Advertencia
Ignoro si este es el título que se le ha dado en la traducción española. A
decir verdad, ni siquiera sé si ha sido traducido a nuestro idioma. Todas mis
búsquedas al respecto han resultado infructuosas. Ni siquiera consta en
la lista de escritos de Trotski que aparecen en el informe de wikipedia española.
A pesar de no ser su obra más conocida, esta obra resulta interesante
porque fue publicado en 1928, poco antes de que Trotski tuviera que
exiliarse definitivamente por el peligro que para su vida representaba quedarse en Rusia.
Con su huida, parecía haber terminado el duelo político que se había iniciado
entre él y Stalin en 1922. No sería así: el 1940 Trotski murió asesinado a
manos de un español comunista – Mercader – que cumplía órdenes de Stalin.
El libro de Trotski está
dividido en tres partes.
- La primera es: “El temor a
nuestro programa”.
- El nombre de la segunda da
título al libro: “La situación real en Rusia” y
- La tercera parte se llama: “Stalin
falsifica la Historia”.
A ello hay que sumar un
anexo de Documentos: el testamento de Lenin, las últimas palabras de Adolf
Joffes, las relaciones del stalinismo con China...
El escrito termina con una llamada a la oposición rusa.
En la primera parte, Trotski pone de manifiesto la política
antirevolucionaria de aquéllos que detentan el poder. La falta de consideración
hacia la oposición, la difusión de mentiras - “fábrica del falseamiento”- y la
potenciación del sistema burocrático y el relevante papel del capital privado
en la economía, son los nuevos pilares en los que el gobierno dirigido por
Stalin y sus amigos, se asientan. A los disconformes se les destierra, se les
niega el derecho al trabajo y se les encarcela. Tales mecanismos de
amedrantamiento se utilizan contra los propios miembros del partido. El
resultado de todo ello es que en las asociaciones nadie se atreve a dar su verdadera opinión y nadie vota según su conciencia.
En opinión de Trotski, la Dictadura del Proletariado se ha convertido en la Dictadura de la Burocracia.
En opinión de Trotski, la Dictadura del Proletariado se ha convertido en la Dictadura de la Burocracia.
Su esperanza es que la oposición se una para derrocar a Stalin. Su temor, que
lo hagan los contrarevolucionarios para derribar la revolución.
En la segunda parte, se
analiza la situación real en Rusia, que es francamente difícil.
Políticamente existen tres corrientes ideológicas.
Una, que se inclina a la derecha.
La segunda – centrista- que es a la que pertenece Stalin y que es grupo dominante en el partido. Su estrategia se basa en sofocar las protestas, en ordenar la vuelta al trabajo, y en la negación a sentarse a discutir. Stalin y sus partidarios se muestran cada vez más intolerantes con las críticas, hasta el punto de que quien no comparte el discurso oficial es declarado opositor. El aparato burocrático es cada día más fuerte. El número de funcionarios no deja de aumentar. Según Trotski, el stalinismo es hipócrita: utilizando la máscara del socialismo, sus palabras y sus frases, en la realidad se aleja de él.
El tercer grupo lo constituye la oposición, configurada por el ala leninista del partido. A medida que el aparato central se reafirma en su poder, con mayor virulencia se persigue a las voces críticas. Para conseguir un puesto en la organización juvenil comunista se exige absoluta obediencia y la disposición de participar en la persecución de la oposición.
Una, que se inclina a la derecha.
La segunda – centrista- que es a la que pertenece Stalin y que es grupo dominante en el partido. Su estrategia se basa en sofocar las protestas, en ordenar la vuelta al trabajo, y en la negación a sentarse a discutir. Stalin y sus partidarios se muestran cada vez más intolerantes con las críticas, hasta el punto de que quien no comparte el discurso oficial es declarado opositor. El aparato burocrático es cada día más fuerte. El número de funcionarios no deja de aumentar. Según Trotski, el stalinismo es hipócrita: utilizando la máscara del socialismo, sus palabras y sus frases, en la realidad se aleja de él.
El tercer grupo lo constituye la oposición, configurada por el ala leninista del partido. A medida que el aparato central se reafirma en su poder, con mayor virulencia se persigue a las voces críticas. Para conseguir un puesto en la organización juvenil comunista se exige absoluta obediencia y la disposición de participar en la persecución de la oposición.
El capital privado sigue desempeñando un papel relevante en la economía y
la burguesía ha crecido. Los impuestos en los pueblos se aplican utilizando una
proporción inversa: los económicamente débiles pagan más que los económicamente
fuertes. La desproporción y desigualdad entre los precios industriales y
agrícolas es cada vez mayor. La propaganda del aparato no sólo oculta la
situación real en Rusia sino que además promueve una falsa visión de la
realidad. Las condiciones del trabajo han empeorado, las reformas van
encaminadas a introducir la “Racionalización de la producción”, que es el
término con el que se suele designar a las medidas encaminadas a reducir el
número de trabajadores. Esto es: a proceder a su despido. Los más afectados por dichas
medidas son los trabajadores no cualificados, los jornaleros, las mujeres y los
jóvenes. Crece el número de niños abandonados, la mendicidad y la prostitución.
Los costes para la vivienda se han disparado, el alcoholismo abruma a la
nación; faltan escuelas y guarderías adecuadas, muchos niños de trabajadores
deambulan por las calles sin que nadie se haga cargo de ellos; el alcoholismo
abruma a la nación: favorece el absentismo laboral, obstaculiza la consecución
de títulos de cualificación profesional, provoca el aumento de los accidentes
de trabajo, impide el manejo adecuado de
las máquinas con lo cual éstas se estropean más a menudo; es causa de peleas y
enfrentamientos. En definitiva, los costes que el alcoholismo genera ascienden
a cientos de millones de rublos.
Dicha “racionalización” implica, además, un empeoramiento de las
condiciones de trabajo, - que cada vez son menos de trabajo y más de esclavitud
-, al tiempo que aumentan los conflictos laborales. Las relaciones jefe –
trabajador se han empeorado hasta el punto de haber vuelto a parecerse a las
existentes antes de la Revolución. Las promesas de reforma de parte de la
empresa han perdido toda su validez y credibilidad. La distancia entre
sindicato y trabajador es abismal. La divisa a seguir es más o menos “Si
quieres conservar el poco pan que tienes, mantén la boca cerrada.”
En el campo la situación no es mucho mejor. Los grandes terratenientes
siguen conservando la tierra. La industrialización es practicamente inexistente.
Los jornaleros tienen que soportar una vida material de esclavitud y una usura financiera. Ambas
van de la mano.
A juicio de Trotski es
necesario adoptar una serie de medidas encaminadas a superar esta situación de
miseria. Trotski considera de vital importancia conseguirlo manteniendo la
estabilidad económica.
Dos son los modos que propone: reducir los precios y lograr un Estado sin
déficit, y en esta dirección deben ir encaminadas todas las medidas económicas.
Hay que llevar a cabo una revolución técnica en el campo, introducir la
utilización de abonos e incentivar a que los trabajadores agrícolas se organicen;
también hace falta potenciar la industrialización. Todas estas reformas van
encaminadas a lograr un incremento de la productividad. Dicho incremento sirve
a tres fines. En primer lugar, a reducir el desempleo; en segundo lugar, a lograr
un descenso de los precios sin que para conseguirlo haya de resentirse la
calidad ni deban emplearse subvenciones estatales; en tercer lugar, a impulsar
el que Rusia pueda desempeñar un papel fundamental en el comercio exterior. Trotski
se muestra contrario a favorecer la autarquía y la autosuficiencia económica
rusa. Al contrario: de lo que se trata es de que Rusia respete a los pueblos de
alrededor, les muestre mayor respeto, permita su desarrollo y vaya adquiriendo
un peso cada vez mayor en las relaciones internacionales. Pretender un
desarrollo socialista aislado significa falsear la perspectiva. En este
sentido, Trotski considera importante
tomar como modelo a Alemania: el grado de desarrollo de su industria así como su
participación en el mercado mundial le ofrecen –afirma el escritor- una gran
protección en caso de guerra.
Al mismo tiempo, está
convencido de que el éxito internacional en el comercio motivará a los países
que él denomina “imperialistas” a ir en contra de la Unión Soviética. No es
posible descartar una Guerra Mundial. Caso de que esto sucediera, dice Trotski,
Rusia se vería favorecida por las
simpatías de las masas trabajadoras de todo el Planeta y significaría el
aceleramiento de la caída del capitalismo. Así pues es imprescindible potenciar
la unión internacional de los trabajadores.
Según Trotski aquél que no defienda a la Unión Soviética es necesariamente
un traidor al proletariado internacional.
En lo que a la revolución china se refiere, Trotski expone sus dudas
razonables de que llegue a ser una auténtica revolución debido a la desastrosa
influencia de Stalin.
En la tercera parte y final, Trotsky describe el falseamiento de la
historia que relata Trotski se parece enormemente al que describía George
Orwell en su obra 1984. Se silencian las voces críticas, se potencia la
propaganda, se inventan éxitos, se callan los fracasos. La censura trabaja
incesante y despiadadamente. Se destruyen y ocultan cualquier documento –incluso
los escritos por Lenin- en los que pueda leerse alguna mínima crítica contra
Stalin.
Trotski se queja de la persecución de que ha sido víctima él mismo, de la
difamación que ha sufrido, de las mentiras que sobre él se han vertido. Y todo
ello a partir de la muerte de Lenin.
Su conclusión es que las similitudes entre el sistema
zarista y el nuevo son asombrosas. Los dirigentes siguen estafando al pueblo.
En 1918 como en 1915 gobiernan la confusión , la mentira y el fanatismo. La
policía política secreta actúa igual que actuaba en los tiempos del zarismo:
detiene a los jefes de la oposición y los deporta a los mismo lugares. Trotski
se pregunta si tal vez dentro de poco no se establezca un sistema de
persecución que elimine fácilmente a las víctimas.
Comentario
Seguramente si hubiera
leído esta obra en el momento de su publicación mi natural desconfianza me
hubiera inclinado a pensar que se trataba de un panfleto ideológico escrito por
un frustrado y resentido opositor contra el grupo dominante del partido,
democráticamente elegido y en vías de organizarse como fuerza dirigente.
Y esto por tres motivos. En
primer lugar, porque en general estamos más predispuestos a creer que las voces
críticas son las voces de aquéllos que a pesar de todos sus esfuerzos no vieron
cumplidas sus ambiciones políticas, en vez de admitir que un pueblo que ha hecho una
revolución como fue la Revolución bolchevique de Octubre, ha empleado todas sus
fuerzas para derrotar a un tirano y sustituirlo por otro todavía más perverso y
cruel que el anterior. El pueblo ruso no podía considerarse precisamente un
pueblo débil. Si había decidido liberarse de sus cadenas, parecía sensato pensar
que no iba a aceptar tan fácilmente unas nuevas...
A esto habría habido que añadir
que las disputas internas y las enemistades y reconciliaciones eran una
constante entre los revolucionarios y eran de sobras conocidas por todos. Los deseos de poder
de los unos y las envidias de los otros, difícilmente permitían separar dónde terminaban las
discusiones políticas y dónde empezaban las cuestiones personales. El mismo Trotski que en su libro toma a Lenin y a sus tesis como los ejemplos a seguir, había tenido grandes diferencias con su mentor.
El tercer motivo de mi desconfianza se hubiera basado en el hecho de que
ninguno de ellos estaba libre de culpa. La rebelión de Kronstadt fue aplastada
por Trostki de manera brutal.
Para ser sinceros, la Revolución murió en el momento mismo de la victoria.
Y eso porque los planes de la revolución eran desde su inicio mismo dictatoriales.
Da igual que se denomine dictadura del pueblo o dictadura del zar. Las
estructuras habían nacido con ansias autoritarias y totalitarias. El pueblo no
era el fin sino el medio. El fin era el incremento de la productividad, el
incremento de la industrialización, el incremento de las cosechas. Y en todo
este proceso, el pueblo era simplemente un elemento más en las estructuras. El
pueblo estaba condenado desde el principio mismo de la revolución a ser de
nuevo esclavizado. Lo único que había cambiado era el nombre de su dueño. Sus
cadenas no estaban para servir a la gloria del Zar sino a la gloria de la
Revolución; a la gloria del Partido; a la gloria de Stalin...
La Historia se ha encargado de demostrar que Trotski no sólo no mentía en
lo concerniente a la situación del momento rusa, sino que además sus análisis
políticos resultaron proféticos.
Los nombres de los déspotas fueron cambiando, pero las estructuras se
mantuvieron y se mantienen hasta nuestros días. Y se mantienen porque el pueblo
ha seguido viviendo en esas estructuras durante siglos y o bien no tiene
fuerzas para cambiar la situación porque las necesidades diarias le exigen
invertir sus energías en otros campos, o bien no tiene ganas ni de siquiera
intentarlo por aquello de “a vivir que son dos días”, o simplemente porque no
tiene Fe en que lo que no ha cambiado en siglos pueda cambiar ahora.
En cualquier caso, debo confesar que hay veces en las que no puedo por
menos que asombrarme ante lo que leo. En este caso lo ha sido de manera
especial.
La exactitud de los análisis socio-político-económicos de Trotski contrasta
con la ingenuidad de sus pretensiones. Sabe que la Revolución ha fracasado; es
consciente de que el sistema zarista ha sobrevivido bajo otros nombres pero
utilizando los mismos –si no más terribles métodos; es consciente de la gravedad
socio económica por la que atraviesa el país: desempleo, crisis, desigualdad
social, alcoholismo, antisemitismo, retraso histórico; a medida que el lector
avanza en la lectura, mayor es el desánimo que Trotski muestra. El aparato
burocrático es cada vez más poderoso, el número de funcionarios aumenta sin
cesar, las voces críticas son silenciadas violentamente, poco a poco sólo va
existiendo un discurso “oficial”, una literatura “oficial”, un arte “oficial” y
el número de detenidos y deportados empieza a ser preocupante, hasta el punto
de que seguramente habrá que “simplificar” el proceso.
Lo sabe. Él mismo es una de sus víctimas.
Y sin embargo, Trotski sueña con un milagro del Cielo.
Trotski sueña con una unión de la
oposición que haga posible cambiar el rumbo de los acontecimientos y espera que
le ayude un pueblo empobrecido y embrutecido por la miseria a lo largo de
décadas, que ha reunido las pocas fuerzas de que disponía para derrocar al
zarismo pero que rápidamente ha comprobado la inutilidad de su acción, un pueblo
que sufre la opresión y la dictadura con mayor rigidez y prontitud que los
opositores en el Poder, se una a la oposición para luchar una vez más contra
estructuras tan firmes y bien consolidadas que se le antojan eternas.
Trotski sabe pero no acepta que el pueblo no quiere revoluciones; quiere
pan. Y si hay que ser funcionario, se es; y si para entrar en el partido hay
que jurar obediencia absoluta, se jura. Total –dice el pueblo- si no le jura al
Partido hay que jurársela a la Iglesia, y si no al Zar, y si no a todos ellos
juntos...
Trotski sabe que la situación económica es una catástrofe y sin embargo,
sueña con ver a Rusia convertida en una potencia económica mundial. Hasta el
punto de que las naciones que él denomina imperialistas, tengan envidia de su
supremacía y le declaren la guerra.
Pero la guerra, para Trotski no constituye ni mucho menos un peligro.
Es, más bien, la salvación.
Trotski sigue soñando.
Trotski espera de afuera lo que ellos mismos no pueden conseguir. Tal y
como lo plantea, la invasión que él denomina “imperialista” constituye más una
esperanza que una amenaza para Rusia. La agresión externa conseguirá que el
proletariado internacional se una para garantizar la seguridad de lo que aunque
Trotski no lo diga sigue siendo “la madre Rusia”. Si antes era la madre del
Zar, ahora lo es de la Revolución. Si antes sus hijos sólo eran rusos, ahora
están por el mundo entero.
En su opinión, los opositores al sistema, los hijos rechazados, son los
mejores.
Trotski reitera su ideología comunista sin darse cuenta de que lo que está
defendiendo en su nacionalismo. Un nacionalismo que –diga él lo que diga- en
ningún modo es internacional. No se trata de que Rusia se internacionalice,
sino de que el proletariado internacional se una y vaya a defender los
intereses bolcheviques, esto es: los rusos.
Pese a la corrupción americana y a las justas críticas que pueden hacerse a
su sistema, lo cierto es que los Estados Unidos se basan en principios
completamente distintos a los que han inspirado el sistema ruso. Los valores
primeros en los que se asentó la revolución rusa fueron la productividad, la
colectividad y la dictadura del proletariado. Los axiomas de la joven nación
americana fueron la libertad individual y la supeditación de los poderes
públicos al ciudadano. La tradición americana ha sido la de acoger a todos los
recién llegados y respetar sus creencias y modos de vida –siempre y cuando éstas
no atentaran a las normas jurídicas americanas. Nada que ver, en cambio, con la
crudeza con las que Rusia ha tratado a sus propios habitantes y la cantidad de
asesinatos en masa a judíos que habían salido de Francia y Alemania para unirse
a la Revolución Rusa y que nunca creyeron que iban a ser presa del cruel y
salvaje antisemitismo ruso, desconocido para una gran parte de la sociedad
europea occidental.
Fuerza es advertirlo a todos aquéllos defensores del Principio de Identidad
por lo cual “a” es igual a “a”, donde la primera “a” son los Estados Unidos y
la segunda “a” Rusia.
En Rusia al día de hoy, han cambiado y mejorado las condiciones externas.
Las estructuras se mantienen.
La madre Rusia sigue siendo la madre Rusia. La globalización la hace más
madre; o sea: le aporta la esperanza de procrear más hijos.
Eso es todo.
Isabel Viñado Gascón
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