La elaboración de este blog ha resultado sumamente
ardua y difícil. Y ello no tanto por la trama del libro como por la temática
que Huxley aborda a través de sus personajes y que me ha obligado a reflexionar
acerca de la realidad cultural que se desarrolla en Europa a partir de mediados
del siglo XIX en forma muy distinta a cómo suelen exponerla los manuales de
Historia. Si bien es cierto que una época no se constituye a base de elementos
inconexos tampoco puede considerarse como un bloque unitario y compacto. Cada
tiempo entraña no sólo un diálogo con el
pasado y con el futuro, sino también una discusión consigo mismo. El título
original “Point Counter
Point”, muestra justamente la intención de Huxley de presentar las
controversias que caracterizan al espíritu de su sociedad a través de los
comportamientos y diálogos de sus personajes.
La
edición que he utilizado para escribir mi ánalisis ha sido “Point
Counter Point” Vintage Classics, Random House, 2004.
He de confesar que la lectura de “Contrapunto” ha
despertado en mi alma los sentimientos encontrados de expectación y miedo que
comúnmente invaden al que acaba de tropezar con lo desconocido. El ímpetu con
el que afloran pensamientos y emociones desbordan el espíritu hasta el punto de
que antes de poder meditar sobre el hallazgo en sí mismo, se impone la tarea de
serenar el estado de ánimo, lo cual, créanme, no resulta fácil. Especialmente
en mi caso, en donde a los sentimientos naturales de expectación y miedo se une
el de rabia y desesperación por la educación recibida. Sin embargo, más que con los educadores que me impartieron las
asignaturas de Historia y Literatura con quien estoy enfadada es conmigo misma.
La pereza mental nos empuja a admitirlas tal y como normalmente se nos
presentan: épocas compactas en las que impera una determinada forma de
comprender la existencia. En clase de Literatura se estudian los genios
literarios a galope veloz. Se aprenden sus nombres, la época en que vivieron y
los títulos de sus obras. Leer, se lee poco. Las lecturas obligatorias se
remiten únicamente a los escritores nacionales que, independientemente de su
calidad, suelen centrarse únicamente en temas locales. El alumno, termina su
periodo de formación sin tener una idea clara del mundo en que vive. Los conocimientos
son difusos y desordenados. Conoce las líneas superficiales de los distintos
periodos pero no las arrugas profundas
de la Historia que ha forjado su presente. La filosofía existencialista pone de
relieve sus carencias, pero no ofrece ninguna solución porque es imposible
desarrollar una personalidad auténtica sin al mismo tiempo ser consciente de dónde se encuentra y de cómo ha llegado hasta
allí. A decir verdad, son la Historia y la Literatura –más que la Filosofía- las
que deberían ser existencialistas.
A esta dificultad hay que sumar la de que el
conocimiento académico se estructura en áreas de investigación cada vez más
especializadas. Así, los alumnos no se ocupan del estudio de las Ciencias Naturales
sino de “la biología”, “la física”, “las matemáticas”, “la química” y “la informática”;
no aprenden Humanidades sino “Historia”, “Geografía física”, “Geografía
económica”, “Literatura” y “Gramática”. Y todo ello desde edades muy tempranas.
La paradoja queda explicada porque el conocimiento se considera en realidad
como un Todo unitario que puede ser diseccionado en partes distintas sin dejar
de ser un Todo.
El resultado es que los escolares o aceptan la
premisa de que “Todo está en Todo” y por tanto, “Todo” pierde interés porque
“Todo” les supera, o llegan al convencimiento de que el saber consiste en un
conjunto de saber fragmentado aprisionado en compartimentos estancos y terminan
lanzándose a áreas de especialización cada vez más reducidas, estrechas e
irrespirables. Según Huxley cuando la verdad no es nada más que la verdad se
convierte en una abstracción que no dice nada del mundo real. La verdad deja de
ser natural porque en la naturaleza la verdad esencial no aparece nunca en
estado puro sino siempre mezclada con muchos otros elementos irrelevantes.
(“Point Counter Point” Pg.
10) ‘When truth is nothing but the truth, it’s unnatural; it’s an abstraction
that resembles nothing in the real world. In nature there are always so many
other irrelevant things mixed up with the essential truth.’
Tal vez sería mejor hacer comprender a los alumnos
que el conocimiento no consiste ni en la incomunicación radical de los
distintos factores ni en la identificación absoluta de los mismos, sino en la
interrelación y el diálogo de los componentes que forman la realidad a lo largo
de los tiempos y en sus diferentes manifestaciones. Su formación llevaría más
tiempo pero acabaría siendo, sin duda, más provechosa.
En cualquier caso, si el defecto del sistema consiste en no mostrar claramente dichas relaciones, el nuestro, nuestro terrible pecado, radica en nuestra falta de ilusión para correr en pos de lo desconocido; en no utilizar nuestras fuerzas para madurar nuevas interpretaciones; en aceptar sin más lo dado. En suma: en manifestar nuestra rebeldía a través de formas de comportamiento tan anti-estéticas como iletradas que sólo revelan la indolencia del espíritu –por no hablar del embrutecimiento del cerebro. Una de las manifestaciones más claras de este fenómeno es justamente el intento de convertir la Realidad en Arte. (Pensemos por ejemplo en los “Happenings”), que resultan siempre insatisfactorias porque como Huxley afirma, las orgías de la vida real nunca son tan excitantes como los libros pornográficos.
(“Point Counter Point”Pg.10)That’s why art moves you –precisely because it’s unadulterated with all the irrelevancies of real life. Real orgies are never so exciting as pornographic books.”
Se impone como tarea
necesaria recuperar la discusión entre los diferentes elementos que constituyen
la realidad de manera que puedan mantenerse separados sin llegar ni a
escindirse ni a fundirse y sin que ello determine la incomunicabilidad. Quizás
fuera aconsejable empezar por restablecer las relaciones adecuadas entre el arte y
la realidad. Tal vez eso sólo pueda lograrse después de que el individuo haya
sido capaz de tender un puente adecuado entre los dos aspectos esenciales que
le caracterizan: razón y emoción.
Recuerdo que Stephan Zweig confesaba en sus
memorias, aparecidas bajo el título “El mundo del ayer” (escritas entre 1939 y
1941 y publicadas póstumamente) que sus compañeros y él pudieron soportar la
tediosa atmósfera de sus años de Instituto gracias únicamente a sus regulares
escapadas al teatro, alegando que habían caído enfermos y a las nuevas
publicaciones, que eran las que realmente les servían como guía en su
formación. Lo que nunca dejó de asombrar a Zweig es que la indiferencia de sus
maestros hacia sus alumnos llegara hasta el extremo de tan ni siquiera notar
que tres cuartas partes de la clase enfermaban cada vez que había un estreno
teatral. Otro autor, Singer, confiesa en “Perdido en America” (1974) que leyó los libros prohibidos de su padre a
escondidas y que a pesar de no tener aún la edad apropiada, iba a la biblioteca
para informarse sobre los temas de filosofía que le preocupaban. Su principal
mérito se asienta en el hecho de que
fueron capaces de poner en diálogo lo convencional con lo nuevo, lo
permitido con lo prohibido, la realidad con los sueños.
He de reconocer para mi vergüenza que aquél sentido
individual del conocimiento, aquél “Sapere Aude” que con tanta fuerza proclamó
Kant, aquél juicio crítico sobre lo que nos es enseñado y sobre lo que
aprendemos, se ha desarrollado en mi generación –suponiendo que haya llegado a
desarrollarse- demasiado tarde. Hemos aceptado las premisas que nos han dado y
que resultaban necesarias para aprobar la asignatura en cuestión. Nos hemos
adaptado a un sistema que prometía ser “Un mundo feliz” (1932) y hemos
considerado las críticas hacia el sistema como parte de ese sistema a fin de
que éste pueda denominarse a sí mismo “democrático’. Ante nuestros ojos, ello
nos convierte en hombres libres y profesionalmente bien formados. Incluso las denuncias actuales al sistema
no nacen de la insatisfacción hacia el sistema sino del hecho de que existen un
par de fallos en su funcionamiento que alguien tiene que resolver, de modo que
todo pueda seguir “como siempre”. No
es el descontento ante una determinada estructura educativa lo que en el
momento actual produce la histeria sino el miedo a que no se mantenga la
estructura del “todo vale”.
Nada más lejos de mi intención que promover una
revuelta social, que como muy bien describe Orwells en “La Rebelión en la
Granja” (1945) – y Roth en su obra “Hotel Savoy”(1924) ya intuye - pocas veces conducen a otro resultado
que no sea la sustitución de la dictadura de unos por la de otros. Sí, en cambio, sería mi deseo encender una
revolución interior. Una llamada a la conciencia individual y un grito que
aleje de las modas, de las ideas imperantes, de las diversiones dirigidas a
satisfacer a las masas. Un intento de hacer comprender por qué es necesario
leer libros, buenos libros (no únicamente novelas para pasar el rato) y
estudiar humanidades (no sólo aprehender conocimientos técnicos), y por qué es
necesario hacerlo en una determinada forma –la desconfiada- y no en otra –la
confiada-. Por qué las teorías de la conspiración deberían empezar en el
colegio y no en la política. Por qué es importante cambiar el lema que hoy
impera de: “Soy joven. No leo.” por el de: “Soy joven, rebelde y exclusivo. Por
eso leo”.
Sólo de este modo podremos
descubrir que el universo no es un ente unitario y absoluto ni el resultado de
una lucha de contrarios, sino que es el lugar en el que los distintos puntos de
vista conversan y discuten entre ellos. Tal vez no arriben nunca a un puerto,
tal vez sí. En cualquier caso, el viaje merece la pena.
De alguna manera este es el espíritu que podemos
encontrar en la obra de Huxley. Gracias
a él comprende el lector al fin lo que Nietzsche y muchos otros autores
denunciaron en su momento pero que precisamente porque sus ensayos estaban
dirigidos a su reducido grupo de intelectuales, no se preocuparon de formular
sus ideas con la precisión que los futuros tiempos hubieran necesitado. En el
caso concreto de Nietzsche el rigor científico de sus ensayos se ve a menudo
interrumpido por pensamientos apasionados sin que el lector moderno pueda
entender muy bien las razones que subyacen a esa ruptura en la continuidad del discurso,
lo cual lleva a algunos a considerarlo bien un poeta, bien un loco.
Huxley, en cambio, justo porque escribe una novela
de ficción, puede introducir personajes que exponen claramente distintas ideas,
opiniones y puntos de vista, así como la problemática del espíritu del mundo en
el que las vidas de esos personajes se desarrollan. Su análisis nos sumerge en
la problemática de una época y permite aclarar el origen profundo de tantos
desórdenes –no sólo políticos, sino sociales e individuales, cuyas ramas se
extienden hasta nuestros días. Aldous
Huxley, perteneciente a una familia de intelectuales de la alta sociedad
inglesa, muestra los comportamientos de su clase social, así como las ideas
sobre las que aquellos se asientan. A través de Philip, uno de sus personajes,
expresa su intención de escribir una
“novela de ideas”, a sabiendas de que ello
implica la introducción de caracteres artificiales cuya inteligencia
supera con creces la de los seres de carne y hueso. Huxley es consciente de que ello le aparta de
lo que convencionalmente ha de ser un novelista, pero por otra parte, él nunca
ha pretendido ajustarse a tales definiciones.
(“Point Counter Point. Pg.386) ‘Novel of
ideas. The character of each personage must be implied, as far as possible, in
the ideas of which he is the mouth piece. In so far as theories are
rationalizations of sentiments, instincts, dispositions of soul, this is
feasible. The chief defect of the novel of ideas is that you must write about
people who have ideas to express –which excludes all but about .01 per cent of
the human race. Hence the real, the congenital novelists don’t write such
books. But then I never pretended to be a congenital novelist.
Hasta cierto punto – y manteniendo, desde luego, las abismales distancias
que les separan - podría decirse que sus
intenciones se acercan a las de Bertolt Brecht, en tanto en cuanto ambos autores
desean impulsar el aspecto didáctico del arte y no simplemente el estético.
Como veremos más tarde esta no será la única característica común que
compartirán las clases privilegiadas con las clases de los trabajadores. Y es
que como alguien dijo: “Los extremos se tocan.”
El esquema a seguir va a ser:
II/ “Contrapunto” (1928) Aldous Huxley.
Huxley y Virginia Woolf. Sociedad. Hombres y política.
III/ “Contrapunto” (1928) Aldous Huxley.
Huxley y Virginia Woolf. Mujeres: la desaparición del conflicto entre deber,
liberación y hedonismo.
IV/ “Contrapunto” (1928) Aldous Huxley.
Huxley y Virginia Woolf. Los recién llegados. Sin novedad a la vista… De
momento.
V/ “Contrapunto” (1928) Aldous Huxley. Huxley
y Nietzsche. Ilustración: el duro equilibrio entre la razón y las emociones.
VI/ “Contrapunto” (1928) Aldous Huxley.
Huxley y las fuerzas oscuras del romanticismo. La era de los nacionalismos y de
la mística.
Hasta la semana que viene
Isabel Viñado Gascón.
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