lunes, 29 de octubre de 2012

El islam, sus sueños de tolerancia y las miserias del laicismo (2012) Isabel Viñado Gascón



He borrado el artículo que aparecía en este lugar porque no quiero que la cólera que me impulsó a escribirlo cuando se produjeron las violaciones en masa a mujeres periodistas occidentales en Egipto, sea utilizada para apoyar movimientos autoritarios empeñados en "salvar al Occidente" de las "amenazas culturales y espirituales" llegadas  de afuera, en vez de preocuparse de mantener sus propios valores y virtudes desde dentro.

En mi opinión, en vez de "luchar contra" otras culturas, Occidente debería empezar a preocuparse en "esforzarse por" reflexionar acerca de sus propias virtudes. Como ya he explicado en mi blog "el comentario del día", me siento incapaz de sentir simpatía por cualquier grupo, sea el que sea, que  pretenda instaurar un Orden eterno e inmutable confeccionado a la propia medida de dicho grupo, de tal manera que todos los demás hayan de seguir sus dictámenes sopena de ser declarados herejes o traidores. Repito lo dicho: lo que más me asombra de los movimientos anti-Islam es que la mayoría de sus componentes no ha pisado una iglesia cristiana más de un par de veces en su vida. En este sentido bien podría decirse que son como el perro del hortelano: "que ni comen ni dejan comer".

Pero la tolerancia y pacifismo de la religión musulmana como tal es un imposible, por más que la gran mayoría de sus practicantes sean hombres de paz. Y esto porque en mi humilde opinión no existe ninguna religión que sea tolerante. Absolutamente ninguna. Su propio concepto, su propia esencia se lo impide. Hasta Montesquieu en “Las Cartas Persas” tuvo que distinguir entre religión y religiosidad, a fin de proteger a la Fe de la dominación de la casta eclesiástica. Algo parecido intentó Singer en su obra “Perdido en America” al contraponer religión y misticismo. Es por ello por lo que sigo pensando hoy como ayer que Religion y Política son dos aspectos de la vida que han de quedar absolutamente separados en una sociedad por más que, como la experiencia muestra, cualquier Religión tiende a inmiscuirse - o al menos no deja de intentarlo- en el gobierno. Es necesario, pues, que la sociedad se esfuerce en mantener a las creencias religiosas dentro de los límites que le corresponden.

Lo cierto es que cualquier religión que se precie ha de ser intolerante puesto que únicamente a ella le ha sido revelada la Verdad. Para la religión –cualquier religión- sólo hay una Verdad: la suya. Y todos los preceptos que ordenan la vida privada y social se constituyen a partir de ese Primer Axioma. Dos religiones juntas son dos Verdades Absolutas enfrentadas. La tan traída y llevada tolerancia occidental sólo ha sido posible a partir de la pérdida de significado del principio absoluto “Dios” dentro de la sociedad. Es decir, cuando debido a una suma de circunstancias los lazos religiosos se han debilitado. Alguien que está convencido de que su verdad es la Verdad no puede aceptar nada más. 
Es por eso que el término tolerancia está reservado para aquellos que aunque creen en Dios, son conscientes de que Dios no necesita defensores y de que la religión debe ser comprendida en su justa medida. Los primeros tolerantes de Occidente fueron casi con toda seguridad los templarios – de ahí su enfrentamiento final con la Iglesia Católica. Los templarios difícilmente podían aceptar, como inter pares que eran del Vaticano, la tiranía con la que éste ejercía el poder político-social y económico.

Dos razones al menos se lo impedían. La primera, que los templarios habían entrado en contacto con otros modos de pensar lo que sin duda condujo a una re-flexión acerca de sus propias creencias. Y la segunda que los templarios ya habían sido tolerantes con las finanzas antes que con la religión (no estoy hablando de la religiosidad). Prueba de ello es que se podía desembolsar el dinero en Europa y cobrarlo en Oriente. Eso sí que era ser tolerante.
En cualquier caso – e ironías aparte-  lo cierto es que la comunicación entre las distintas religiones sólo es posible  si  se obvia el tema sobre Axioma que las fundamenta. Si se tiene en cuenta que incluso dentro de sí mismas existen luchas encarnizadas generadas por interpretaciones teológicas, ¡imagínense ustedes qué no habrá cuando se trata de una religión completamente distinta!

Quizás sean situaciones concretas y superficiales las que permitan el diálogo, pero no más. La decisión de no matarse por el Axioma que las fundamenta no engendra ni la tolerancia ni la conversación. Engendra el silencio. Y esto, créanme, ya es mucho.

Admitámoslo: La tolerancia no es un valor que los Estados practiquen con gusto. Las luchas que los ciudadanos han tenido que librar para que tal derecho se reconociera, dan cuenta de ello. Pero desde luego una cosa es cierta: a lo largo de la historia ningún Estado ha sido tolerante durante todo el tiempo en el que la religión se ha mantenido unida al ejercicio de la política y eso alcanza desde los tiempos de Egipto (e incluso antes) hasta los tiempos más recientes. La unidad de Estado y religión arrastra inevitablemente a la constitución de dictaduras. Al Estado le fascina creerse en posesión del derecho absoluto de gobernar en virtud de “la gracia de Dios”. Y la religión en el Poder dispone de más recursos para educar a los ciudadanos en “la Verdad”. El tándem es perfecto.


Europa tuvo que luchar primero contra las invasiones islámicas y luego contra el catolicismo para deshacerse del yugo de tales tiranías. A fines del medievo el inglés Guillermo de Ockham fue declarado hereje al proponer la separación entre Estado e Iglesia. Los luteranos al igual que los ilustrados siguieron intentando alcanzar las pretensiones de Ockham, aunque los unos desde dentro de la religión y los otros desde fuera. Ambos se constituyeron en los grandes impulsores de la separación entre Iglesia y Estado y en los mayores defensores del individualismo. ¿Cómo, si no, poder salvaguardar la libertad para pensar y para actuar? La Reforma implicaba la descentralización del Poder detentado por Roma. El hecho de anular el sacramento de la confesión da prueba de lo importante que para ellos era desvincular a la persona de la función mediadora que los eclesiásticos ejercían, para otorgar a la conciencia individual la importancia que se merecía y cuya actuación resultaba imposible si no iba acompañada de un incremento de la educación. Que muchos de ellos –como Calvino- cayeran posteriormente víctimas de los delirios de “Verdad”, procede de la naturaleza religiosa de los principios que defendían.

La religión empieza a ser tolerante cuando empieza a perder su hegemonía en la dirección política, cuando los príncipes empiezan a interesarse por la cultura y sobre todo cuando la clase media se constituye en burguesía y ve en los libros (y en la guillotina) el modo de arrollar la dictadura de los apellidos ilustres que se mantienen “por la gracia de Dios” y que gozaban de una gran representación, todo hay que decirlo, dentro de las altas jerarquías de la Iglesia Católica.
 De igual modo y mal que me pese, estoy convencida de que que el hedonismo y el individualismo improductivo que muchos han querido confundir con libertad y pluralidad han provocado un debilitamiento de la virtud en Occidente. No cabe duda de que un dulce puede elaborarse de muchas formas y maneras pero para que pueda seguir llamándose "dulce" es necesario que contenga al menos un ingrediente: el azúcar. Lo mismo pasa con una sociedad. Una sociedad admite muchos ingredientes y modos de agir, pero para que una sociedad pueda seguir calificándose de esta manera, resulta imprescindible que contenga un elemento: la virtud.

Uno de los objetivos más importantes que la Ilustración se marcó fue el del laicismo. Esto es: separar la Virtud de la Religion. No se trataba de construir una sociedad sin Dios. Lo que pretendían era apartar a la jerarquía eclesiástica de los asuntos del Estado para de este modo liberar a los ciudadanos y a los gobernantes tanto de supersticiones irracionales como de escolasticismos que únicamente paralizaban el dinamismo de los nuevos tiempos. Por todo esto, la Ilustración no dudó en distinguir entre Religion y religiosidad. Quería convertir el sentimiento religioso en algo meramente privado, sin ningún tipo de repercusión en los asuntos gubernamentales.

Más tarde, las feministas intentarían sacar a la mujer de sus aposentos y hacerla parte activa e integrante de la sociedad.

Al día de hoy ambos movimientos han fracasado.

Las grandes perdedoras: 

1. De una parte, la ya muerta Ilustración;
(¿No habrá nada ni nadie que la resucite?) (¿Tal vez el Dios de Kant?)
 
 
Parece que en Occidente nos hemos deshecho de la tiranía de las religiones para convertirnos en carne sin cerebro. Y no lo digo en un sentido religioso. Lo digo desde el más puro sentido laicista. El laicismo se ha traicionado a sí mismo. Ha ido asesinando a cada uno de los ilustrados que pretendía una reforma interior del hombre por el hecho de ser un ser humano. Ha destruido a la Razón. En vez de estructurar la concretización de los valores absolutos ha decidido que el único valor absoluto es el Relativismo y a eso le ha llamado Tolerancia.

Se ha deshecho de la religión, no para constituir una moral humanista sino para caer en brazos del hedonismo más salvaje. Ha encerrado en prisión a las religiones para a continuación matar a la moral y a cada uno de los hombres razonables con la excusa de que eran moralistas. No sólo ha exterminado los poderes del clero, también ha aniquilado lo único que podía sostener una sociedad de hombres: la virtud. Ha matado a la religión y a la Ilustración y nos ha arrastrado a un precipicio del que no nos librará la “moral cívica” que pretenden implantar en los colegios. La moral cívica no nace de una educación en la virtud y en la responsabilidad moral sino de la necesidad de cumplir lo que cada gobierno electo considere “cívico”.
El laicismo no surgió para enfrentar a Dios y a los hombres, ni para despojar a los hombres de su cerebro. Justamente premisas contrarias fueron las que le hicieron nacer. Se trataba de liberar a los hombres del yugo de las religiones y de la incultura y de acercarles a la religiosidad y al saber. Se trataba de hacerles valientes. No de cegarles con la ignorancia. Se trataba de construir una sociedad de hombres con una proyección hacia el futuro. La tolerancia no fue pensada para asegurar la vuelta triunfante del poder de las religiones, sino para que su debilidad permitiera la comunicación entre los hombres. No se trataba de matar a Dios. Se pretendía que llevada al ámbito privado la religiosidad ganara en espiritualidad lo que la religión perdía en poder político.

Por lo visto, tenía razón Pascal. La religión es imprescindible para mantener la religiosidad.

2. La otra gran perdedora ha sido la mujer.
En lo que al tema de la mujer se refiere, no es sólo el Islam, todas las religiones son hipócritas. Por un lado hay que honrarlas y respetarlas porque son madres y esposas. Por otro lado, hay que tenerlas atadas y bien atadas porque su naturaleza es débil y mudable. Al final, de un modo u otro terminan distinguiendo entre dos tipos de mujer: la virtuosa y la que no es virtuosa. La virtuosa es la que respeta las leyes de esa religión (sea cual sea). La no virtuosa, la que no lo hace. A partir de esta distinción, los islamistas consideran que aquellas mujeres que no siguen los preceptos del islam no son virtuosas. Ello las convierte  –permítanme la expresión- en “putas”: tontas ellas si no cobran.


Digan lo que digan y lo justifiquen como lo justifiquen lo cierto es que el consentimiento voluntario de la mujer musulmana en llevar el “velo” nace del deseo de indicar al hombre la postura que mantiene ante el tema de la sexualidad y la familia. Que tal actitud genere asombro al resto de las mujeres no musulmanas me parece inadmisible e hipocrita. Parece que en Europa ya se han olvidado de cómo tenían que comportarse nuestras madres y abuelas hace no tanto tiempo, sobre todo en las zonas rurales. ¡Ah, sí! Se me olvidaba: eso son cosas del pasado y el pasado se olvida porque ya no lo necesitamos. Hemos pasado de salvaguardar en formol hasta límites histriónicos las tradiciones más obsoletas a despreciar todo lo que tiene más de una semana de antigüedad.


Lo peor, lo realmente trágico, es que no sólo las religiones sino también el laicismo han contribuído al estado terrible en el que se encuentra la mujer. Al laicismo no le basta con haber asesinado a la Razón. No le basta con haber asesinado a la moral humanista. Tiene que asesinar también a la mujer. Y todo en función de una tolerancia que nace del relativismo. O sea, del "todo da igual".


Esta situación empieza a constituir una letanía: los productores occidentales se empeñan en hacer aparecer a las mujeres occidentales tal y como el islam se las imagina: como seres  que sólo piensan en su próxima captura: cada semana un hombre distinto. Se las presenta más preocupadas por sus uñas que por conseguir llegar a fin de mes con un pequeño salario y más interesadas en ser modelos y diseñadoras que en ejercer profesiones tan aburridas como la de maestra de pueblo. En las series de más audiencia, las enfermeras sólo resultan interesantes si tienen un romance con el médico casado de turno. ¿Cómo puede ser   “Madame Curie” un modelo a seguir por las chicas jóvenes si éstas sólo la ven en los documentales “aburridos” y no en las series “cool”? (El término “in” está ya “out”)

Todo esto lo escribí en su día y lo reitero ahora. Dos razones, sin embargo, me han obligado a reformar mi blog. En primer lugar porque, como ya he explicado, me niego a poder ser utilizada por ningún movimiento autoritario que lucha contra unos principios fundamentalistas para poder implantar los suyos propios, igualmente fundamentalistas. En segundo lugar porque los acontecimientos han demostrado que las vejaciones a las mujeres no están determinadas por ninguna religión ni ninguna nación. Yo estaba en India cuando violaron en masa a esa estudiante de Delhi; también estaba allí cuando violaron a una turista europea en presencia de su marido y también escuché contar que la pederastia es habitual dentro de las familias. India. La espiritual India hindú, en la que se sigue asesinando a las mujeres a causa de la dote y en la que está prohibido revelar a las embarazadas el sexo del feto para evitar que aborten si saben que es niña. El acoso laboral, la pederastia y las gotas k.o que se dejan caer en las bebidas para que las víctimas no puedan defenderse, la violencia de género, el maltrato infantil, han sido una constante preocupación en nuestros países occidentales y no han estado practicadas únicamente por un determinado grupo religioso o una determinada nacionalidad. Y si nos referimos a las organizaciones internacionales de trata de mujeres, nos adentramos en terrenos sumamente pantanosos. Hay que detener a los culpables y hay que aplicarles la ley, al tiempo que es necesario educarles a canalizar sus energías negativas de otras maneras. 

Admitámoslo: la violencia sexual es la expresión primitiva y necia del miedo e inseguridad que sienten algunos hombres. Únicamente se creen fuertes cuando someten por la fuerza al débil. Las violaciones en grupo no indican más que el grado de extrema debilidad e inseguridad de dichos individuos que sólo pueden actuar en compañía de otros. Unos se dedican a violar mujeres. Otros a linchar a hombres. Las razones son siempre parecidas. Lo distintivo es que mientras que el linchado es siempre tratado como víctima, la mujer violada es culpada en muchas sociedades, incluso dentro de determinados sectores de la sociedad europea, como la provocadora de que tal hecho se haya producido.

Han pasado más de dos años desde que escribí el artículo que hoy he borrado en su mayor parte no porque no fuera verdad lo que allí escribí sino porque no era toda la verdad. Mi opinión al día de hoy es que la suerte del pensamiento ilustrado y la suerte de la mujer no dejan de empeorar día a día.

Me gustaría ser optimista.

Pido disculpas por no poder serlo.

Isabel Viñado Gascón.


Hasta la semana que viene.



   


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