sábado, 28 de diciembre de 2013

La broma infinita (1996) David Foster Wallace – Argumento-

A pesar de ser un libro que se caracteriza por su falta de unidad narrativa existen varios hilos conductores.
1.       La familia Incadenza. Constituída por cinco miembros.
El padre, James, óptico y director de películas y el creador de la academia de tenis en la que toda su familia, de una u otra manera, participa. Fiel a su mujer. James es alcohólico pero consigue dejarlo. Se suicida metiendo la cabeza en el microondas. Hay diversas teorías al respecto. Una es que lo ha hecho por el vacío anímico que le ha provocado la desintoxicación de alcoholismo. Casi al final de la novela, Wallace afirmará que James se suicidó porque había alcanzado todo lo que quería en su vida y su vida había dejado de tener sentido. El éxito, señala, no aumenta automáticamente la propia autoestima.
La madre, Avril, es una mujer inteligente, culta y  extremadamente autocontrolada. Trabaja en la administración de la Academia de Tenis. Su padre fue alcohólico. Era incapaz de mostrar sus sentimientos salvo cuando estaba borracho. Según David Foster Wallace las personas que no muestran sus sentimientos tienden a tomar drogas y alcohol porque interiormente están vacíos. Avril padece claustrofobia y en su despacho no hay ninguna puerta. Tiene un hermano adoptivo: Charles Tavis, con el que mantiene relaciones sexuales. John Wayne, un chico de la edad de sus hijos. es también su amante;  
Orin es el hermano mayor. Juega al tenis pero cuando llega a la Universidad lo abandona por el fútbol. Según David Foster Wallace  es, como la mayoría de los hijos de drogadictos y alcohólicos, híper-sexual. Dejó la droga cuando conoció el sexo. Sin embargo es incapaz de enamorarse realmente. De lo único que disfruta es del momento de las caricias y de la ternura. Es novio de Joelle. Joelle era virgen antes de conocer a Orin. Es una belleza cocainómana cuyo rostro quedará destruido por el ácido que su madre arroja contra su padre y que éste logra esquivar. Este acto le sirve a David Foster Wallace para presentar una paradoja. Anteriormente ha dicho que los monstruos modernos son los mentirosos, los que falsifican el lenguaje. Con el accidente que sufre Joelle mostrará que la verdad también puede generar grandes sufrimientos. La madre quería atacar al padre con ácido porque éste ha confesado estar desesperadamente enamorado de su hija desde su adolescencia y que por eso la sigue tratando como una niña pequeña. Joelle tenía un programa de radio y ha trabajado con el padre de Orín en la realización de las películas antes de ingresar en el centro de desintoxicación Ennet;  
Mario nació antes de tiempo. Es deforme. Padece enanismo y di-autonomía, una enfermedad neurológica que determina poca recepción del sentimiento de dolor. Esto puede resultar peligroso. Sufrió una quemadura en la cadera que sólo fue descubierta a tiempo porque Mrs. Clarke pensaba que se le estaban quemando sus berenjenas. Ayudante de su padre a la hora de filmar las películas. Hace una representación en la que el personaje principal es un presidente ficticio de los Estados Unidos llamado Johny Gentle. Gentle es presentado como un ser neurótico, estilo del tardío Howard Hughes, uno de esos que tienen miedo de la contaminación: “O llevo una máscara o consigo que los demás la lleven”. Fundador del partido “partido de USA  limpia”, con miembros de ultraderecha, con armas automáticas y miembros de izquierda que luchan por salvar las ballenas. Ese Gentle ha dicho que una de las primeras renovaciones de América tiene que ver con la renovación estética. Nación de una nueva era en la que la NATO ha dejado de cumplir el papel de policía mundial, busca gente a la que hacer culpable de las desdichas internas. En cualquier caso, Mario es el único psíquicamente sensato y equilibrado de toda la familia, y yo me atrevería a decir que de toda la novela.
Hal, el protagonista. Es el hermano más joven. Juega al tenis, como su hermano mayor. Superdotado. No habla mucho. Su padre hace grandes esfuerzos para conseguir que diga algo. A Hal esto le divierte porque a su modo de ver, él es el que habla mucho y su padre es el que no le oye. Hal descubre el cadáver de su padre. Lo que le traumatiza sin embargo  es que a consecuencia de esto le envien a un psicólogo del que no sabe si conseguirá librarse.  Fuma hachís y bebe. Según David Foster Wallace, “las drogas de tiempo libre” forman parte de la tradición de las escuelas americanas por muchas razones: pubertad, miedo, la presión de hacerse adulto. Los tipos de drogas que se toman son, entre otras, benzodiacepina, tranquilizantes, hongos alucinógenos, cerveza y hachís. Según explica David Foster Wallace,  el consumo de droga y alcohol conlleva la expulsión de la academia de tenis pero la administración está demasiado ocupada para vigilar el consumo. Los mentores y entrenadores, que están más cerca de los muchachos y podrían controlarlos mejor, están demasiado ocupados con sus propias frustraciones para dedicar atención a lo que esos aprendices de tenis hacen. Por tanto, Hal no tiene miedo de ser descubierto. Al principio los controles de orina se pasan fácilmente gracias a los trucos que sus amigos han desarrollado. Sin embargo, llega un momento en que la presión es cada vez mayor. Intenta desintoxicarse él solo pero  no le queda más remedio que acudir a la casa de Alcohólicos Anónimos, que está al lado de la Academia de Tenis y que también se ocupa de los drogodependientes.
 
2.        La academia de tenis. Además de estar los cinco miembros de la familia también trabaja el hermano adoptivo de Avril, Charles Tavis.
El sentido del entrenamiento. Los chicos tienen que entrenar duramente para conseguir buenas clasificaciones en los torneos. No tanto por la propia autosatisfacción como para conseguir llegar a la fama. El odio que se siente por la noche al trabajo pertenece sencillamente al trabajo, dice Hal. Sin embargo, Hal piensa en los chicos que están allí desde hace seis, siete u ocho años, sufriendo cansancio, dolor y estrés y, sobre todo, con el miedo de haber padecido en vano y de no conseguir hacer la carrera profesional con la que todos sueñan. Pero si todo es tan terrible, ¿por qué están todos ahí? Porque todos quieren participar en el show. Con ello se refiere a los premios, a los contratos de anunciantes, a los ingresos percibidos por entrevistas y asistencia a actos, al éxito social, a las sesiones de fotos. Ninguno ignora que el triunfo queda reservado para unos cuantos. Que de cada veinte, sólo uno consigue entrar dentro de ese show. El resto sigue en partidos de ligas regionales o abandonando para ser abogados o académicos como el resto del mundo. La mayoría de los que están internos en la academia de tenis, no necesitan de ninguna beca. Así que puede concluirse que en el fondo todos están allí porque aman el deporte. Tenis es un deporte individual. Bienvenido al significado de “individual”, dice Wallace. Lo que todos ellos tienen en común es ese “estar solos”. Entonces ¿cómo poder ser amigos aunque se esté siempre juntos? , se pregunta. En realidad -contesta- lo que prima es la enajenación, la individualidad existencial, el solipsismo y lo único que les une es  el dolor y el sufrimiento. El entrenamiento les da la sensación que todos luchan contra el mismo enemigo. Nada une tanto como el enemigo común. En el entrenamiento se trata de “mecanizar” al cuerpo. De conseguir movimientos automáticos sin necesidad de pensar.
David Foster Wallace establece tres tipos de individuos que nunca pueden llegar al triunfo. Uno, el tipo desesperado. El que no resiste las frustraciones y no tiene paciencia para seguir trabajando pese a las derrotas. Dos, el tipo neurótico, que se esfuerza tanto que termina destrozado. Y el tercer tipo es el del autosatisfecho, que se conforma con llegar a un determinado nivel y no continúa esforzándose por pasar al siguiente. En el entrenamiento del tenis, no se trata tanto de fuerza sino de repetición.  Repetición una y otra vez de cada uno de los movimientos hasta que esos movimiento se conviertan en automatismos, en movimientos reflejos. Se trata de convertir al deportista en una máquina. Se trata del lenguaje de la máquina del cuerpo. El sentido de la repetición es justamente su falta de sentido. Se trata de conseguir el mecanicismo en cada uno de los movimientos, de manera que sea innecesario hablar de concentración y de carácter.
David Foster Wallace aborda el entrenamiento profesional para niños y de los problemas que conlleva no sólo la derrota sino el triunfo. Sobre todo, el triunfo. Los niños al principio no saben ni lo que es presión ni lo que es miedo. No sienten la soledad ni la enajenación. Los que sólo vienen pensando en el dinero se agotan (burnout) enseguida. A medida que crecen, aumenta la presión sobre ellos. Es la presión de ganar. Muchos se agotan y otros se suicidan o intentan suicidarse. Están dentro de una cultura basada en el esfuerzo, en la consecución.
a) Un problema es cuando se exige una determinada meta y no se encuentra ningún camino para alcanzarla. Cuando esa meta constituye la única razón de su existencia y no se puede hacer plena.
b) Han ganado la meta y entonces se dan cuenta de que la consecución del fin no satisface su vida. Y entonces, en la cima, se suicidan.
 c) Hay otra forma de hundirse cuando se consigue la meta. Es lo que se llama el síndrome de la fiesta sin fin. Fama, dinero, sexos, drogas y tranquilizantes. Glamour. Los jugadores se convierten en estrellas pero sólo pueden ser estrellas en tanto en cuanto satisfagan el hambre de la cultura de la finalidad y del logro. Sucumben porque no se puede estar de fiesta al mismo tiempo que se sufre. Y  entrenar al tenis es sufrir.
3.       Centro de desintoxicación Ennet. David Foster Wallace hace una lista bastante exhaustiva de todo lo que se aprende allí. Por ejemplo, que es difícil dejar de consumir droga de un día para otro: por un lado la piel sufre de acné; por el otro, se sienten impulsos suicidas. Que el sesenta por ciento de los chicos que sufren drogadicción y alcoholismo sufrieron de abusos. Y dos tercios del restante cuarenta por ciento, afirma no recordar nada de su niñez para evitar tener que responder a la pregunta. Que cuando uno debe dejar la droga para intentar sobrevivir, la droga ha llegado a ser al mismo tiempo tan importante, que uno puede perder la razón por tomarla. Que dormir puede ser una huida emocional. Que es posible utilizar medicamentos de receta libre para el catarro y la alergia para drogarse. Que se puede dormir en medio de un ataque de pánico. Que la mayoría de los drogadictos también son neuróticos. Que la droga es una enfermedad. En uno de los capítulos señala que si parece que los drogadictos son delincuentes ello se debe al hecho de que los drogadictos que no disponen de medios económicos para financiar su adicción tienen que cometer actos violentos.
En muchos apartados del libro, David Foster Wallace deja entrever que “Alcohólicos Anónimos” es casi una secta y no oculta el carácter autoritario que la sustenta “aunque funcione”. Los AA de Boston están repartidos en  innumerables grupos. En sus encuentros aparecen siempre ex alcohólicos y cuentan sus experiencias y esperanzas. Los relatos tienen que ser espontáneos, no pensados, no calculados. Tienen que contar la verdad al desnudo. Y lo menos irónicos posibles y esto se hace extensible a los manipuladores pseudo-sinceros. La sinceridad estratégica es temida por esas tiernas gentes. Hay que ser agradecido ante el hecho de que hay que ser activo, tomar una obligación con el grupo. Todas las historias se basan en lo mismo: al principio diversión gracias a la droga, luego menos diversión y luego mucho menos debido a los blackouts (pérdida de la conciencia). El alcohol destroza lenta pero a conciencia. Uno de ellos dice que cuando estaba sobrio quería estar borracho y cuando estaba borracho, quería estar sobrio. A eso le sigue la agonía psíquica, el miedo de la locura, la estancia en centros de rehabilitación, conflictos familiares, caída financiera y al final, la pérdida de la familia. Incapacidad para trabajar, ruina financiera, pancreatitis, sentimientos de culpabilidad, neuralgia cirrótica, incontinencia, neuropatía, inflamación en los riñones, depresiones, agudos dolores que la droga sólo podía mitigar por corto tiempo. La droga te ha tragado. Uno no está muerto pero tampoco vivo. En realidad se está más muerto que vivo. Es entonces cuando se elige. Uno o se suicida o llama a alguna asociación, como AA, para que le ayude. Los recién llegados están lo suficientemente desesperados como para quedarse y volver a un segundo encuentro. Y hacen el sorprendente descubrimiento de que la cosa realmente funciona. Da igual que uno crea en eso o no. De lo que se trata es de hacer lo que a uno le dicen, sin más. La otra cuestión importante es que nadie puede echar a nadie de AA. Uno está dentro mientras está dentro. Aquí se puede decir lo que uno quiera. Uno hace lo que quiera, mientras sepa qué quiere. Ninguna regla, ningún deber. Los AA de Boston no se cansan de decir que la enfermedad descansa en la propia voluntad, que es la propia voluntad en la que la enfermedad se asienta y teje su red de araña. Hay que dejar hambrienta a la araña. Hay que dejar a la voluntad propia fuera. De ahí la tradición de la humillación, de la anonimidad, de la apertura en grupo. Todo es voluntario. Los encuentros de AA. En la casa Ennet se irán encontrando una gran parte de los protagonistas de la historia. Don Gately, es quizás el más importante. Hijo de madre alcohólica a la que su amante pegaba, ha conseguido dejar el alcohol y se ha quedado en la casa Ennet. Una noche en la que él está a cargo de la organización, se ve envuelto en un altercado creado por otro de los ocupantes –un tal Lenz, un sádico que asfixia y quema gatos vivos- y es herido en una pierna. Aunque Gately se niega a que lo trasladen al hospital a causa de sus antecedentes delictivos, la gravedad del caso lo impone. Hay otros personajes, como Kate Gompert, Poor Tony, Tiny Ewell.
La mayoría de los drogadictos, incluso aquéllos que están en la academia de tenis, como Pemulis, han sido maltratadas y han sufrido abusos de pequeños. A esto hay que sumar que ellos mismos suelen ser hijos de alcohólicos y drogadictos. Hay otras muchas historias que a pesar de estar revestidas de un humor macabro, dejan una gran tristeza en el alma.
Los temas del suicidio y de la depresión aparecen constantemente. David Foster Wallace se burla sin piedad de aquéllos que intentan suicidarse para “llamar la atención” o simplemente comprobar que hay alguien que se interesa por ellos.
El autor americano distingue entre varios tipos de depresión. La más suave es la que él denomina vacío insensible. Tiene lugar especialmente en la pubertad, cuando el adolescente descubre la mentira y la hipocresía en la que se asienta la cultura. En América, dice, se enseña cómo se forman las máscaras de la sobriedad y de la ironía resignada en una edad donde la cara todavía es lo suficientemente plástica para ser formada. Luego nadie se puede desprender del cinismo malhumorado que  protege de la ingenuidad inculta y sentimentaloide. Los mitos americanos de cinismo e ingenuidad se excluyen mutuamente. El cinismo es miedo a ser verdadero hombre porque, según David Foster Wallace,  un hombre verdadero es sin remedio ingenuo, propenso al sentimentalismo y en general quejicoso.
El peor tipo de depresión, sin embargo, no es este vacío insensible, que es el que el personaje Hal sufre. Hay otro todavía peor que es la depresión clínica que padece Kate Gompert cada vez que deja el consumo de marihuana, que consiste en el tormento del alma, la desesperanza, la desesperación, la depresión psicótica… La desintoxicación conlleva problemas. Genera una especie de melancolía que puede derivar en suicidio. David Foster Wallace lo denomina: anhedonia, o incapacidad para sentir el placer. El “anhedonio” no espera nada y no cree que conceptos como “suerte”, “sentido” sean algo más que meros conceptos. Un “anhedonio” puede navegar pero no tiene ninguna posición.  La depresión clínica es descrita por el autor americano como  un sentimiento del mal sin compromiso y en su radicalidad. Es soledad en un sentido que no se puede transmitir. Es un sentimiento de asco de las células y del alma. Kate Gompert no tiene ninguna posibilidad de describir cómo se siente uno ante una depresión clínica, ni siquiera con otro depresivo porque la depresión impide la empatía con ningún otro ser vivo. Para los que la padecen se trata de un infierno para un solo individuo. Es una circulación cerrada. La corriente se produce dentro y es reabsorbida. Cuando uno se suicida lo hace por los mismos motivos por los que un hombre normal salta desde la ventana de un rascacielos en llamas. Se elige el menor de dos miedos. El que grita aguanta no puede entenderlo. Para eso es necesario estar encerrado y sentir las llamas en el cuerpo de uno y comprender que el miedo al fuego es mayor que el miedo a la caída.
Hay otras causas que provocan el suicidio. En el caso de uno de los personajes, Geoffrey Day, las tendencias suicidas nacen de la visión de una figura fantasmal que le acompaña desde que tenía diez años. Para Day el infierno no se trata tanto de un pozo negro como de las espantosas sensaciones que le rodean. Day comprende que algunos se suiciden para no tener que vivir con ellas. Otros suicidios nacen de la desesperación de los sentimientos de culpa y de frustración, como el caso de la madre de Joelle, y de la soledad, como Mrs Waite. Era una buena mujer con fama de bruja en la comunidad. Nadie quería el contacto con ella y todos la rehuían e incluso iban a su jardín a insultarla. Hace un pastel que todos agradecen pero del que nadie prueba un bocado y aterriza en el basurero. Tal vez esto tenga que ver con el hecho de que Mrs. Waite se suicidara. ¿Por qué algunas personas no son aceptadas? se pregunta Wallace. No se sabe, responde. Es imposible comprenderlo.
4.       La relación de los dos agentes, Marathe de Quebec y Steeply, americano. Marathe es en realidad un doble agente porque necesita el dinero para salvar a su mujer, enferma de corazón. El padre de Steeply era un adicto de la serie M.A.S.H. Están buscando una cinta de video que resulta tan “entretenida” que provoca la muerte a todo aquél que la ve. Esto le sirve de excusa a David Foster Wallace para preguntarse por la capacidad de elección de la sociedad y por la fuerza que el entretenimiento y las diversiones han alcanzado en nuestra cultura occidental, hasta el punto de convertirse en su distintivo. ¿Es legítimo permitir que la gente elija morir de placer?  Conectados con los agentes está el grupo de los separatistas de Québec, especialmente el grupo de “los asesinos de las sillas de ruedas” que buscan la cinta de video que mata a todo el que la ve. Incluso las copias de que disponen producen terribles efectos.  Una de las víctimas, dice Steeply, es el jefe de análisis de datos, caracterizado por una voluntad de hierro y en la actualidad postrado en cama sin manifestar ningún deseo.
Interesantes resultan también las disquisiciones del autor americano acerca de cómo ha ido cambiando la personalidad del héroe en las películas americanas: de héroe activo e individual, a un héroe burocrático, tranquilo, imperturbable, ocupado en la organización de una comisaría casi más amenazada por los “papeleos” que por los delincuentes. Foster Wallace también muestra la capacidad de manipulación de las agencias publicitarias, que hoy defienden una causa y mañana la absolutamente contraria. Es todo una cuestión de honorarios. El análisis de las causas del regreso a la utilización del teléfono después de que muchos usuarios hayan notado las desventajas de las videoconferencias, es otro de los temas que ocupan su interés.
Hasta aquí los rasgos más sobresalientes de la obra.
He de decir que después de tantas páginas en las que lo que prima son el individualismo y la falta de comunicación, El único sentimiento que me queda es el de liberación. Han sido más de mil páginas en compañía de familias rotas, hombres rotos, relaciones rotas, comunicación rota. Demasiado para alguien que como yo siente empatía hasta por las vidas de personajes ficticios y está convencido de que es inmoral ser un voyeur de las penas ajenas si no se posee al mismo tiempo la voluntad de remediarlas. Lo único que he estado gritando durante todo este tiempo ha sido “¡¡¡Sáquenme de aquí!!! Pero quería llegar al final, saber qué pasaba con aquellas vidas. La historia de Hal puede considerarse circular en el sentido de que su final constituye el principio del libro. Sin embargo, el resto de los personajes quedan, como no podía ser menos en una novela de estas características, colgados en el aire.
La semana que viene, o sea, mañana, (viva la postmodernidad temporal) publicaré el comentario. Creo que hay dos tipos de lectores interesados en los blogs de literatura: aquéllos que no tienen tiempo para leer la obra pero que desean informarse del contenido y los que la han leído y buscan diferentes opiniones al respecto. Dadas las características de “La broma infinita” la división entre argumento y comentario se hace inevitable, por no decir imprescindible.
Hasta la semana que viene (mañana)
Isabel Viñado-Gascón
 
 
 
 
 
 
 
 


 

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