martes, 31 de diciembre de 2013

HISTORIAS DEL GATO RUPERTO (2013) Isabel Viñado Gascón. DEDICADO A “TODO EL MUNDO” FELIZ 2014!


El gato Ruperto es redondo y suave, con largos y descuidados bigotes y una cola que enrolla siempre para evitar que alguien tropiece en ella y se haga daño. Es un gato muy amable. Vive conmigo desde hace cien años. Digo cien como podría decir doscientos. Lo cierto es que mi gato y yo estamos dentro de lo que mucha gente llama “edad indefinida” lo que viene a significar que no se puede precisar la edad. Así que para qué hablar del tiempo… 

Si el gato Ruperto no tiene edad, tampoco tiene dueño, ni casa. Antes he escrito “mi gato” porque es lo que “Todo el mundo” piensa. Al menos eso me ha dicho mi hijo. Lo cierto es que “Todo el mundo” piensa mucho y “Todo el mundo” se equivoca casi siempre. “Todo el mundo” es el vecino que todavía no conozco. A pesar de tener amistades comunes aún no he tenido el placer de saludarlo.  Sé de su existencia por mis hijos, mis padres, mis amigos, mi marido e incluso por mis otros vecinos. Por lo que parece disfruta de una vida intensa. Da igual del tema del que hablemos: “Todo el mundo” siempre aparece en la conversación.  Si mi amiga habla de una falda que se acaba de comprar, explica muy contenta que es la última moda y que la lleva “Todo el mundo”.  Y si mi hija escucha una canción que a mí me resulta nueva me pregunta que cómo puede ser posible si “Todo el mundo” la escucha. El caso es que todos mis amigos y familiares conocen a “Todo el mundo”, menos yo.

Pero como iba diciendo aunque “Todo el mundo” piense que el gato Ruperto es mío, lo cierto es que no lo es.  Al menos eso asegura él (el gato Ruperto). Porque habréis de saber que el gato Ruperto habla. No como nosotros, claro. Habla como hablan todos los gatos: maullando. Pero tantos años de relación han servido para que él haya podido llegar a comprender mi lenguaje y yo el suyo. A los extraños les sorprende enormemente vernos conversar cada uno en su lenguaje: yo hablando y él maullando. Creo que piensan que estamos un poco locos. A mí, en cambio, me parece de lo más normal. Al fin y al cabo con mi amiga Alda y con mi marido hacemos lo mismo. Alda es italiana y cuando viene de visita a nuestra casa habla en italiano; mi marido es alemán y le responde en alemán y yo, claro, contesto en español. No entiendo qué extraño hay en que el gato Ruperto, que es un gato, hable siempre maullando y yo, a mi vez,  le responda en mi propio idioma. Si “Todo el mundo” no entiende alemán, español e italiano y “Todo el mundo” no entiende maullar, ese no es mi problema. ¿No creen ustedes? Ese es el problema de “Todo el mundo.”
En cualquier caso, el gato Ruperto defiende a capa y espada su autonomía. No solo me lo ha dicho a mí. También se lo ha contado a los otros dos gatos del vecindario que siempre van a su encuentro y escuchan  embelesados sus ideas porque lo que es en dotes de orador no hay quién le supere. Al gato Ruperto le gusta hablar y sobre todo le gusta escucharse. Sus maullidos suenan altos o bajos, autoritarios o sumisos según el tono que su discurso precise.
Hace poco tiempo un director de cine pasó por debajo de nuestro balcón y los maullidos del gato Ruperto le parecieron tan musicales que quiso contratarlo para su próxima película. Subió a hablar del tema conmigo pero tuve que explicarle que primero tenía que saber la opinión del gato. Como entendía la excentricidad de los artistas, no puso objeción alguna. Él mismo era un excéntrico, me aseguró. Su mayor excentricidad consistía en tener un jarrón de flores en el salón, explicó. Le pedí excusas por atreverme a comentar que en mi modesta opinión tener un jarrón de flores en el salón no me parecía excéntrico en absoluto. El director de cine se rió a mandíbula batiente.

-         Eso dice “Todo el mundo”- contestó.

-         También conoce a “Todo el mundo” – pensé yo- admirada de que “Todo el mundo” se moviera en un círculo social tan amplio.

-         Sin embargo “Nadie” sabe que odio las flores – prosiguió con aire de satisfacción – Por eso es una excentricidad tener un jarrón con flores en el salón. Cuando se odian las flores es una excentricidad tener un jarrón con flores en el salón.

Aquel día aprendí que la excentricidad no siempre puede evaluarse desde el exterior. Para algunas personas, hacer deporte resulta tan excéntrico como para otras supone leer un libro o cocinar unos macarrones con tomate. La excentricidad tiene un rasgo interno que está vedado a “Todo el mundo” y en el que sin embargo “Nadie” puede adentrarse. De repente ese “Nadie” del que la mayoría solía hablar con desprecio -”Nadie” va, respondían cuando no querían ir a algún sitio- me empezó a caer simpático.

En fin: el director de cine nos pareció al gato Ruperto y a mí sumamente agradable. El gato Ruperto firmó su contrato y estuvo ausente durante los tres meses que duró el rodaje de la película. El día del estreno fue todo un acontecimiento. Me dijeron que “Todo el mundo” estaba allí, pero por más que me esforcé no conseguí descubrir quién era.

La película era muy triste. Un chico se perdía en el desierto y estaba dos horas vagabundeando en la inmensidad de un paisaje desierto y silencioso en el que la arena era el elemento visual principal y el sonido del viento el único sonido. La escena final mostraba al chico en mitad de aquel inmenso desierto mientras   se escuchaban los maullidos del gato Ruperto como telón de fondo.

Me dijeron que la película había sido un fracaso. “Todo el mundo” se había ido, me indicaron. A “Nadie” le había gustado.

Por la noche el gato Ruperto y yo salimos a la terraza a descansar de tantas emociones. La luna nos observaba brillante y redonda. Ambos estábamos de acuerdo: “Todo el mundo” no nos gustaba. Aún no lo conocíamos pero intuíamos que era un ser arrogante y vanidoso. “Nadie” era demasiado misterioso para ser tenido en cuenta.

El gato Ruperto se despidió hasta el día siguiente. Aún tenía que ir a una celebración con sus amigos a la que “Todo el mundo” había sido invitado pero en la que él esperaba que “Nadie” se presentara, para poder estar más tranquilos. Le dije adiós con la mano y miré a la luna.
Hasta la semana que viene...

Isabel Vinado Gascón
Nueva Delhi - Febrero 2013

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