir la elección de los venecianos.

La otra cuestión que plantea Maquiavelo es  determinar quién es más nocivo para una República, si los que desean conquistar lo que no tienen o los que aspiran a conservar los honores adquiridos. La respuesta del autor no se hace esperar: los que poseen “porque el miedo a perder agita tanto los ánimos como el deseo de adquirir, no creyendo los hombres seguro lo que tienen si no adquieren de nuevo. Además cuanto más poderoso mayor es la influencia y mayores los medios de abusar. Y lo peor es que los modales altivos e insolentes de los nobles excitan el ánimo de los que nada tienen, no sólo el deseo de adquirir, sino también el de vengarse de ellos, despojándoles de riquezas y honores que ven mal usados.

Capítulo VI
Si era posible organizar en Roma un gobierno que terminara la rivalidad del Pueblo y el Senado

En principio los legisladores romanos tenían o que haber cerrado las fronteras a los extranjeros, como los espartanos, o no haber educado a la plebe para la guerra, como hicieron los venecianos.

Ambas soluciones sólo son posible en Repúblicas de límites reducidos.

Roma, en cambio, hizo todo lo contrario puesto que era una República dominadora y de creciente poderío. En efecto,  si una República quiere tener un pueblo numeroso y armado no siempre se le podrá manejar al gusto del mandatario. Pero si se le mantiene poco numeroso y desarmado con el fin de mantenerlo dominado, la consecuencia será que aún en el caso de que se lleguen a hacer conquistas, éstas no se podrán mantener y será presa fácil del enemigo.
En este sentido, la rivalidad entre el pueblo y el senado ha de ser considerada “un inconveniente necesario para llegar a la grandeza de Roma.” 

Capítulo VII
De cómo las acusaciones son necesarias en la República para mantener la libertad.

Es necesario que un ciudadano pueda acusar ante los tribunales a aquél o a aquéllos que intentan atentar contra la libertad, independientemente de su puesto social. Y esto debido a que su ejecución sucede no a través de la violencia de un individuo ni con la ayuda de un poder externo, lo cual socava la libertad, sino a través de instituciones públicas que tienen determinados sus límites y no representan un peligro para la supervivencia del Estado.

Capítulo VIII
Son tan útiles las acusaciones en las Repúblicas como perjudiciales las calumnias.

La calumnia es tan perjudicial para una República como beneficiosa resulta la demanda jurídica. 
Se acusa ante los magistrados y el consejo, se calumnia en las plazas y en el interior de las casas. 
La calumnia no necesita ni testigos ni pruebas, mientras que la acusación exige de ambos requisitos. Además se acusa ante los magistrados y el consejo, la calumnia se practica en las plazas y en el interior de las casas. En su opinión se deberían aprobar leyes que permitieran, a los ciudadanos, acusar y al mismo tiempo castigaran a los calumniadores porque la calumnia amarga pero no mejora a los hombres sino que los inclina a la venganza porque la calumnia es más odiada que temida. El odio desemboca en disputas, las disputas en partidismos y todo esto conduce al final del Estado.

Dos apreciaciones que me parecen conveniente señalar en este capítulo.
Por una parte,  las calumnias, al contrario de lo que sostiene Maquiavelo, sí van acompañadas de pruebas y testigos. A veces falsas, a veces incluso acordadas, a veces simplemente apoyadas en simples indicios, gestos y sospechas, e incluso puede ser que sostenidas por un gérmen de verdad. En eso justamente descansa el peligro de la calumnia: que no puede ser rebatida fácilmente y a medida que se extiende en su duración se acrecienta el riesgo de que termine convirtiéndose en una segunda piel para la persona difamada, sin que sea posible poder quitársela ni escribir su biografía sin mencionarla.

Por otro lado, a decir de Maquiavelo, la calumnia es muy utilizada por aquéllos que quieren ascender, pero lo cierto es que en muchas ocasiones es utilizada simplemente para destruir a esos a los que se envidia y a veces, ni siquiera para eso. A veces simplemente “para pasar el rato”.

Un Estado en el que la calumnia se ha convertido en costumbre, es un Estado del que se puede afirmar, sin necesidad de realizar profundos análisis, que es un Estado envejecido, ocioso e inculto. En efecto, los Estados compuestos por jóvenes dinámicos y trabajadores están tan ocupados en la construcción y en la realización de sus proyectos que raramente tienen tiempo de otra cosa que no sean sus propios asuntos y cuando lo tienen lo dedican a formarse. En dichos Estados  la práctica de la calumnia tiene un sentido estratégico. Por el contrario en las sociedades decadentes, la calumnia cumple un papel de mero “divertimento” y contribuyendo al ocaso final de dichas comunidades.

Capítulo IX
De cómo es necesario que sea uno solo el que organice y reorganice la República.

La razón que para ello esgrime Maquiavelo es que la variedad de opiniones impide a los muchos distinguir lo que es justo.

 Los requisitos exigidos es que el fundador de una República ha de atender más al bien común que a su propio provecho y más al bienestar general que a su sucesión. Sin embargo, su carácter ha de ser virtuoso y prudente.

En cuanto a las acciones del fundador, Maquiavelo considera digna de censura la violencia que destruye, no la que reconstruye.  Por otra parte, sostiene que cuando el hecho le acuse que el resultado le excuse.

Maquiavelo encomienda la fundación de una República a un solo hombre y su mantenimiento, en cambio, a la colectividad puesto que resulta más efectivo.

Con ello Maquiavelo sostiene una postura utilitarista del poder y de la sociedad. La construcción y organización eficaz de una República, su mantenimiento y desarrollo, ha de girar en torno al Bien Común.

Capítulo X
Son tan dignos de elogio los fundadores de una república o de un reino, como de censura y vituperio los de una tiranía.

Dignos de elogio son: 1. Los fundadores de las religiones. 2. Los fundadores de una república. 3. Los jefes brillantes de los ejércitos y los literatos ilustres. 4. Los que se distinguen en el arte y profesión que ejercitan.

Infames y detestables: 1. Los destructores de religiones. 2. Los disipadores de Reinos y repúblicas. 3. Los enemigos de la virtud, las letras y las artes que proporcionan provecho al género humano. En este sentido Maquiavelo condena por igual a los impíos, tiranos, ignorantes, holgazanes y viles.

Capítulo XI
De la religión de los romanos

El pragmatismo de Maquiavelo le conduce a considerar la religión desde un punto de vista estrictamente utilitarista. La primera función de la religión es “salvaguardar el orden social”. En segundo lugar, las creencias colaboran a mantener la disciplina militar. “Quienes estudian bien la historia romana observan cuán útil era la religión para mandar los ejércitos, para reunir al pueblo, para mantener y alentar a los buenos y avergonzar a los malos (...)”
Sin embargo en lo que se refiere a las obras extraordinarias realizadas por los hombres, Maquiavelo se muestra poco dispuesto a deificarlos. “Nadie, pues, debe desesperar de conseguir lo que otro ha logrado, porque todos los hombres, según hemos dicho en el prólogo, nacen, viven y mueren sujetos a las mismas leyes naturales.” Un hombre es y sigue siendo siempre un hombre.

Capítulo XII
De lo importante que es hacer gran caso de la religión y de que Italia, por no hacerlo, a causa de la Iglesia romana, está arruinada.

Justamente por el motivo que señalaba en el capítulo anterior: que todos los hombres están sometidos a las mismas leyes naturales y, como afirmará en otros pasajes, sujetos por tanto a las mismas pasiones, Maquiavelo distingue radicalmente entre creencias sostenidas por la Fe e Instituciones religiosas, construidas por los hombres.

En el primer caso, cuando se trata de la Fe, Maquiavelo advierte a los príncipes y gobernantes de la imperiosa necesidad de mantener “la pureza de la religión y de sus ceremonias y de que sean siempre veneradas” a fin de que las costumbres no se perviertan. En efecto, asegura el autor, “el indicio más seguro de la ruina de un Estado es ver despreciado en él el culto divino.”

Cuándo comienza la decadencia de una religión? La respuesta de Maquiavelo es clara: “cuando los oráculos comenzaron a predecir según convenía a los poderosos.”

Maquiavelo aprovecha la ocasión de criticar la falta de Fe de sus contemporáneos y de indicar que gran parte de sus males se deben a la crisis de creencias por la que atraviesan y que impide que los estados se unan. La prueba más evidente de lo que dice, afirma, es “el hecho de que justamente los pueblos más próximos a la Iglesia romana, cabeza de nuestra religión, son los menos religiosos.”

En su opinión, los malos ejemplos dados por “aquella corte”, como despectivamente llama a la suprema institución religiosa que es el Vaticano, ha determinado por un lado,  la pérdida de la devoción religiosa en Italia, con los consecuentes males y perjuicios que esto acarrea. Pero por otro lado, la consecuencia todavía más dañina, si cabe, es la división en la que la Iglesia ha mantenido y mantiene a Italia. Es el Vaticano, a juicio de Maquiavelo, quien ha impedido que Italia se mantenga escindido en un número sin fin de repúblicas, al contrario de otros países como España y Francia, regidos por una sola república o un solo rey. El motivo que aduce es que la Iglesia ni ha sido lo bastante fuerte como para hacerse con todo el territorio italiano ni lo suficientemente débil como para que no le importe perder el dominio temporal que ya tiene, llegando incluso a pedir auxilio externo para mantenerlo cuando lo ve peligrar. La conclusión de todo ello ha sido que Italia se vea gobernada por muchos príncipes y dirigentes. Esta situación no sólo conlleva desunión, también debilidad y es por ese motivo por el que ha sido presa fácil para cualquier invasor.

A Maquiavelo le gustaría que la Corte eclesiástica fuera trasladada a Suiza, único país en el que, según él, se siguen respetando las antiguas costumbres, para demostrar la influencia nociva que ejerce sobre los hombres y sociedades de bien. Está convencido de que al poco de asentarse allí causaban desórdenes más deplorables de los “que cualquier accidente de la época pudieran producir”.

En los siguientes capítulos, Maquiavelo muestra como los antiguos romanos utilizaban la religión en las distintas situaciones. Como ya hemos dicho anteriormente, las creencias son imprescindibles en una república para servir al Bien Común. Este “Bien Común” no tiene un carácter idealizado ni absoluto, sino concreto en el tiempo y en el espacio. Se trata del Bien Común referido a una república, no a “la República” y en este sentido, el uso que se haga de las creencias no puede ser dogmático sino que alude siempre a unas determinadas circunstancias. Hay que añadir, por otra parte, que el tratamiento que hace Maquiavelo con respecto a la religión es el correspondiente a su uso social, no a la Fe privada de cada individuo. Sin embargo, es también cierto, que Maquiavelo sostiene que un mal uso social de la religión desemboca en una crisis de creencias y en una pérdida de la Fe a nivel individual, lo cual complica más aún las cosas puesto que el comportamiento individual influye, sin duda alguna, en la sociedad. Podría decirse que se trata de un círculo en el que el individuo ejerce una fuerza sobre la sociedad y esta sobre el individuo. Por eso la educación juega un papel sumamente importante en el pensamiento de Maquiavelo y por eso, igualmente, el autor florentino anima a  crear instituciones sociales de control que impidan a los codiciosos ocupar el poder, mientras que los ciudadanos sensatos y honestos son apartados con falsas acusaciones y calumnias.

Sin embargo, el carácter pragmático y realista de Maquiavelo no deja lugar a engaños ni falsas esperanzas. Como demostrará en el capítulo XV, las creencias por sí solas no representan la panacea ni la pócima mágica para superar cualquier situación ni para derrotar a cualquier rival. Resulta también imprescindible atender a otros elementos como son la valentía y la organización del enemigo.

Capítulo XIII
De cómo los romanos se servían de la religión para organizar la ciudad, proseguir sus empresas y refrenar los tumultos.

Capítulo XIV
Los romanos interpretaban los auspicios según las necesidades. Aparentaban prudentemente observar la religión, cuando se veían forzados a faltar a sus preceptos, y si alguno cometía la temeridad de despreciarla, lo castigaban.
Capítulo XV
De cómo los samnitas como último remedio a la situación apuradísima acudieron a la religión.

Capítulo XVI
El pueblo acostumbrado a vivir bajo la dominación de un príncipe, si por acaso llega a ser libre, difícilmente conserva la libertad.

Éste es uno de los capítulos más interesantes. Maquiavelo considera que se detiene a considerar la cuestión de la libertad desde varios aspectos.

En primer lugar, afirma que un pueblo que ha estado siempre sometido difícilmente puede alcanzar la libertad aunque la corrupción, cáncer de los pueblos sometidos, no sea absoluta..“Un pueblo habituado al gobierno ajeno: no sabiendo decidir en los casos de defensa u ofensa pública, no conociendo a los príncipes, ni siendo de ellos conocido, pronto recae en el yugo, el cual es muchas veces más pesado que el que poco antes se quitó del cuello.” . Los motivos hay que buscarlos tanto en la inexperiencia como en que el estado libre adquiere más enemigos que amigos, puesto que se convierten en enemigos todos aquéllos que se han visto enriquecidos con el antiguo príncipe. Por el contrario no adquiere amigos ya que en un estado libre, los premios y honores se da a quienes los merecen y por tanto aquéllos que los obtienen “no confiesan agradecimiento a quienes se los dan.”
Tal vez por esta razón sea tan difícil que un estado esté regido por la meritocracia y no por el nepotismo.

El segundo aspecto es qué consideraciones ha de observar el príncipe que pretenda liberar a un pueblo subyugado. A fin de tener éxito en dicha empresa, Maquiavelo recomienda atender a los dos deseos que inflaman a los dominados: por un lado, el deseo de vengarse de aquéllos que les mantuvieron en esclavitud; por otro, la aspiración popular de recobrar la libertad. El primer deseo es fácil de lograr. El segundo, no tanto. Esto se debe a que solo unos pocos ciudadanos ansían la libertad para mandar; la gran y absoluta mayoría la quiere para vivir seguros. Se hace pues, necesario, que las leyes controlen el poder de los gobernantes, a ejemplo –dice Maquiavelo- de Francia, en el que se permite al rey disponer del ejército y del dinero; en todo lo demás depende de las leyes.
En cualquier caso, para mantener la libertad, Maquiavelo aconseja fundar una ciudad sostenida desde el primer momento por bases firmes y seguras o hacerlo a la primera ocasión que se presente, antes de que las costumbres estén corrompidas porque ello aboca a la tiranía.

Capítulo XVII
Cuando un pueblo corrompido llega a ser libre, difícilmente conserva la libertad.

Maquiavelo cita entre otros, a Milán y Nápoles, de quien afirma que están tan corrompidos que “ningún suceso, por importante o violento que sea, podrá convertirlos en pueblos libres.” La conclusión a la que llega no es muy esperanzadora:“Cabe pues, deducir que donde la masa de la población está sana, los tumultos y asonadas no perjudican, y donde corrompida, las mejores leyes no aprovechan si no las aplican alguno que con extraordinaria fuerza las haga observar hasta conseguir el restablecimiento de las buenas costumbres, lo cual no sé si ha ocurrido o si es posible que suceda; porque se ve, como antes dije que un pueblo en decadencia por la corrupción de las costumbres, si se regenera, es gracias a las costumbres del hombre que le dirige, no por las virtudes de la generalidad de los ciudadanos afectos a las buenas instituciones; e inmediatamente que aquél muere vuelve el pueblo a sus antiguos hábitos”
¿Quién dijo que Maquiavelo era amoral e incluso inmoral?

Capítulo XVIII
De qué modo puede mantenerse en un pueblo corrompido un gobierno libre si existía antes y si no, establecerlo.

Maquiavelo parte que las buenas costumbres se mantienen con las buenas leyes y a su vez, éstas, para ser observadas, requieren de las buenas costumbres. Así pues, a diferencia de lo que sucedía en el pensamiento de Montesquieu, que establecía una marcada separación, entre la esfera privada y la pública, entre otras cosas para garantizar la libertad de la primera -, en el pensamiento de Maquiavelo resulta imposible trazar una frontera entre ambos aspectos. El hombre es indisolublemente ciudadano e individuo. Las leyes influyen sobre su comportamiento privado tanto como su comportamiento privado sobre las leyes. Justamente por esto, resulta imposible que las leyes – ni siquiera las mejores y más sabias - tengan eficacia en una sociedad corrompidísima. Lo que suele pasar es más bien lo contrario: que se modifican las leyes que refrenan a los ciudadanos, como pasó en Roma, dice Maquiavelo, “en lo referente a la ley del adulterio, las santuarios, las del soborno y muchas otras, a medida que los ciudadanos iban siendo más corrompidos.”

La insuficiencia de las leyes nuevas se veía además en “otros dos puntos capitales: en la elección de magistrados y en la formación de las leyes.” Al principio, el pueblo romano daba los cargos únicamente a quienes los solicitaban. Esto fue adecuado mientras sólo los pedían los que se consideraban más capacitados para ocuparlos y dejó de serlo cuando, gradualmente, como según Maquiavelo sucede siempre, los reclamaron los más poderosos. El problema es que alcanzar la corrupción gradualmente, es más fácil que conseguir una reforma gradual porque ésta, dice el florentino, sólo puede ser dispuesta por un gran hombre que comprenda el mal al que la sociedad se enfrenta y además ha de ser capaz de convencer a los otros de la existencia real de dicho problema.
Eso sin olvidar que mientras los malos gobernantes rara vez muestran escrúpulos para usar la violencia necesaria para mantenerse en el puesto, los hombres honestos raramente quieren utilizarla para llegar al poder.

La conclusión de Maquiavelo es que es prácticamente imposible conservar o fundar una república en una ciudad corrompida. Si aún así se desea intentar hay que tener en cuenta a la hora de organizar un gobierno que “las instituciones monárquicas son preferibles a las populares, a fin de que los hombres cuya insolencia no puedan corregir las leyes sean refrenados por un poder casi regio.” 
Como puede observase, Maquiavelo sigue el ejemplo de los antiguos romanos que cuando se enfrentaban a un gran mal nombraban de forma temporal a un dictador. Hay que señalar además, que en mi opinión, Maquiavelo es sobre todo aristocrático. La mejor república es aquélla que reconoce a los hombres de más mérito, ya sea en la guerra, en el gobierno o en las artes. Deja de serlo cuando abre las puertas a los hombres que no se caracterizan por sus talentos sino por las triquiñuelas y engaños de que hacen gala para llegar al poder.

Capítulo XIX
Puede sostenerse un príncipe débil sucediendo a un buen príncipe; pero ningún reino subsiste si a un príncipe débil sucede otro también débil.

Una observación importante: el deseo de conservar una república por medio únicamente de medios pacíficos, se obtendrá siempre y cuando este deseo se vea ayudado por las circunstancias y la suerte. Como lo normal es estar rodeado de pueblos que confunden pacifismo con afeminamiento (este término es el que aparece en la traducción; supongo que también puede ser sustituido por el de cobardía y debilidad), es importante que una república añada a la prudencia, la fuerza de las armas.

Capítulo XX
La sucesión de dos príncipes excelentes tiene grandes efectos. Las repúblicas bien organizadas tienen por necesidad sucesión de gobernantes virtuosos, y, por ello, aumentan y extienden su dominación.
Capítulo XXI
Son dignos de censura los príncipes y las repúblicas que no tienen ejército nacional.

Y son dignos de censura porque la falta de ejército nacional no se debe a la carencia de hombres, sino a la incapacidad de dichos príncipes y de dichas repúblicas de hacer de los ciudadanos valientes soldados.

Dos son las razones que impulsan a Maquiavelo a criticar la falta de ejército nacional. Por un lado, la carencia de ciudadanos leales con la preparación suficiente para hacer frente a un posible ataque enemigo. La segunda, consecuencia de la anterior, la necesidad de contratar a mercenarios que cobran, en general altas cifras,  por realizar la defensa. Dichos mercenarios están más dispuestos en recibir sus honorarios y en conservar la vida para gastarlos adecuadamente que en la defensa en sí misma. Maquiavelo advierte una y otra vez del peligro que supone llamar en ayuda a fuerzas extranjeras o que, simplemente, no pertenecen a la república.

Capítulo XXII
Lo que fue más notable en el combate de los tres Horacios y los tres Curiacios

A partir de este ejemplo, Maquiavelo advierte de tres cosas. La primera que un individuo jamás debe emplear sólo una parte de su fuerza cuando está en juego su absoluto destino. Dos, que en una ciudad bien gobernada los méritos no compensan nunca los crímenes cometidos. Tres, que no es prudente cerrar tratos cuando se teme su incumplimiento.
Tales ideas son desarrolladas en los tres capítulos siguientes.

Capítulo XXIII
Que no se debe poner a riesgo toda la fortuna sin emplear toda la fuerza; por lo cual es muchas veces peligroso limitarse a guardar los desfiladeros.

Capítulo XXIV
Las repúblicas bien organizadas establecen premios y castigos para los ciudadanos, sin compensar jamás unos con otros

Capítulo XXV
Quien quiera reformar la antigua organización de un estado libre, conserve al menos la sombra de las antiguas instituciones.

El motivo que para ello aduce Maquiavelo es el de que el pueblo no note el cambio. En realidad, dice Maquiavelo, “a casi todos los hombres satisfacen lo mismo las apariencias que la realidad, y muchas veces les agitan más las primeras que la segunda.” En su opinión “las novedades alteran la imaginación de los hombres”; por tanto, aconseja que si se varía la duración de la magistratura o el número de magistrados que la componen, se mantenga al menos el nombre.

Capítulo XXVI
El príncipe nuevo en ciudad o provincia conquistada por él, debe reformarlo todo

Maquiavelo toma como figura referencial a Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno. Se cuenta de él que reformaba los territorios conquistados por completo, incluso trasladando sus habitantes a otros territorios. Los métodos eran inhumanos hasta el punto de que es preferible ser ciudadano antes que rey “a costa de tanta destrucción de hombres”. El que, sin embargo, desea asegurar la dominación “necesita ejecutar tales maldades.” En cambio los hombres, dice Maquiavelo, prefieren coger el término medio lo cual es perjudicialísimo porque no saben ser ni completamente buenos ni completamente malos.

Capítulo XXVII
Rarísima vez son los hombres completamente buenos o malos.

Capítulo XXVIII
Por qué razón fueron los romanos menos ingratos con sus ciudadanos que los atenienses con los suyos.

La causa descansa en el hecho de que, “desde la expulsión de los reyes hasta Sila y Mario”, ningún romano había intentado atentar contra la libertad del estado. De haber sucedido esto, no cabe duda de que los romanos hubieran actuado de igual manera que los atenienses con los suyos.

Capítulo XXIX
¿Quién es más ingrato un pueblo o un príncipe?

Curiosamente, una vez hecha la pregunta, Maquiavelo evita una respuesta directa y clara, prefiriendo, en cambio, señalar los motivos que originan la ingratitud: la avaricia y la sospecha.
El vicio de la ingratitud nace de la avaricia o de la desconfianza. Si la ingratitud nace de la avaricia no tiene disculpa alguna y cubre de perpetua ignominia. La ingratitud debida a la desconfianza es la que normalmente envuelve a los príncipes cuando alguno de sus generales lleva a cabo una empresa loable. Para no tener que concederle el mérito prefieren hacer recaer el éxito en la fortuna o en la prudencia de los capitanes que le acompañaban; más aún si el general victorioso lanza una frase altanera.

Del primer motivo, la avaricia, el pueblo queda liberado al final del capítulo y en cuanto al de la desconfianza, Maquiavelo asegura que ésta, en el pueblo, nace de la sospecha de que puede perder la libertad.

Las conclusiones son también un tanto inestables. En el caso de una república corrompida, los efectos que se producen de la ingratitud debida al miedo son desastrosos, hasta el punto de conducir a la tiranía. Por el contrario en una república bien organizada protege la libertad de las instituciones y evita que los ciudadanos sean demasiados ambiciosos.

Demasiadas contradicciones en el intento de Maquiavelo por demostrar al lector la inocencia del pueblo y declararle inocente de cualquier culpa. El capítulo resulta un tanto populista porque los argumentos que ofrecen no terminan de convencer.

Capítulo XXX
Medios que debe emplear un príncipe o una república para evitar el vicio de la ingratitud y cómo puede impedir un general o un ciudadano ser víctima de él.

Para evitar las suspicacias, el príncipe ha de dirigir personalmente las expediciones militares. Caso de que esto no sea así, es posible que el general victorioso tenga que enfrentarse a la ingratitud del príncipe. Para librarse de ella, el general, o bien deja el ejército inmediatamente después de la victoria poniéndose en manos de su príncipe y cuidando no ejercitar ningún acto de altivez, o utiliza la victoria para oponerse frontalmente al príncipe, procurando la benevolencia de los soldados y de los ciudadanos, buscando la amistad de los otros poderosos y acordando alianzas con los  pueblos vecinos “para castigar de antemano a su señor por la ingratitud de que seguramente le haría víctima”.
A juicio de Maquiavelo lo peor es el término medio al que la indecisión conduce. Ser radicalmente siervo o ser radicalmente libre, son los modos que aconseja el autor para salvarse de la ingratitud del príncipe.

En lo que al pueblo respecta, lo más importante, dice Maquiavelo es que las instituciones permitan a todos: nobles y plebeyos ejercitarse en las artes militares de modo que, habiendo tantos hombres valerosos, el pueblo no recele de ninguno. Nuevamente se muestra Maquiavelo confuso en este punto. Por un lado promueve la igualdad de oportunidades y la meritocracia porque según él “la rivalidad entre varios impide la dominación del uno”. Por otro lado, no duda en establecer férreos límites a los resultados fructíferos que tal rivalidad puede originar y así no duda en aconsejar que cada uno de ellos evite cualquier tipo de ambición para no ser castigados por el pueblo por ambiciosos. 
La conclusión a la que el lector llega después de todo esto es la de que Maquiavelo parece defender que los ciudadanos tienen que esforzarse pero no más allá de lo que establezca el pueblo. Lo cual, justo es admitirlo, genera en la práctica no pocas complicaciones.

Capítulo XXXI
Los generales romanos jamás fueron castigados severamente por las faltas que cometieron, ni tampoco cuando por ignorancia o malas determinaciones ocasionaron daño a la república.

De ser por malicia, les imponían duros castigos pero no en otro caso. La razón es que “juzgaban de tanta importancia para los que tenían el mando de sus ejércitos la libertad de pensamiento y acción y no sujetar sus actos a consideraciones extrañas,que rehusaban añadir a lo que era de por sí difícil y peligroso nuevas dificultades y peligros, convencidos de que, en caso contrario ninguno podría operar valerosamente.”

Capítulo XXXII
Ni las repúblicas ni los príncipes deben diferir los remedios a las necesidades públicas.

El que rige una república ha de detenerse a prever los males que pueden sobrevenirle, los hombres que pueden oponérsele y de los que puede valerse en la adversidad. Aquéllos que creen que llegado el peligro pueden servirse de los hombres repartiendo beneficios, se equivocan y “lejos de aumentar su seguridad, aceleran su perdición”

Capítulo XXXIII
Cuando cualquier dificultad llega a ser muy grande en un estado o contra un estado, es mejor partido contemporizar con ella que combatirla de frente.

Si una situación peligrosa no es prevista a tiempo, entonces es mejor la flexibilidad que combatirla de frente, puesto que esto aumenta e incluso acelera el problema. Contemporizando, en cambio, o se consume en el tiempo o se prorroga largamente. En general, los males a los que una república ha de enfrentarse son más de carácter interno que externo, pues algunos ciudadanos llegan a ser más poderosos que razonables.

Capítulo XXXIV
La autoridad dictatorial benefició y no dañó a la república romana. No es la autoridad concedida por libre sufragio, sino aquella de que se apoderan los ciudadanos, la perniciosa a las instituciones libres.

El título ofrece lugar a confusiones. La dictadura a la que Maquiavelo se refiere no es sinónimo de tiranía, sino aquélla que por propia decisión elegían los ciudadanos romanos determinando, además, la persona que ocuparía dicho cargo. Se trata pues de un sometimiento voluntario que llevaba aparejado un nombramiento legal, acordado y temporal.

Lo que Maquiavelo sí considera un grave problema es cambiar la constitución alegando que existen problemas que hay que superar  porque resulta difícil determinar si  dicha modificación implica un bien o es utilizada por determinados grupos de poder para hacer un mal. Para combatir esta posibilidad, Maquiavelo aconseja que sean las leyes las que fijen el remedio para el peligro y el modo de aplicarlo. Se reitera, sin embargo, en la necesidad de que esté prevista la figura del dictador temporal. La razón última es cuando Roma fue atacada por sus vecinos, no sólo se organizó mejor sino que atacó mejor y más eficazmente. En nuestros días un caso parecido es el del presidente de los Estados Unidos, que dispone de una gran capacidad de decisión, al menos durante el tiempo que dura su mandato. Si las consideraciones de Maquiavelo al respecto son o no acertadas, es tema a debatir.

Capítulo XXXV
Por qué fue nociva a la libertad de la república romana la creación de los decenviros, a pesar de elegirlos el voto público y libre del pueblo.

Dos son los temas que, a mi modo de ver, trata aquí Maquiavelo. Una, la necesidad de controlar a los gobernantes y dos, que los medios para lograrlo son, por un lado las leyes y por el otro, la separación de poderes.

Maquiavelo cuenta que aquellos diez hombres no tardaron en convertirse en tiranos y acabaron con la libertad.

La diferencia con la figura del dictador es que cuando éste era nombrado, los tribunos, cónsules y senadores seguían con sus actividades y le estaba vedado anular el orden senatorial. Así que tribunos, cónsules y senadores constituian, en realidad, una guardia vigilante para evitar que el dictador se extralimitara en el uso de su poder. No sucedió lo mismo, en cambio, con los decenviros. Estos anularon a los cónsules y a los tribunos, se les permitió dictar leyes y adquirir facultades reservadas anteriormente a la decisión del pueblo. De ahí que no tardaran mucho tiempo en abusar de su poder.
El problema del poder absoluto, a juicio de Maquiavelo, es que aunque la masa no esté corrompida enseguida se corrompe y presta ayuda a cambio de beneficios.

En este punto, parece haber una contradicción entre lo que asegura ahora y lo que sostenía en el capítulo XXXII. Tal contradicción es solo aparente. En época de bonanza, el tirano consigue partidarios a base de beneficios. Cuando los problemas aparecen, ni el mayor de los favores consigue mantener la lealtad de sus servidores.

Capítulo XXXVI
Los ciudadanos que han ejercido los más altos cargos no deben desdeñar el desempeño de los más modestos.

Eso será dignísimo para el particular, pero resulta inútil para el pueblo puesto que más cabe esperar de alguien que habiendo ocupado un alto cargo se ve obligado a ejercer un puesto más humilde que lo contrario, caso en el que se verá obligado a rodearse de personas capaces que suplan su inexperiencia.

Capítulo XXXVII
De las perturbaciones que causó en Roma la ley agraria y de lo peligroso que es en una república hacer una ley con efecto retroactivo y contra una antigua costumbre nacional.

Maquiavelo comienza este capítulo afirmando que el hombre se aflige del mal y se harta del bien y que pelea o por necesidad o por ambición. En cuanto a la ambición, está tan clavada en su alma que no puede liberarse de ella, cualquiera que sea el nivel al que llegue. El motivo hay que buscarlo en su propia naturaleza: puede desear todo pero no todo conseguir. Curiosamente en este principio descansa el axioma que justifica la ciencia de la economía: “las necesidades son infitas y los recursos limitados.”

Pero en este caso no es la economía precisamente lo que preocupa a Maquiavelo sino la libertad. Él afirma que la plebe, en sus confrontaciones contra los nobles, se aseguró, llevado de la necesidad, la creación de los tribunos. Pero llevado de su ambición, empezó a combatir por tener los mismos  honores y riquezas que los nobles, llegando a la lucha por la ley agraria y perdiendo su libertad.

La ley agraria tenía dos puntos: una, que todos los ciudadanos tuvieran un número igual de fanegas de tierra; dos, que se repartiera entre el pueblo romano, las tierras conseguidas. Ambos puntos resultaban perjudiciales para los patricios. Por un lado, porque se les expropiaban las tierras que ya tenían y por otro, porque las conquistas no les reportaban beneficios, privándoles así de la oportunidad de enriquecerse. El cumplimiento de dicha ley se retrasó, pero en el momento en que se quiso hacerla cumplir estalló la guerra civil en la que los nobles resultaron vencedores. Justo en ese momento perdió Roma la libertad. Y es que, como dice Maquiavelo, a los hombres les importan más los bienes que los honores. Los nobles se mostraron condescendientes hacia el pueblo en lo referente a estos pero se alzaron en cuanto se trató de defender sus bienes.

Y casi sin saber por qué, vuelve a repetir, que es mejor contemporizar con un problema que o se extingue o se prolonga, en vez de enfrentarse a él abiertamente.

Capítulo XXXVIII
Las repúblicas débiles son irresolutas y no saben tomar un partido. Si alguna vez lo toman es por necesidad y no por elección.

Capítulo XXXIX
Frecuencia con que ocurren en pueblos distintos idénticos sucesos

Capítulo XL
De la creación del decenvirato en Roma y de lo que se debe notar en ella: donde se considera, entre otras cosas, cómo un mismo suceso puede salvar o perder una república.

Cuando un pueblo comete la falta de ensalzar a alguno porque combate a los que él aborrece y el ensalzado es hábil, llega éste siempre a ser tirano del estado porque los que tienen como amigos al pueblo y como enemigos a los grandes están más seguros.

Con el favor del pueblo, el tirano destruirá a la nobleza, y cuando lo haya conseguido oprimirá al pueblo, que, comprendiendo entonces su servidumbre, no tendrá a quien recurrir en demanda de auxilio. Tal es el procedimiento de cuantos han fundado tiranías en las repúblicas. Cuando no bastan las fuerzas interiores para asegurar el poder se hace necesario acudir a las externas, que pueden ser de tres clases: una guardia personal a base de mercenarios, armamento de los campesinos para que cumplan la función que harían los ciudadanos y las alianzas con las ciudades cercanas más poderosas.
El error de la plebe romana al querer salvar la libertad fue crear los decenviros. El error del decenviro y posterior tirano Apis, fue aliarse con los nobles cuando el pueblo, consciente de su error, se alzó contra él.

Capítulo XLI
Es imprudente e inútil pasar sin gradación de la humildad a la soberbia, de la compasión a la crueldad.

Antes de que el cambio prive de amigos, ganar tantos que su autoridad no se debilite.

Capítulo XLII
De la facilidad con que se corrompen los hombres.

De ahí que sea tan importante dictar leyes que refrenen las pasiones humanas.

Capítulo XLIII
Los que combaten por su propia gloria son buenos y fieles soldados.

“Este ejemplo es uno de los que demuestran la inutilidad de los soldados mercenarios; los cuales combaten únicamente por el dinero que reciben, motivo insuficiente para hacerles adictos y fieles hasta el punto de dar la vida por la causa que defienden. (...) El amor a los intereses y a la honra de la patria sólo lo tienen los súbditos y cuando se quiere conservar un estado, sea república o reino, preciso es armar a los ciudadanos (...)”

Preciso es hacer notar que esta idea es una constante en el pensamiento de Maquiavelo y será ampliamente desarrollada en su obra “Del arte de la guerra” aparecida entre los años 1519 y 1520.

Capítulo XLIV
Una multitud de jefes es inútil. No se debe amenazar sin tener los medios de cumplir la amenaza.

“La intención no debe mostrarse antes de conseguirse lo que se desea. “Basta pedir a uno el arma que tiene, sin anadir: “Te quiero matar con ella.” Apoderado del arma, puedes matarlo.”
Lo cual, no cabe duda, representa un consejo para los que, inflamados por la cólera y las pasiones violentas, exteriorizan sus intenciones de forma precipitada.

Capítulo XLV
Es de mal ejemplo no observar una ley hecha, máxime si son sus autores quienes dejan de cumplirla; y peligrosísima para los que gobiernan un estado tener en continua incertidumbre la seguridad personal.

Pero no solamente esto es lo que preocupa a Maquiavelo. La continua persecución a los ciudadanos a base de continuos procesos y  castigos causa un gran daño al estado, puesto que los ánimos de los súbditos están en continuo sobresalto e incertidumbre con respecto a su seguridad personal. Este estado de cosas termina provocando actitudes cada vez más rebeldes  contra el orden establecido.

Capítulo XLVI
Los hombres pasan de una ambición a otra. Procuran primero liberarse y luego atacar a los otros.

Dos son las ideas que en este capítulo.

La primera que los que han sido dominados, intentan, una vez liberados, dominar.

“El deseo de defender la libertad ocasionaba que el predominio de uno de estos partidos fuera la opresión del otro. (...)cual si fuera indispensable ofender o ser ofendido.

La segunda, que las apariencias engañan y que muchos de los actos que a primera vista parecen virtuosos, encierran en realidad una estrategia por la cual los ambiciosos intentan hacerse con el poder. Si sus verdaderas intenciones no son descubiertas a tiempo conseguirá sus propósitos hasta el punto de que hacerle frente resultará inútil.

“Los ciudadanos que viven en una república intentan primero, que nadie pueda perjudicarles, ni los particulares ni las autoridades, y para lograrlo buscan y adquieren amistades por medios aparentemente honrados o prestando dinero o defendiendo a los pobres contra los poderosos; y por parecer esto virtuoso, engañan a todo el mundo y nadie trata de evitarlo. Mientras tanto el ambicioso, perseverando sin obstáculo en su propósito, consigue, por la influencia adquirida que los particulares le teman y las autoridades le respeten. Cuando, por no poder impedir a tiempo su engrandecimiento, goza de extraordinario poder es imposible, sin exponerse a gran peligro, combatirle de frente.”

Tal peligro, dice Maquiavelo, sólo puede ser extirpado con la ayuda de leyes que regulen las ambiciones de los ciudadanos.

Capítulo XLVII
Los hombres en general pueden engañarse en los asuntos generales, pero no en los particulares.

En este capítulo Maquiavelo se muestra partidario de conceder a los tribunales populares la posibilidad de distribuir “empleos y dignidades” porque suelen equivocarse menos que los poderosos y caso de que lo hagan, es fácil hacerles ver el error.

Capítulo XLVIII
Quien quiera que una magistratura no se dé a un hombre vil y perverso, hágala pedir por uno más vil o perverso, o por uno excelente y nobilísimo.

Capítulo XLXIX
Si a las ciudades libres desde su fundación como Roma, les es difícil establecer leyes que mantengan  la libertad, a los que han estado en servidumbre les es imposible.

El ejemplo que Maquiavelo ofrece es el de la ciudad de Florencia.

Capítulo L
Ningún consejo ni magistrado debe estar facultado para detener el curso de los negocios públicos.

Con ello se refiere Maquiavelo a la ncesidad de que ningún cargo público quede vacante, a fin de evitar que los negocios de la república se paralicen o caigan en desorden.

Capítulo LI
La república y los príncipes deben demostrar que hacen generosamente aquello a que la necesidad les obliga.

O lo que es lo mismo: el talento para convertir en mérito aquello a lo que la necesidad obliga.

Capítulo LII
El medio más seguro y menos ruidoso para contener la ambición de cualquier hombre influyente en una república es adelantársele en el camino que conduce al poder.

Pero Maquiavelo incluye en este capítulo su consejo de ponderar los beneficios y los perjuicios a la hora de llevar a cabo una acción: “Deben, pues, los hombres, antes de tomar una determinación, calcular bien sus inconvenientes y peligros y no adoptarla cuando sea mayor la exposición que la utilidad, aunque en favor de ella esté la opinión pública.”

Capítulo LIII
El pueblo desea muchas veces su ruina engañado por una falsa apariencia de bienestar,  y fácilmente se le agita con grandes esperanzas y halagüeñas promesas.

Pero a juicio de Maquiavelo la incredulidad del pueblo engañado es igualmente perjudicial porque impide que una república adopte buenas determinaciones. Lo cierto es que hoy, como ayer, todos los que buscan el apoyo popular – las llamadas corrientes populistas-  se apoyan justamente en lo mismo que señalaba Maquiavelo cuando escribió los discursi, porque, como él ya en su tiempo afirmaba, conseguir que el pueblo otorgue su voto a propuestas que parecen favorecerle, aunque en realidad le llevan a la ruina, es fácil Por el contrario, resulta difícil conseguir que apruebe propuestas que aparentemente conllevan pérdia y cobardía.

Capítulo LIV
Autoridad que tiene un grande hombre para apaciguar a una multitud sublevada.

Eso lo consigue, según Maquiavelo, a base de presentarse ante dicha multitud con el porte sereno y lo más digno posible, porque la dignidad impone respeto.

Capítulo LV
Cuán fácilmente se gobiernan las cosas en una ciudad donde la multitud no está corrompida. Donde hay igualdad no hay monarquía, y donde no la hay, es imposible la república.

Éste es, sin duda alguna, uno de los capítulos más interesantes por los reproches que hace a Italia, Francia y España, al contrario de lo que sucede en Alemania.

En lo que a Francia y a España respecta, Maquiavelo afirma que aunque Italia aparezca más corrompida que los dos países anteriores ello no se debe a la probidad de sus pueblos sino por el rey que los mantiene unidos apoyado en su virtud y en su valor,  y por el régimen monárquico cuyos resortes aún no están gastados.

“Bien se ve que en Alemania la honradez y la religión son todavía grandes y hacen que muchas repúblicas vivan libres y sea en ellas tan estricta la observancia de las leyes, que nadie de dentro o de fuera se atreva a atentar contra ellas. (...) Es costumbre en aquellas repúblicas, cuando precisa hacer gastos públicos, que los magistrados o consejos, con facultades para ello, impongan a los ciudadanos un tributo de uno o dos por ciento de lo que poseen. Dictada la orden según la forma establecida, cada cual se presenta al recaudador del impuesto y bajo juramento de pagar lo que le corresponde, deposita en una caja destinada al efecto, sin más testigos que su conciencia, la cantidad que debe. Este ejemplo demuestra la probidad y la religiosidad que existen aun en aquellos hombres, debiendo creerse que cada cual paga lo que le corresponde, porque, de no hacerlo”, no  se recaudaría lo previsto, se conocería el fraude y habrían acordado otro método.

Este grado de honradez es únicamente propia, según Maquiavelo, de tal comarca y se debe a dos causas.

La primera descansa en “no haber estado en frecuentes comunicaciones con sus vecinos, porque ni éstos van a Alemania, ni los alemanes salen de su país satisfechos de vivir con lo que tienen, con los productos de sus tierras y las lanas de sus rebaños; y esta falta de relaciones es un dique que impide penetrar la corrupción ajena, por lo cual no han adoptado la corrupción de los franceses, españoles e italianos, naciones que son la corrupción del mundo. La otra causa consiste en que aquellas repúblicas donde se conservan incorruptibles las instituciones, no toleran que ciudadano alguno sea o  viva como noble, manteniendo entre todos perfecta igualdad, e inspirándole grandísima aversión los señores o nobles que hay en aquellas comarcas, hasta el punto de que, si alguno cae en sus manos, lo matan por considerarle principio de corrupción y motivo de toda clase de escándalos.

Llamo nobles o caballeros en este caso a los que viven ociosamente de las rentas de sus numerosas posesiones, sin cuidarse para nada de cultivarlas ni tener ninguna otra ocupación o profesión de las necesarias para la vida. Los que en este caso se encuentran son perniciosos en cualquier república y estado y aun lo son mucho más los que no solo tienen bienes, sino también castillos y súbditos que les obedezcan. De estos dos clases de hombres están llenos el reino de Nápoles, la comarca de Roma, la Romaña y la Lombardía (...) tales hombres son completamente enemigos de todo régimen bien ordenado.” Sin embargo no puede decirse lo mismo de Venecia, porque allí los nobles lo son más de nombre que de hecho, puesto que sus bienes proceden del comercio y sus posesiones son de carácter inmobiliario más que fincas territoriales.

Quien desee crear una república, afirma Maquiavelo, deberá acabar primero con todos los nobles. Pero si hubiese alguien con el poder de dar una adecuada constitución en un lugar como los anteriores, no le quedaría más remedio que fundar una monarquía, porque cuando los hombres están tan corrompidos que ya no atieden ni siquiera a las leyes, tiene que conseguirlo alguien a base de utilizar la violencia. Violencia que únicamente el rey puede ejercer porque su fuerza es la única que puede frenar y poner límites al desmedido deseo de dominación y a la corrupción de los poderosos.
Pero quien desee instaurar una monarquía donde ahora existe una república igualitaria tendrá que inflamar las ambiciones de los espíritus más inquietos. El rey mantiene su autoridad sostenido por los nobles y estos obtienen de él la satisfacción de sus ambiciones.

La conclusión es o bien hay que decidirse por la fundación de una república en la que impere la igualdad o por la fundación de una monarquía en la que prime la desigualdad. “De otro modo haréis un edificio desproporcionado y de corta vida”.

Como vemos esta última consideración está en abierta contradicción con la que hacía al enumerar las diferentes formas de gobierno y considerar que la mejor era establecer un gobierno mixto que participara de las tres.

Capítulo LVI
Antes de ocurrir grandes sucesos en una ciudad o en un estado, aparecen señales que los pronostican u hombres que los anuncian.

No me cabe la menor duda de que esto puede ser cierto. Sin embargo, no me resisto a trascribir las reflexiones que Chesterton hace en el primer capítulo de su obra “El Napoleón de Notting Hill” titulado “Observaciones preliminares sobre el arte de la profecía”. Su tono humorístico, muy distinto del estilo del escritor florentino,  no les resta en mi opinión valor alguno.

La raza humana, a la que tantos de mis lectores pertenecen, se ha dedicado a jugos infantiles des del principio, y es probale que siga haciéndolo hasta el fin, lo cual es un fastidio para las pocas personas que alcanzan la madurez. Y uno de los juegos que más le divierte se llama “No devesles el futuro”, y también (entre los campesinos de Shropshire, sin duda) “Estafa al Profeta”. Los jugadores escuchan con atención  y respeto todo cuanto predicen los hombres inteligentes para la próxima generación. Después esperan a que los hombres inteligentes se hayan muerto y los entierren como es debido. Y entonces van y hacen otra cosa. Esto es todo. Sin embargo, para una raza de gustos sencillos es una gran diversión.
Porque los seres humanos, al ser niños, tienen la testarudez y la reserva infantiles, y nunca, desde que el mundo es mundo, han hecho aquello que los sabios consideraban inevitable. Se dice que apedrearon a los falsos profetas; pero podrían haber apedreado a los profetas verdaderos con un placer mayor y más vindicativo. (...) la humanidad en su conjunto es veleidosa, mística, inconstante y encantadora. Los hombres son hombres, pero el Hombre es femenino."

Capítulo LVII
El pueblo en conjunto es valeroso pero individualmente es débil

El único modo para que el pueblo no se disperse en cuanto empiezan a aparecer las primeras dificultades y cada uno piensa en su propio peligro, es la elección de un jefe que “lo mantenga unido y provea su defensa.”

Capítulo LVIII
La multitud sabe más y es más constante que un príncipe

Muchos escritores tachan a la multitud de inconstante pero lo cierto es que del mismo defecto adolecen otros hombres, incluido el príncipe, afirma Maquiavelo. Por tanto en su opinión en injusto culpar a la multitud más de lo que se culpa a los príncipes.
Pero Maquiavelo va más lejos en sus consideraciones y afirma que el pueblo es en realidad más prudente y más constante que un príncipe. Un ejemplo, dice, es que cuando el pueblo empieza a cobrar aversión a una cosa, la mantiene durante siglos, lo que no le ocurre al príncipe. Además “la multitud se muestra cruel contra los que teme que atenten al bien común, y el príncipe contra quienes él sospeche que son enemigos de su interés personal.”

Capítulo LIX
De cuáles confederaciones o ligas merecen más confianza, si las hechas con una república o las que se hacen con un príncipe.

La conclusión a la que llega Maquiavelo es que cuando hay peligro son más de fiar las repúblicas, porque “el pueblo comete menos errores que el príncipe; por tanto, merece mayor confianza que éste.”

Capítulo LX
De cómo el consulado y cualquier otra magistratura se daban en Roma sin consideración a la edad.

Hay que atender al mérito y no a la edad o al nacimiento.

FIN DEL PRIMER LIBRO

En los siguientes links encuentran la exposición del Segundo y Tercer Libro, así como una consideración personal al primer Libro.

http://isabel-vinado.blogspot.de/2015/07/segundo-libro-de-la-obra-discurso-sobre.html

http://isabel-vinado.blogspot.de/2015/08/discursos-sobre-la-primera-decada-de.html

http://isabel-vinado.blogspot.de/2015/07/consideraciones-al-primer-libro-de-los.html

Isabel Viñado Gascón

(Continuará...)

3 comentarios:

  1. Sí. Es cierto. Maquiavelo es uno de esos autores a los que únicamente se les puede amar u odiar y esto no sin justificados motivos: sus tesis son variadas y – como sucede entre El Príncipe y Los Discursi - incluso dirigidas a complacer a partidos antagónicos. Esto determina que muchos le califiquen de inmoral y cínico, cuando en realidad tal postura, en mi opinión, obedece a lo mismo que siglos más tarde aconsejará el mísmisimo Brecht: a conservar la vida, que es – en el fondo- lo único que el hombre puede llamar suyo propio. (Cfrs. “La vida de Galileo”, “Historias de K.”) No será sólo Brecht el que sostenga esta postura: Stephan Zweig que, como todos sabemos, acabará suicidándose, reprocha a Miguel Servet en su libro “Castellio contra Calvino” que sus convicciones teológicas le llevaran a meterse en la cueva del lobo, que era en aquellos momentos Calvino y se negara a atender a las posibilidades de salvación que se le ofrecieron.
    Conservar la vida o caer rendido a la ideología, ese es en el fondo el dilema último al que debe enfrentarse un hombre en situaciones extremas. Brecht termina considerando que incluso entonces la cuestión de la renuncia a la vida es privada y bien privada. En su obra “Die Maßnahme” uno de los correligionarios acepta quitarse la vida por “la causa”, pero se trata de una conclusión a la que él individualmente llega una vez analizadas las circunstancias. Es una decisión a la que el individuo llega en consideración de la necesidad de la causa y el lector “sabe” que, conociendo a Brecht, se trata de una solución “in extremis”.
    "Conservar la vida o caer rendido a la ideología": en momentos de paz se trata de un tema casi baladí. Por el contrario, en momentos de caos, guerra, inseguridad y confusión, no lo es tanto.
    Y pese a todo, la grandeza de Maquiavelo reside en su capacidad para elevarse por encima de sus circunstancias. Lejos de detenerse en la siempre compleja pregunta de quién ha de mandar o de encerrarse en teorías políticas idealistas y útopicas, Maquiavelo se atreve a enfrentarse a la realidad. Da igual quién gobierne, del mismo modo que es indiferente el sistema que rija en una sociedad: unos y otros están abocados a la muerte y a la corrupción, aparte de que los hombres no cambian mucho a lo largo de las distintas generaciones. Cambian sus circunstancias pero no sus pasiones. De lo que se trata pues, es de establecer modos de existencia que permitan sobrevivir y vivir a la mayoría; de ahí pues su constante interés por el Bien Común, que no puede ser prefijado de antemano sino que exige un análisis y concretización constante.
    Es aquí, supongo, donde entra en acción el discurso Habermasiano.
    Pero ese ya es otro tema...

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