“Exil” (“Exilio”) es la última novela de las
que, junto con “Erfolg”(1930) (“Éxito”) y “Die Geschwister Oppermann (1933), componen
la trilogía denominada “Wartesaal” y cuyo tema común es la crítica al Tercer Reich.
He escrito los títulos españoles entre paréntesis porque no estoy segura de que
estas novelas estén traducidas al español.
“Exil” (“Exilio”), al igual que la novela de
Klaus Mann, narra de manera magistral la emigración alemana durante el nazismo.
El relato de Feuchtwanger se centra en el análisis de la situación familiar y
profesional de los exilados en una única ciudad: París, sin que ello repercuta
en la profundidad y variedad de los
caracteres y de las circunstancias de los personajes descritos.
Tres
historias juegan un papel relevante: la de un periodista judío secuestrado por
los nazis y la madurez que este contratiempo provoca en el comportamiento de su
mujer, hasta entonces frívola y casquivana; la del periodista vanidoso y simpatizante de
los nazis que tiene un hijo de una mujer judía; y la del compositor que ha
abandonado su existencia confortable en Múnich porque no podía soportar
por más tiempo la
asfixiante atmósfera política que allí se respiraba. Su mujer observa impotente
cómo el exilio va transformando sus personalidades – la de su marido, la
de su hijo único y la de ella misma- hasta el punto de convertirse en extraños
los unos a los otros. La falta de comunicación inunda lenta pero
inexorablemente la atmósfera. Cada uno vive en sí y para sí. Ya no comparten
sus sueños ni sus experiencias cotidianas. Su deseo de salvar la crisis por la
que atraviesa la familia le lleva a
desechar un trabajo en Inglaterra. Sin embargo, el egoísmo de los dos hombres acabará por
consumir sus últimas energías. Su hijo parte camino de Rusia llevado por sus
ideas comunistas. Su marido tiene una relación amorosa con otra mujer. Sus
fuerzas la abandonan. Se suicida. Ella está muerta. La vida continúa para los
vivos.
Tres ideas
sobresalen con especial fuerza.
La primera, que los emigrantes pensaban que su condición de emigrantes iba a ser transitoria.
Sin embargo, se convirtió en su vida cotidiana.
La segunda es que
el dolor hace más fuertes a los fuertes y más débiles a los débiles.
La tercera, la
convicción de Feuchtwanger, de que en Alemania el problema más terrible no era
la falta de libertad sino la carencia de razón. En su opinión, la situación no
había devenido insoportable porque hubiera una dictadura sino porque regía la
“dictadura de la necedad”. La estructura nazi era en sí misma superficial y
decadente. Su deseo de distracción era su objetivo principal y revestía más
importancia aún que la ideología.
Las historias de los personajes que aparecen
en sus novelas sirven a los dos autores alemanes – Klaus Mann y Feuchtwanger-
para mostrar las intrigas y las traiciones que existen en todos los grupos: los
de los nazis y los de los emigrantes. La vida no es jamás la vida de los buenos
y de los malos, sino la vida de los hombres. En el frente bélico, los hombres
se dividen en vencedores y vencidos. En la vida cotidiana, sin embargo, todos
nosotros somos al mismo tiempo vencedores y vencidos. Cada uno lucha contra sus
enemigos y a veces incluso contra sus amigos y contra él mismo. En realidad, el
individuo está solo y la comunicación está llena de silencios y malentendidos.
Hasta la semana que viene.
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