lunes, 6 de abril de 2015

Una tarde en el circo. (2014) Isabel Viñado Gascón.

Hasta hace poco, los economistas se dedicaban a hacer malabares con la Inflación y la Deflación en el circo financiero. Todo ello –hay que reconocerlo- con bastante éxito y gran aforo de público. Sin embargo, como el lema del circo consiste en lograr “el más difícil todavía”,  los expertos en finanzas han decidido lanzarse a un nuevo reto probando sus habilidades con un nuevo término: la Desinflación. La diferencia entre la deflación y la desinflación es que el primer término hace referencia a la bajada de precios y el segundo, a la bajada de los niveles de inflación. ¿Lo conseguirán o se caerán los bolos al suelo? O sea ¿saldremos de la crisis o seguiremos en ella?

Mientras los economistas se dedican a hacer malabares, otros prefieren dedicarse a organizar apuestas. No es fácil, créanme.  Especular se ha convertido en un arte que no tiene nada que ver ni con la reflexión racional ni con la adivinación, sino más bien con la casualidad. La famosa frase de “Información es poder” se ha quedado obsoleta y ha sido sustituida por la reciente teoría del caos según la cual de lo inexplicable y desordenado pueden derivarse grandiosos edificios debido a la simple obra del azar. De este modo, casualidad y azar han llegado a ser los nuevos conceptos que abarca un espectro que incluye desde la metafísica hasta la economía, pasando por la medicina, la política y las artes. ¿Para qué pues esforzarse en aprender o en alcanzar nuevas metas si al fin y al cabo nuestras vidas están guiadas por la eventualidad? ¡Ah, el azar! ¡Qué bello sería si no fuera porque es el hermano pequeño de la predestinación! ¡Azar! ¡Predestinación! Sentémonos y aguardemos a ver qué es de nuestras vidas….

Bien, pues al momento de hoy lo que parece que la teoría del caos, el azar y la predestinación han hecho de nuestras vidas es lo siguiente:

a)     Nadie se aclara.

b)    Con los datos de que se disponen, no se puede elaborar una “predicción racional”, basada en causa-efecto. Eso significa que una predicción válida será el resultado de haber “acertado”. Como ya hemos explicado no será un éxito debido a la inteligencia sino a la casualidad.

c)     Por mucho que algunos se empeñen en hacer creer que la deflación puede desembocar en otra crisis, lo cierto es que todavía no hemos salido de la crisis en la que ya estábamos. Y ello, permítanme decirlo por tres motivos: el motivo místico, el motivo filosófico y el motivo económico.

El motivo místico es el Círculo
El motivo filosófico es el principio de Identidad
El motivo económico es la sobreproducción.

El motivo místico es el Círculo. 
Los pensamientos y las ideas se mueven hoy en día en círculo. Y el círculo parece haberse convertido hoy gracias al pensamiento místico en el Absoluto. Lo cual es falso. El círculo no es el Absoluto. El círculo es la cadena eterna a la que están condenados los mortales terrenos hasta que no terminen de purificar sus almas. El círculo no representa ni la salvación ni ningún plano superior. Más bien al contrario. El círculo es la rueda. Lo que carece de la diversidad, de las fisuras. Cuando se dice que el círculo es el Absoluto se está confundiendo Absoluto con Totalitarismo y se está identificando Absoluto con Unidad Cerrada e inflexible. No me cansaré de repetir una y otra vez que lo importante en el pensamiento místico no es mantener el círculo sino romperlo. La importancia creciente del círculo es preocupante. El círculo no exige pensar porque “Todo está en el Uno y el Uno está en el Todo.”

El motivo filosófico del principio de Identidad resulta bastante divertido porque consigue superar la dialéctica basada en tesis: “a”; antítesis: “no a”; síntesis. Según el principio de Identidad (y si los economistas pueden hacer malabares con términos como inflación, deflación y desinflación, ustedes me permitirán que yo también lo haga con mis propios bolos) toda entidad es idéntica a sí misma. Esto que parece fácil de entender no lo es tanto si nos encontramos frente a un “a” y un “no a”. Hegel resuelve el problema de la contradicción introduciendo un nuevo concepto: la síntesis.

Eso era Hegel. En nuestros días, ya no necesitamos de la síntesis. En un “a” y en un “no a” hay un elemento común que es la “a”. La “a” es el término de identidad. Por tanto “a” y “no a” son en realidad un ente unitario y podemos utilizar sin problema alguno el principio de identidad. ¿Cómo pueden ser “a” y “no a” idénticos? ¡Ah! ¡Qué bello espectáculo el del circo! ¡Cuántas piruetas!

Bien, pueden ser idénticos del mismo modo que podemos afirmar que “ser” y “no ser” son idénticos. Introduciendo un término que hasta hace poco estaba reservado exclusivamente a la moda y hoy se ha expandido por todos los campos de la vida humana: la apariencia – llamada también “realidad virtual” Gracias a este concepto “apariencia”, pueden considerarse “a” y “no a” entidades idénticas y por tanto pueden ser susceptibles de ser sometidas al principio de identidad. La consecuencia de todo esto es que la dialéctica ha degenerado en identidad.

Aquélla frase bajo un cuadro de Magrit en el que se veía una pipa de fumar asegurando que: “Esto no es una pipa”, viene a describir perfectamente lo que estamos diciendo. “Esto es una pipa” y “Esto no es una pipa” dicen lo mismo: ambas frases determinan “una pipa”. Veo una “pipa” pero “esto no es una pipa” resultan ser un principio, no de contradicción, que es lo que muchos creen, sino un principio de identidad. “Pipa” y “no Pipa” son lo mismo gracias al concepto de apariencia. Lo que “es” es en realidad “no es”, solamente un parecer. Así pues “Es” esconde en realidad un “No es” y coincide por tanto con “No es”. Principio de identidad.

El principio de identidad adquiere su materialización terrena en dos principios: el principio del igualitarismo y el principio de masificación.

-          Según el principio del igualitarismo, podemos tener distintas ideas siempre y cuando se mantengan dentro de los mismos esquemas.

Todos tenemos que parecer clones. Todos tenemos que obtener el mismo éxito. Todos tenemos que viajar a los mismos lugares y todos tenemos que tener las mismas casas decoradas de la misma manera. La forma de conseguirlo se llama “apariencia”, “fake”, o como quieran llamarlo.

Vayamos a la moda: Hoy en día resulta indiferente ir a comprar a tiendas caras que a baratas. El diseño es el mismo y la calidad de las telas utilizadas es igual. Si se desea algo distinto hay que acudir a modistos de la alta costura que bien confeccionarán trajes de corte clásico y elegante o bien confeccionarán trajes esperpénticos. En el primer caso, uno está “out” de su generación por trasnochado y en el segundo igualmente “out” por extravagante. En ambos casos, uno sólo puede moverse con esos trajes exclusivos en ambientes muy selectos y reducidos – ya sean económicos o artísticos- y no puede andar con ellos por la calle a menos que pretenda convertirse en el centro de atención de todas las miradas. En este instante, pocos son los adinerados –y eso incluye casas reales, de banqueros, de deportistas y de artistas millonarios- que no se disfracen de “low cost” cuando quieren pasar desapercibidos o simplemente desean mostrar una imagen idéntica a la del resto. Las ropas caras sólo las utilizan en actos oficiales o en sus reuniones privadas.

-          Según el principio de masificación, el grupo es más importante que el individuo.

La relación con el grupo es fundamental para mantenerse joven y en forma. Que el individuo esté solo roza la frontera con lo insano tanto en un sentido moral como psíquico. 
La lectura, placer solitario, se ha equiparado al cine, placer social. Por tanto la lectura cobra cada vez más relevancia como tema de conversación; hay que leer lo mismo que lee el grupo con el que uno se relaciona. Hay que leer "Best Seller".
Nada de estar horas y horas con su propia lectura y en su propia casa; nada de dedicarse a escribir y a meditar. Eso lleva demasiado tiempo y obstaculiza las relaciones sociales. Hay que salir lo máximo y entrar lo mínimo. Eso sí, las conversaciones que se mantienen han de ser dinámicas, rápidas. Los comentarios sobre los libros que se han leído antes de salir de casa no pueden durar más de dos minutos. Una reflexión que dura tres minutos es calificada como monólogo; la de cuatro minutos, como conferencia; el que necesita cinco, es considerado un pelmazo insoportable que no deja hablar a los demás. 
En los encuentros sociales no se trata de desarrollar argumentos. Se trata de lanzar frases slogan. Por eso resulta más útil leer las resenas y críticas de los libros que enfrancarse en su lectura, que además de quitar tiempo, dificultan las conversaciones porque se corre el peligro de que a uno se le ocurra un pensamiento interesante que dure más de los consabidos dos minutos. Al final lo más normal es que los tertulianos se dediquen a chismorrear del vecino, al que ni siquiera saludan cuando lo encuentran en el ascensor y a comentar superficialmente las noticias de actualidad - porque con tanta vida social no hemos tenido tiempo de leerlas con tranquilidad y sólo acertamos a repetir el título de cabecera - a ver si alguien nos proporciona más información. Pero como todos llevan la misma vida nadie lo consigue. Al final, esa imperiosa "falta de tiempo" para hablar - que posiblemente se ha tomado de los programas de televisión, en los que siempre "falta el tiempo" para profundizar en el tema abordado - obliga a acortar cada vez más el contenido de la reflexión. Tal vez por ese motivo cuando últimamente dos tertulianos no están de acuerdo en sus posiciones el resumen de su discrepancia sea un "no tienes ni idea" o un "mientes". 

El principio del igualitarismo y el principio de masificación logran que el principio de identidad según el cual una entidad es idéntica a sí misma se convierta en: “todos” somos idénticos con “nosotros” mismos.

Ello impide superar la crisis. Puesto que “todos” es considerado como entidad, al no existir “un individuo” se hace imposible romper el círculo. Ese “todos” determina que ese “individuo” sea casi automáticamente “digerido” por la “masa” en el momento que aparece. ¿Cómo? A través del concepto “moda”. Todo lo nuevo se convierte automáticamente en “trend”.

El motivo económico es la sobreproducción. Hay un excedente de bienes que debido a la falta de clientes no han sido adquiridos. Esto determina que las empresas obtengan menos beneficios y se vean obligadas a cerrar sus plantas y reducir la plantilla de trabajadores. La precariedad económica de los nuevos desempleados aumenta el superávit de mercancías. La serpiente que se mueve la cola. Nuevamente más círculos.

                                                                ****************

Hubo un tiempo en que me interesé por los sistemas pedagógicos. Un buen día cayó en mis manos un libro en el que se explicaba que cuando un niño no aceptaba las reglas del grupo, la estrategia (pedagogía) a seguir, era mantenerlo aislarlo. Esto es: no admitir su participación en las actividades del grupo, impedir su relación con los otros miembros… Así hasta conseguir que el pequeño autárquico cambiara su comportamiento y lo asimilara al del resto.

Me sentí obligada a preguntarme qué pasaría si aquél individuo poseyera en sí mismo la fuerza suficiente para resistir el chantaje del grupo y su propia soledad. Curiosamente observé que todos los grandes hombres a lo largo de la historia parecían haberse enfrentado a la misma situación y haber conseguido resistir a la presión del grupo y a su aislamiento. De ellos saqué en enseñanza que: a) Es mejor estar sólo que mal acompañado. b) El individuo, si es un auténtico individuo, vale por sí solo más que el individuo que  ha depositado su individualidad en el grupo. Al verdadero y auténtico individuo depositar su individualidad en el grupo no le reporta ningún beneficio. Más bien al contrario. Especialmente hoy en día, que los intereses están tan bajos. c) Los que determinan el aislamiento de un individuo auténtico raramente consiguen en grupo más de lo que ese individuo auténtico consigue por sí solo.

El grave problema: en un sistema industrial es sencillamente imposible actuar en soledad. Tal vez en la jungla puedan sobrevivir los luchadores solitarios. Como demuestra Brecht en su obra "La vida de Galileo", en la sociedad actual eso resulta prácticamente imposible. 
Mi temor: que las palabras de Huxley en "Nueva visita a un Mundo Feliz" sean ciertas y los psicópatas sean los más aptos para sobrevivir e imponerse en el medio moderno.


Isabel  Viñado Gascón.




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