viernes, 25 de marzo de 2016

"La llamada del Dalai Lama al mundo", con Franz Alt "Etica es más importante que la religión" (2016)

A qué negarlo. Plasmar los pensamientos en palabras es difícil. Hacerlo a la velocidad del pensamiento, cuando el pensamiento mismo está formándose, mucho más. Sin embargo, a una determinada edad no es que no se pueda, es que sencillamente uno no siente ningunas ganas de cambiar de carácter y empezar a detenerse a pensar lo que dice, máxime no habiéndolo hecho nunca. Compréndanme: uno ha ido perdiendo a lo largo del camino a sus amigos, a sus parientes, patria, idioma, ciudades varias, salud, memoria... Al menos le queda algo: su carácter. Ese terrible e insoportable carácter que es suyo y de nadie más que suyo; ese carácter por el que todos le recordarán poco  importa si con amor o con odio porque digan lo que digan los otros y piensen lo que piensen los demás, es suyo y, si tanto me apuran, de Dios. Justamente por eso, por ser mío y de Dios, por compartirlo ambos, respeto y amo mi carácter y me niego rotundamente a repasar mis escritos antes de publicarlos. La luz primero, los retoques después.

Digo esto para que nadie se rompa las vestiduras al observar con estupefacción que  alguien como yo se ha decidido a escribir un artículo para corregir los meditados pensamientos de una autoridad espiritual como es la del Dalai Lama, al cual –justo es admitirlo - no conozco  en absoluto. Consideren mi osadía producto de un fallo de carácter, efecto de una imprudencia surgida de la necedad o, consecuencia de mis genes mosqueteros. Callar, es lo único que aun deseándolo con todas mis fuerzas, no puedo hacer. Reconozco que dialogar con el Vaticano me resulta más apasionante. Al fin y al cabo, y aunque me saque de quicio como me saca, dos mil años caminando juntos, - si no más- son muchos años. Santos y herejes mueren y son llamados a la Gloria de Dios o del Diablo, depende de lo que Dios quiera. Al menos habremos de concederle a Dios el poder de la salvación. ¿No están de acuerdo? Pero hasta que ese momento llegue santos y herejes recorren, unas veces codo con  codo y otras veces a codazos, las mismas veredas.

“¿Qué Dios?” – preguntan las religiones universales alzando la cabeza.

Y yo suspiro profundamente. “Estas religiones”, me digo, “siempre buscando motivos por los que luchar por su Dios y por su Verdad, ignorando que Dios no necesita que nadie mate ni muera por él.”

Eso mismo, supongo piensa el Dalai Lama, cuando alguien le comunica el atentado de París de 2015. Un atentado más en la interminable lista de las atrocidades cometidas en nombre de Dios. Y el Dalai Lama, harto de ver derramar sangre, harto de muertes inútiles, de odios y rencores que no expresan el deseo de justicia sino sólo el deseo de ver cumplidos los intereses de un grupo, harto de palabras altisonantes que exigen Luz donde no hay más que sombras, llora amargamente. Llora porque el mundo –pese a su tecnología- sigue anclado en la barbarie y en la violencia. Y la causa más frecuente para iniciar actos vandálicos se escuda en la diversidad de creencias y religiones. En Enero del 2015 afirma: “Hay días en los que pienso que sería mejor si no tuviéramos ninguna religión. Todas las Religiones y Escrituras Sagradas encierran en sí mismas el potencial de la violencia. Por eso necesitamos una ética secular más allá, aparte, de las religiones. En los colegios la enseñanza de ética es más importante que la clase de religión. ¿Por qué? Porque para que la Humanidad pueda sobrevivir, la conciencia de lo que une es más importante que realzar y destacar constantemente lo que separa. (“ Ich denke an manchen Tagen, dass es besser wäre, wenn wir gar keine Religionen mehr hätten. Alle Religionen und alle Heiligen Schriften bergen ein Gewaltpotential in sich. Deshalb brauchen wir eine säkulare Ethik jenseits aller Religionen. In den Schulen ist Ethik-Unterricht wichtiger als Religionsunterricht. Warum? Weil zum Überleben der Menschheit das Bewusstsein des Gemeinsamen wichtiger ist als das ständige Hervorheben des Trennenden.“)

Bien, a qué negarlo. Hace muchos, muchos años, esta bloggera opinaba exactamente lo mismo que el Dalai Lama. Introducirme en el conocimiento de la ética le supuso a mi alma tal emoción que ni siquiera al día de hoy puedo expresarlo correctamente. Por un lado, era la manifestación palpable de que la libertad democrática había llegado a mi vida privada y no sólo a un país llamado España. Hasta aquel instante lo único que se podía aprender en los colegios era religión y por ende, religión católica. La posibilidad de elegir ética en vez de catolicismo, constituyó una auténtica revolución democrática y doy fe de la cautela con la que la pusieron en práctica muchos centros educativos y con la profesionalidad con la que la impartieron los docentes, que en aquel primer, primerísimo momento, por no disponer no disponían ni de manuales y mucho menos de criterios fijos. Fue, además, el camino que me introdujo en el pensamiento budista y, por último, el que me llevó al estudio de la filosofía.

El estudio de la ética me enseñó a relativizar las creencias religiosas sin desprenderme de la mía propia y a empatizar con los sentimientos de las personas desde la dimensión humana y no desde el temor al infierno ni a las llamas. Me permitió seguir creyendo en la Omnipotencia de Dios, sin tener que obligarle a perdonar, por misericordia, ni a Satanás ni a nosotros. Dios sigue siendo Dios, pero nosotros, hombres, seguimos siendo hombres y por eso podemos actuar sin miedo a las llamas del infierno o al castigo eterno porque eso, sencillamente, le corresponde decidirlo a Dios y no a nosotros, simples mortales y por tanto, somos libres de actuar según nuestra conciencia de hombres y no según la conciencia de los otros hombres, igual de torpes e indefensos que nosotros mismos. Y es por eso precisamente, por lo que para poder formar y desarrollar esa conciencia se hace tan imperiosamente necesario el conocimiento, el diálogo con aquellos hombres que vivieron antes que nosotros a través de sus obras. Es por eso por lo que la educación ha de ser vivida, sentida y hasta sufrida pero desde luego, nunca embotellada ni puesta en adobo, ni siquiera triturada, que es lo que se hace hoy en día, para que los alumnos no tengan que esforzarse en masticar. Se les van a caer los dientes sin haber aprendido a usarlos. Pero esto es ya otra historia...

Volviendo al tema que nos ocupa, hubo un tiempo en el que yo, al igual que Wittgenstein, también exclamé: ¡de lo que no se puede hablar, mejor no hablar! No sé cuáles fueron los motivos que llevaron a Wittgenstein a pronunciar estas palabras. A mí, justo es reconocerlo, me empujaron los terribles e insoportables dolores de cabeza que me producían las discusiones –no entre las distintas religiones, que eso en España no había-  sino entre creyentes, ateos y agnósticos. Después de conocer la expulsión de los judíos y de los árabes de la Península, la dictadura de la Inquisición, las guerras de religión entre protestantes y católicos que asolaron Europa, yo, igual que el Dalai Lama, también llegué a la conclusión de que la existencia de las religiones era nefasta para la Humanidad y busqué otros caminos.

El primero fue el asiático.

Por aquel tiempo tenía quince años. Estudié el confucianismo, el zen, leí a Laot-se... y como suele ser normal en mí, una vez que lo hube leído, estudiado, comprendido y asimilado, lo abandoné. No me lo tomen a mal. Demasiada espiritualidad termina siempre por empacharme. No me quedó, pues, más remedio que volver al Vaticano Romano, mucho más equilibrado en ese aspecto.

El segundo fue el laicista.

Al laicismo lo conocí más profundamente en mi época universitaria. He de reconocer que yo me sentía más a mis anchas en el laicismo que en las filosofías asiáticas. Primero, porque el laicismo al cual yo tuve acceso era europeo y bien europeo; segundo, porque el laicismo europeo – justo por ser europeo- se ha desarrollado siempre a la sombra de la religión cristiana, religión que era la mía propia; y en tercer lugar, porque en mi familia –dialéctica hasta la ruptura- el laicismo se respiró con igual intensidad que el catolicismo.

Hube de abandonar el laicismo por las razones contrarias que me habían llevado a dejar la filosofía asiática: por demasiado mundano y materialista. El Amor era sexo. La Verdad universal había degenerado, por un lado, en una verdad relativa y por tanto imposible de concretar mientras que por otro lado, curiosamente, había quedado sujeta al capricho del momento. La Libertad se había transformado en sinónimo de irresponsabilidad; la ética en estética; la cultura en cultura de la anticultura; el diálogo, en un “What´s the point?” y las tertulias, en gallineros donde se cacareaba no para ser escuchado sino para ser admirado según el último modelo. Asistí con horror al hecho de que el laicismo se había traicionado a sí mismo.  Compréndame:  Demasiada espiritualidad me empacha, pero demasiado materialismo me abruma:  ¿Qué hacemos entonces, me pregunto, con la magia? ¿Donde la dejamos?

Para los que como yo, que creemos en la fuerza del Pan tanto como en la fuerza del Amor, ni las filosofías orientales ni el laicismo europeo moderno sirven de gran ayuda...

Ha pasado mucho tiempo desde mi época de juventud. El camino de la vida nos presenta situaciones a las que hemos de hacer frente rápidamente. A veces hemos de tomar decisiones con las que nosotros mismos nunca hubiéramos estado de acuerdo antes de ese instante y de las que seguramente jamás nos sentiremos orgullosos pero que lamentablemente se imponen, no para sobrevivir sino, sencillamente, para proseguir el cumplimiento de la misión que la propia vida nos ha encomendado. A lo largo de nuestra ruta encontramos a grandes escritores con los que mantenemos largos y profundos diálogos. Con otros, en cambio, se trata de una mera relación esporádica y superficial. He conocido a hombres y mujeres de muchos lugares y de muchos estratos. Todos ellos eran humanos pero a la Humanidad no la he visto nunca. Cada uno de esos hombres era distinto del otro, aunque vivieran en la misma calle. Cada uno tenía una historia distinta, una preocupación distinta, un criterio distinto. Dos mujeres solteras y embarazadas. Una decide abortar y la otra, no. La misma situación. Distintas decisiones. 

Con Dios o sin Dios ¿qué está bien? ¿qué está mal?

La ética, lamento decirlo, no resuelve el dilema.

La ética, igual que las religiones –cualquier religión- termina cayendo en los mismos problemas que intenta superar.

En primer lugar. Ética Secular ¿qué ética secular? ¿Basada en qué principios? El Dalai Lama aconseja en uno de los pasajes del libro que hay que escuchar más, pensar más y meditar más. (“Mehr zuhören, mehr nachdenken, mehr meditieren”) y finalmente enumera seis principios primeros: Atención, Educación, Respeto, Tolerancia, Cuidado y Pacifismo: (Achsamkeit, Bildung, Respekt, Toleranz, Fürsorge, und Gewaltlosigkeit.) Afirma además que el Principio de responsabilidad global es uno de los elementos clave en su concepto de ética secular (“Das Prinzip globaler Verantwortung ist ein Schlüsselelement meines Konzepts einer säkularen Ethik”) "y que la compasión y la empatía son las bases que posibilitan una vida en común y deja claro que una verdadera ética secular que ayuda, no sólo depende del saber sino del actuar. A menudo sabemos lo que hacemos pero no hacemos lo que sabemos." (“Mitfühlen ist die Basis des menschlichen Zusammenlebens. Und Klar ist auch, dass eine wirklich hilfreiche säkulare Ethik nicht nur eine Frage des Wissens ist, sondern noch mehr eines Frage des Handelns. Wir wissen ja oft, was wir tun, aber wir tun nicht, was wir wissen.“)

Esto es, a grandes rasgos, lo que el Dalai Lama expone en su obra. El problema es que esos Principios, todos y cada uno de esos bellos, bellísimos Principios, ya están formulados en todas y cada una de las Religiones Universales. Sin salir de la Religión Católica: el cuidado al viajero, el respeto a la mujer de mala vida, la tolerancia a los que nos insultan y maltratan porque no saben lo que hacen, el perdón, la responsabilidad ante nuestros actos puesto que Dios nos ha hecho libres, el respeto a la naturaleza, a los pájaros y flores que no necesitan preocuparse de sí mismos porque es Dios quien los cuida... Existe una ética católica, tanto como existe una ética cristiana, una ética judía y una ética musulmana.

La solución no consiste en establecer Principios éticos seculares porque esa solución introduce nuevos problemas que resolver. Como el de dirimir qué principios son los prioritarios y cuáles son los que han de predominar en las situaciones conflictivas. Dos mujeres solteras y las dos sin recursos, una decide abortar y la otra, no. ¿Qué principio ético secular aceptamos: el de la conservación de la vida o el de la tolerancia a la decisión de la madre? ¿El de la no violencia y el no matarás o el del respeto a sus circunstancias?
Y donde surge el conflicto, se hace necesario un juez. Y donde hay un juez, hay sentencia. Y donde hay sentencia, o hay un condenado o todo queda admitido. Y si hay condena es que alguien ha convertido un principio ético en Principio y donde hay Principio hay Axioma Primero y donde hay Axioma Primero hay Dios y donde hay Dios hay religión. La Ética Secular acaba convirtiéndose ella misma en religión.
Pero si todas las decisiones individuales quedan admitidas, porque en unos casos se acepta la libertad de la madre para elegir y en  otros el respeto al nasciturus, al final sólo queda un principio: el de que cada cual haga lo que considere oportuno según sus criterios y bajo su responsabilidad privada. Lo cual, obviamente, impide el establecimiento, la consideración siquiera, de una responsabilidad global.

La solución no estriba en situar la ética a un lado y la religión al otro. No se trata de agarrar desesperadamente la ética secular para conseguir deshacernos de los problemas que la religión plantea porque, con Dios o sin Dios, los problemas a resolver siguen inamovibles y las respuestas a estos problemas son diferentes y hay muchos que cuando ya no pueden luchar con la lengua, luchan con la espada. Con Dios o sin Dios ¿Homosexualidad, sí u homosexualidad, no? Con Dios o sin Dios ¿Respeto al individuo o a la procreación? Con Dios o sin Dios ¿Vientre subrogado sí, o vientre subrogado, no? Contestar a cada una de estas preguntas exige el establecimiento de un Principio basado en un Axioma Primero, da igual como se llame ese Axioma Primero por el cual muchos hombres están dispuestos a matar y otros tantos, a morir.

La solución no está tampoco en la meditación. El hombre espiritual, con Dios o sin Dios, medita. El hombre material que tiene tiempo para meditar muchas veces elucubra y otras, urde conspiraciones.

La solución no está en establecer una ética secular que supere a las religiones para evitar que los hombres se maten por cuestiones religiosas, porque entonces se matarían por cuestiones éticas. La convivencia entre los hombres raramente transcurre pacíficamente. Ni siquiera en la India, país en donde el Dalai Lama asegura que coexisten los diferentes templos de las diferentes religiones. Coexisten en paz los templos, sí. Pero no los hombres. Ante la fuerza del hinduismo, poco pueden hacer los sikhs y los musulmanes; no hablemos ya de los grupos cristianos. Revueltas y contra-revueltas ha habido unas cuantas. Eso, sin contar los conflictos entre budistas y musulmanes.

La compasión de la que habla el Dalai Lama es similar a la caridad que aconseja el buen Papa Francisco y si ambos se reunieran, estoy convencida de que estarían de acuerdo en todos y cada uno de los puntos a tratar. En cuestiones de meditación, doy fe de ello y lo digo sin ironía alguna, los jesuitas son auténticos maestros. Las convivencias y ejercicios espirituales que organizan y que otras órdenes, siguiendo su ejemplo, han llevado a la práctica, representan para los jóvenes de diez a veinte años una ayuda inestimable. Allí se lee y, lo que es más importante, se piensa sobre lo que se lee sin atender ni al tiempo ni a las prisas. Son ellos los que me enseñaron que a meditar se medita primero en activo y sólo mucho después, a veces jamás, en pasivo. Es una lástima que por unas u otras causas, se vaya perdiendo esta tradición. 

Y así, el hombre que quiere meditar se encuentra solo. Lo único que se le presenta es el centro de meditación budista en el cual muchos no nos sentimos a gusto porque nos resulta demasiado espiritual y porque además la historia de la reencarnación no nos hace gracia ni en boca de Platón.

Querido Dalai Lama, usted es un hombre bueno, un hombre santo, un hombre noble. Y yo, que no tengo ni patria ni idioma ni tierra a la que llamar mía, entiendo lo que usted quiere decir y entiendo que usted no entienda lo que no entiende. Usted no entiende por qué la gente se mata por grandes palabras cuando basta con vivir con pequeños gestos. Usted no entiende por qué la gente se mata por grandes ideas, cuando basta vivir con pequeñas normas de vida. Usted no entiende por qué la gente no se sienta a pensar antes de actuar, a escuchar al otro antes de dispararle en la sien, de comprender las circunstancias del otro, antes de sentenciarlo a muerte o al destierro.

Le entiendo. Posiblemente le entendemos todos.

El problema es que los buenos hacen siempre, sin necesidad de pensar, sin necesidad de escuchar, sin necesidad de meditar, lo que usted aconseja. Lo llevan en el alma. Otros, necesitan más esfuerzo para conseguirlo y luchan por ello.

Pero los que desean conseguir el Poder al precio que sea, los ambiciosos, los envidiosos, los que pretenden dominar al mundo, esos –querido Dalai Lama- no le escuchan ni a usted, ni a la ética ni a Dios. Esos llaman débiles a los buenos y los encadenan pero no con cualquier tipo de cadenas, sino con las cadenas de los grandes Principios, que ellos han convertido en sus Principios. No son las religiones las que matan sino los hombres que dominan esas religiones. Poco importa que esa religión se llame Católica, Musulmana o Ética Secular. No es Dios el que mata sino los hombres que utilizan su nombre para justificar el asesinato, el Poder, la Dominación. Y del mismo modo que da igual cómo se llame el Axioma Primero, también da igual cómo se llame a una Religión. La Ética secular también corre el peligro de convertirse en un instrumento del Poder, en forma de leyes, en forma de dictámenes. Basta con que uno decida utilizarla en su favor para, instaurándola por medio de las leyes y con la excusa de que las religiones son violentas, alzarse con el Gobierno Mundial.

Las religiones son necesarias; al menos los hombres no pueden vivir sin ellas. Una pluralidad de religiones no sólo es conveniente. También es necesaria. Igual que lo es la existencia de un grupo de laicos responsables. Es importante que cada religión cuide de que los principios que las rigen se cumplan en su justa medida y que ese equilibrio no se rompa ni por exceso ni por defecto. En el caso del laicismo, en concreto, hora sería que se propinaran escobazos a diestro y siniestro a todos esos laicos haraganes y vagos que han convertido al laicismo en hedonismo y a la ética en estética, incluso cuando advierten del calentamiento de la Tierra.

Las religiones son necesarias porque el hombre es finito y tiende al infinito. El hombre ve milagros y sueña con mundos prodigiosos y con mundos mágicos; y cuando no sueña, es que el hombre ha muerto. La religión es necesaria y por eso el laicismo, que es otro tipo de religión, tiene su Dios universal, su Principio Primero. La religión, los ritos, la forma de organización de la espiritualidad en la materialidad, el modo en que ese Principio Primero ha de ser llamado y reverenciado, es connatural a la esencia humana. Donde no hay religión sólo pervive la superstición. Y esto,  lo sabemos todos, es aún peor.

Pero del mismo modo que afirmo que las religiones son necesarias. Afirmo, repito, exijo, que las religiones se mantengan en el terreno que les corresponde: el de la Fe. Que luchen con uñas y dientes contra la superstición y la santurronería; que en vez de atemorizar con ridículos temores y remordimientos de conciencia a los buenos, a los humildes, a los benditos, la emprendan contra aquellos fuertes y poderosos que utilizan los principios religiosos para subyugar a los buenos. Si los fuertes y poderosos quieren someter a los débiles, que lo hagan, pero de frente y mirando a los ojos, en vez de acudir a triquiñuelas o deformando los principios más respetables que rigen al ser humano.

Por eso es por lo que afirmo, repito y exijo que las religiones se mantengan al margen de la política. Porque bastante trabajo tienen ya ellas en evitar en que algunos políticos la utilicen para hacerse con el Poder, ya sea usando su favor o esperando su desaparición, como para que ellas decidan meterse en el ruedo de las ideologías y de la politología. Es justamente en este ruedo donde ha de encontrar su lugar la ética secular. La ética secular es importante, fundamental, diría yo, a la hora de promulgar la legislación de una sociedad. Una sociedad en la que rigen diferentes creencias, diferentes ideas, tiene por fuerza que encontrar un modo de pactar y negociar. La ética secular se hace precisa en la legislación, no en las cuestiones de Fe. Cuando la ética secular se hace Fe, se convierte en Laicismo. Esto es, otra religión y por tanto, ha de quedar fuera del campo político.

No he terminado. Sé que no he terminado. Sé que volveré a corregir mi texto. Pero ahora estoy sumamente cansada. Llevo prácticamente toda mi vida pensando en estos temas. He pensado en la estupidez de las religiones tanto como en la necesidad de Dios. Dios, Fuerza Absoluta, es Puro Espíritu por Pura energía. Los hombres no son ni puro espíritu, ni pura materia, ni pura energía. El espíritu necesita encontrar un camino material, del mismo modo que lo material ha de encontrar su sentido espiritual para aspirar energía y de esta forma dejar de ser materia inerte. El hombre busca la luz y a veces lo envuelven las sombras. En ocasiones, es la meditación la que lo salva y en otras, qué le vamos a hacer, es el escobazo de la bruja el que le libra de la prisión oscura.

Religión, Ética Secular. Poco importa. Los Principios Primeros son siempre los mismos. Lo esencial es separa a Dios del Hombre, y a la Religión de la Política. Es por eso por lo que a pesar del Panteísmo que sentí de niña, me he visto obligada a tomar partido por el deísmo: para poder separar ambas esferas. A Dios, lo que es de Dios y a la política, lo que es de la política.
Estoy cansada. Demasiados recuerdos, demasiadas ideas. Tiempos que pensaba olvidados me han zarandeado hoy con inusitada fuerza...

Isabel Viñado Gascón

Las citas están tomadas de su libro "Der Appell des Dalai Lama an die Welt" mit Franz Alt "Ethik ist wichtiger als Religion" ("La llamada del Dalai Lama al mundo", con Franz Alt "Etica es más importante que la religión")





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