domingo, 10 de noviembre de 2013

“EXILIO” (“EXIL”) (1940) Leon Feuchtwanger


“Exil” (“Exilio”) es la última novela de las que, junto con “Erfolg”(1930) (“Éxito”) y “Die Geschwister Oppermann (1933), componen la trilogía denominada “Wartesaal” y  cuyo tema común es la crítica al Tercer Reich. He escrito los títulos españoles entre paréntesis porque no estoy segura de que estas novelas estén traducidas al español.

“Exil” (“Exilio”), al igual que la novela de Klaus Mann, narra de manera magistral la emigración alemana durante el nazismo. El relato de Feuchtwanger se centra en el análisis de la situación familiar y profesional de los exilados en una única ciudad: París, sin que ello repercuta en la profundidad  y variedad de los caracteres y de las circunstancias de los personajes descritos.

Tres historias juegan un papel relevante: la de un periodista judío secuestrado por los nazis y la madurez que este contratiempo provoca en el comportamiento de su mujer, hasta entonces frívola y casquivana;  la del periodista vanidoso y simpatizante de los nazis que tiene un hijo de una mujer judía; y la del compositor que ha abandonado su existencia confortable en Múnich porque no podía soportar por más tiempo la asfixiante atmósfera política que allí se respiraba. Su mujer observa impotente cómo el exilio va transformando sus personalidades – la de su marido, la de su hijo único y la de ella misma- hasta el punto de convertirse en extraños los unos a los otros. La falta de comunicación inunda lenta pero inexorablemente la atmósfera. Cada uno vive en sí y para sí. Ya no comparten sus sueños ni sus experiencias cotidianas. Su deseo de salvar la crisis por la que atraviesa la familia  le lleva a desechar un trabajo en Inglaterra. Sin embargo, el egoísmo de los dos hombres acabará por consumir sus últimas energías. Su hijo parte camino de Rusia llevado por sus ideas comunistas. Su marido tiene una relación amorosa con otra mujer. Sus fuerzas la abandonan. Se suicida. Ella está muerta. La vida continúa para los vivos.

 
“Exilio” muestra la importancia de un pasaporte; el asombro de muchas gentes que nunca habían creído que el antisemitismo podía llegar tan lejos, así como el hecho muchas veces ignorado de que los emigrantes llegados a Francia no constituían un grupo homogéneo. La diversidad e incluso antagonismo de sus convicciones y aspiraciones políticas  lo impedían.


Tres ideas sobresalen con especial fuerza.

La primera, que los emigrantes pensaban que su condición de emigrantes iba a ser transitoria. Sin embargo, se convirtió en su vida cotidiana.

La segunda es que el dolor hace más fuertes a los fuertes y más débiles a los débiles.

La tercera, la convicción de Feuchtwanger, de que en Alemania el problema más terrible no era la falta de libertad sino la carencia de razón. En su opinión, la situación no había devenido insoportable porque hubiera una dictadura sino porque regía la “dictadura de la necedad”. La estructura nazi era en sí misma superficial y decadente. Su deseo de distracción era su objetivo principal y revestía más importancia aún que la ideología.

Las historias de los personajes que aparecen en sus novelas sirven a los dos autores alemanes – Klaus Mann y Feuchtwanger- para mostrar las intrigas y las traiciones que existen en todos los grupos: los de los nazis y los de los emigrantes. La vida no es jamás la vida de los buenos y de los malos, sino la vida de los hombres. En el frente bélico, los hombres se dividen en vencedores y vencidos. En la vida cotidiana, sin embargo, todos nosotros somos al mismo tiempo vencedores y vencidos. Cada uno lucha contra sus enemigos y a veces incluso contra sus amigos y contra él mismo. En realidad, el individuo está solo y la comunicación está llena de silencios y malentendidos.

Hasta la semana que viene.
Isabel Viñado-Gascón.

 

 

 

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