miércoles, 2 de mayo de 2012

“Enemigos. Una historia de amor”. (1973) de Isaac Bashevis Singer.


El judío Herman es uno de esos hombres apáticos y flemáticos que ha sido salvado de la persecución nazi por una jornalera polaca cristiana, la cual lo ha mantenido oculto en el granero de su casa. Al acabar la guerra y convencido de que su mujer y sus hijos han muerto asesinados, se casa con su salvadora. Ella le ama. A él solo le impulsa el agradecimiento.

Ambos emigran a Nueva York. Allí, Herman encuentra una amante: Mascha, también de religión judía, que está casada y separada aunque no divorciada. La historia se complica cuando aparece su primera esposa a la que él creía muerta. Sus hijos no han conseguido sobrevivir y ella pretende  iniciar una nueva existencia sin volver con el que una vez fue su marido. El dolor como madre y la soledad como mujer la han destrozado interiormente. Si continúa viva es porque una fuerza interior la mantiene en pie y la impulsa  a seguir adelante pese a todo.

El final es inesperado pero comprensible: las dos esposas se quedan juntas. La primera pone una librería jiddisch y la segunda, la jornalera polaca, organiza la casa y  cuida del hijo que ha tenido con Herman. Mascha se queda sola y él desaparece para no tener que decidir con quién se queda y, sobre todo, para librarse de la influencia lasciva de su amante.
Hasta aquí el argumento.
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La idea que prevalece a lo largo de la obra, es la de que el varón es un ser que vale muy poco. Por tanto, la que ha encargarse de organizar el transcurso de lo cotidiano es la mujer. El hombre, se quiera o no, sólo cumple el papel reproductor.

Sin embargo, no todas las mujeres son iguales y no todas influyen en la existencia masculina de igual manera. Del libro de Singer se infiere que los caracteres femeninos podrían estructurarse en tres grupos.

a)    La mujer sensual e instintiva, hecha para desear y ser deseada. Representa el amor carnal y las bajas pasiones.

b)   La mujer material, simbolizada por la jornalera. Es la mujer hecha para   el trabajo físico: fuerte de constitución aunque no especialmente inteligente. Se caracteriza por su bondad natural y comprensión hacia los otros. Personifica el sacrificio del amor tanto como la fuerza de la vida y su continuidad.

c)    La mujer espiritual trasciende a los otros dos tipos. Encarna a la mujer capaz de enfrentarse a la muerte y superarla. Se trata de la mujer solitaria que se basta a sí misma y que no precisa del hombre ni siquiera para la reproducción porque al ser tan completa no necesita de la maternidad para desarrollarse como persona. Sirve de raíz al árbol de la vida, que es el que da los frutos.
                      
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La mujer carnal determina la perdición del hombre. Debido a su constitución voluptuosa y caprichosa, se convierte en el enemigo acérrimo de cualquier historia de amor. Aunque estéril como la mujer espiritual, al contrario que ésta, la mujer carnal no crea nada y destruye todo.
El hombre no es ajeno al peligro que ella representa; sin embargo, su debilidad le deja impotente para librarse de la atracción fatal que ejerce sobre él.
Los dos únicos tipos de mujer en los que el hombre puede confiar son el material y el espiritual. Ambas constituyen además un tándem perfecto. La primera da fuerza y vida, la segunda  sustenta y eleva a la otra.

No es de extrañar, por tanto, que al final del libro, la jornalera y la primera mujer decidan unir sus esfuerzos e irse a vivir juntas. En cambio, los otros dos personajes, el hombre apático e indeciso y la mujer sensual, se pierden por separado en la inmensidad del vacío sin que el lector llegue a saber cómo se resuelven sus destinos.

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Así pues, en  la obra de Singer, el sexo masculino, ya sea para bien o para mal, aparece como un ser dominado por el sexo femenino. El hombre  no es el cazador sino “el cazado”.   Paradójicamente, esta idea es más frecuente en las sociedades tradicionalmente machistas que en aquellas en las que la mujer disfruta de una mejor posición socioeconómica. En ellas no es extraño encontrar  valoraciones del tipo de: “al pobre hombre le ha cazado fulanita con sus malas artes.”
La explicación a este fenómeno descansa en que tal discurso no se contradice en absoluto con el pensamiento dominante en la sociedad machista puesto que significa, ni más ni menos, que al hombre en realidad le da igual una mujer que otra. En principio, todas las mujeres son intercambiables. La mujer carece de una personalidad propia y sólo a través de las “malas artes” puede obtener sus deseos y asegurar su supervivencia económica.

Dicho modelo impide no sólo que la mujer pueda elegir sino que pueda ser elegida por algún tipo de característica personal. La mujer no posee en sí misma ningún rasgo –salvo quizás el de la belleza y la riqueza- que la distinga de las otras. Todas son virtuosas, todas están adaptadas a las exigencias de la sociedad en la que viven porque lo contrario supondría la expulsión de la comunidad –si no la exposición a penas mayores.
En las sociedades tradicionales aparecen así dos tipos de mujer: la “virtuosa” y la que no lo es; en donde “virtuosa” hace referencia en un primer momento al comportamiento sexual de la mujer y sólo en un segundo, a los otros valores morales.
La fidelidad de la mujer casada asegura la paz social al evitar la competencia entre las “cazadoras” y la concentración de cada una de ellas en los logros de su propia familia. En el hombre no se puede confiar puesto que su “debilidad” le impide oponerse a los “embrujos” femeninos.

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Sin embargo, como ya hemos visto, Singer alude a un tercer tipo de mujer: la intelectual.
No es que este grupo fuera nuevo. Durante la Historia, tales mujeres se mantuvieron – o las mantuvieron – apartadas de la sociedad. En la Edad Media estaba integrado por grupos tan heterodoxos como el de las monjas y el de las brujas. Nuestra cultura moderna ha fomentado el progreso intelectual así como la participación social de la mujer en el ámbito público. Al contrario que en los siglos precedente, en la actualidad las mujeres interesadas en el conocimiento y en campos de acción considerados “masculinos”, no tienen que refugiarse en conventos ni temer al fuego de la hoguera.

En el pensamiento machista, el hombre, que se sabe débil, se siente inseguro y no sabe cómo actuar ante este tipo de mujer que atreve a  colocarse frente a él como su igual.
Su venganza –la venganza del autor- es desposeerlas de aquello que tradicionalmente ha representado la feminidad: la maternidad.

La mujer tradicionalmente aceptada en el mundo machista es la única a la que él considera adecuada para engendrar hijos suyos. A pesar de que hombre es consciente de que él sólo cumple un papel reproductor puede, al menos, elegir quiénes son los recipientes de las futuras generaciones. Y en su opinión ni la miseria moral ni la elevación espiritual femenina pueden desempeñar semejante papel.
Singer deja abierta a la elección individual de la mujer el camino a tomar. Su venganza, sin embargo, aparece desde el instante en que sólo uno de ellos le permite acceder a la experiencia de la maternidad por ser el único que cuenta con la aprobación del hombre-reproductor: el camino que sigue la mujer capaz de olvidarse de sí misma para abrirse a los demás.

¿Tiene razón Singer o es necesario que los grupos de feministas se pronuncien en contra de sus libros? ¿Lo consideramos simplemente una “libertad literaria” que el autor se ha permitido o es más bien un “libertinaje” de la pluma? ¿Presenta una realidad que los tiempos modernos intentan ocultar o es el producto de miedos masculinos nunca confesados al saber perdida su hegemonía?

Carlota Gautier, tenía quince años cuando su padre le aconsejó que lo primero que tenía que hacer para planificar su futuro era determinar si su deseo era trabajar o casarse. "Llevar a cabo las dos actividades es imposible: Se arruinan las empresas y  las familias" -aseguró.

Aunque no es lugar éste para explicar la vida de mi amiga ni la actitud paterna que se basaba - no les quepa la menor duda- en un profundo amor a sus propias convicciones, me parece que es importante seguir profundizando en este problema y leer lo que otras mujeres pensaron al respecto.


¡Hasta la semana que viene!

Isabel Viñado - Gascón










2 comentarios:

  1. Tu pregunta es sumamente interesante.

    Desde mi punto de vista creo que la cuestión admite varias respuestas, ya que cada una de ellas depende, en última instancia, de la perspectiva desde la que se aborde la cuestión.

    En mi opinión dos son las más importantes:

    Una primera respuesta podría descansar en la afirmación de que el término "enemigos" hace referencia a la natural incompatibilidad que existe entre el hombre y la mujer. El hombre es, a los ojos de la mujer, débil. Por su parte, desde la óptica masculina, la mujer resulta o demasiado frívola, o demasiado simple, o demasiado intelectual.

    Una segunda respuesta para explicar la utilización de "enemigos" podría ser la referencia al plano ético: el egoísmo, la cobardía, la apatía, son siempre los enemigos acérrimos de una relación de amor.

    En cualquier caso, en ambas respuestas hay un elemento común: la lucha, ya sea ésta entre el hombre y la mujer. o entre la entrega y el egoísmo.
    Se trata además de una lucha peligrosa porque puede conducir al perdedor al abismo. Por eso en algunas ocasiones la única solución sensata es huir.

    Si el título es enigmático, el final no lo es menos.

    Los amantes se separan.
    Las dos mujeres siguen adelante juntas.

    Significa esto que sólo las mujeres son compatibles? Significa que sólo la virtud del trabajo y del sacrifico permiten la existencia y mantenimiento de una relación? Significa que solo la fe y la entrega pueden conseguir lo que la cobardía y la pasión no logran?

    El diálogo está abierto. La contestación es siempre individual.

    Recibe un cordial saludo

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