Seguramente al leer el título de este blog,
algunos de ustedes pensarán que la autora es una retrógrada, cavernícola,
incapaz de ir con los nuevos tiempos.
Y en efecto, no se
equivocan. Pertenezco al grupo de los ciudadanos “prehistóricos” que consideran
que la reflexión es más importante que la rapidez y que demasiadas emociones –ya
sean intelectuales o sensitivas – no dejan lugar a la posibilidad de construir
ningún juicio crítico que se precie. En mi opinión, antes de empeñarnos
en fabricar y experimentar nuevos "productos”, sean del tipo que sean, no estaría de más detenernos a
recapacitar sobre lo ya hecho. Como un pintor que contempla su obra antes de
continuar con ella, o un escritor que antes de proseguir con su obra la lee a
fin de obtener una determinada perspectiva de la misma. La constante
invasión que sufrimos por parte de las empresas informáticas lo hace imposible.
Sin embargo, y a
pesar del título, no pretendo iniciar una “cruzada mundial” contra la
informática, ni mucho menos “convencer”
a nadie. A cada cual corresponde encontrar el modus vivendi y el modus operandi de su
propia existencia. Conocedora de mi incapacidad para sumarme a los entusiastas
de los aparatos electrónicos y al mismo tiempo consciente de su importancia
actual, quisiera, no obstante, exponer mis consideraciones en este blog.
Resulta innegable que a partir de los años
ochenta, la informática experimentó un enorme desarrollo. En efecto, el mundo
de los ordenadores y de los aparatos electrónicos abrió la puerta a un número prácticamente
infinito de posibilidades. En sus inicios, el empleo de la informática estuvo
reservado a los adultos. Ellos fueron los primeros en beneficiarse de las
ventajas que los nuevos sistemas de trabajo proporcionaban.
No transcurrió mucho tiempo antes de que los
empresarios descubrieran un segundo grupo de consumidores: el de los niños y jóvenes.
El número de productos creados exclusivamente para ellos ha ido aumentado sin
cesar y hoy en día resulta prácticamente imposible determinar su número con
precisión. No obstante, dos son las
categorías fundamentales en las que se podrían clasificar: la lúdica y la
pedagógica.
Al principio la mayor parte de los adultos se
mostraron encantados con las novedades que este mercado introducía. Ellos
mismos lo sostuvieron y lo alentaron adquiriendo para sus hijos cada nuevo producto.
No obstante, las voces que en la actualidad critican este consumo son de día en
día cada vez más numerosas.
¿Cuáles eran las
razones de aquél primer entusiasmo y cuáles son las razones que han generado la
desconfianza e incluso, en casos extremos, el rechazo?
Sin duda este tema ha llegado a constituir un
debate interminable porque la sociedad es incapaz de determinar si la utilización
de los aparatos electrónicos para los niños y jóvenes es positiva o negativa.
Encontrar una respuesta contundente no es fácil.
Desde un punto de vista lúdico, los
motivos que justifican el manejo de los aparatos electrónicos son variados.
En primer lugar, dichos utensilios han resuelto el problema concerniente a la
organización del tiempo libre de los niños. Hay que tener en cuenta que el
aumento de tráfico y de inseguridad ciudadana ha hecho prácticamente imposible
que se pueda jugar en la calle. Las actividades extraescolares que los
diferentes centros educativos y asociaciones ofrecen, forman parte de la atmósfera
disciplinada y estructurada de la que cualquier niño en su sano juicio quiere
escapar. Nadar con los amigos en el río
es divertido, pero seguir las normas que el entrenador dicta para conseguir una
mayor destreza forma parte del entrenamiento deportivo, no de la anarquía y
libertad que el juego espontáneo entraña. Por otra parte, los padres no
disponen ni del tiempo ni de las energías suficientes para ocuparse de ellos. A
todo esto, se suma el hecho de que las viviendas son cada vez más caras y más
pequeñas, de modo que el espacio del que los niños disponen para jugar se ha visto
reducido considerablemente. Si además hay un vecino presto a quejarse por cualquier
ruido que le moleste, el movimiento dentro del hogar se hace impensable. A
veces, ni siquiera una casa con jardín representa una solución. Mi amiga Carlota
tuvo que vender la suya, porque a sus vecinos les resultaban tan insufribles
los escándalos provocados por sus cinco infantitos como la visión de su
descuidado y pisoteado jardín. Carlota, por su parte, se negó en redondo a
poner en práctica lo que para ella significaba una tortura. Esto es: sentar a
sus hijos en un sofá y someterlos a una sesión continua de videos y televisión. Sin embargo, hay muchos padres que por uno u otro motivo se ven impedidos de tomar tales resoluciones extremas. Para todos ellos los videos, ordenadores y aparatos semejantes constituyen "fuente de paz."
Desde el punto de
vista pedagógico,
la mayoría de maestros y profesores han visto en la informática una vía que
facilita la enseñanza. Estaban convencidos de que los ordenadores y demás útiles
electrónicos conseguirían lo que ellos no habían conseguido: el amor de los
alumnos por el aprendizaje. Los escolares aprenderían sin esfuerzo gracias al
poder de la informática. La escuela sería menos jerárquica y competitiva. La
utilización de los nuevos medios permitirían contactar fácilmente con escolares
de otros países, iniciar intercambios lingüísticos y culturales, los exámenes
serían absolutamente objetivos porque las máquinas serían las encargadas de
cuestionar el nivel de conocimiento. El nivel de fracaso descendería. La
escuela ya no provocaría migrañas ni dolores de estómago. Finalmente, el
colegio llegaría a ser un lugar de participación y de recreo.
Así pues, la informática, considerada en su
función pedagógica, pasó a convertirse en la panacea que resolvía todos los
problemas escolares.
Es un hecho, sin embargo, que la experiencia
es la madre del saber. La experiencia con los aparatos electrónicos ha ido
mostrando cada vez más claramente su aspecto sombrío.
Es verdad que los niños y jóvenes permanecen
horas y horas en su habitación “sin molestar ni hacer ruido’, pero es
igualmente cierto que la mayoría de ellos no tienen amigos. O son amigos
virtuales, que no existen más que en los juegos; o son amigos que, al igual que
ellos mismos, se encuentran recluidos en la pequeña habitación de otro minúsculo
piso; o son amigos con los que se reúnen única y exclusivamente para ver en
silencio, como en el cine, una película; o para “jugar”. Cada uno de ellos
dispone de un mando que maneja concentradamente. La comunicación se reduce a
palabras sueltas. El silencio sólo se ve roto por las exclamaciones de alegría
que profiere el ganador de turno.
Solos
o acompañados, los niños y jóvenes viven aislados y encerrados en sus
habitaciones rodeados de juegos informáticos que los introducen en mundos
inexistentes pero que han sido especialmente concebidos por las empresas para “engancharlos”.
Esto es: para crearles adicción. Los jóvenes pierden el interés por el mundo
exterior y únicamente piensan en jugar con el ordenador, el móvil, el “Nintendo”,
“la Play Station”, el “Wifii” y similares.
Los más pequeños
sufren un retraso en su desarrollo psicomotriz y muchos se ven obligados a
acudir a diferentes terapeutas: ergo-terapeutas, fisioterapeutas, psicólogos…
Curiosamente, a los niños movidos no se les envía, salvo excepciones, a la práctica
intensiva del deporte cuatro horas al día, sino que se le prescribe diversos
medicamentos destinados a controlar una “hiperactividad” que en la mayoría de
los casos no constituye ninguna enfermedad sino más bien lo contrario. Es síntoma
de que ese niño está perfectamente sano y de que su cuerpo tanto como su mente
están destinados a lo mismo que durante milenios han estado destinados: al
movimiento.
Por su parte, muchos
profesores, cuando son sinceros y no repiten lo que la sociedad considera como “políticamente
correcto”, confiesan su desagrado por la utilización de la informática en el colegio.
Para aprender hace falta trabajar y trabajar duro. Ello exige disciplina y
paciencia pero sobre todo, capacidad de concentración a cuyo desarrollo ayudan
las habilidades manuales. Los niños saben utilizar los mandos de los diversos
aparatos electrónicos con suma rapidez y eficacia pero no son capaces de
escribir ordenada y limpiamente con la pluma. Y ello no precisamente porque sus
pensamientos vayan más rápidos que la tinta, sino porque el aprendizaje requiere
virtudes que sobrepasan aquélla consistente en el manejo de los útiles informáticos.
Del mismo modo, la opinión errónea de que los datos suministrados por el ordenador proporcionan saber nace de la falsa creencia de que información y saber
son la misma cosa. Y no lo es. El saber es una información reflexionada,
pensada, madurada. Exige un juicio crítico. La información es simplemente una
recopilación de datos. Es útil en tanto que es la base, pero nada más.
Resulta irónico que los mismos padres que no
tuvieron que aprenderse de memoria la lista de “los reyes godos” porque era
simple información a la que se podía acceder consultando una enciclopedia,
naveguen hoy en día por "la web" buscando información en ocasiones tan variopinta como rocambolesca. Tal vez porque, a
diferencia de lo que antaño sucedía con la lista de los reyes godos, no se la
tienen que aprender de memoria.
En resumidas cuentas, la informática no puede
sustituir el estudio. Constituye, al igual que las enciclopedias y las máquinas
de escribir, un gran apoyo al estudiante. Pero a mi modo de ver no estaría de más
que hasta los dieciséis años, los chicos aprendieran a “surfear” en las
bibliotecas públicas y redactaran sus textos ellos mismos. Francamente, hay
pocos trabajos escolares que hasta esa edad necesiten, no digo ya del
ordenador, ni tan siquiera de la máquina de escribir. Los manuscritos tienen la
ventaja de la utilización mano-mente y del cuidado de la caligrafía que supone –ni
más ni menos – saborear la belleza hecha signo.
No me malinterpreten. Personalmente estoy
convencida de que la informática es un útil sumamente necesario para facilitar
el trabajo y la comunicación entre los diferentes grupos humanos. No es de
extrañar, por tanto, que el ordenador se
haya convertido en un elemento indispensable en nuestras vidas. Este blog representa un buen ejemplo.
Lo que critico es que los niños y jóvenes
puedan utilizarlo sin control, de modo que pierdan la posibilidad de
desarrollar su cuerpo, su intelecto - e incluso su alma, para aquéllos que crean
en ella. Tan fundamental como la informática es que los niños practiquen, como
ya hemos dicho antes, deporte libre y
espontáneamente y no simplemente durante las horas que los diferentes programas
educativos señalan ni en las marcadas por las actividades extraescolares; que
tengan tiempo para reflexionar y no sólo para recabar información inconexa e
innecesaria.
El fuego es también
un elemento indispensable en la civilización. Sin embargo, no se permite
que los niños jueguen con él antes de una determinada edad. Son los adultos los
que enseñan a los niños a utilizarlo de modo que no pongan en peligro ni sus
vidas ni las de los demás. Los padres ponen gran atención en dejar las cerillas
y los mecheros fuera del alcance de sus hijos y les permiten prender fuego siempre que sea
bajo su supervisión.
Con los aparatos
electrónicos debería suceder lo mismo. Los niños y los jóvenes deberían
aprender a utilizarlos en compañía de
adultos y únicamente durante un tiempo limitado. Es necesario que aprendan las
ventajas y desventajas de los aparatos electrónicos. Seguramente los oftalmólogos
perderían pacientes, pero la sociedad ganaría en cerebros ágiles.
La confianza que
los padres y la escuela habían depositado en un primer momento en la informática
se ha visto traicionada por los deseos insaciables de las empresas, que quisieran vender todo lo que se puede
vender –incluso el alma, si ésta existiera- no importa a quién.
Hasta la semana que viene.
Isabel Víñado-Gascón.