miércoles, 30 de octubre de 2013

LA UTILIZACIÓN DE LOS APARATOS ELECTRÓNICOS DEBERÍA ESTAR PROHIBIDA A LOS MENORES DE 16 AÑOS, O AL MENOS, SUMAMENTE VIGILADA. (2012) Isabel Viñado Gascón


 

Seguramente al leer el título de este blog, algunos de ustedes pensarán que la autora es una retrógrada, cavernícola, incapaz de ir con los nuevos tiempos.




Y en efecto, no se equivocan. Pertenezco al grupo de los ciudadanos “prehistóricos” que consideran que la reflexión es más importante que la rapidez y que demasiadas emociones –ya sean intelectuales o sensitivas – no dejan lugar a la posibilidad de construir ningún juicio crítico que se precie. En mi opinión,  antes de empeñarnos en fabricar y experimentar nuevos "productos”, sean del tipo que sean, no estaría de más detenernos a recapacitar sobre lo ya hecho. Como un pintor que contempla su obra antes de continuar con ella, o un escritor que antes de proseguir con su obra la lee a fin de obtener una determinada perspectiva de la misma. La constante invasión que sufrimos por parte de las empresas informáticas lo hace imposible.

Sin embargo, y a pesar del título, no pretendo iniciar una “cruzada mundial” contra la informática,  ni mucho menos “convencer” a nadie. A cada cual corresponde encontrar el modus vivendi y el modus operandi de su propia existencia. Conocedora de mi incapacidad para sumarme a los entusiastas de los aparatos electrónicos y al mismo tiempo consciente de su importancia actual, quisiera, no obstante, exponer mis consideraciones en este blog.

Resulta innegable que a partir de los años ochenta, la informática experimentó un enorme desarrollo. En efecto, el mundo de los ordenadores y de los aparatos electrónicos abrió la puerta a un número prácticamente infinito de posibilidades. En sus inicios, el empleo de la informática estuvo reservado a los adultos. Ellos fueron los primeros en beneficiarse de las ventajas que los nuevos sistemas de trabajo proporcionaban.

No transcurrió mucho tiempo antes de que los empresarios descubrieran un segundo grupo de consumidores: el de los niños y jóvenes. El número de productos creados exclusivamente para ellos ha ido aumentado sin cesar y hoy en día resulta prácticamente imposible determinar su número con precisión. No obstante, dos son las categorías fundamentales en las que se podrían clasificar: la lúdica y la pedagógica.

Al principio la mayor parte de los adultos se mostraron encantados con las novedades que este mercado introducía. Ellos mismos lo sostuvieron y lo alentaron adquiriendo para sus hijos cada nuevo producto. No obstante, las voces que en la actualidad critican este consumo son de día en día cada vez más numerosas.

¿Cuáles eran las razones de aquél primer entusiasmo y cuáles son las razones que han generado la desconfianza e incluso, en casos extremos, el rechazo?

Sin duda este tema ha llegado a constituir un debate interminable porque la sociedad es incapaz de determinar si la utilización de los aparatos electrónicos para los niños y jóvenes es positiva o negativa.

Encontrar una respuesta contundente no es fácil. Desde un punto de vista lúdico, los motivos que justifican el manejo de los aparatos electrónicos son variados.

En primer lugar, dichos utensilios han resuelto el problema concerniente a la organización del tiempo libre de los niños. Hay que tener en cuenta que el aumento de tráfico y de inseguridad ciudadana ha hecho prácticamente imposible que se pueda jugar en la calle. Las actividades extraescolares que los diferentes centros educativos y asociaciones ofrecen, forman parte de la atmósfera disciplinada y estructurada de la que cualquier niño en su sano juicio quiere escapar.  Nadar con los amigos en el río es divertido, pero seguir las normas que el entrenador dicta para conseguir una mayor destreza forma parte del entrenamiento deportivo, no de la anarquía y libertad que el juego espontáneo entraña. Por otra parte, los padres no disponen ni del tiempo ni de las energías suficientes para ocuparse de ellos. A todo esto, se suma el hecho de que las viviendas son cada vez más caras y más pequeñas, de modo que el espacio del que los niños disponen para jugar se ha visto reducido considerablemente. Si además hay un vecino presto a quejarse por cualquier ruido que le moleste, el movimiento dentro del hogar se hace impensable. A veces, ni siquiera una casa con jardín representa una solución. Mi amiga Carlota tuvo que vender la suya, porque a sus vecinos les resultaban tan insufribles los escándalos provocados por sus cinco infantitos como la visión de su descuidado y pisoteado jardín. Carlota, por su parte, se negó en redondo a poner en práctica lo que para ella significaba una tortura. Esto es: sentar a sus hijos en un sofá y someterlos a una sesión continua de videos y televisión. Sin embargo, hay muchos padres que por uno u otro motivo se ven impedidos de tomar tales resoluciones extremas. Para todos ellos los videos, ordenadores y aparatos semejantes constituyen  "fuente de paz."

Desde el punto de vista pedagógico, la mayoría de maestros y profesores han visto en la informática una vía que facilita la enseñanza. Estaban convencidos de que los ordenadores y demás útiles electrónicos conseguirían lo que ellos no habían conseguido: el amor de los alumnos por el aprendizaje. Los escolares aprenderían sin esfuerzo gracias al poder de la informática. La escuela sería menos jerárquica y competitiva. La utilización de los nuevos medios permitirían contactar fácilmente con escolares de otros países, iniciar intercambios lingüísticos y culturales, los exámenes serían absolutamente objetivos porque las máquinas serían las encargadas de cuestionar el nivel de conocimiento. El nivel de fracaso descendería. La escuela ya no provocaría migrañas ni dolores de estómago. Finalmente, el colegio llegaría a ser un lugar de participación y de recreo.

Así pues, la informática, considerada en su función pedagógica, pasó a convertirse en la panacea que resolvía todos los problemas escolares.

Es un hecho, sin embargo, que la experiencia es la madre del saber. La experiencia con los aparatos electrónicos ha ido mostrando cada vez más claramente su aspecto sombrío.

Es verdad que los niños y jóvenes permanecen horas y horas en su habitación “sin molestar ni hacer ruido’, pero es igualmente cierto que la mayoría de ellos no tienen amigos. O son amigos virtuales, que no existen más que en los juegos; o son amigos que, al igual que ellos mismos, se encuentran recluidos en la pequeña habitación de otro minúsculo piso; o son amigos con los que se reúnen única y exclusivamente para ver en silencio, como en el cine, una película; o para “jugar”. Cada uno de ellos dispone de un mando que maneja concentradamente. La comunicación se reduce a palabras sueltas. El silencio sólo se ve roto por las exclamaciones de alegría que profiere el ganador de turno.

Solos  o acompañados, los niños y jóvenes viven aislados y encerrados en sus habitaciones rodeados de juegos informáticos que los introducen en mundos inexistentes pero que han sido especialmente concebidos por las empresas para “engancharlos”. Esto es: para crearles adicción. Los jóvenes pierden el interés por el mundo exterior y únicamente piensan en jugar con el ordenador, el móvil, el “Nintendo”, “la Play Station”, el “Wifii” y similares.

Los más pequeños sufren un retraso en su desarrollo psicomotriz y muchos se ven obligados a acudir a diferentes terapeutas: ergo-terapeutas, fisioterapeutas, psicólogos… Curiosamente, a los niños movidos no se les envía, salvo excepciones, a la práctica intensiva del deporte cuatro horas al día, sino que se le prescribe diversos medicamentos destinados a controlar una “hiperactividad” que en la mayoría de los casos no constituye ninguna enfermedad sino más bien lo contrario. Es síntoma de que ese niño está perfectamente sano y de que su cuerpo tanto como su mente están destinados a lo mismo que durante milenios han estado destinados: al movimiento.

Por su parte, muchos profesores, cuando son sinceros y no repiten lo que la sociedad considera como “políticamente correcto”, confiesan su desagrado por la utilización de la informática en el colegio. Para aprender hace falta trabajar y trabajar duro. Ello exige disciplina y paciencia pero sobre todo, capacidad de concentración a cuyo desarrollo ayudan las habilidades manuales. Los niños saben utilizar los mandos de los diversos aparatos electrónicos con suma rapidez y eficacia pero no son capaces de escribir ordenada y limpiamente con la pluma. Y ello no precisamente porque sus pensamientos vayan más rápidos que la tinta, sino porque el aprendizaje requiere virtudes que sobrepasan aquélla consistente en el manejo de los útiles informáticos.

Del mismo modo, la opinión errónea de que los datos suministrados por el ordenador  proporcionan saber nace de la falsa creencia de que información y saber son la misma cosa. Y no lo es. El saber es una información reflexionada, pensada, madurada. Exige un juicio crítico. La información es simplemente una recopilación de datos. Es útil en tanto que es la base, pero nada más.

Resulta irónico que los mismos padres que no tuvieron que aprenderse de memoria la lista de “los reyes godos” porque era simple información a la que se podía acceder consultando una enciclopedia, naveguen hoy en día por "la web" buscando información en ocasiones tan  variopinta como rocambolesca. Tal vez porque, a diferencia de lo que antaño sucedía con la lista de los reyes godos, no se la tienen que aprender de memoria.

En resumidas cuentas, la informática no puede sustituir el estudio. Constituye, al igual que las enciclopedias y las máquinas de escribir, un gran apoyo al estudiante. Pero a mi modo de ver no estaría de más que hasta los dieciséis años, los chicos aprendieran a “surfear” en las bibliotecas públicas y redactaran sus textos ellos mismos. Francamente, hay pocos trabajos escolares que hasta esa edad necesiten, no digo ya del ordenador, ni tan siquiera de la máquina de escribir. Los manuscritos tienen la ventaja de la utilización mano-mente y del cuidado de la caligrafía que supone –ni más ni menos – saborear la belleza hecha signo.

No me malinterpreten. Personalmente estoy convencida de que la informática es un útil sumamente necesario para facilitar el trabajo y la comunicación entre los diferentes grupos humanos. No es de extrañar, por tanto,  que el ordenador se haya convertido en un elemento indispensable en nuestras vidas. Este blog representa un buen ejemplo.

Lo que critico es que los niños y jóvenes puedan utilizarlo sin control, de modo que pierdan la posibilidad de desarrollar su cuerpo, su intelecto - e incluso su alma, para aquéllos que crean en ella. Tan fundamental como la informática es que los niños practiquen, como ya hemos dicho antes,  deporte libre y espontáneamente y no simplemente durante las horas que los diferentes programas educativos señalan ni en las marcadas por las actividades extraescolares; que tengan tiempo para reflexionar y no sólo para recabar información inconexa e innecesaria.

El fuego es también un elemento indispensable en la civilización. Sin embargo, no se permite que los niños jueguen con él antes de una determinada edad. Son los adultos los que enseñan a los niños a utilizarlo de modo que no pongan en peligro ni sus vidas ni las de los demás. Los padres ponen gran atención en dejar las cerillas y los mecheros fuera del alcance de sus hijos y  les permiten prender fuego siempre que sea bajo su supervisión.

Con los aparatos electrónicos debería suceder lo mismo. Los niños y los jóvenes deberían aprender a  utilizarlos en compañía de adultos y únicamente durante un tiempo limitado. Es necesario que aprendan las ventajas y desventajas de los aparatos electrónicos. Seguramente los oftalmólogos perderían pacientes, pero la sociedad ganaría en cerebros ágiles.

La confianza que los padres y la escuela habían depositado en un primer momento en la informática se ha visto traicionada por los deseos insaciables de las empresas,  que quisieran vender todo lo que se puede vender –incluso el alma, si ésta existiera- no importa a quién.

Hasta la semana que viene.

Isabel Víñado-Gascón.

 

 

 

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